“Congelé óvulos para olvidarme del tema y poner en pausa la decisión de la maternidad, y me pasó todo lo contrario: ahora lo tengo más presente”, dijo la ilustradora argentina Josefina Guarracino, conocida a nivel artístico como Pepita Sandwich. En un ensayo visual publicado en abril de 2022 en el suplemento The Lily de The Washington Post, contó su experiencia cuando, tras años de sentirse socialmente presionada a congelar sus óvulos por no querer ser madre aún, decidió a los 35 embarcarse en este procedimiento que prometía aliviar ese estrés y dejar de pensar unos años en el tema. “Antes, cuando cumplías 30 te preguntaban si ibas a tener hijos; ahora te preguntan si vas a congelar óvulos. Y eso de alguna forma también es una presión hacia la maternidad. Entonces, por un lado, existía la presión de hacer el tratamiento y después, una presión de que los resultados fueran iguales o mejores a los esperados”.
Su caso era el de muchas mujeres: jovenes aún, con recursos económicos, sin deseos o condiciones de convertirse en madre por el momento, a las que la ciencia les ofrece poner en pausa sus óvulos y olvidarse del asunto hasta que sea el momento propicio: un alivio moderno que silencia por un tiempo la alarma del reloj biológico y le da espacio a la mujer para continuar con otras prioridades de su vida. Lo que poco se dice es que, como en todo tratamiento de fertilidad, no hay garantías y que, a pesar de ser una solución privilegiada, no todas las mujeres tienen los resultados que se esperan; así le sucedió a Pepita. “De repente congelar óvulos no era la solución fácil que pensé que sería. Comencé el proceso con una idea de resultado que no fue, y eso me hizo sentir un poco frustrada y decepcionada de mi cuerpo”. La publicación ilustrada sobre su proceso, que se hizo viral y tuvo altas repercusiones entre sus miles de seguidoras, logró poner sobre la mesa un tema del que poco se habla: las altas expectativas que se juegan en este tipo de procedimientos y toda la dimensión emocional a la que pueden enfrentarse las pacientes cuando el resultado no es el que esperan. La periodista argentina Luciana Mantero, quien dio la charla TED Demasiado tarde para tener hijos, resume muy bien el tema de las expectativas y realidad en una declaración respecto al ensayo de Pepita: “El congelamiento de óvulos se ‘vende’ un como procedimiento ‘mágico’ que ‘soluciona’ el tema de la postergación de la maternidad. Y esto no es así. No es inocuo, es altamente costoso emocionalmente y es una posibilidad -válida, claro-, pero no una certeza. La idea del control es una ilusión. Toda esta cuestión del manejo de la posibilidad de tener hijos -en la que la ciencia nos ofrece opciones, y bienvenidas sean- genera una culpabilización de la mujer que es tremenda”.
Algo similar vivió Marisol Pirazzolli, hoy de 37 años. A los 35 había terminado un pololeo importante y se preguntó sobre su fertilidad, sin haber sido tema para ella durante esa relación. “Al terminar decidí hacerme un chequeo y por consejos de varias amigas fui a hacerlo en una clínica especializada en congelar. Tenía 35 y lograr sacar un número considerable duró 6 meses, en los que las inyecciones y las hormonas me hicieron sentir irreconocible, sensible, irritable, inflamada, y muchas otras cosas que nadie me contó que pasarían. Fueron muy poco contenedores conmigo, además, cuando entré a pabellón era como si yo no existiera, nadie me habló. Nunca pensé que podía tener algún tipo de problema, siempre pensé que me dirían qué hacer y listo, que duraría máximo un mes. Creo que la expectativa era ser “normal” para mi edad, y no fue el caso. Tenía endometriosis y una reserva ovárica muy pequeña. Creo que nunca había tenido el ímpetu de ser madre hasta ese momento y tuve que aceptar la idea de que quizás podría no serlo. Terminé haciendo dos procedimientos y al terminar sentí alivio, pero pienso que menos mal lo hice. Lo único que me gustaría era haber estado más educada sobre qué esperar”.
La opción de congelar óvulos, que hace unos años se utilizaba más que nada para quienes enfrentaban algún tipo de enfermedad que pudiera causarles infertilidad, hoy resulta la primera opción para aliviar la presión de ser madres antes de determinada edad. La Revista Human Reproduction de Oxford publicó en diciembre de 2018 un estudio (Elective and onco-fertility preservation: factors related to IVF outcomes) que analiza las razones detrás de la preservación de óvulos. Una de las conclusiones afirma que las mujeres mayores de 35 años son el 70% de quienes vitrificaron sus óvulos. Además, se indica que el uso de la técnica de congelamiento ha aumentado en un 18% en los últimos 10 años. No existen cifras oficiales en Chile, pero Según SGFErtility el portal de Medicina Reproductiva Chile, entre 2018 y 2019 el congelamiento de óvulos aumentó en más de un 60%. La edad recomendada para el congelamiento de óvulos es entre los 30 a 35 años, aunque en su mayoría lo hacen después de los 39. El procedimiento básicamente consite en una intervención de aproximadamente 45 minutos con una preparación previa de dos semanas, donde se estimula la ovulación de la mujer con altas dosis de hormonas que se inyectan y producen más folículos de los que se generan en un ciclo normal, para así sacar varios óvulos y congelarlos. Un procedimiento que puede ser dificil psicológicamente y que, a veces, conlleva más de un intento para conseguir el número de óvulos que se buscan.
