Álvaro Uribe se reinventa, ahora como moderado. Después de las sucesivas derrotas electorales y el histórico triunfo de la izquierda, el Centro Democrático pudo cavar una trinchera y lanzar una oposición radical. No lo ha hecho. Y el responsable de evitarlo ha sido el expresidente Uribe, fundador y jefe natural del partido.
A pesar de las declaraciones ruidosas de oposición que salen de algunas cabezas uribistas, como la de Miguel Uribe sugiriendo que el Congreso debería votar para sacar a Petro de la presidencia, la moderación de Uribe frente al Gobierno Petro se ha transformado en una táctica para la reconstrucción del partido. Así lo entienden los militantes en las regiones, preparados para buscar candidaturas de coalición y dispuestos a que la marca del partido juegue un rol secundario en las locales del 2023.
Y también lo hace la bancada en el Congreso. “El presidente Petro ha tratado por lo menos de escuchar lo que tenemos para decir. Está por verse si tiene consecuencias en su acción de Gobierno“, le dijo la senadora Paloma Valencia a La Silla.
La moderación táctica de Uribe funciona simultáneamente a los enfrentamientos ruidosos de la bancada del Centro Democrático contra iniciativas del Gobierno.
Las voces más recalcitrantes, como la de la senadora María Fernanda Cabal, siguen sin representar un desafío al liderazgo y al tono marcado por Uribe. El expresidente permite que coexistan sin hacerles eco. Tampoco ha pedido que el partido renuncie a herramientas más duras de oposición, populares con las bases, como la moción de censura contra la ministra Irene Vélez.
En frente hay un enemigo, no un traidor
El Centro Democrático nació en la oposición. Y en 2014, su primera experiencia electoral, tenía un objetivo claro: torpedear el Gobierno de Juan Manuel Santos, en especial el proceso de paz con las Farc. Lo hizo jalonado por el prestigio de Uribe y ofreciendo una oposición sin cuartel, que estiró la institucionalidad del país al máximo, insistiendo, por ejemplo, en que Santos cometió fraude en las elecciones del 2014.
Hoy las condiciones que le dieron vida al partido son muy distintas. El Acuerdo de Paz es una política de Estado y su principal figura, Uribe, es impopular.
Pero del otro lado, en el Gobierno, no hay una figura como Juan Manuel Santos, denostada por el Centro Democrático por su “deslealtad” con las tesis uribistas. Está Gustavo Petro, un rival con una trayectoria política e ideológica claramente diferenciada. “Petro y Uribe han sido contendores políticos. Santos, en cambio, fue un traidor. Y uno al contendor político lo respeta. Para el traidor sólo indiferencia”, le dijo a La Silla el uribista Juan Espinal, representante a la Cámara por Antioquia.
El respeto no ha sido una constante en la relación entre Uribe y Petro. En 2019, y a propósito de una denuncia Petro contra Uribe en el que lo señalaba de presionar para que no se conocieran los nombres de empresarios involucrados en el conflicto, el expresidente lo señaló de ser un “sicario moral”. Hoy, sin embargo, y coordinados por diferentes intereses, mantienen un canal de interlocución.
La moderación de Uribe es correspondida por un presidente proclive a generar hechos políticos sorprendentes. Uno de ellos fue el nombramiento de José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán y dirigente del Centro Democrático, en el equipo negociador del Gobierno con el ELN. La decisión de Petro le da a Uribe un puesto en la mesa de negociación, y el poder de tener voz y voto sobre un tema delicado y fundamental para la Paz Total del Gobierno.
Pero el armisticio político entre Petro y Uribe no implica renunciar al enfrentamiento cuerpo a cuerpo en el Congreso.
El cuerpo a cuerpo de la bancada
“Uribe maneja un discurso que le corresponde a su dignidad de expresidente. Otro es el que manejamos los congresistas. Estamos haciendo una oposición fuerte”, le dijo a La Silla Andrés Forero, representante por Bogotá del Centro Democrático.
Forero señala las dos ponencias negativas presentadas por el partido para hundir la reforma tributaria del Gobierno Petro. También las sesiones de control político citadas en contra de la ministra de salud, Carolina Corcho, y la ministra Vélez, quien acaba de superar la primera moción de censura que enfrentó el Gobierno. “Mi oposición es respetuosa y basada en documentos, pero en ningún caso moderada”, dice.
