Fue canciller argentina entre 2016 y 2017. Pero fue más que eso. Susana Malcorra fue la única mujer que estuvo al frente del ministerio de Relaciones Exteriores en la historia argentina. Y mientras ocupaba ese rol en el gobierno de Mauricio Macri, también competía para ser la primera secretaria general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). No lo logró, como ninguna de las otras seis mujeres que aspiraban a ese cargo, que finalmente obtuvo el portugués António Guterres.
“Que de toda esa oferta no surgiera una opción viable para ser secretaria general a mí me lleva a la conclusión de que hubo un techo de cristal”, dice Malcorra a LA NACION en una entrevista en el hotel Sheraton de Buenos Aires, después de participar de un panel como presidenta de GWL Voices, una asociación que reúne a 60 mujeres que buscan promover la igualdad de género en el marco de los organismos multilaterales. Y uno de sus primeros objetivos es, justamente, la ONU, el lugar donde la ingeniera y diplomática argentina trabajó entre 2012 y 2015 como jefa de gabinete del secretario general Ban Ki-moon. Su misión es que de la próxima elección finalmente salga la primera secretaria general en casi 80 años de historia.
Durante la entrevista, Malcorra afirma que no buscará nuevamente acceder a ese cargo ni tampoco tiene planes de volver a la gestión pública en la Argentina, país que dejó en 2017 para acompañar a su esposo en España, donde transitaba una enfermedad, y al que volvió esta semana por primera vez desde que estalló la pandemia del coronavirus.
-¿Cómo fue el camino desde la Cancillería hasta una asociación de mujeres líderes globales?
-Tres de las mujeres que competimos para la Secretaría General de la ONU -Helen Clark, que fue primera ministra de Nueva Zelanda y después la administradora del PNUD; Irina Bokova, quien fue la directora general de Unesco y canciller de Bulgaria; y yo- después que terminó el proceso y ya era evidente el resultado decidimos que teníamos que hacer algo juntas. Había un espacio en el cual nosotras podíamos contribuir fuertemente, que era toda la cuestión del empoderamiento de la mujer, pero en el contexto multilateral. ¿Por qué? Porque había una coincidencia nefasta que se estaba dando, que era el retroceso del empoderamiento de la mujer a lo largo del mundo junto con el debilitamiento del sistema multilateral. Las dos cosas van de la mano.
-Durante el proceso para la Secretaría General, ¿vieron algún tipo de sesgo de género?
-Éramos 13 candidatos, siete mujeres y seis hombres. A mí me cuesta creer que entre las siete mujeres no hubiera una que estuviese a la altura de la Secretaría General. En mi lectura, era evidente: que llegado el momento -era el momento de la mujer y se habían cumplido 70 años las Naciones Unidas-, ya no había otra alternativa. Y la oferta de mujeres era muy amplia; desde mujeres que habían sido primeras ministras, a mujeres que habían tenido posiciones en su gobierno en los niveles más altos, a posiciones altas dentro de Naciones Unidas. Entonces que de toda esa oferta no surgiera una opción viable para ser secretaria general a mí me lleva a la conclusión de que hubo un techo de cristal. Por eso hoy yo hablo de la futura secretaria general. Yo no hablo de la posibilidad, hablo de la futura secretaria general. Me parece que cuando se cumplan 80 años de Naciones Unidas, que va a ser cuando empiece el proceso de decisión [del sucesor de Guterres], ya no es una opción, es la única posibilidad y es que una mujer sea la que esté a la cabeza de las Naciones Unidas en el próximo turno.
-¿Se imagina usted compitiendo de nuevo por ese lugar?
-No, yo creo que hay un tiempo para cada cosa y mi tiempo fue aquel y no se dio. Me parece que hay que dar espacio a generaciones más jóvenes. Yo voy a estar trabajando intensamente para que esto se produzca, pero no seré yo una de las que participe del proceso.
-Más allá de las políticas orientadas a las mujeres, ¿qué aptitudes cree que aporta el liderazgo femenino en espacios de poder como gobiernos y la ONU?
-La primera cosa es que los hombres y las mujeres somos distintos. Y es fundamental ese aporte distinto y diverso que traen las mujeres. Es tan básico decir que las decisiones que reflejan a la sociedad tienen que representarla -empezando por su mayor división, la de género-, que es impensable que en este siglo no se admita y, sin embargo, estamos retrocediendo. Cuando vos mirás lo que dice ONU Mujeres –que nos va a llevar 135 años llegar a la igualdad de género en el mundo- es inadmisible. Hay que trabajar en eso y hay que producir cambios enormes.
-Usted fue la primera y única canciller que tuvo la Argentina, ¿con qué obstáculos se encontró en ese camino?
-Claramente, la perspectiva de género en Cancillería ha sido un tema muy difícil. La Cancillería es un ambiente muy masculino, entre otras cosas porque los elementos que habilitan a las diplomáticas a crecer y desarrollarse y conciliarlo con una vida de familia son muy difíciles. Yo traté de cambiar muchas cosas, pero efectivamente es un tema complejo. Y me parece que -y yo lo dije públicamente siendo ministra- en el gobierno en términos generales faltaba una transversalización mayor de la de la visión de la mujer, que es lo que hace la diferencia.
-Usted dejó el gobierno por cuestiones familiares, que es algo que también en general se vincula más a la mujer. ¿La supieron comprender o tuvo que batallar contra algún prejuicio?
