La primera ministra de Barbados, Mia Mottley, se erige en gran protagonista de la COP27 reclamando financiación a los países ricos
Una enérgica mujer de 56 años, Mia Mottley, ha desafiado a los países ricos en el COP27 en la desigual batalla de la justicia climática. La primera ministra laborista de Barbados, la misma que rompió los vínculos con la monarquía británica y convirtió a su país en república caribeña, abandera ahora la lucha de los países en desarrollo para lograr que los países ricos paguen por los “daños y pérdidas” causados por el clima extremo.
Mia Mottley ha sido sin duda la gran protagonista en la denominada jornada de la financiación con la puesta de largo de la “Agenda Bridgetown”, rebautizada como el Plan Marshall del cambio climático. Su irrupción en escena provocó de hecho las primeras reacciones positivas de la comunidad internacional ante el obstáculo que se interpone hace más de una década entre el norte y el sur global.
“Nosotros fuimos quienes financiamos la revolución industrial con nuestra sangre, sudor y lágrimas”, declaró Mottley a su paso huracanado por Sharm el Sheij. “¿Y ahora tenemos que afrontar la doble penalización de pagar también el coste del aumento de las emisiones? Eso es fundamentalmente injusto”.
No lo pudo decir más claro Mia Mottley, formada en la London School of Economics de Londres y con una visión social y ambiental de la economía (“una placa solar en cada tejado”) que le llevó a lograr el 70% de los votos en el 2018. Desde entonces, no solo se ha erigido en la viva voz de los países-isla amenazados por la subida del nivel del mar, sino también en estandarte del grupo G77 donde se dan la mano los países en desarrollo (frente al G20, responsable del 75% de las emisiones).
“El mundo de hoy se parece demasiado al que teníamos con los imperios coloniales”, advirtió la primera ministra de Barbados, que ha reclamado una reforma a fondo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. “Muchos países que están aquí no existían siquiera cuando esas instituciones fueron creadas. Tenemos que entender esto para saber por qué no hemos podido avanzar ante el cambio climático”.
“Hemos sido capaces de acabar con la esclavitud, de poner al hombre en la Luna, de desarrollar una vacuna durante la pandemia en menos de dos años”, recalcó Mittley. “Y sin embargo seguimos hablando de “daños y pérdidas” causados por el cambio climático sin llegar a una solución, mientras las petroleras se embolsan 200.000 millones de dólares en tres meses. La gente en la Tierra merece algo mejor; a nuestros líderes hay que reclamarles mejores resultados”.
En julio pasado, Mottley convocó a decenas de expertos para impulsar la Agenda Bridgetown, con una llamada “urgente y decisiva” a la acción colectiva y ante las múltiples crisis, empezando por la creación de nuevos mecanismos de ayuda económica a los países más afectados por el cambio climático. Mottley ha explicado su plan a la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, y ha logrado en Egipto la bendición del secretario general de la ONU, António Guterres, que ha pedido encarecidamente a los líderes que “tengan muy en cuenta sus ideas”.
Su primera reivindicación es cumplir finalmente con el compromiso de 100.000 millones de dólares anuales de financiación a los países en desarrollo, que deberían haberse alcanzado en el 2020 y que sigue demorándose. Ella propone la creación de un nuevo mecanismo multilateral para gestionar las ayudas de “daños y pérdidas” y embarcar al sector privado en la “mitigación” y en la “reconstrucción” tras los desastres climáticos.
La primera ministra de Barbados reclama también un esfuerzo mucho mayor de ayudas a la “adaptación” (reforestación, construcción de barreras naturales, cosechas resistentes a las sequías) y a la condonación de la deuda que estrangula a muchos de los países más vulnerables en África, Sudamérica y Centroamérica y el sureste asiático.
Los países ricos han hecho hasta ahora todo lo posible por demorar el debate y no quieren oír hablar de “reparaciones” por el impacto del cambio climático. Pese al impulso dado en el COP25, con la creación de la así llamada Red de Santiago, el tema quedó finalmente en la cuneta de la COP26. Los países en desarrollo esperaban a la COP27 africana para volver a la carga, pero tuvieron serios problemas incluso para incluir los “daños y pérdidas” en la agenda.
Tan solo Dinamarca, Escocia y la Región Valona habían arrimado hasta ahora el hombro. Australia y Nueva Zelanda han dado movimientos en ese sentido y hasta el negociador chino Xie Zhenhua ha indicado en Egipto que su país (el primer emisor mundial de CO2) estaría dispuesto a contribuir a un fondo de compensaciones. Reino Unido puso también su grano de arena al anunciar que la agencia de crédito a la exportación incluirá por primera vez cláusulas de “resiliencia al clima” vinculadas a la deuda (con una demora de hasta dos años de los pagos si un país sufre un desastre natural).
El enviado especial norteamericano, John Kerry, ha sido sin embargo criticado por eludir el debate sobre “daños y pérdidas” con la presentación del Energy Transition Accelerator en la COP27. Se trata de un plan para desarrollar un nuevo mercado de créditos de carbono, centrado en la aceleración de la energía limpia en los países en desarrollo. La iniciativa de EEUU, un día después de que la ONU presentara sus líneas rojas contra el blanqueo ecológico, ha sido criticada por la ONGs como “una distracción para que las corporaciones del norte global puedan retrasar la reducción de emisiones”.
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