Colombia, al verse vulnerable, empieza a exigir a los llamados países consumidores una responsabilidad proporcional a sus niveles desbordados de consumo de energía fósiles. Aunque vale recordar que las principales fuentes de emisión de gases en Colombia son la ganadería extensiva y la deforestación, seguidos por el uso de esos combustibles fósiles.
Las críticas
La polémica que ocasionó el discurso de Petro es vacía e incluso engañosa por las deficiencias argumentales de la oposición, buena parte de la cual ha optado por el negacionismo frente al calentamiento global.
Basta observar las críticas al Acuerdo de Escazú en el Congreso cuando se refieren a él como globalismo. Una delirante teoría que no solo niega la gravedad del fenómeno ambiental, sino que antepone el nacionalismo soberano sobre el compromiso con los derechos humanos y las buenas relaciones con las instituciones internacionales.
Pero la oposición toma ventaja de la evidente falta de claridad y pedagogía del gobierno para aclarar en qué consiste la transición energética. Hay mensajes constantes en sentidos contrarios, algunas veces explicables por la pluralidad del gabinete, pero otras veces por la aparente falta de coherencia.
Cooperación internacional
Por otro lado, Petro fue insistente en su crítica al sistema financiero internacional. Para el presidente colombiano existen demasiados estímulos económicos para que los países se preocupen por ser viables fiscalmente, sin tener ningún reparo por el desarrollo sostenible.
Por eso sucede que cualquier nación que avance en la vía de cambiar su matriz energética es sometida a una feroz presión por parte de los mercados e inversionistas, y corre el riesgo de perder elegibilidad para créditos internacionales. Petro pretende trabajar en un frente internacional por la defensa de las energías limpias. Petro insiste en que resulta imposible avanzar en una transición ecológica si, cada vez que un país de Suramérica anuncia un cambio energético, el sistema internacional lo disuade.
La propuesta de canjear deuda por inversiones en energías limpias no es nueva, pero sí es novedosa para Colombia porque el sector medioambiental jamás tuvo semejante peso en la política exterior. Esta idea recuerda la iniciativa de Rafael Correa en Ecuador, cuando propuso a la comunidad internacional un compromiso para no explotar los ingentes recursos de petróleo en la reserva Yasuní en la Amazonía, a cambio de los cual Ecuador recibiría 3600 millones de dólares. Pero la iniciativa no prosperó por falta de compromiso de los países más desarrollados.
Todavía hay mucho miedo y reservas sobre transición energética. El caso venezolano, que fue el más dramático y aleccionador, puso en evidencia el problema de depender de la industria extractiva.
Ahora que los países tienen más precariedades y situaciones deficitarias, es todavía más difícil encontrar un equilibrio entre el beneficio económico y la protección del medio ambiente.