El uso adecuado de las herramientas disponibles permite optimizar la transformación de alimentos en proteína animal.
El final del año nos encuentra en nuestra especialidad, la nutrición y alimentación animal, con constantes avances en la mejoría de la eficacia por innovaciones permanentes teniendo en cuenta la salud como base de la buena producción. Las especies monogástricas (aves y cerdos) con un permanente ajuste para acompañar los excelentes índices productivos a los que nos desafía la mejoría genética. Producir más kilos minimizando cantidad de alimento nos da índices de conversión que animan a decir que vamos por un camino correcto, siempre teniendo en cuenta el bienestar animal como la base del futuro de la producción de proteína cárnica.
Trabajar en lo que se refiere a salud y confort intestinal con mejoras permanentes es nuestro desafío como nutricionistas. La eliminación de antibióticos, en otros tiempos de gran ayuda en la mejoría de conversión, ya no es un tema preocupante debido a que los sustitutos naturales como aceites esenciales, acidificantes, pre y probióticos, por nombrar algunos, demuestran día a día ser la mejor alternativa para mejorar el bienestar digestivo y con esto los índices productivos.
El uso de enzimas y otros aditivos naturales ayudan al perfecto aprovechamiento de nutrientes con un impacto positivo sobre el mejoramiento medioambiental. Todo este paquete tecnológico está disponible a nivel global, y si bien no tienen una producción en el mercado, lo tenemos disponible y en uso en nuestro país.
En los rumiantes, trabajamos con sistemas que beneficien permanentemente los parámetros productivos como lo son la mejora en índices de conversión alimenticia en carne o leche, y en esquemas que aumenten la eficiencia, bajando emisiones que es a lo que apuntarán los sistemas productivos del futuro. Es notable la integración de la cadena productiva en carne desde la genética hasta el final en producciones intensivas. En este caso, con sistemas productivos que combinen la máxima eficiencia de utilización de pasturas con el equilibrio en suplementación entregando cada día más kilos de carne por cabeza faenada.
Debemos poner más énfasis en faenar animales con el peso máximo posible de acuerdo a su potencial de crecimiento y terminación, esto hará que tengamos saldos exportables de calidad y cantidad mejorando la tasa de extracción como ocurre en países como EEUU, o Australia, por ej.
Claro que toda esta mejoría técnica y avances de los profesionales y empresas del sector, se ve empañada por las normativas que nos ponen freno de manera constante, cerrando un año muy complejo en la producción de carne bovina por aumento de costos productivos, poniéndola en niveles muy difíciles de sostener, con pérdidas económicas que desestimulan la producción y precios que no acompañan.
Dificultades para la importación de aditivos que no se producen en nuestro país, pero son indispensables para la nutrición de todas las especies y con mayor énfasis en monogástricos, nos ponen en alerta a medida que los stocks bajan sin que se permita reponer de manera fluida.
Esperemos poder cerrar un año con mejoras en estos temas y que el año 2023, podamos soltar el freno a todo el potencial técnico y productivo con que contamos, pero que cuestiones ajenas a lo que mejor sabemos hacer, nos impiden tener los resultados económicos necesarios para seguir creciendo como productores de excelencia en proteínas de origen animal.