La Antártida, el continente más austral de la Tierra, es reconocido como una zona de paz y ciencia desde el 1 de diciembre de 1959. Desde la firma del Tratado Antártico, el número de signatarios creció hasta un total de 55 países en agosto de 2022. México es el único país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en América Latina que no forma parte de esta mesa de debate global. Los promotores mexicanos a favor de la adhesión consideran que la Antártida representa una nueva serie de oportunidades y retos para el país.
“México tiene un gran número de investigadores con viajes a la Antártica que han hecho publicaciones y campañas, pero que están dispersos por otros países. Esta es la oportunidad para que el país norteamericano dé un impulso al reconocer el Tratado Antártico que busca preservar una Antártida que promueve la paz, la coordinación internacional y la ciencia”, dice Jerónimo López, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y expresidente del Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR, por su siglas en inglés), en entrevista con EL PAÍS. La visita a México del científico y expedicionario, quien ha pisado 12 veces la Antártida, se enmarca en el programa del SCAR Visiting Scholar, en coordinación con la Agencia Mexicana de Estudios Antárticos (AMEA), representante del país ante el SCAR.
Formar parte del tratado Antártico le permitiría a México, según sus promotores, situarse en el centro de los paneles mundiales de discusión en cambio climático y desarrollo tecnológico para la generación y administración sustentable de recursos naturales. El estudio de los extremófilos y otros microorganismos presentes en zonas con climas extremos como la Antártica permiten el mejor entendimiento de la evolución de la vida y de los propios ecosistemas como el desierto mexicano.
En su visita, Jerónimo López Martínez ha trabajado con investigadores nacionales de diferentes instituciones para impulsar el desarrollo de una ciencia antártica robusta que apoye los trabajos encaminados por la Agencia Mexicana de Estudios Antárticos para que el país se adhiera al Tratado Antártico, un símbolo de paz y de cooperación internacional. Cuenta con 55 países miembros y consiste en la colaboración para mantener las condiciones de parque natural del continente, y así abrir las puertas a todos los científicos de diversos países.
“La Antártida ha sido el último de los continentes en ser descubierto y colonizado por los humanos. Es, por un lado, el más frío, ventoso e inhóspito que existe y, por otro, el más inaccesible desde los centros de expansión de las civilizaciones”, afirma López Martínez. El Tratado Antártico está conectado con sistemas internacionales de Naciones Unidas y adherirse a él sería un impulso para la propia AMEA y la comunidad científica, opinan sus promotores.
Se calcula que la Antártida contiene el 70% del agua dulce del planeta, ya que allí se concentra el 90% de todo el hielo de la Tierra
México ya dio el primer paso para acercarse al Tratado Antártico al ser aceptado como miembro asociado del Comité Cientifico de Investigación Antártica (SCAR por sus siglas en inglés), en reconocimiento de su labor antártica científica. Al avanzar en el proceso de ratificación del tratado, México podría participar en proyectos multilaterales con países líderes en ciencia antártica en Latinoamérica y el mundo, fortaleciendo así la colaboración científica y tecnológica entre gobiernos e instituciones de educación e investigación del país en varias áreas del conocimiento.
Otra de las ventajas sería acelerar el desarrollo tecnológico del país en diversas áreas como biología, astrofísica, geociencias, comunicaciones, ciencias de datos, diplomacia científica, humanidades o artes; entender mejor las relaciones globales del clima en los polos y sus implicaciones a corto y largo plazo en nuestros ecosistemas locales y consolidar su compromiso en temas de conservación ambiental y jurisprudencia global.
La AMEA nació del interés de la comunidad científica y la sociedad mexicana en participar activamente en las actividades relacionadas con el manejo del continente Antártico, en colaboración con todos los países miembros, buscando ser un facilitador de información y recursos para hacer la colaboración internacional en ciencia y tecnología más abierta y transparente. Además, apoya con la gestión administrativa y estratégica de la firma del tratado de la Antártida por parte del gobierno de México, además de apoyar con la vinculación académica entre diversas instituciones nacionales y colaboradores internacionales y otras agencias.
El Tratado Antártico, firmado en el contexto de la Guerra Fría, buscó evitar una escalada militar, afirmando que “es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional”. El Tratado se firmó en Washington el 1 de diciembre de 1959, y entró en vigor el 23 de junio de 1961. El pacto congeló las reclamaciones territoriales existentes y estableció que la Antártida se convierta en una reserva científica internacional. También prohibió las pruebas nucleares y “toda medida de carácter militar, excepto para colaborar con las investigaciones científicas”. Se calcula que la Antártida contiene el 70% del agua dulce del planeta, ya que allí se concentra el 90% de todo el hielo de la Tierra.
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