Lali Espósito luce espléndida. Maquillada y peinada cual muñeca de juguetería que cotiza en dólares en vidriera iluminada, luciendo un vestido negro con transparencias y unas botas que le cubren sus rodillas haciendo juego, la cantante y actriz bien podría dar la sensación de que es un producto más del negocio del entretenimiento. Pero no. Desde el primer contacto, Mariana -tal su nombre de pila- abandona cualquier pretensión pasteurizada para sacar a relucir una autenticidad que echa por borda el prejuicio visual. “Gracias por venir a mi living, por tomarte el tiempo. ¿Viste qué linda alfombra?”, recibe a Página/12, en una expresión cargada de ironía: el encuentro se da en un salón ambientado para que Lali realice un maratón de entrevistas a propósito de El fin del amor, la serie que Prime Video subió hace unas semanas a su catálogo audiovisual y que la artista protagoniza y también produce. “Lo interesante es dar esa sensación de que sos un muñeco de la industria para no serlo”, subraya, con una seguridad que asombra.
Basada en el ensayo homónimo que Tamara Tenenbaum publicó en 2019, El fin del amor es una serie que parece condensar el clima de época. El drama cuenta la historia de una joven, Tamara, que fue educada y criada en el seno de una familia judía tradicional, a la que el paso del tiempo la lleva a darse cuenta de que esa vida que parecía tener predestinada no la satisface en lo más mínimo. Tamara quiere vivir a su manera, más allá de mandatos culturales y religiosos, rebelándose al concepto de romance tradicional. Un proceso que la lleva a ser mirada con desdén hasta por su propia familia y que la obliga a sufrir las consecuencias (pero también las virtudes) de tomar un camino que los otros no tenían previsto para ella. Una serie disruptiva, distinta, que plantea interrogantes, dudas, búsquedas que no suelen ser parte del mundo audiovisual mainstream. Se celebra: desde su estreno hace dos semanas, El fin del amor se convirtió en la serie hispanoamericana más vista de Prime Video.
La ficción de 10 capítulos cuenta con la participación de Erika Halvorsen (Amar después de amar, El hilo rojo) como showrunner y coguionista, junto a Tenembaum, autora del ensayo autobiográfico que sirvió de inspiración (ver aparte). El elenco de El fin del amor está conformado por Vera Spinetta, Julieta Giménez Zapiola, Verónica Llinás, Mariana Genesio Peña, Candela Vetrano, Mike Amigorena, Lorena Vega y Alejandro Tantanián, entre otros. Como productora ejecutiva, Lali estuvo presente desde la misma génesis del proyecto, participando del casting y de cada detalle de la serie de MGM International, producida por K&S Films para Amazon Studios. Una ficción que -tal vez- no hubiera sido posible su existencia en una plataforma internacional si no hubiera existido la revolución femenina. Lali bien lo sabe. Y lo festeja.
“El fin del amor es, sin dudas, una de las piezas más importantes que hice en mi vida”, admite la actriz. “En primer lugar, porque además de actuar, que es un privilegio, y hacer este personaje que me resultó muy divertido, me aborda la posibilidad de ser la productora ejecutiva. Haber estado desde el nacimiento de la idea, de transformar el ensayo de Tamara en ficción, de pensar esa idea que surgió de nosotras tres, con Erika y Tamara, de habernos mirado preguntándonos por dónde se empieza, qué hacemos… y ahora ver que se convirtió en una serie mainstream, con muchísimo laburo detrás, que además habla de lo que habla y trata los temas que toca, que sea parte de una de las selecciones principales de una plataforma tan grande, me llena de orgullo. Me parece que era necesaria, siento que por fin está pasando que una serie feminista con este tipo de contenido está donde tiene que estar”, subraya la actriz y cantante.
-¿Era condición que para contar esta historia que hubiera muchas mujeres detrás del proyecto?
-Somos casi todas mujeres. Contamos también con la visión de Daniel Barone, un hermoso y sensible director, que es parte fundamental de lo que le pasa a estos personajes, ya en la recta final de la historia. Pero dirigen también Constancia Novik y Leticia Dolera… Hubo muchas mujeres que fueron importantísimas en este proceso creativo. Fue una decisión. Estamos haciendo realidad lo que exigimos desde el feminismo, de ocupar los lugares que merecemos tener, de la equidad en los lugares del laburo, como es un rodaje… Todo eso fue llevado a cabo como queríamos, que era que haya una equidad real en la técnica, en la gente responsable, en la isla de edición, en sonido, en un montón de áreas donde muy normalmente uno suele ver más hombres. Acá había mujeres y hombres por igual, trabajando como corresponde en un proyecto y con un mismo fin.
-Tamara, la protagonista de la serie, es una joven que rompe con ciertos mandatos, desde religiosos hasta familiares y culturales. En tu caso, ¿tuviste que romper muchos mandatos para ser la que hoy sos?
