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BEATRIZ BARRIONUEVO / GETTY IMAGES.
Incluso quienes tienen una relación completamente saludable con la comida se toparán estas fiestas con algún comentario relacionado con el peso que de alguna forma, les hará examinar lo que comen con un ojo más crítico y analítico de lo habitual. Desde comentarios de familiares acerca del peso de alguien hasta el clásico “tras las fiestas, me pongo a dieta”, pasando por el recurrente propósito de perder peso y entrenar el año que viene, las peleas con la báscula son un tema habitual durante las navidades, por lo que quienes sufren problemas de trastornos de conducta alimenticia se encuentran durante estos días con más señales de alarma que campanas de Belén.
“Para las personas que padecen estos trastornos, la época navideña supone un momento muy duro y un constante desafío no sólo con la comida, sino con el estigma social de los TCA”, advierte Raquel Velasco del Castillo, psicóloga de bluaU de Sanitas. “Aunque este consejo que voy a dar es aplicable a todas las situaciones, es primordial no realizar comentarios sobre la comida o el físico de nadie y reforzar otro tipo de aspectos que no tienen nada que ver con la estética ni con el cuerpo; así como evitar comentarios que hagan alusión a dietas o conductas compensatorias después de las fiestas”, señala antes de dar otros dos consejos vitales.
“Otro ‘tip’ sería respetar la problemática emocional de esa persona. Estar en una mesa llena de comida puede ser agobiante y un reto mental, social y nutricional. Intentemos mantener las conversaciones enfocadas en otros temas y dejemos que esa persona intente gestionar su plato sin tener que “ayudar” o colaborar en ello. Evitemos consejos innecesarios, reproches o ideas que dar. Si tenemos que hacer algún comentario que sentimos obligatorio, intentemos hacerlo en un momento en el que esa persona no esté con la tensión de la comida en la mesa. Otra idea puede ser proponer planes navideños que no tengan que ver con la comida y que sitúen la celebración con otro tipo de actividades como ir a visitar mercadillos o ver las luces”, dice la psicóloga, que asegura que lo más importante es acompañar a la persona en su camino, empatizar y que sienta que su felicidad no tiene por qué depender de su aspecto físico.
Leyre López-Iranzu, nutricionista en Clínica FEMM, nos recuerda además que las comidas tan abundantes pueden provocar consecuencias negativas en la relación con la comida y ahonda en la importancia de disfrutar de la comida y de la compañía sin hacer restricciones radicales.
¿Hay alguna forma de apartar la culpa a la hora de comer en fiestas?
“La culpa es una de las emociones que más aparece al comer ciertos alimentos y en ciertos momentos de celebración. Dependiendo de cómo hayamos aprendido a relacionarnos con la comida, se encuentran lo que en psicología llamamos “alimentos prohibidos”. Estos son alimentos que evitamos comprar o tener en nuestros hogares de forma regular y que nuestra mente ha catalogado como negativos y que están asociados a la subida de peso o al miedo a engordar. En las navidades, estos “alimentos prohibidos” aparecen de manera más frecuente en nuestras comidas y cenas y se genera en muchas personas, mucha sensación de descontrol y de miedo a no mantener el peso o subirlo y sobre todo, la culpa al comerlos. Nuestra recomendación no va a ser eliminarlos, sino aprender a tener permisos conscientes”, explica Raquel Velasco del Castillo, psicóloga de bluaU de Sanitas.
“Prohibir va a hacer que nos relacionemos negativamente con alimentos que en su medida justa y equilibrada podemos disfrutar. Por eso, la idea debe ser que aprendamos a incluirlos en nuestra nutrición de forma consciente para disfrutarlos y evitar patrones negativos en nuestra relación con la comida que nos provoque ansiedad, atracones y la sensación de culpa y tristeza. Es decir, la restricción severa en muchas ocasiones lleva a la obsesión con la comida asociándola a sentimientos negativos. Cuando una persona deja las restricciones y se permite disfrutar de los alimentos que le gustan, dejan de aparecer también los atracones, los problemas de ansiedad y la culpa”, señala.
“Estas emociones negativas en la mayoría de las veces están instauradas en las personas debido a una cultura de la estética y de culto al cuerpo que muchas veces deja de lado la salud. La nutrición también debe ir de la mano del bienestar emocional y la salud mental de cada persona”, dice Raquel Velasco del Castillo.
