Por si esto no fuera suficiente, hay una vuelta de tuerca más en este drama cuando el político en cuestión es una mujer. Una mujer con derechos democráticos en igualdad, pero inmersa en una sociedad, por más moderna que sea, con rasgos de una mentalidad machista. Es el caso de Sanna y su fiesta en Helsinki.
La joven Sanna Marin bailó y cantó en su residencia con un pequeño grupo de amigos el pasado verano 2022, después de asistir al famoso festival de rock Ruisrock. Nada inusual para una joven de 36 años, si no fuera porque Sanna, bueno, es la primera ministra de Finlandia y aquella inocente fiesta la realizó, claro, en el lugar que habita actualmente: Kesaranta, la residencia oficial de los gobernantes finlandeses.
Al filtrarse los videos de la joven bailando y cantando emocionada, un debate político-moral con posturas en contra y a favor, se viralizó en Finlandia y no tardó en extenderse al planeta entero. ¿Cómo era posible que una persona con el cargo público de la más alta responsabilidad utilizara un espacio oficial, pagado con los impuestos de la gente, para una fiesta privada? Pero ella tiene el derecho a la privacidad, a vivir como ella quiera en sus horas no laborales, dijeron otros.
Ante la crisis, control de daños. Sanna convocó a conferencia de prensa y pidió perdón. Afirmó que tiene derecho a vivir su vida con normalidad. “Confío en que la gente entienda que el tiempo de ocio y el tiempo de trabajo se pueden separar”, argumentó. Obviamente, el escándalo fue aprovechado por sus opositores que exigieron un examen antidoping. Sanna se lo realizó y resultó negativo. Sin embargo, las críticas continuaron y algunos pidieron su renuncia.
Una parte de la población finlandesa la defendió. Sin duda, Sanna era una víctima de la caduca moral política, se le atacaba por ser mujer. ¿Qué hubiera pasado si las imágenes hubiesen sido de un hombre bailando?, ¿se habrían indignado igual los santurrones de la política finlandesa?, seguramente no. Todo esto no habría pasado de algunas bromas pesadas, unos memes y un pasajero escándalo. Una campaña de apoyo solidario llamada #solidaritywithsanna se viralizó. Cientos de mujeres publicaron videos donde bailaban y cantaban con libertad y desinhibición. Hillary Clinton publicó una foto bailando con el mensaje: keep dancing, Sanna. Había que defender no solo el derecho a la privacidad, sino a una mujer acosada por una mentalidad machista.
Esto nos hace preguntarnos: ¿cuál es el límite de un político?, ¿cuándo un personaje público se convierte en una persona privada?, ¿cuándo debería dejarnos de importar su vida?