‘Una copita de vino al día no es saludable’. Este titular de prensa es verdadero, pero según los resultados de una encuesta llevada a cabo por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) no todos los españoles se lo creen. El estudio pretende averiguar hasta qué punto la desinformación científica cala en España, si se sabe distinguir entre una noticia cierta y rigurosa a una que no lo es. Aunque los autores del informe concluyen que la mayoría de la población es capaz de discernirlo, hay un dato preocupante: uno de cada cuatro encuestados ha recibido algún bulo sobre ciencia en la última semana.
El informe se ha elaborado a partir de 2.100 entrevistas telefónicas a una muestra de personas mayores de 15 años residentes en España. Según sus conclusiones, la mayoría de los encuestados están interesados en temas científicos: un 68% en temas de medicina, salud, alimentación y bienestar físico; y un 60,7%, en ciencia y tecnología.
Para informarse sobre temas de salud, tres de cada cuatro personas prefieren acudir al personal sanitario como principal fuente de información. Sin embargo, internet o las redes sociales son, de forma abrumadora, el medio preferido para informarse sobre temas de ciencia y tecnología. Ahí también se consulta sobre medio ambiente, ecología, alimentación y bienestar físico.
Con las redes sociales hay una relación de amor-odio. Son el medio digital más recurrido para realizar consultas sobre todos los temas expuestos en la encuesta, pero más de la mitad se fían poco de lo que encuentran allí. Lo consideran el principal canal de información dudosa.
Bulos sobre ciencia
En conjunto, una de cada cuatro personas ha reconocido recibir información falsa sobre temas científicos durante la última semana. Esta percepción aumenta en temas como la pandemia de Covid-19, las vacunas, el cambio climático, bienestar y nutrición.
En oposición a las redes sociales, la radio, la televisión y la prensa escrita en papel se erigen como los medios de comunicación que más credibilidad suscitan en la población española. Los diferentes canales de verificación o fact checking surgidos en los últimos años para comprobar la veracidad de las informaciones divulgadas por distintos medios todavía no son muy populares. Apenas el 25% de los encuestados han recurrido a ellos, un porcentaje que decrece cuanto menor es su nivel de estudios.
Tan solo el 10% de los consultados no se sienten nada seguros de que la información que reciben sea veraz. Entre las personas con estudios primarios, el porcentaje prácticamente se duplica.
Manipulación y peor salud
La mayoría de la ciudadanía española cree que la desinformación y la divulgación de bulos produce efectos negativos en la población, manipulando las creencias de las personas y, en menor medida, perjudicando su salud y provocando desconfianza hacia las instituciones. La mitad está totalmente de acuerdo con que «la circulación de bulos entre la población acerca del Covid-19 ha tenido un efecto perjudicial en la credibilidad del personal experto y científico».
En este estudio, también se pidió a los participantes enfrentarse a una selección de titulares falsos y otros extraídos de la sección de ciencia de los principales diarios generalistas de nuestro país. Entre los verdaderos: ‘Una copita de vino al día no es recomendable para la salud en general’; ‘El coste de la energía generada de origen renovable es el más barato de las fuentes de energía’; ‘Las vacunas contra el Covid-19 han demostrado su eficacia frente a la mortalidad’; y ‘La transmisión del VIH se puede evitar con un tratamiento adecuado’. Las falsas fueron: ‘Los alimentos sin gluten son más sanos y pueden ayudar a perder peso’; Sin viento ni sol no se pueden producir energías renovables’; ‘El VIH se puede transmitir mediante besos intensos’; y ‘El cambio climático se debe fundamentalmente a causas naturales’. En líneas generales, la población española sí sabe discernir entre una información verdadera y una falsa, aunque surgieron más dudas ante los asuntos de la copa de vino y de las energías renovables.
Además, las informaciones falsas tienden a compartirse en menor grado que las verdaderas. Aun así, hay un porcentaje considerable de personas que comparten bulos. Quienes lo hacen son menos capaces de discernir los titulares verdaderos de los falsos y una escasa alfabetización mediática.
Ante estos resultados, los autores recomiendan, entre otras cosas, promover el escepticismo saludable; evitar la politización de los hallazgos científicos; fomentar la calidad de la comunicación científica; impulsar un periodismo científico profesional y especializado; promover estructuras, medios y recursos a la comunicación científica y limitar la propagación de desinformación a través de los algoritmos.