-Sí, claro. Primero, por el hecho concreto de ser mujer, en mi vida personal noté muchas veces la cantidad de tableros que tendía que patear si quería hacer determinadas cosas y cuán difícil me era lograr algunos objetivos. Pensá que cuando yo empecé de manera independiente con la música, en aquel primer disco A bailar (2014), no había precedentes cercanos a algo parecido: una chica que salía de la tele, que quiere hacer pop, que es jovencita, que encima se quiere poner bodies y bailar… No había muchos casos así acá. Me tuve que fumar un montón de cosas para abrirme paso. Había muchas risas, pero también gente que me respetaba por lo que hacía y quería hacer. Pero siempre estaba el contrapunto, el “bueh…” Ese disco independiente fue nominado a los Premios Gardel y los chabones me miraban porque además era la única mujer en el rubro Mejor Álbum Nuevo Artista Pop… Pasé por un montón de cosas, donde había que bancársela y pisar fuerte para decir “sí, acá estoy, ¿qué te pasa, qué te jode?”. Un montón de veces tuve que ponerme en ese lugar. Pero siempre fui súper consciente de cuántas otras mujeres tuvieron que hacerlo antes para que yo pudiera hacerlo.
-Y hoy vos estás pateando tableros para que otras puedan seguir haciéndolo.
-Ojalá. Siento que un poco de mi caminito artístico puede servir para que otras talentosas mujeres puedan encontrar esos espacios para generar sus proyectos y que no te hagan sentir que no vas a poder hacerlo.
-¿No es una carga esa responsabilidad que vos te exigís y que otros y otras te dispensan al tenerte como referente? ¿Cómo te llevás con eso?
-No me pongo en el lugar de referente sino en un lugar concreto de laburo. Cuando vos abrís una puerta y limpiás un poco el camino, como me lo han hecho consciente o inconscientemente otras a mí, una espera que a las que siguen les queden ese camino un poco más allanado. Que en este caso puntual tiene que ver con el arte y con el desarrollo de proyectos.
-En la serie, Tamara trata de construir su propia vida, más allá de lo que los otros esperan de ella. En tu caso, que ya sos una artística reconocida en buena parte del mundo, ¿podés ser vos o el sistema inevitablemente te fagocita? ¿Cómo es Lali envuelta en esa maquinaria?
-Así como me ves. Eso es lo más copado. Creo que lo interesante es usar esa sensación de que sos un muñeco de la industria para no serlo. Hay una frase que a mí me gusta mucho que dice “me infiltro en el sistema y exploto desde adentro”. Suena bélica, pero es conceptual. Hay algo de que parezca que sos funcional a una cosa pero en realidad no los sos, sino que sos funcional a lo que queres ser. A mí me pasa que, si en algún momento me tuve que bancar que ponerme un body generara una mirada despreciativa sobre la-nena-que-quiere-hacer-pop, de pronto no fue tal porque pude hacer algo piola con ese espacio. Y esos mismos que me criticaban al principio hoy me halagan diciendo “qué groso lo que hacés”. Hay algo de eso que es infiltrarse en el sistema y explotar desde adentro, que no es otra cosa que hacer cosas que valgan la pena.
-¿El fin del amor se inscribe en ese lugar?
-Esta serie es un ejemplo de lo que significa infiltrarse en el sistema y explotar desde adentro. Si uno recorre la propuesta de Prime Video, que está toda buenísima, tiene un montón de cosas para ver y entre ellas asoma El fin del amor, que tiene su espacio ahí merecido y necesario. Para mí hacer esta serie significa usar bien los espacios de fama y exposición. Hacer cosas que cuenten algo.
–El fin del amor es una serie sobre el amor, pero no enmarcado en el tradicional sino en sus multiples variantes, sin ataduras y más libre. En lo personal, vos también -al menos lo que se ve desde afuera- parece que lo vivís sin tener que rendirle cuentas a nadie, levantando opiniones escandalizadas, incluso. ¿Es una decisión que lo personal y lo profesional vayan de la mano en tu vida?
-Hay distinción con los personajes, desde ya. Pero hay algo de hacerme cargo, sea en la música como en la ficción, de hacer piezas en las que creo. Cuando creés en lo que contás es porque hay algo que en lo personal te está interpelando. No hay dudas de que el fin del amor romántico, que es a lo que se refiere el título de la serie, es algo que me lo pregunto en mi vida, que me pongo a filosofar con mis amigas y conmigo misma, y lo trato de poner en práctica y me cagó toda, y en otros momentos me parece fascinante… Estoy en ese ida y vuelta natural que ocurre cuando a mi edad te preguntás cosas. Y eso mismo le pasa al personaje de Tamara. Hay algo muy concreto que me llevó a ser parte de este proyecto y que, sin duda, se puede hacer un paralelismo con mi vida.
-La revolución feminista tiene un fuerte impulso en el país, pero también es cierto que no se da a la misma velocidad en todas las regiones de la Argentina. ¿Cómo crees que se va a leer la serie? ¿Estamos capacitados para comprender su sentido?
