Iba a dejarlo todo en 2019. Con 60 años y después de una legislatura histórica en la que su fuerza, I-E, había sido una pieza clave para propiciar el cambio de Gobierno en Navarra. Las cosas no sucedieron según lo previsto y Marisa de Simón Caballero (Burgos, 5 de agosto de 1959) se marchará del Parlamento en mayo, tras cuatro años en los que ha interpretado en solitario un difícil papel de equilibrio: el de estar fuera del Gobierno, pero tampoco ser oposición frontal.
Por si fuera poco, entre medias ha pasado una pandemia y una reformulación del espacio de la izquierda transformadora en torno a Contigo Navarra-Zurekin Nafarroa que le deja “preocupada”. No han sido los años más fáciles. Pero De Simón se marcha “orgullosa” y convencida de lo que le toca es dejar paso.
En mayo no repetirá. ¿Se siente ya de salida?
–Reconozco que el otro día, cuando se habló del tema en el hemiciclo, sentí un poco de vértigo. Pero yo vengo aquí cada lunes y nunca pienso si me quedan tres meses, dos o cinco. Es algo a lo que no presto atención, la verdad, porque estoy aquí para defender un programa político frente a la ciudadanía que me ha votado.
Las legislaturas son periodos de cuatro años, no tiempo entre elecciones, ¿no?
–Es lo que le he dicho a los del Gobierno: oye, que quedan varios meses y si la legislatura no ha terminado para mí, mucho menos para vosotros. Veo mucho mensaje electoralista y emocional, y poco contenido. Vengo de una cultura política en la que lo principal es el debate y las propuestas, así que esas formas me son un poco extrañas. Es que todavía no toca hablar de elecciones, para eso está la campaña.
A poco de acabar, ¿qué balance político personal hace?
–Siento que me desenvuelvo muy bien en el Parlamento y, fíjese, cada día que pasa me alegro más de no haber entrado en el Gobierno. Es lo que nos permite hacer una política autónoma en fiscalidad, en enseñanza pública, en rechazo al TAV… en todo lo que nos identifica.
¿Y del Gobierno?
–Francamente, me siento muy defraudada. E impotente. Vale, estoy sola. Pero adopto una postura que es la correcta para defender las condiciones de vida de la ciudadanía. Este Gobierno representa un giro a la derecha en cuestiones importantísimas, como en fiscalidad, o con la educación pública, con la que se ha hecho mucha demagogia.
¿Le ha sorprendido?
–Lo veíamos venir. PSN, Geroa Bai y Podemos han decidido ser el Gobierno y el PSN decice qué es lo que más le conviene en cada momento. Yo propuse pactar a 30 [PSN, Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E] lo fundamental. Y no ha sido posible. Prefieren el acuerdo contigo, ahora con el otro, ahora me abstengo. Hemos perdido la perspectiva de conjunto y la izquierda ha perdido peso, y eso se nota.
¿Tiene la sensación de que esa estrategia del PSN de mirar a un lado y a otro a conveniencia puede ser pan para hoy y hambre para mañana?
–No lo sé. Pero lo que sí sé es que Navarra necesita una izquierda alternativa fuerte, no nacionalista y que no se pliega al PSN. Eso yo lo he pensado toda la vida. Y ahora mismo la veo más necesaria que nunca. Esa izquierda, cuando no puede hacer políticas, las exige. Y en ese sentido estoy orgullosísima.
¿Se siente más impotencia cuando se está sola?
–Sola no estoy, porque tengo el apoyo de muchísimos compañeros y además cuento con el lujo de tener los mismos recursos que los demás grupos, lo que es una demostración de respeto por la pluralidad por parte del Parlamento. Con José Miguel Nuin hablo todos los días. Y sí, hay algo de desgaste personal. Pero me siento orgullosa.
Es un ritmo muy alto.
