Es conocido que los cambios de jugadores suelen despertar polémicas, porque frecuentemente encierran una apuesta: mejorar lo que está ocurriendo con el equipo. Y no es necesario recordar que es el entrenador quien conoce más a sus futbolistas pues trabaja con ellos todos los días, sabe lo que pueden aportar e incluso durante los partidos los tiene a pocos metros, por lo cual puede comprobar si están despiertos, enchufados, desorientados o cansados.
Aceptado todo esto, una de las principales discusiones que abrió el partido de Uruguay con Corea del Sur fue la manera que Diego Alonso manejó los cambios, teniendo en cuenta que ahora pueden ser cinco y tiene a disposición todo el plantel (salvo Ronald Araujo, en recuperación). Además, con una numerosa presencia de hombres con buen pie, habilidad y velocidad para jugar en tres cuartos de cancha.
Las principales conclusiones de lo visto ayer: Alonso demoró los cambios, se equivocó en algunos o no ocurrió lo que él pensaba.
Edinson Cavani por Luis Suárez fue el más acertado, porque el Pistolero había entrado poco en juego, ya que la pelota iba y venía demasiado lejos de su ubicación, y no se le puede exigir una movilidad continua. Cavani participó mucho más de las ofensivas celestes, porque cuando entró (también un poco gracias a él) el equipo pasó a dominar.
La inclusión de Facundo Pellistri fue relativamente sorpresiva, porque si bien es uno de los “favoritos” del técnico, llegaba con menos fútbol todavía que cuando desniveló en las Eliminatorias. Pellistri cumplió más en la obstrucción que en su fuerte, el desborde, aunque es cierto que dio una gran habilitación de cabeza a Darwin Núñez que el artiguense no llegó a conectar.
Sin embargo, en el segundo tiempo se esperaba de Facundo la gambeta que abriera la cancha por la derecha, pero la falta de partidos oficiales le pesó en su físico. Su fatiga era notoria, incluso se bajó las medias (señal inequívoca) y Alonso lo tenía ahí cerca para verlo, pero su salida se demoró demasiado. Tendría que haber sido reemplazado a más tardar a los 79’ cuando entraron Nicolás de la Cruz y Matías Viña. Al final salió a los 88’, casi en la hora, por más que en este Mundial lo habitual es que los árbitros concedan mucho tiempo añadido.
De la Cruz llegaba con buenos auspicios y por eso su ingreso resultó lógico. En cambio, sorprendió que en un momento del partido favorable, cuando los coreanos se habían refugiado en su zona, los cambios dispuestos para ganar el partido fueran dos marcadores de punta: Viña y luego Guillermo Varela. Es cierto que Uruguay pasó a jugar con tres zagueros y dos carrileros, que eran ellos dos, pero caben dos observaciones:
1) En la izquierda no había mucha diferencia entre Mathías Olivera y Viña. Según se indicó, no hubo razones físicas para la salida de Olivera.
2) En la derecha Agustín Canobbio en teoría cuenta con más recursos ofensivos y ciertamente llega a Qatar con más fútbol que Varela, recién recuperado de una lesión.
Y quedó la carta sin usar de Giorgian de Arrascaeta, algo que no pasó inadvertido entre los hinchas uruguayos y fue criticado en Brasil, si bien esto es esperable ante la consideración que tiene en ese país.
Con la pelota en su poder, el seleccionado uruguayo dio señales de tener pocas ideas de cómo penetrarle a una defensa numerosa y compacta, como la de los asiáticos en la parte final del partido. No logró desbordar con los carrileros elegidos y las llegadas se produjeron por impulsos individuales. La reiteración de toques entre los zagueros celestes para terminar con un pelotazo largo y anunciado dejó una mala imagen, de un fútbol antiguo y perimido.
Lo mejor fue ese remate final de Federico Valverde que dio casi en en ángulo. Si entraba era el golazo del Mundial y todavía se estaría gritando por acá. Sin embargo, muy pocas veces se buscó generar espacio para la pegada del Halcón.
Por supuesto, Alonso hizo los cambios pensando en ganar, porque el empate no era (no es) buen negocio y porque el tramo final del encuentro se presentó más auspicioso que el primer tiempo. La impresión es que quiso ganarlo, pero sin regalar un centímetro de posibilidad a los coreanos para que ellos lo ganaran. De esa forma, Uruguay se quedó ahí, en la antesala del triunfo, sin animarse a entrar.
Es cierto que por alguna razón, tal vez escénica, a Uruguay le cuesta ganar en los debuts mundialistas. El asunto es que ahora se viene el más fuerte del grupo. Y se esperan cambios, tal vez de hombres, sin duda de procedimientos.