“Huyamos hacia atrás o hacia adelante / evitemos este instante. / Quiero ser quien fui o ser promesa / pero nunca herida abierta”. Con estos versos arrojados desde lo más hondo en medio de la pandemia, Sofía Comas se dio cuenta de que su nuevo álbum, que llevaba meses intentando acotar, iba a tener que seguir esa huida. A sus 37 años, es una artista que ha pasado “por muchos curros”. Aunque su música podría clasificarse dentro del indie español, no encaja demasiado bien en el molde, ya que es rara dentro del género: parte de bases electrónicas y las mezcla con melodías medievales. Antes de cantar y componer, estudió artes escénicas y cofundó la compañía de danza Zuk. Después fue integrante y vocalista de la banda indie pop Tucan Morgan. Aprovechó su facilidad para imitar voces para trabajar como actriz de doblaje en las canciones de Pocoyó y Los Fraguel y también fue profesora de inglés particular para ganarse un dinero extra.
A partir de aquella primera canción, Nunca, nunca, se desarrolló el segundo trabajo en solitario de esta cantante y compositora española —aunque nacida en Montreal por destinos laborales de sus padres—, A un pájaro rojo, un disco de ocho canciones que es, en palabras de la artista, “una vuelta a lo ancestral en tiempos difíciles, una plegaria hedonista, un canto al poeta” y saldrá en febrero de 2023. Este domingo 11 de diciembre estrena, además, su espectáculo No acabarán mis flores, dentro de la programación del festival Essencia del teatro Cuarta Pared de Madrid, en el que pone en escena las canciones de este próximo álbum.
Comas recibe a EL PAÍS en la sede de su sello discográfico, Popstock, en Madrid. Lleva el pelo recogido y una gargantilla de encaje blanco. Habla rápido, moviendo mucho los brazos, y responde con energía, abriendo mucho los ojos. “En 2020 me estaba preparando para un nuevo proyecto después de El verano será eterno [su anterior álbum, con el que intentaba aliviar el dolor por la muerte de su padre]. Quería hacer un disco sobre la ciudad donde vivía, Madrid, sus calles, sus elementos. Escuché mucha zarzuela, me documenté mucho, pero no salía nada. Estaba en un momento muy desesperanzador y surgió la canción Nunca, nunca. Todo el mundo estaba ansioso, decían: ‘¡Qué bien estábamos antes! ¿Cómo vamos a estar después?’. Este tema refleja ese malestar generalizado de la época covid”, relata.
Es curioso que su idea al principio fuera un disco sobre una urbe, porque la naturaleza es omnipresente en A un pájaro rojo: “Este trabajo nació de la necesidad de volver a lo ancestral. Me guié hacia lo más primigenio, que es la conexión del ser humano con las rocas, las plantas, el cielo, los animales”. La artista se inspiró en versos lorquianos para crear imágenes sencillas cargadas de simbolismo con elementos de la tierra. En la canción Hasta el alba entona: “Una loba ciega aullándole a una estrella / la confunde con la luna”.
El álbum no solo es una vuelta a lo atávico en lo temático, sino en lo formal. Un amigo suyo le dijo que su música tenía un punto medieval: “Tengo una manera de hacer melodías que es muy modal y a la vez muy pop. El primer medievo utilizaba melodías muy sencillas”. También era muy importante para ella que las canciones funcionaran desnudas, únicamente con voz y piano, y a partir de ahí vestirlas. Por otro lado, le quería dar importancia a la percusión: “Todo en la vida empieza con un tambor, un bomboneo que es el corazón de nuestra madre, y eso ya es percusión. Así que, ya que estaba hablando de cosas muy orgánicas, me parecía esencial”. El resultado son ocho canciones de música electrónica que contrarrestan sonidos sencillos muy urbanos con un toque antiguo.
La compositora observó que, desde la pandemia, cada vez se vendían más cartas de tarot y se abrían más tiendas esotéricas: “Habíamos abrazado tanto el cientifismo (que no la ciencia) que la gente estaba buscando una vuelta a la mística del principio de los tiempos. Yo también quería orarle a lo mágico y abrazar la espiritualidad intrínseca del ser humano, y es lo que hice en el álbum”. Por ejemplo, se apoyó en la numerología para determinar el número de canciones. Comas define su disco como “una plegaria y un canto al poeta, que es el chamán, la guía, en tiempos de oscuridad”. La imagen del pájaro rojo que da título a su trabajo viene de un fragmento de un poema náhuatl de un príncipe precolombino llamado Nezahualcóyotl. “En la sociedad precolombina se utilizaban dos vocablos para designar un concepto. ‘Flor y canto’ significa poesía y ave preciosa. Y el ‘pájaro rojo’ es el poeta”, explica.
La canción homónima que abre el disco la compuso una noche precisamente con un amigo poeta, Gonzalo Escarpa, tras tomarse él un roncola y ella un gintonic: “Un día, Gonzalo y yo descubrimos que al tomarnos esos brebajes mágicos se generaban cosas. La primera ingestión fue en Cercedilla (Madrid). Yo quería salir de allí con la letra de la canción. Escribimos el estribillo borrachos en mis notas del móvil. Al día siguiente, me levanté pensando que sería una mierda. ¡Y me sorprendí!”.
Comas ha retomado el baile en el videoclip de Esperanza verbena, uno de los dos singles que ya se pueden escuchar del álbum. “Es una canción de amor y de seducción. El baile del vídeo se dirige hacia el espectador. Quería que el cuerpo fuera muy visible”. Para escribir este tema se inspiró en María Sabina, una curandera mexicana analfabeta, que sanaba a través de poemas. Para tener sus visiones, ingería hongos a los que llamaba los “niños santos”. La canción dice: “Soy mujer abeto / y tú niño santo / y las águilas del cielo / vuelan ahora a nuestro lado”.
El otro tema disponible es La tormenta, cuyo vídeo muestra una “celebración bizarra”: “Me apetecía juntar a todos mis amigos en una casa para hacer una fiesta. El disco es un poco hedonista y va de buscar el confort a través del disfrute”. La frase que más se repite en el tema, “que camines ligera como una pluma en la tormenta”, le vino mientras veía la película de Papusza: “Ella era una poeta gitana polaca, la primera en difundir sus textos por escrito. En la película hay una escena en la que la matrona de su tribu la bendice: ‘Que camines ligera por la tierra’. Me pareció muy bello y entendí que la tormenta era como un bautismo”.
Lorca o los brebajes mágicos con su amigo poeta son solo un par de ejemplos que componen el retazo infinito del universo de la cantante. Tras la entrevista, Comas baja a la calle y añade uno más: “Qué ganas de escuchar otra vez el disco que acaba de sacar Natalia Lafourcade. ¿Lo conoces? Es buenísimo”.
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