–Mi vida estos años ha sido rara. No sé cuántas horas duermo, seis o así. Más de 12 horas al día estoy dedicada solo y exclusivamente a esto. Estar sola es tener siempre la sensación de ir corriendo a todos lados. Pero para estar sola creo que he tenido mucha capacidad política.
Si mira hacia atrás, ¿con qué se queda?
–Para mí la legislatura más interesante de las tres en las que he estado fue la del 2011 al 2015. Y eso que hacer un Gobierno al margen de PSN-UPN en 2015 fue un lograzo. Lo que pasa es que me quedo con cosas que quizá no han copado titulares, pero para mí han sido muy importantes. Por ejemplo: en 2011 dividimos el voto para que EH Bildu entrara en la mesa. Creímos que era poner nuestro granito de arena en la práctica democrática de la izquierda abertzale. Es una forma de hacer política de la que estoy orgullosa.
¿Por qué lo deja ahora?
–Mi idea era irme con 60 años y ahora tengo 63. Me quedé porque tras la última legislatura creía que era mi obligación. Además conté con el apoyo de mi organización, claro.
¿Fue 2019, con I-E a punto de desaparecer del Parlamento, uno de los momentos más duros?
–En su día ese resultado me pareció un desastre. El cambio se había ido al garete y habría que analizar por qué. Pero luego, visto con el tiempo, fue un logro mantener aquel escaño. Hubo gente que tuvo la certeza y el acierto de decir: esta izquierda es necesaria. Y ahora cuando pienso en ello digo: ¡menudo logro!
Ese escaño fue fundamental para la supervivencia de I-E y hubo que ir hasta el recuento de las últimas mesas.
–Ese día casi me da un mal. Sentí un vértigo brutal. Pero estuve arropadísima, tanto por mis compañeros como por el Parlamento. Existe un pacto, no voy a decir tácito, pero de mucho respeto hacia la pluralidad en el Parlamento. Se nos permitió contar con los mismos derechos políticos y económicos, como poder contar con un asistente parlamentario, algo que no nos correspondía.
La legislatura pasada se marchó Nuin; ahora usted. ¿Se acaba una generación de Izquierda Unida en Navarra?
–Yo creo que la capacidad política es otra cosa y no tiene nada que ver con la edad o las generaciones. Yo, con 26 años, tuve la suerte tremenda de codearme con los didactas más importantes de Europa en matemáticas. Me sacaban quince, veinte años. Me hablaban de Koestler, de Kundera. Yo no los había leído, porque era muy joven. Y fui a leerlos. Ahora tengo la sensación de que los jóvenes piensan que son ellos los que más saben, y que nosotros estamos cansados. Me parece un error.
¿Encaja lo que dice con esa crítica a la política emocional que ha hecho?
–Lo hemos visto con el debate sobre el sí es sí. ¿Qué es eso de llevar hasta el extremo el ataque personal? Hay que argumentar. ¿Que hace falta analizar esa norma? En tiempo revuelto no tomes decisiones, por cierto. Pero espera, estudia la ley y si hay que cambiarla, pues se modifica. Ahora todo se lleva al insulto y lo emocional. ¡Ay, qué ilusionada estoy, ay qué emocionada estoy! A ver, que yo no vengo aquí a ilusionarme.
¿Esa conducta la ve más en los jóvenes?
–Hay de todo, pero sí. La juventud es el futuro, lo tengo claro. Pero los jóvenes son también lo que hemos construido los demás.
Si la política es más emocional ¿es más fácil polarizarla?
–Se corre el riesgo de espantar a los ciudadanos. ¿Cómo van a participar en determinados debates si ocurren estas cosas, si es imposible entenderse? Aquí hay debates interesantísimos y en este Parlamento se trabaja mucho, pero algunos debates se quedan tapados. Hay algo que no hacemos bien para centrar los debates en lo que es fundamental.
Además de orgullosa, ¿se va tranquila con cómo se queda el espacio político de I-E?
