Desde pequeña, cuando cursaba la primaria, Emire siempre fue muy delgada y, a la vez, muy mala para comer. “Melindrosa”, le decían los médicos. Pero, aun así, no presentaba problemas de salud por su peso. Cuando cumplió 15 años, sin embargo, murió uno de sus tíos, Enrique, por quien sentía un gran apego.
A partir de ese día perdió el apetito. Sus ganas de comer con gusto y sin culpa, sin sentir que consumía veneno en lugar de comida, se esfumaron. La pérdida y el duelo le provocaron un remordimiento inefable debido a que su amado tío creía firmemente en que sanaría de la insuficiencia renal crónica que padecía, lo cual no suele ser así.
El remordimiento volvió inapetente a Emire. Al tratarse de una muerte muy cercana, perder el hambre incluso parecía normal. No comió bien durante la siguiente semana, solo un poco de ensalada por la mañana y un par de bocados por la tarde. Pero poco a poco la pérdida de apetito se volvió permanente, comía porque la obligaban y conseguía ingerir muy poco alimento. Finalmente, los antojos también se acabaron, incluidos los de comida chatarra como helado, frituras, dulces, pasteles y sus apreciados chocolates.
A los pocos días comenzó a sentir mareos que con el paso del tiempo se hicieron más frecuentes. En su casa la obligaban a comer, pero como su familia no estaba habituada con el tema o ni siquiera se le ocurría que la niña podría padecer un desorden alimenticio, la regañaban como si su comportamiento fuera consciente, como si fuera el capricho de una adolescente que desafía a sus padres.
CONFIANZA CORPORAL EN LA NIÑEZ
Y el torbellino de su anorexia se desató cuando, en el baño de la escuela, sus compañeras, que usaban purgantes para “adelgazar”, le dijeron que le tenían envidia por su buen cuerpo. “Estás muy delgada, te ves muy bien, ese es el cuerpo de las modelos”, le comentaron.
“Los niños y las niñas nacen sintiéndose cómodos en sus cuerpos. Nacemos con confianza corporal, es decir, ningún niño de uno o dos años tiene juicios ni odia su cuerpo. Más bien, los adultos les enseñamos a odiarlo”, manifiesta Raquel Lobatón, nutrióloga incluyente, educadora en diabetes y proveedora de confianza corporal. “Entonces, con los niños más bien hay que evitar que sientan desconfianza corporal”, agrega en entrevista con Newsweek en Español.
Licenciada en nutrición y ciencia de los alimentos por la Universidad Iberoamericana, diplomada en diagnóstico y tratamiento multidisciplinario de los trastornos de alimentación, Lobatón explica que las infancias están expuestas a un sinnúmero de mensajes colectivos y narrativas sociales que las perjudican sobremanera.
“En casa, si una madre se queja de su propio cuerpo delante de su hija o un padre se queja de su cuerpo delante de su hijo les están enseñando a quejarse y que hay formas correctas de tener el cuerpo”, expresa. Y añade que, si en el hogar se alaba la delgadez, si se felicita a las personas que bajaron de peso, “le estoy mandando a mi hija o a mi hijo el mensaje de que la delgadez es un valor y que, si uno no tiene ese cuerpo delgado, su cuerpo es inadecuado”.
ANOREXIA EN LA NIÑEZ
La anorexia es un trastorno de conducta alimentaria que en México registra unos 20,000 casos cada año. La población de entre 15 y 19 años es la más afectada, según la Secretaría de Salud. De acuerdo con este instituto, este síndrome causa que las personas pierdan más peso de lo que se considera saludable para su edad y estatura. Asimismo, se caracteriza por el temor a aumentar de peso y por una percepción distorsionada y delirante del propio cuerpo que hace que el enfermo se vea gordo, incluso cuando su complexión esté por debajo de lo recomendado.
El padecimiento comienza con una disminución progresiva del peso mediante ayunos y la reducción de la ingesta de alimentos, lo que trae como consecuencia alteraciones en el organismo como desnutrición, anemia y pérdida de la calcificación de los huesos, las cuales, de no ser atendidas, pueden llevar a la muerte.
Para no aumentar de peso o para seguir adelgazando, las personas con anorexia suelen restringir demasiado la cantidad de comida que consumen, señala la Clínica Mayo, considerado el hospital más influyente del mundo. Para controlar el consumo de calorías, la persona suele vomitar después de comer o usar de modo indebido laxantes, suplementos dietéticos, diuréticos o enemas. Además, para intentar bajar de peso puede ejercitarse excesivamente. No importa cuánto baje, la persona continúa sintiendo temor a aumentar de peso.
