[LIMA] Las evaluaciones de seguridad hídrica de las áreas de montaña requieren una perspectiva socio-ecológica que vincule la hidrología de cuencas con una visión más amplia, que incluya las reservas superficiales y subterráneas, los flujos de agua subterránea más profundos, y las personas que dependen directamente de estos recursos y que tienen una mejor comprensión del proceso de la demanda humana de agua.
Según señala un artículo publicado en Nature Sustentabilty, para ello es necesario que la comunidad científica replantee completamente los métodos y tecnologías utilizados para evaluar la disponibilidad actual de agua en esas áreas —que muchas veces están demasiado centrados en los glaciares y su inminente deshielo— con el fin de modelar escenarios futuros de disponibilidad hídrica.
Al respecto, los autores del trabajo plantean que si bien existen varios ejemplos de estrategias integradas que incluyen un trabajo conjunto entre científicos y comunidades locales que dependen del agua de los glaciares para subsistir y que poseen una serie de ingeniosas soluciones locales —como la siembra y cosecha de agua, conservación de turberas y reservorios interconectados—, es necesario tener datos y evidencias sobre la eficacia de tales estrategias para ayudar a esas poblaciones a impulsar su propia adaptación climática y aumentar su seguridad hídrica.
Tras reconocer que la desaparición de los glaciares tropicales es un proceso irreversible, que afectará la calidad del agua de consumo por la carga de metales pesados provenientes de los depósitos que quedarán expuestos, Fabian Drenkhan, uno de los autores del artículo, señala a SciDev.Net que centrarse solamente en su derretimiento para evaluar la seguridad hídrica futura de las áreas de montaña conduce a la falsa conclusión de que el deshielo conducirá a quedarse sin agua.
“No es al derretimiento de los glaciares que debemos adaptarnos; es al conjunto de cambios que ocasiona el cambio climático en una cuenca en sus diferentes mecanismos de oferta de agua (glaciares, humedales, aguas subterráneas…) y al conjunto de dinámicas sociales y de la demanda del agua en la cuenca”.
Bert de Bievre, secretario técnico del Fondo de Agua para Quito
El geógrafo, quien actualmente es investigador docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, aclara que el derretimiento puede tener un efecto importante en la época seca. Sin embargo, dice que mucho más importante es entender cómo funciona el ciclo hidrológico, e incluir otros componentes, como el aumento de la demanda de agua, el creciente nivel de contaminación por la agricultura, minería, desagüe. “Todo eso constituye la seguridad hídrica, que es un tema muy complejo”, afirma.
En otras palabras: hay que tener una visión más integrada entre cuenca alta, cuenca baja y todos los actores del ciclo hidrológico. “Tenemos que integrar mejor nuestros modelos y bases de datos científicas con la climatología, glaciología, hidrología, ecología y temas sociales de la demanda de agua”, subraya, aunque reconoce que a veces este enfoque se ve limitado por falta de datos consistentes y precisos para poder trabajar de manera integral.
Bert de Bievre, especialista en seguridad hídrica con más de dos décadas de experiencia en manejo integrado de cuencas y áreas de montaña quien no participó en el estudio, coincide con los autores.
Los glaciares “son un excelente indicador del calentamiento global, pero no necesariamente deben ser la preocupación más grande para el futuro de la seguridad hídrica bajo el cambio climático”, opina.
“No es al derretimiento de los glaciares que debemos adaptarnos; es al conjunto de cambios que ocasiona el cambio climático en una cuenca en sus diferentes mecanismos de oferta de agua (glaciares, humedales, aguas subterráneas…) y al conjunto de dinámicas sociales y de la demanda del agua en la cuenca”, comenta a SciDev.Net.
Además, recuerda que muchas zonas de montaña no tienen hielo en sus cumbres. “En estas montañas, la seguridad hídrica no tiene relación con el derretimiento de glaciares”, puntualiza.
De Bievre, actual secretario técnico del Fondo de Agua para Quito (FONAG), dice que los autores del estudio abogan acertadamente por modelos acoplados —el modelo glaciar, sumado al modelo hidrológico de ecosistemas de montaña, al del crecimiento en la demanda de agua, más un análisis de vulnerabilidad humana— para entender la seguridad hídrica en zonas de montaña.
“Es un buen camino a seguir. Sin embargo, no debe olvidarse que hay muchas medidas de adaptación ya identificadas, y que en cualquier escenario futuro serán útiles: conservación de los ecosistemas de montaña, restauración de humedales, limitar el avance de frontera agrícola. No siempre es necesario estudios complejos para llegar a diseñar estas medidas”, indica.
Los autores plantean también un mejor marco de colaboración entre ciencia, comunidad y políticas, que permita un mejor aprovechamiento de los resultados. Una base de evidencia científica más robusta puede ayudar a integrar estas prácticas y los planes de manejo de cuencas fluviales, para compensar algunos de los impactos negativos del cambio climático, subrayan. Por eso, exhortan a mejorar la recopilación de datos y conocimientos diversos, e integrarlos en una ciencia colaborativa.
“Pueden ser talleres, proyectos conjuntos, lo importante es que cualquier iniciativa debe ser coproducida y con conocimientos integrados, incluyendo los conocimientos ancestrales. Los enfoques de arriba para abajo deben ser sustituidos por un enfoque de abajo hacia arriba y trabajando desde el inicio en conjunto”, puntualiza Drenkhan.
“Existen técnicas muy antiguas que funcionan desde hace siglos y que son simples de implementar, sin tanto impacto ambiental y de bajo costo y que la población local, que de alguna forma está vinculada con esa cultura, las acepta más fácilmente porque las conoce”, añade.
Pero aclara que es igualmente importante conocer sus limitaciones, eficacia y qué se sabe de sus beneficios.
“Al no tener datos, por ejemplo, sobre los flujos subterráneos del subsuelo, no podemos hablar sobre el beneficio concreto de medidas como la cosecha de agua. Para implementar cualquiera de estas tecnologías hay que conocer exactamente el ciclo del agua de esa zona específica, y lo que pasará aguas abajo. No se les puede implementar como una medida de beneficios claros si no se conocen bien todos sus aspectos”, afirma.
Para de Brieve, la “ciencia ciudadana” puede jugar un rol muy importante en acortar las brechas de información. “De una u otra manera tenemos que pasar a un modelo en el que todos aportemos al monitoreo y a la generación de información”, dice.
Y acota que las necesidades son tan inmensas que ninguna institución podrá responder a esta demanda por sí sola, y a todas las escalas espaciales locales que se requieren. En muchas circunstancias es mejor un poco de información: “un 7/10, es mucho mejor que cero, que significa no tener nada”.
> Enlace al resumen del artículo en NatureSustentabilty
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net