-Yo no puedo dar por hecho lo que le puede pasar a un salteño o a una salteña, por poner un ejemplo. No lo puedo aseverar. Lo que sí puedo decir es que el arte no viene a reemplazar… Esto no es un documental sobre la ESI (Educación Sexual Integral) sino que es una ficción. Y la ficción, como todo hecho artístico, viene a plantearte una pregunta, viene a mostrarte una posibilidad de fantasía, de ficción, que podría ser algo que ocurriera en la vida. Nuestra tarea, como personas que hacemos El fin del amor, es mostrarte a una chica que se hace todas estas preguntas. Después, lo que a cada uno le pase con eso, corre por cuenta de cada quién y de la búsqueda personal que tenga. Ojalá, y eso es un deseo, que quienes vean esta serie realmente se hagan estas preguntas porque el arte está hecho para eso. Cuando escucho un disco que me emociona, me pregunto qué es lo que me pasa a mí con el tema del que habla la canción. O cuando veo una serie que, aunque no tenga nada que ver con mi vida, empatizo con algún personaje, me interrogo por qué eso que le pasa a mí me llega. Esa es la tarea de la ficción. No venimos a educar; venimos a mostrar posibilidades y a abrir las cabezas de las personas para que cada uno, dentro de ese mundo, haga lo que pueda y quiera con eso. Ojalá esta serie haga pensar mucho. Esa es un poco la idea.
Tamara Tenenbaum y Erika Halvorsen
Con el libro como brújula
El fin del amor es la adaptación del libro homónimo que Tamara Tenenbaum publicó en 2019. La escritora fue co guionista junto a Erika Halvorsen de la adaptación de aquel ensayo biográfico en una ficción. “El libro invitaba a la libertad porque era un ensayo filosófico -cuenta Halvorsen-. No era un documental sobre los vínculos. El libro fue la excusa: lo que le estaba pidiendo eran los derechos de su vida y de su mundo. Lo que más me interesaba era llevar algo audiovisual la voz de este personaje, su búsqueda y construcción constante de lo que ella va a haciendo, de una voz propia. La seguía mucho a Tamara, la conocía de grande, pero no sabría que había tenido una infancia en una comunidad judía ortodoxa. Entonces la pregunta fue qué paso en el medio para que esta niña que tenía su destino casi marcado y debería casarse virgen en un matrimonio arreglado, cómo llega a ser esta mujer libre e independiente. La serie habla sobre un personaje lanzado a la exploración de lo vincular, poniendo en crisis las formas de vincularse, y nutriéndose de sus amigas y del resto de los personajes que la rodean”.
Tenenbaum cuenta que no le fue dificultosa la adaptación de su ensayo a esta serie porque se entregó a la idea de abrirse a un proceso nuevo. “En ningún momento me até a lo que decía el libro sino que me dejé llevar por aquello que sirviera para un formato nuevo. El libro nos sirvió para destrabar situaciones de la trama. Mas que una adaptación, el libro fue una especie de brújula. La batería de recursos que nos permitió el audiovisual para que la textura del libro estuviera presente en la serie fueron infinitos, desde audios o mensajes de Whatsapp hasta columnas de radio o escritas”, detalla la escritora.
Aunque comprenden que se trata de una serie que aborda en profundidad y sin tapujos conflictos que las nuevas generaciones tienen más presentes, ambas señalan que El fin del amor no es para una audiencia de nicho. “El conflicto de la serie es identitario y eso no nos abandona nunca. Yo pasé los 40 y el personaje está en la crisis de los 30, pero todos volvemos a esas preguntas sobre quién soy y qué quiero ser. El derrotero de este personaje, que a la vez es hermana y es hija, y hace una exploración de su vínculos, no nos es ajeno porque nada de lo humano lo es. No creo que esta serie le hable a una minoría o a una generación, sino que contamos una historia particular que es muy universal como la de Tamara”, reflexiona Halvorsen.
Por su parte, Tenenbaum considera que -tal vez- lo que es generacional en la serie es en el tratamiento. “En la interacción de Tamara y sus amigas -señala- vemos una forma de conversar y habitar, de vivir la vida, que es específico a la sociabilidad de una generación. Nos interesaba que estuviera eso presente porque siento muchas veces que esa vida no la veo en series o películas. Obviamente, hay películas sobre gente joven pero que tienen profesiones que ni mis amigas ni yo tenemos, viven en casas gigantes que no se entienden cómo las pagan, usan unos trajecitos divinos todo el tiempo… Están contando universos que supongo que existen, pero no son los de mi mundo. Nos pasaba que quienes aprobaban los guiones (que viven en Miami) no entendían cómo Tamara además de ser profesora en la universidad también trabajaba en radio y escribía columnas en revistas. Les costaba entender que necesitamos tener tres o cuatro trabajos para poder vivir. Y en la Argentina, aunque conocemos que vivimos con varios trabajos a la vez, tampoco ves series que reflejen eso. En ese sentido, la serie la serie refleja la vida de una generación en América latina y en este momento”.