El representante Espinal, de Antioquia, y uno de los líderes de la moción de censura contra Vélez, cuestionó la idoneidad de la ministra para el cargo y los efectos de sus ideas frente a la transición energética sobre la estabilidad macroeconómica del país. “El Gobierno opera bajo un parámetro ideológico, no técnico. Y están trazando la ruta para imponer un gobierno socialista”, le dijo a la Silla Espinal, quien pertenece al grupo político de la senadora Paola Holguín.
Uno de los últimos episodios que tensó la posición de la bancada uribista en el Congreso fue la activación de los “gestores de paz”, la estrategia del Gobierno Petro para cumplir su promesa de campaña de liberar a las personas involucradas en delitos durante las protestas. “Esto es un tema de impunidad. Y lo que hace la impunidad es generar ciclos de violencia”, le dijo la senadora Paloma Valencia a La Silla.
También lo hizo la renuencia del presidente en condenar el fallido intento de golpe de Estado de Pedro Castillo, con quien está alineado ideológicamente, en Perú. Desde ayer hubo una serie de intercambios de trinos entre Petro y los senadores Miguel Uribe y María Fernanda Cabal, quienes cuestionaron los valores democráticos del mandatario.
Justamente es Cabal la llamada a romper con la moderación táctica impulsada por Uribe. Esto porque ha demostrado independencia frente a la sombra larga del expresidente en el partido y está convencida en dar una batalla ideológica frontal. “Uribe es más moderado de lo que la gente piensa. La línea del partido debe ser mucho más radical”, le dijo Cabal a La Silla.
Pero el discurso de Cabal, pese a su atractivo, sigue siendo minoritario en el partido. Además, el nombramiento de su marido, Lafaurie, como negociador con el ELN, le quita fuerza a sus ataques.
Incluso militantes que promueven una “desuribización” del Centro Democrático han preferido tomar distancia sin hacer rupturas públicas, como le dijo a La Silla un líder nacional que pidió reservar su nombre. “El ciudadano necesita una alternativa clara frente al petrismo en temas como la economía y los diálogos con grupos armados. Eso requiere una oposición distinta. Pero Uribe no está en eso y el grueso del partido tampoco”, añadió.
Aliados para sobrevivir en 2023
La moderación táctica de Uribe frente al Gobierno Petro también influye en la militancia y en la estrategia para las regionales.
Buscar candidatos de coalición para alcaldías y gobernaciones y reactivar a la militancia, golpeada por las sucesivas derrotas, a través de los foros regionales del partido. Esas son las dos principales directrices del expresidente Uribe, quien ha liderado personalmente los eventos partidistas.
La apertura del Centro Democrático incluye a los partidos tradicionales que forman parte de la coalición de Gobierno y que son protagonistas en las regionales. Al no haber graduado al Gobierno de enemigo, sino de contradictor, Uribe permite la flexibilidad necesaria para aliarse con liberales, conservadores o incluso visiones de centro izquierda en las regionales, según los intereses del Centro Democrático en cada región.
En bastiones fuertes como Medellín, donde el uribismo impulsa una coalición amplia contra los candidatos de Daniel Quintero, el expresidente ha llegado a reunirse con personas como Gilberto Tobón Sanín, un opinador político de izquierda que obtuvo más de 170 mil votos para el Senado. “El mensaje es armar una coalición y darle el aval del partido al candidato que pueda ganar, sea o no del partido”, le dijo a La Silla Julia Correa, una militante del Centro Democrático que acompañó a Uribe en su reunión con Tobón.
Por otro lado en Cali, una ciudad de izquierda donde el uribismo quiere crecer a partir de la impopularidad del gobierno de Jorge Iván Ospina, los uribistas son conscientes del desprestigio del partido. “En Cali hay que encontrar un candidato único entre muchas fuerzas. Y el Centro Democrático debe ser una más”, le dijo a La Silla un empresario y militante del Valle que pidió reservar su nombre.
“El Gobierno tiene las herramientas para arrasar con sus iniciativas. Tiene el Congreso y el apoyo ciudadano. El partido ha preferido buscar consensos en vez de plantear una estrategia de choque”, le dijo a La Silla Julián Uscátegui, militante del Centro Democrático en Bogotá y hermano del representante José Jaime Uscátegui.
En la capital el mensaje de Uribe ha sido el mismo. “Hasta por Jorge Enrique Robledo humildemente”, dijo esta semana, en una enumeración larga de candidatos que incluyó a varios más tirados al centro, por fuera del Centro Democrático, “porque el bien común está por encima de todo”.
En esta coyuntura, para el partido que fundó Uribe, por encima de todo está la supervivencia en las próximas elecciones.