La famosa maldición de cuartos siguió su cauce para una España eminentemente defensiva y que tuvo en las botas de Julio Salinas el pase a semifinales
La victoria ante Suiza en octavos se recuerda como el mejor partido con el de Barakaldo en el banquillo
Todo lo que rodeó a la España de Clemente estuvo rodeado de épica, de polémica y de una apuesta defensiva y eminentemente física. El Rubio de Barakaldo rompía con la línea que había seguido hasta ese momento la RFEF con seleccionadores de buen trato y poco incendiarios. De hecho, era todo lo contrario.
Tras ganar el histórico doblete con el Athletic, el vizcaíno cogió las riendas de España con el objetivo de cambiar el rumbo de las cosas. Cuestionó la hegemonía de la ‘Quinta del Buitre’ (en menos de dos años dejó de convocarlos a todos) y puso en marcha un relevo generacional que pasaba por el Dream Team del Barça y por un buen número de futbolistas vascos. Los Hierro, Luis Enrique, Guardiola, Ferrer, Abelardo, Barjuan, Cañizares, Caminero (la mayoría campeones olímpicos en Barcelona’92) y compañía aportaron la sabia nueva, mientras que los Goikoetxea, Beguiristain, Salinas o Zubizarreta ponían la veteranía.
CLASIFICACIÓN DE INFARTO
No arrancó nada bien el camino hacia Estados Unidos 1994. Tres empates sin goles ante combinados muy menores como Letonia, Irlanda del Norte y la República de Irlanda dejaron muy mermado el proyecto de Clemente. Pero la recta final de esa fase de clasificación fue brutal. Coronado con una victoria épica y agónica ante la Dinamarca de Laudrup.
Una vez en territorio americano, España cuajó una buena fase de grupos. Lastró el empate ante Corea del Sur (marcó la expulsión de Nadal). Después, empate merecido ante Alemania y triunfo sólido frente a la Bolivia de Azkargorta. España tiraba de oficio y de sacrificio, dos rasgos innegociables para el técnico de Barakaldo.
SUIZA Y LA INJUSTICIA ANTE ITALIA
En octavos llegó la que, para muchos, fue la mejor obra de Javier Clemente al mando de la selección nacional. Se impuso con contundencia (3-0, goles de Hierro, Beguiristain y Luis Enrique) y mandó un mensaje a la competición: había que tenerla muy en cuenta. Pero la mítica maldición de cuartos de final (España no pisaba unas ‘semis’ mundialistas desde Brasil 1950) haría mella de nuevo.
Tocaba cruzarse con la dura Italia de Arrigo Sacchi. Y lo cierto es que los hombres de Clemente fueron superiores. Merecieron pasar, pero no estuvieron certeros de cara al marco de Pagliuca. Baggio adelantó a los italianos, empató Caminero, pero el otro Baggio, Roberto, ajustició en el 88’. Salinas falló un mano a mano clarísimo ante el arquero rival. Y ya en el añadido, la jugada del Mundial. El famoso codazo de Tassotti a Luis Enrique: el asturiano sangrando a borbotones y reclamando penalti al húngaro Puhl. El colegiado magiar no quiso saber nada. España volvía a quedarse por enésima vez a las puertas.