–No voy a engañar a nadie: me voy un poco preocupada. Batzarre decidió entrar en el Gobierno, Podemos también, en Izquierda Unida dijimos que no, cosa que me parece un acierto. Y ahora no sé qué va a pasar. Creo que Izquierda Unida debería mantener su autonomía. Pero esta es una decisión que no me corresponde tomar a mí, porque ni soy la coordinadora ni estoy en los órganos de decisión. Pero me preocupa.
Izquierda Unida va a ir en coalición, no va a tener esa autonomía que usted reclama.
–No se trata de quién va con quién, porque hemos estado tres legislaturas como Izquierda-Ezkerra con Batzarre, por ejemplo. Lo importante es el proyecto, la propuesta y el compromiso con ese proyecto. Me preocupa mucho que se pueda renunciar a determinadas posiciones políticas. Solo digo que me preocupa, no entro ni siquiera a valorar esas cuestiones.
Supongo que usted también quiere que ese espacio se agrande, ¿no?
–Es que el compromiso yo no lo tengo con mi organización, sino con la gente que me vota. Por eso mi obligación fundamental, la única, es cumplir con los compromisos adquiridos con la ciudadanía.
Habla de coherencia. Precisamente, cuando le quieren criticar, le llaman incoherente. Lo hizo Chivite en el pleno.
–Fue ridículo, ¿no cree?
Le reprochan incoherencia con la deflactación del IRPF, que la votó con Navarra Suma, por ejemplo.
–Yo, si rebato, lo hago con argumentos. Para mí ese voto no es una incoherencia. Al revés: es coherencia. ¿Que UPN lo aprovecha? No sé, desde luego su propuesta de deflactación no es la de I-E. Políticamente, entiendo que cada uno busca sus recursos. Pero lo que no es aceptable es que la consejera de Hacienda me diga que la anterior deflactación, con el IPC al 1,5%, es igual que la que se plantea ahora, que hay un 8 o un 9% de inflación. Y mientras tenemos este debate, el Impuesto de Sociedades, sin tocar.
¿Esta es la política que no le gusta?
–Sí. Porque luego en la calle te dicen: sois todos iguales. Nunca me habían parado por la calle tanto como ahora. Muchos me felicitan, pero hay gente que es grosera. Aunque es cierto que no me suelo enfadar. No me enfadé ni cuando me hicieron el escrache por lo de la lista única.
¿Fue uno de los momentos más tensos de la legislatura pasada?
–Me insultaron como no se ha insultado a nadie. Fue muy duro. Y ahora estarán dándose con un canto en los dientes los aspirantes con euskera. ¡Tienen que estar encantados! Pero es injusto que unos tengan dos oportunidades y otros una.
¿Qué va a hacer?
–Me voy a jubilar del todo. Tengo mi plaza en el instituto de Sarriguren, pero no voy a volver.
¿Necesita desconectar?
–No me atrevo. No soy capaz de imaginarme cómo va a ser dejarlo todo. Tengo ya una rutina y no sé cómo va a ser. Voy a intentar esquiar todo lo que pueda, quiero hacer un viaje a Argentina… pero no me atrevo a decir nada porque no tengo ni idea de cómo voy a reaccionar. Ha sido tan estresante, tan absorbente… lo que es seguro es que la política, del todo, nunca la voy a abandonar.
¿Con qué se queda?
–Con lo muchísimo que me ha ayudado todo el mundo. Compañeros, por supuesto. Pero también personas de todo tipo a las que he conocido gracias a mi trabajo parlamentario.
¿Algo de lo que se arrepienta?
–A veces me digo que creo que en el tono, a veces, me pasé mucho con Marta Vera [exconsejera de Salud con Yolanda Barcina]. Digo en el tono, eh, no en el fondo, porque no retiro ni una coma de la crítica política que le hice. Bien que ella era como era, y todos ahí teníamos que soportar la situación. Pero a veces pienso que subí demasiado el tono, y eso me ha servido para cambiar. Tuve la ocasión de pedirle disculpas personalmente.