La activista e investigadora Florencia Brizuela ha sido una de las ponentes de las VI Jornadas de Metodología de Investigación Feminista, celebradas en Bilbao, en las que ha narrado, entre otras cosas, cómo el sistema racista genera riqueza.
Mezcla el saber académico, es doctora en Derecho y Ciencias Políticas, con los conocimientos activistas y aquellos que se tejen en las asambleas. Conjuga la militancia, en la Red Jurídica Antirracista de T.I.C.T.A.C, por ejemplo, con la investigación en el Seminario de Filosofía y Género de la Universidad de Barcelona. También escribe. Y sonríe.
Florencia Brizuela González ha participado en las VI Jornadas de Metodología de Investigación Feminista, organizadas por Hegoa–Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional y el SIMReF–Seminario Interdisciplinar de Metodología de Investigación Feminista, y celebradas a finales de octubre en Bilbao.
Las preguntas previstas se mezclan con la necesidad de profundizar en varias de las ideas lanzadas durante su intervención en la mesa Investigación feminista militante sobre migraciones y fronteras. Ofrece una mirada interesante y necesaria sobre la situación del Estado español con respecto a la trata con fines de explotación sexual, al racismo estructural y a las autoras que son referentes en los colectivos feministas. Sus respuestas muestran algunas de las batallas que ha decidido librar, y que siempre están en lugares de frontera, dice. “Tenemos que desarrollar nuestras propias narrativas y genealogías. En las calles y en las asambleas se generan conocimientos, son espacios de pensamiento”.
¿Qué aporta el análisis feminista para hablar de las fronteras y de las migraciones?, ¿qué no están atendiendo los discursos mayoritarios?
En el ámbito del feminismo, los análisis se enfocan mucho en los itinerarios de las mujeres migrantes, en los relatos de las mujeres, pero falta un análisis de las violencias que se generan. Por ejemplo, lo decía en la mesa, queremos abordar la trata porque afecta mucho a las mujeres e investigamos a las víctimas de trata, pero hay que ampliar esas miradas y analizar otras cosas sumamente relevantes: cuáles son los procesos que obligan a las mujeres a migrar, qué pasa con la ley de extranjería, qué pasa con la protección internacional o jurídica que se da a las mujeres una vez que ya llegan… Hay muchos puntos ciegos que el feminismo no está tratando porque las aproximaciones son muy identitarias; las mujeres víctimas son importantes, pero tenemos que pensar desde dónde podemos mirar para entender la complejidad de estas violencias. Y eso pasa con trabajo del hogar: hablamos con las mujeres y no estudiamos otras estructuras que generan esa precarización. Con la prostitución, o con el trabajo sexual, pasa lo mismo: he leído un informe que dice que la ley de extranjería es un factor superrelevante para que muchas mujeres decidan empezar con esta actividad.
Se ha denunciado que el derecho de asilo tiene una mirada muy patriarcal, porque las razones por las que emigran las mujeres, no están recogidas. ¿Es este derecho internacional de asilo racista?
El padre de derecho internacional es [Juan Ginés de] Sepúlveda y es quien defendía que los indígenas no eran humanos. Imagínate si no va a ser patriarcal un sistema internacional que está totalmente regido por valores coloniales, que sigue reproduciendo esas lógicas. Ante la situación actual, apelar al discurso de derechos humanos es de las herramientas que quedan: hay una tensión al apelar a un sistema internacional de derechos humanos que sabes que es colonial y que solo está diseñado para las personas blancas.
Sacas el tema de la trata y en la mesa has dicho que has analizado que existe una justicia de la impunidad sobre los hombres blancos.
