El 10 de diciembre fallecía en Qatar el periodista deportivo estadounidense Grant Wahl a los 48 años. Días antes había asegurado en un podcast que padecía de bronquitis, que había ido al médico en un par de ocasiones y que estaba tosiendo —como “todo el mundo aquí”, en referencia a otros compañeros, cuya tos definió como un “estertor”—. Al margen de los rumores de asesinato esperables en un Mundial de estas características, en internet empezaron a circular dos habladurías ya clásicas: algunos aseguraban que había muerto como consecuencia de haber pasado la Covid-19 meses antes, mientras que otros señalaban como responsables a las vacunas. Pero en esta ocasión surgió una tercera teoría: que Wahl había sido víctima del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), un coronavirus de altísima letalidad.