Por su parte Osiris Martínez, psiconutricionista especializada en trastornos alimenticios, atracón y autoestima, ahonda en el yugo de la culpa. “Creo que la culpa debe de ser apartada en fiestas… y fuera de ellas. Al final considero que el secreto es volver a conectar con una alimentación intuitiva. Esa que siempre supimos practicar pero que fuimos destrozando a golpe de dogmas y de mensajes procedentes de una cultura de dieta y de una sociedad gordofóbica. La culpa aparece cuando tú consideras que lo que estás haciendo está mal, ¿verdad? Por lo tanto, como siempre digo, hay que hacerte preguntas más profundas, en vez de poner el foco sólo en la comida. ‘¿Qué me digo que me hace sentir culpable sobre esto que estoy comiendo’, ‘¿Estoy etiquetando ciertos alimentos o conductas alimentarias de ‘buenas’ o ‘malas’?’, ‘¿Cómo puedo recalibrar esos pensamientos para que no sean tóxicos para mí?’. Hay que dejar de pensar que los alimentos son sanos o insanos, buenos o malos, porque no es así. Comer no es sólo nutrir. Debe existir un equilibrio que incluya satisfacción… y salud mental”, explica.
El yugo de los comentarios hirientes en Navidad
Raquel Velasco del Castillo asegura que cualquier tipo de comentario sobre el peso, el aspecto físico o la cantidad de comida que hay en el plato no es sólo hiriente para una persona con un TCA, sino que además, es contraproducente, pues cuanto más presionada se sienta la persona, más resistencia generará hacia la comida y podrá generar tensiones en las relaciones familiares. “Es importante destacar aquellos comentarios que restan importancia a la enfermedad o que ponen de manifiesto que la solución es sencilla: comer. Un TCA es un trastorno psicológico y profundo que genera una gran ansiedad a quien lo padece”, recuerda.
“Comentarios como “¿Vas a comer todo eso?” o la pregunta inversa, “¿Sólo comes eso?”, “Estás más delgada, más gorda, menos esto o más lo otro” o incluso comentar ciertas dietas restrictivas que seguimos o queremos seguir son muy tóxicos para una persona que lucha con su problema alimentario. Nunca sabes lo que ocurre internamente en esa persona, ni cómo se tomará lo que tú le digas. Y no aporta. Hay que entender que un TCA suele generar mucha culpa y vergüenza en el que lo sufre. Es delicado. Lo mejor es siempre apoyar, jamás juzgar… y normalizar”, asegura Osiris Martínez, que recalca además la importancia de comprender que las dietas restrictivas no funcionan y que destrozan nuestra relación con nuestro cuerpo, con la comida y con nuestro metabolismo.
Cómo vivir una Navidad sin culpas
Por eso, Leyre López-Iranzu, nutricionista en Clínica FEMM, señala las claves necesarias para poder disfrutar de las Navidades sin arrepentimiento.
- Comer y hacer el mismo ejercicio que un día cualquiera. “La mejor opción es comer o cenar lo que te apetece, pero tratando de introducir platos sanos para proporcionarle al cuerpo los nutrientes que necesita”, explica la nutricionista de Clínica FEMM.
- Alimentación sin restricciones. “Al mantener una alimentación equilibrada durante el resto del año, en la que también tienen espacio los alimentos menos sanos, la necesidad de aprovechar la ocasión en estas fechas desaparece”, señala López-Iranzu, que asegura que no ocurre nada si, ocasionalmente, se incluyen en el menú opciones menos recomendables, incluso aunque la ingesta no coincida con ocasiones especiales. Lo más importante es mantener presentes buenos hábitos de manera habitual en la rutina cotidiana.
- No empezar dietas ahora, sino elegir hábitos saludables. “Lo importante es disfrutar y cuidarse con hábitos sanos que puedan mantenerse a largo plazo”, afirma la especialista.
- Disfrutar de estas comidas tan especiales. “Al disfrutar de ella sin arrepentimiento, aparecen sentimientos de satisfacción que favorecen al organismo a la hora de detectar cuándo el estómago está lleno y no requiere más ingesta”, concluye López-Iranzu, que explica que esta es la forma de lograr crear una buena relación con la comida.
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