Es un tema bien interesante. La investigación que hice era sobre todas las sentencias que hay en el Estado español desde que este delito existe y una de las cosas que salió, que no era el objetivo de la investigación, es que el 95 por ciento de las personas condenadas eran racializadas. Haciendo un análisis más estructural de cómo funciona la justicia y también la policía, llegué a la conclusión de que el racismo no funciona como una cuestión ideológica, en el sentido de decir que los policías van contra determinados perfiles o que los jueces son racistas y por eso condenan más a determinadas personas, sino que el itinerario policial y la práctica judicial terminan facilitando que ciertos colectivos sean perseguidos y castigados y otros no. Se van haciendo caminitos y es mucho más fácil detectar determinados tipos de trata o determinadas nacionalidades tratantes, la práctica lo facilita. Una cuestión que me llama mucho la atención es que la mayoría de condenados eran personas sin antecedentes penales, hombres sin papeles. Qué raro el único condenado es una persona que hacía una tarea más accesoria y que nunca se haya responsabilizado a personas que tienen el poder de mover todas estas redes, y que son quienes se benefician de la trata. La persecución hacia determinados perfiles de hombres y también hacia determinados tipos mujeres termina garantizando la impunidad de los verdaderos responsables, de quienes enriquecen con estas violencias. Por ejemplo, al Tribunal Supremo no ha llegado ningún caso de trata por explotación laboral; es decir, es prácticamente imposible que condenen a una persona por trata que esclaviza a personas. ¿Y quiénes son los que esclavizan? Hay toda una trama que garantiza perseguir a unos, pero también garantiza la impunidad de quienes realmente están beneficiándose y lucrándose de las violencias hacia determinadas mujeres.
Hemos publicado en Pikara Magazine cómo desde más o menos una década los diferentes cuerpos de seguridad del Estado han lanzado mensajes muy mediáticos sobre mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual y cómo son los hombres blancos los que las salvan. Y ese relato está muy repetido en los medios: hombres blancos salvando a pobrecitas, mujeres migrantes, negras, racializadas.
Hay una cuestión que para mí es terrible: quien tiene la potestad casi exclusiva de trabajar el tema de migración, de violencia machista y de trata es la policía. Y otra cosa, que es muy técnica, pero me parece superinteresante y que salió de la investigación de trata, es que cuando una persona denuncia le toman el testimonio y eso es una prueba que, si ven que hay suficientes elementos, se lleva a juicio oral. Es una prueba preconstituida, es decir, que es como si ella estuviera hablando en el juicio oral. ¿Por qué? Porque el sistema ya sabe, prevé, que la mujer va a desaparecer durante el proceso. La práctica jurídica dice que esta mujer va a desaparecer y se toman todas las garantías procesales para que su testimonio sea válido y sirva para el juicio. ¿El sistema penal a quién protege si ya sabes que la víctima va a desaparecer? Cuando presenté este informe, los jueces presentaban esta prueba preconstituida como la gran estrella de defensa de las mujeres, ¡pero si vos ya sabés que la mujer va a desaparecer! Esa figura del hombre salvador es mediática nada más porque no va más allá de eso.
Qué se entiende por racismo es un tema que está en discusión en los colectivos en los que militas: ¿tenéis alguna conclusión?, ¿estáis trazando un camino nuevo de definición de esta estructura de opresión?
Para alguna de nosotras lo que es importante es salir de este debate que pone en medio a los privilegios; no porque no sean importantes o no existan, sino porque hay que entender que el racismo es una estructura histórica material, no una cuestión moral. Y creo que muchos de los debates, incluso de colectivos antirracistas, lo hacen desde ahí. La toma de conciencia, lamentablemente, no cambia estructuras. Y esto las feministas negras, decoloniales y antirracistas lo han trabajado mucho. ¿Cómo pensamos el racismo en un sentido material histórico que genera pobreza y que enriquece también a otras personas? No solamente como una manera de pensar por la que crees que otra persona es mala. ¡Hasta la Unión Europea ahora habla desde ahí! Como una de una ideología de la superioridad, ¡ojalá que solo fuera eso! Pero es una estructura que genera riqueza.
Hay otro concepto que no sé si consideras que se puede estar vaciando de contenido: la interseccionalidad. Ha costado ponerlo sobre la mesa, pero ¿se está despolitizando?