Aún así, a pesar de que los resultados no sean los que se esperan, sigue siendo un privilegio que agradecer, dice la periodista Ana Silva. Siempre quiso ser madre, es aún su gran deseo, pero al no encontrar una pareja y estabilidad familiar que la acompañe en esa decisión, lo ha ido postergando. A los 31 se hizo su primer conteo de óvulos para saber sobre su fertilidad y como su resultado fue bueno se relajó con el tema. Luego a los 36 se dio cuenta de que el número había bajado radicalmente; de 10 a 15 que esperaban para su edad solo podían prometerle 4, asi que tomó la decisión urgente de congelarlos. A diferencia de otras mujeres, Ana no tenía idealizada esta “solución” porque tenía la experiencia de una amiga cercana que lo había pasado muy mal en su procedimiento. “Fue un proceso muy terrible para ella, no había tenido ningún soporte emocional. Por lo mismo me preparé con una red de apoyo familiar y de amigas muy bueno, le conté a todos para que no fuera un tabú, me hice acompañar. Lo más duro para mí fue otra cosa; pensar en el futuro. ¿Qué voy a hacer con esos óvulos? ¿Los usaré finalmente? ¿Voy a lograr ser mamá? Más que el proceso hormonal en sí, era la ansiedad del futuro. El día del procedimiento llegué sola, me pusieron una batita, y me puse a llorar cuando pensé que después de todo ese esfuerzo iban a salir solo 4 óvulos. Fue un momento triste porque me di cuenta de lo sola que una está en el proceso de la maternidad. Pero lograron 5 óvulos, así que me sentí agradecida. Hoy quiero hacerme una inseminación artificial y de lo único que me arrepiento es de no haber congelado antes. A pesar de que puede ser difícil, de que no siempre sale como lo esperamos, sigue siendo un privilegio y una oportunidad importante para quienes quieren tener hijos más adelante”.
Es crucial el acompañamiento psicológico
La psicóloga clínica, Coach e instructora de mindfulness Emilou Marguirott, a quien le ha tocado en consulta manejar casos como este, relata también que es importante concientizar que el congelar óvulos puede ser un proceso de mucha frustración, a veces con varios intentos, que abre expectativas que son orgánicas del ser humano. “El proceso se vive en general con mucha ansiedad y temor al fracaso, como cualquier otro tratamiento de fertilidad, ya que a veces no funciona”. Según la Psicóloga Eileen Altman del centro psicológico @centro.espaciopalabra, el proceso de congelar óvulos, desde tomar la decisión hasta el procedimiento propiamente tal, suele estar asociado a mucha ansiedad y al mismo tiempo ilusión. “Para muchas mujeres esta es la única garantía que tendrán si deciden ser madres, además de quitar la presión del ‘reloj biológico’ que muchas veces puede ser el principal motivo de ansiedad y estrés no solamente en relación a su maternidad, sino en ámbitos personales, laborales e incluso familiares. Además, socialmente hemos asociado la maternidad dentro de un marco de pareja y la realidad es que muchas de las mujeres que toman la decisión no se encuentran en una relación romántica, por lo que emocionalmente no solo se lidia con la ansiedad y miedo del procedimiento en sí, sino también el aceptar que al menos en esta ocasión, el proceso lo deberán vivir solas. Cuando los resultados no son favorables, comienza a procesarse como una pérdida. Un duelo por la maternidad prometida, pero que no llegará, al menos no configurada como la teníamos hasta ese momento. Entonces, desarmar el cómo se había construido la maternidad, puede ser tremendamente doloroso y se inicia un proceso de duelo, donde se presenta también el gran desafío de evaluar nuevamente la maternidad, y si es deseada, poder flexibilizar y deconstruirla, para buscar alternativas o armarla a la medida de la propia persona.
Según su experiencia, Emilou recomienda un método llamado Rain (lluvia, en español). “Se trata de la aceptación radical, requiere de mucha práctica, pero funciona en estos procesos. Es recordar esta sigla: la R para reconocer lo que está pasando. Cuando hablamos de reconocer es aceptar y sintonizar con los sentimientos que nos pueda surgir, miedo, dolor, ansiedad por proyectar hacia el futuro. Esas observaciones nos ayudan a enfrentar el procedimiento sin juicio. La A es para aceptar que la experiencia permanezca tal y como se presenta; es todo Lo contrario a controlar, la vida es lo que es, no es lo que necesitamos que sea; aceptar el dolor o la alegría de la solución, dejar de resistir la realidad. La es I de investigar con suavidad, profundidad e interés lo que esta ocurriendo y la N es de nutrirse de la experiencia presente a través de la autocompasión. Esto va generando una posibilidad de aperturarse a la experiencia desde un lugar más amoroso. Porque congelar óvulos es un salto al vacío, uno no sabe lo que va a pasar, es un tiro de gracia, un apostarlo todo y hay que estar consciente de eso”.