Las alternativas veganas están cada vez más presentes en nuestra vida. Restaurantes especializados, cosméticos cruelty free (libres de maltrato animal) o productos sustitutivos de la carne son actualmente mucho más fáciles de encontrar que hace apenas cinco años. A su vez, también va en aumento el número de personas que en España decide seguir este estilo de vida y transmitirlo a sus hijos. No obstante, sigue existiendo una suerte de prejuicio social y profesional relacionado con la posibilidad de criar a un niño en el veganismo.
Izaskun Unibaso, autora del blog Peace Love Vegan y madre de una hija vegana, asegura que la mayoría de las críticas vienen de las redes sociales de “gente no tiene idea del tema y juzga sin saber”. Y lo mismo opina Patricia Menéndez, creadora de contenido en redes sociales y del blog Medio Limón, que también ha educado a sus dos hijos en esta filosofía. “Pese a que tanto mi hijo como mi hija están perfectamente saludables, la gente opina que necesitan carne porque no han leído los últimos estudios o recomendaciones nutricionales”, explica.
Miriam Martínez Biagre, la pediatra especializada en alimentación infantil vegetariana y vegana, explica a Público que cada vez son más las familias que acuden a su consulta para informarse sobre esta dieta, así como los profesionales de la salud que se especializan en ella.
Una dieta vegana es aquella en la que no se consumen alimentos de origen animal; es decir, sin carne, pescado, leche o huevos (entre otros alimentos), lo que suele generar dudas sobre la obtención de proteínas o la falta de nutrientes.
Miriam Martínez: “cuidar la alimentación de los niños pequeños es muy importante, sean veganos o no”
Sin embargo, afirma Martínez Biagre, “no existe ningún problema de malnutrición o desarrollo” en los menores que crecen con esta dieta. Tampoco sería necesario un control nutricional o pediátrico superior al habitual, teniendo siempre en cuenta que “cuidar la alimentación de los niños pequeños es muy importante, sean veganos o no”. “Lo que se necesita es alguna orientación, como para cualquier padre o madre, en caso de que no sepan cuáles son los alimentos adecuados”, concluye.
Silvia Castelló, dietista-nutricionista especializada en nutrición materno infantil vegetariana y vegana y miembro de la Unión Vegetariana Española (UVE), añade que se puede practicar este tipo de alimentación “en todas las etapas de la vida, desde la niñez hasta etapas como el embarazo, la lactancia y la edad adulta”. El único suplemento necesario sería la vitamina B12, que se obtiene principalmente mediante alimentos de origen animal, “desde los seis meses, cuando se empieza con la alimentación complementaria”, insiste. A diferencia de una persona adulta que decide dejar la dieta omnívora, un recién nacido que crece sin consumir alimentos de origen animal casi no cuenta con reservas de dicha vitamina, por lo que esta suplementación es muy importante.
Se trata de una vitamina esencial para el metabolismo celular que contiene cobalaminas: un grupo de compuestos de gran importancia en la formación de los glóbulos rojos, el desarrollo infantil o el funcionamiento normal del sistema nervioso, según datos recogidos por la UVE. Además, advierten, el déficit de B12 puede causar problemas como la anemia megaloblástica o daños en el sistema nervioso.
No obstante, pese a que no existe un problema, las familias veganas siguen denunciando que se las cuestiona por cómo han decidido educar a sus hijos.
Falta de conocimiento
La falta de conocimiento, el no entender bien o tener solo una idea general sobre lo que es el veganismo, según las familias, es el motivo principal por el cual reciben críticas por parte de diferentes ámbitos de la sociedad.
En los colegios, por ejemplo, no siempre existe la posibilidad de tener un menú o que haya algún plato adaptado a esta dieta; situación que puede resultar un problema a la hora de lograr una conciliación entre la vida familiar y la laboral. Izaskun relata que ella tuvo que dejar su anterior trabajo para ir a recoger a su hija todos los días para darle de comer y luego volver a llevarla a la escuela. En su caso, se trata de una escuela pública con catering, por lo que la decisión de qué platos se incluyen en el menú no depende de ellos.
Lo mismo le sucede a Patricia, aunque destaca que en su escuela infantil no tuvieron problemas. En este centro se interesaron bastante por el asunto e incluso llegaron a impartir talleres sobre comida vegana. No obstante, al llegar a primaria el centro se negó a incluir opciones adaptadas a su dieta en el menú. “Pese a que colegios como este predican que todos los niños, sea cual sea su condición, son bienvenidos, luego en la práctica no lo llevan a cabo”, denuncia. Ella reconoce que en otros centros de Vigo, lugar donde reside, sí ofrecen opciones adaptadas a su dieta en el menú escolar, pero en su caso ni siquiera aceptaron la petición de incluir un pote de garbanzos sin carne los lunes.