El tema con los conceptos es un problema. El feminismo decolonial ha cuestionado la interseccionalidad. María Lugones fue una de las primeras en cuestionar la idea de que hay categorías separadas que se imbrican. Hay una crítica teórica al propio concepto y también está la crítica sobre la utilización política que se ha hecho de un concepto que trataba de alguna manera de reivindicar o de poner evidencia la ausencia de las mujeres negras en determinadas políticas y en determinados análisis. Y lo que se ha hecho es desplazar la cuestión racial para considerar que es suma ejes de presión; y eso no es lo que proponían los análisis de interseccionales. Y también está la cuestión de cómo se capitalizan ciertos debates: quién se beneficia de eso, quién tiene plazas en la universidad a raíz de eso, quién tiene proyectos.
«Mirar solo la identidad oculta estructuras que generan opresiones» Clic para tuitear
Ochy Curiel habla, en un vídeo que está en las redes, de que ser mujer negra, empobrecida, lesbiana no son diferencias, sino que son efectos del mismo sistema, son efectos de la diferenciación. ¿Remarcar estos adjetivos hace que se pierda fuerza o hay que seguir subrayándolos?
Ella decía que lo importante no es tanto lo descriptivo, sino entender por qué son las mujeres pobres, por qué son negras, por qué son mujeres, es decir, pensar qué genera esos procesos de diferenciación. Poner la mirada solo en lo identitario oculta las estructuras que están generando opresiones y desigualdades. Si la gente pone sobre la mesa la diversidad sexual, o el deseo del placer, no es porque digamos qué lindo, qué alegría, sino porque genera violencia. Las categorías se nombran para denunciar la violencia, no por una cuestión individual y despolitizada.
¿Al movimiento feminista le cuesta salir a la calle ante determinas violencias?
Hay población, en nuestro mismo contexto, que es constantemente deshumanizada y que muere de cualquier manera, que no puede acceder a casi nada y eso no nos genera el mismo interés porque hemos normalizado esa deshumanización. El racismo funciona también como una indignación selectiva, que es racial. Como cuando dicen “esas tragedias que pasan Mediterráneo”; no, no son tragedias, son asesinatos y responden a una política pública, a una política económica, a una política de seguridad del Estado. No son accidentes. Hay una mirada selectiva de quién es mujer, quién no y cuáles son los problemas que atañen a las mujeres, que están muy relacionados con ese reconocimiento de la humanidad de determinados colectivos y la deshumanización de otras.
Eres licenciada en Derecho, pero no has hecho la homologación para ejercer aquí como abogada, ¿ha sido por la dificultad de los trámites o por una decisión política?
Son dos cosas. Por un lado, cuando llegué aquí vine sin papeles, con millones de cosas que tenía que ir resolviendo poco a poco y homologar el título no era lo prioritario. Y cuando me puse a mirarlo, hace poco, es supercaro, tengo prácticamente que estudiar toda la carrera de nuevo. El tema del reconocimiento de los títulos no es una prioridad para mí, tampoco el tema de mi orientación sexual es una bandera, porque hay temas que son muy graves en la actualidad como el racismo y la violencia que se está generando en determinados espacios. Tenemos que tratar de poner la mirada y el discurso sobre esos temas, independientemente de si yo puedo validar o no mi título o de si yo soy lesbiana o bisexual. Una elige las batallas que quiere tener o las cosas que quiere contar.
Pero sí que habéis debatido en colectivos cuestiones como el amor y el racismo. ¿Cómo opera el racismo en las relaciones personales?
Sí, hicimos un taller y fue muy bien. Teníamos ganas, porque muchas venimos pensando el poliamor y las relaciones abiertas con la inquietud de que casi siempre tenemos referentes gringos, blancos; y la idea entre nosotras es si el poliamor es una idea superblanca o no. Y dedicamos tiempo a pensarlo. Y las autoras que son nuestras referentes, como la Audre Lorde, la María Lugones, la bell hooks, la Gloria Anzaldúa, la Cherrie Moraga, y que leímos en otros ámbitos para entender el racismo, también habían trabajo estos temas. Y fue interesante descubrir eso. El taller dio para pensar otras prácticas y la genealogía feminista antirracista, de cómo tener nuestras propias referentes en estos temas. Es muy guay leer lo que pensaba sobre el amor María Lugones, que es una mujer que ha hecho filosofía siendo migrante argentina en Estados Unidos y que ha contribuido en el pensamiento feminista decolonial.
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