“En realidad, la anorexia no se trata de la comida. Es una manera extremadamente poco saludable y en ocasiones mortal de intentar afrontar los problemas emocionales. Cuando tienes anorexia, lo que haces con frecuencia es equiparar la delgadez con la autoestima”, señala la Clínica Mayo.
VISIBILIZAR LA DIVERSIDAD CORPORAL
Entonces, ¿cómo fomentar que la niñez siga teniendo confianza corporal? Responde Raquel Lobatón, quien trabaja bajo la filosofía de HAES (Health At Every Size – Salud en Todas las Tallas) y es creadora del concepto nutrición incluyente: “Visibilizando la diversidad corporal como parte de la naturaleza humana y enseñándoles a los niños que los cuerpos vienen en formas y en tamaños distintos”.
Para ello, cuando le toca atender a infantes, a la experta le gusta echar mano del ejemplo claro de los perros: “Hay que verlos. Todos vienen en tamaños y formas distintas y a nadie se le ocurre decir que el chihuahua es mejor versión porque es más delgado que el San Bernardo; y a nadie se le ocurre decir que el San Bernardo se debe de poner a dieta para verse como el chihuahua porque entendemos que sus cuerpos son distintos”.
En ese tenor, el desafío es asimilar que, al igual que los perros, los cuerpos de los seres humanos son de formas y tamaños distintos: “Una de las responsabilidades colectivas y sociales que tenemos es mostrar la representación de cuerpos diversos en todos lados: en los medios de comunicación, en películas, en televisión, en promocionales de ropa, porque todo lo que vemos son cuerpos delgados, blancos y hegemónicos. Ya empieza a haber destellos de inclusión, en la película La sirenita se mostró algo, la protagoniza una mujer negra, y eso habla de representación. Y acaba de salir el primer cortometraje de Disney donde hay una niña gorda [Reflect]. Esos son pequeños pasos que ayudan a visibilizar la diversidad corporal; tú no puedes aspirar a ser lo que no puedes ver, y si nunca ves tu cuerpo representado como algo positivo, como algo aspiracional, entonces vas a vivir odiándolo”.
TRATAMIENTO CONTRA LA ANOREXIA
Con el paso del tiempo, Emire empezó a consumir mucha agua, hielo, pastillas de menta y chicles para evadir el hambre, pues eventualmente volvió a sentirla, pero ahora con el agregado de que tenía miedo a comer porque cada bocado la haría subir “docenas de kilos”. Recurrió entonces al vómito. Primero se atracaba de comida, después corría al baño a devolverlo todo.
Al principio miraba en el espejo, con gusto, su cuerpo delgado; no obstante, tiempo después, mientras más adelgazaba, su cerebro más distorsionaba su imagen y se veía gorda. “Este punto muchas veces la gente sana no logra entenderlo y se asume que una persona enferma de anorexia dice ‘estoy gorda’ como una mera expresión, cuando verdaderamente así nos concebimos”, revela Emire, cuyo nombre real ha sido modificado por cuestiones de intimidad.
Hoy, ya adulta, en su casa todavía no hay espejos de cuerpo entero, pues aún padece resquicios de la enfermedad. Asistió a terapia psiquiátrica, psicológica y nutricional, y ello fue fundamental para que volviera a comer de una manera “normal”. Aunque ahora muchas veces aparece por ahí el miedo al peso, pone mucha voluntad propia para decirse “voy a comer y todo estará bien”.
TRES DETONANTES
Raquel Lobatón, cuyo trabajo está encaminado a que personas de cualquier edad puedan sanar su relación con su cuerpo y la comida, considera que hoy cada vez hay más casos de anorexia infantil debido a tres vertientes causales.
“Los trastornos de la conducta alimentaria tienen tres componentes etiológicos. Uno, hay una predisposición genética; no podemos saber quién tiene el gen del trastorno, pero hay quien lo posee. Dos, hay un componente de personalidad, personas que son más propensas a la rigidez y el perfeccionismo. Y tres, el componente ambiental y social, que es esta presión externa a la delgadez”, explica.
Finalmente, la experta en nutrición manifiesta que la sociedad se desenvuelve en un mundo que cada vez la presiona más a la delgadez. “Y no nada más nos presiona, sino que cada vez recibimos muchos más mensajes de que nuestros cuerpos están defectuosos porque hoy tenemos un acceso macro a redes sociales. Los niños y niñas reciben todo el tiempo imágenes y mensajes de cuerpos hegemónicos diciéndoles: así no está bien tu cuerpo. Cuando tú y yo éramos pequeños veíamos esas imágenes solo en revistas o espectaculares. Hoy las tenemos al alcance de la mano y con un bombardeo constante. Entonces, la niñez crece comparándose constantemente con estos cuerpos”, concluye. N