Cuanto más leo sobre la quiebra de FTX y sus efectos sobre el mercado de las criptomonedas, más fácil me resulta entender lo que ocurre cuando los controles que la sociedad debe imponer a las compañías fallan estrepitosamente.
¿Qué hizo Sam Bankman-Fried con FTX y cómo fue posible que nadie lo viese venir? Dejando aparte que alguien con ese nombre y apellidos pueda llegar a inspirar confianza en un negocio relacionado con la banca y la economía en general, el problema estuvo, fundamentalmente, en montar una narrativa de millonario triunfador con una supuesta fortuna de 16,000 millones de dólares, captar fondos de cientos de miles de personas, gastar dinero de manera fuertemente expansiva en campañas de relaciones públicas, publicidad en medios y lobbying a políticos, y tapar después el agujero con un entramado societario en las Bahamas, una compañía, Alameda Research, que toma dinero prestado de FTX y lo dedica a inversiones de alto riesgo, y una criptomoneda, el FTT, de creación propia, para cubrirlo todo.
¿Qué era el FTT? Básicamente, un token nativo creado por FTX para tratar de incentivar a los usuarios del exchange a que dejasen su dinero en la sociedad, con promesas de rentabilidades adicionales. Mecanismos similares los tienen muchas otras compañías en el mundo cripto, pero se supone que lo utilizan con una cierta responsabilidad, y no como forma de edificar un vaporoso castillo de naipes que se desmonta al primer soplido. En la práctica, debería recordarnos la máxima de las criptomonedas, «not your keys, not your coins«, y cómo si dejas tus monedas en un servicio centralizado, concentras en él cualquier riesgo, sea el de hackeo, como en el caso de Mt. Gox, o el de «contabilidades creativas», como en Terraform Labs o FTX.
Sam Bankman-Fried era, para toda la sociedad norteamericana, una de esas historias de éxito que apasionan a los medios y que, de paso, los llenan de dinero con campañas publicitarias. Aún ahora tras la quiebra, hay quien advierte que el tratamiento informativo dado por los medios en los que Bankman-Fried gastó mucho dinero es mucho más benévolo que el que debería corresponder a una historia que es simplemente un fraude con todas sus letras, en el que además, para culminar, el protagonista termina huyendo con un buen montón de dinero. Durante la temporada en la que nuestro protagonista consiguió contar su historia y salir en portadas como las de las revistas Fortune o Forbes, que ilustran este artículo, los medios desarrollaron una narrativa de joven triunfador, de héroe de las finanzas, para quien, en la práctica, no era más que un irresponsable rodeado de un equipo de delincuentes, alguno de los cuales, para terminar de simular el guión de una película, se llamaba Sam Trabucco.
¿Qué nivel de responsabilidad tienen los medios cuando encumbran a un delincuente y, como resultado de su campaña de relaciones públicas, este termina pudiendo sentarse a entrevistar a personalidades como Tony Blair y Bill Clinton, mientras, de paso, engatusaba a miles de personas para que dejasen su dinero en su compañía? ¿Nadie, ni siquiera el presidente de la Securities and Exchange Commission (SEC) bajo cuya supervisión estaba todo el montaje, Gary Gensler, pudo hacer nada para evitar una estafa con mayúsculas? ¿Qué papel han jugado las generosas donaciones de Sam Bankman-Fried al Partido Demócrata en todo esto?
¿Termina la cuestión cuando el personaje se declara en bancarrota y dice, «I fucked up«? ¿Quién paga, en un mundo aún muy escasamente regulado, los ahorros de quienes decidieron invertir en criptomonedas llevados por las campañas publicitarias en la Super Bowl de FTX o por sus múltiples apariciones en medios como wonder kid? ¿Y la pérdida de credibilidad o las pérdidas económicas y reputacionales que acompañan a cada crisis?
Las criptomonedas requieren una fuerte corrección en su imagen: en primer lugar, estamos hablando de la reinvención del dinero para redefinirlo como algo cuyo valor no depende de ningún gobierno, no de un esquema para hacerse rico rápidamente. En segundo, se trata de un esquema cuyo valor está en la descentralización, y por tanto, si lo centralizas en algo que se parezca a un banco de los de toda la vida, estás perdiendo esa propuesta y elevando tu nivel de riesgo (una vez más, y no son suficientes, «not your keys, not your coins«). Tercero, es razonable pensar que irán surgiendo esquemas que permitan controlar alguno de los riesgos, y de hecho, la comunidad, algunos exchanges y el propio Vitalik Buterin se han puesto rápidamente a trabajar en protocolos que permitan a cualquiera comprobar que el sitio en el que está su dinero cuenta con fondos para cubrirlos. Y cuarto, es posible que el estrepitoso fallo de los controles que han llevado a la caída de FTX terminen mejorando las cosas y racionalizando que es necesario regular determinados negocios con más atención si queremos realmente proteger al inversor.
Pero más allá de todo eso, conviene recordar que, como siempre, cuando las cosas parecen demasiado buenas para ser verdad suele ser porque no son verdad, que no estamos hablando de fantasías en las que metes tu dinero en un sitio y te lo multiplican rápida y fácilmente, y sí de muchos de los esquemas sobre los que se edificará ya no el futuro del dinero, sino también de las interacciones en la web. Vamos a ver cadenas de bloques, wallets, criptomonedas y tokens por todas partes, lo creas o no. Y aprender sobre ello es interesante y recomendable, pero no porque te vayas a hacer rico rápido, sino porque te ayudará a entender muchas cosas y a manejarte en ellas, ahora y en el futuro.
This article is also available in English on my Medium page, «How did Sam Bankman-Fried get away with his scam for so long?»