En el caso de los profesionales de la salud que desaconsejan esta dieta en edades tan tempranas, tanto Martínez Biagre como Castelló coinciden en que el principal motivo es la “falta de conocimiento”.
Admiten que cada vez son menos los profesionales que desaconsejan esta dieta, pero que aún persisten ciertas barreras. “La recomendación que se da [desde el sector sanitario] es la de hace décadas y no siempre existe actualización” , subraya Castelló.
Silvia Castelló: “España es el único país de la UE que no tiene la figura del dietista nutricionista en el servicio público de salud”
Además, este problema también continúa porque en muchos centros de salud son los pediatras o el personal de enfermería quienes informan nutricionalmente a los pacientes (normalmente sin estar especializados en nutrición y, mucho menos, en este tipo de alimentación) y no siempre hay un nutricionista que pueda aconsejarles, apunta Castelló. Además, denuncia que “España es el único país de la Unión Europea que no tiene la figura del dietista nutricionista en el servicio público de salud y esto al final es un derecho que tendría que ser del paciente”.
Al respecto, Izaskun admite que no ha tenido demasiados problemas, salvo por un pediatra que insistía en que su hija era alérgica al huevo. La pequeña presentaba unos “granitos” en el cuerpo y el doctor aseguraba que no podía ser otra cosa, porque el huevo y los lácteos son las alergias más comunes en niños. Tuvieron que explicarle que no podía ser porque la niña era vegana y “entonces [el pediatra] se llevó las manos a la cabeza”, asegura Izaskun. Finalmente, una alergia al huevo terminó siendo una picadura de pulga fácilmente tratable. Patricia también coincide en que ha tenido problemas con el pediatra, que sigue insistiendo en que los niños deben comer alimentos de origen animal, aunque estén perfectamente sanos y tengan una dieta saludable.
Miedo a las proteínas
“Siempre se nos pide saber de más. Nos preguntan cosas que a una familia omnívora no se le preguntan habitualmente principalmente porque, en cierto modo, existe una especie de prejuicio o desconocimiento”, reivindica Izaskun. Explica que en su casa se cocina para todos y que su hija come exactamente lo mismo que los demás sin necesidad de “estar contando las proteínas”.
Sin embargo, denuncia que a las familias veganas siempre se les cuestiona por la nutrición de sus hijos. “Dan por hecho que yo tengo que saber los gramos de proteína que ingerimos y luego tú les preguntas a ellos y no tienen ni idea”. Y lo mismo opina Patricia: “Se nos exige lo que nuestro interlocutor no tiene: una información nutricional básica”.
Patricia Menéndez: “Se nos exige lo que nuestro interlocutor no tiene: una información nutricional básica”
Nutricionistas como Silvia Castelló despejan esta duda: “Las necesidades proteicas se pueden cubrir fácilmente”. Las legumbres cuentan con un alto aporte en proteínas, son la base de la alimentación vegana y, en el caso de los más pequeños, preparadas en puré o bien cocinadas pueden introducirse sin problemas.
Aún así, como indica Patricia, la mayoría de familias terminan por informarse al respecto “para responder a esta gente sin dudar”, no solo sobre la alimentación, sino sobre todo lo que conlleva su filosofía y estilo de vida. Ella sabe que sus hijos comen equilibrado y están perfectamente sanos, por lo que no duda ante terceros que cuestionen su decisión, ya que transmitir su filosofía y valores a sus hijos “es lo natural” y le parecería “poco coherente” no hacerlo.
Relata también que su hijo mayor está muy concienciado y “es el activista del cole”, porque siempre se le ha educado desde el conocimiento y el porqué de las cosas. Aunque, organizando algunos talleres sobre veganismo en las escuelas, se dio cuenta de que no siempre es así.
En estas actividades ellos explicaban que en su familia no comían animales y la mayoría de niños participantes empezaron a asegurar que ellos también eran veganos porque en su casa tampoco se comían animales. Fue entonces cuando se dio cuenta de que las familias no explicaban a sus hijos de dónde procedían los alimentos que comían y que ellos no podían identificar “un filete con una ternera o los nuggets con un pollo”.
La clave está en responder a las respuestas de los niños y ayudarles a ser conscientes de su propia alimentación, tengan la alimentación que tengan. “Tanto mi hijo como mi hija son libres de comer lo que quieran, pero están muy concienciados porque ellos saben realmente tanto de dónde viene ese alimento como la consecuencia de comérselo”, explica Patricia.