-Yo creo que el presidente [Macri] entendió claramente; él sabía las razones. Pero esto también te muestra un entendimiento del poder mucho más holístico, mucho más abarcativo de la mujer. El poder se manifiesta de muchas maneras, incluyendo la familia. Eso es lo que hace una gran diferencia.
-Pasaron cinco años desde aquel momento, ¿cree que hubo un avance en relación a la presencia femenina en el poder en la Argentina?
-Yo creo que hay avances, pero son todavía demasiado tibios. Acá tienen que producirse saltos cuantitativos fundamentales.
-Usted hoy tiene esta mirada global, pero también tuvo su misión dentro de Cancillería -de hecho ahora existe un grupo de diplomáticas que buscan promover los derechos de las mujeres dentro del ministerio-, ¿se imagina volviendo a la gestión pública en la Argentina?
-Hay una cosa que aprendí en la vida y es ‘nunca digas nunca’, porque después te lo tenés que que tragar, pero me parece que yo estoy en una etapa distinta y tengo un rol distinto y una contribución distinta. Me parece que es fundamental que haya colegas en la diplomacia que trabajen en eso, pero de momento me veo en otro rol.
Junto a María Fernanda Espinosa, exministra de Exteriores y de Defensa en Ecuador, expresidenta de la Asamblea General de la ONU y directora ejecutiva de GWL, Malcorra repasa los principales desafíos para el liderazgo femenino en la región y en el mundo y alertan sobre una “estrategia” de algunos partidos de ultraderecha con rostros femeninos, como el de Giorgia Meloni en Italia: “Hay partidos que claramente cuestionan el derecho a la mujer y que están eligiendo mujeres líderes; es una manera simplificada de neutralizar el tema”.
-En América Latina hemos tenido hasta cuatro presidentas al mismo tiempo y hoy solo está Xiomara Castro en Honduras. ¿Ustedes lo ven como una situación meramente coyuntural o como el producto de determinadas situaciones?
-Espinosa: Bueno, en todo el mundo hay 22 jefas de Estado o de gobierno de 193 gobiernos. Eso habla fuerte y claro, ¿no? Te dice que el tema de la acción afirmativa de la cultura política de los países es algo en lo que hay que trabajar. Sabemos que efectivamente los espacios políticos siguen siendo tremendamente fascistas, que la violencia política contra las mujeres es muy disuasiva. El otro tema es el de la cultura política de los países y también, el sistema de partidos. Los partidos políticos suelen ser fuertemente machistas e incluso misóginos. Y lo digo así porque tengo experiencia en esto. Y hay un tema también del momento geopolítico que vivimos. Hemos visto en varias encuestas que la gente por lo general en momentos de crisis profundas como la actual tienen la tendencia a buscar líderes fuertes y automáticamente viene una idea masculina del poder. Cuando en realidad las mujeres en el poder pueden resolver, juntar y reconciliar a las sociedades que están fuertemente fragmentadas y polarizadas. En el sentido común diríamos que es más bien un liderazgo femenino el que corresponde a una situación de crisis profunda. Lo vimos con el Covid: las mujeres hicieron la diferencia con respuestas que fueron mucho más efectivas.
-Estaba pensando, por ejemplo, en el caso de Italia, que finalmente tiene a su primera premier, pero con una visión nacionalista y alejada de los derechos de las mujeres. Eso demuestra que el hecho de que haya una mujer en el poder no implica un triunfo del derecho de las mujeres…
-Espinosa: Yo creo que hay que tener claridad sobre dos cosas. Primero, que como mujeres tenemos que exigir los números correctos, o sea, somos la mitad de la población, no podemos estar representadas en el 10%. Ahora no necesariamente todas las mujeres ejercen un liderazgo feminista, ¿no? Es necesario tener los números bien y también tener los estilos del liderazgo en la línea de la inclusión, de la igualdad, de la construcción de un nuevo contrato social.
-Malcorra: En el tema de Meloni, yo creo que hay otro elemento que se está dando, que es muy interesante: partidos políticos o coaliciones de partidos políticos que claramente cuestionan el derecho a la mujer están eligiendo mujeres líderes. Porque es una manera simplificada de decir ‘bueno, nosotros acá tenemos a la mujer’. Es esta visión de confrontación entre el derecho de la mujer y el derecho de la familia, por ejemplo, que es central de estos partidos. Lo mismo pasa con Le Pen, en Francia. Es una estrategia que sirve para neutralizar el tema y, como decía María Fernanda, que sea mujer no significa tener una posición feminista. Entonces hay tácticas que se están usando para claramente trabajar en contra del derecho a la mujer de una manera más sofisticada, incluyendo el uso del liderazgo femenino.
-¿Cuáles creen que son las herramientas más eficaces para que las mujeres ganen terreno en la política? Desde el Estado, pero también en la sociedad…
-Espinosa: Creo que eso pasa por la educación formal, pero también en el cotidiano, con la cultura política. Eso no se resuelve por una ley de cuotas, eso se resuelve a través de procesos realmente profundos. Tiene que ver con cómo educas a los niños, por ejemplo, y con cómo también se hace visible la violencia política. En muchos casos se naturaliza. Eso hay que denunciarlo. En las campañas políticas -y en nuestra región es algo brutal-, el tratamiento que le dan a una candidata mujer y a un candidato hombre, en términos de cómo se interviene en tu vida privada, en cómo se juzga cómo te ves, etcétera, la carga yo diría que es 80% más sobre las mujeres y eso tiene un factor disuasivo en las nuevas generaciones.
-Malcorra: El cambio cultural es fundamental. Pero las políticas propositivas son fundamentales. Yo en mis épocas jóvenes era de las que creía que el mérito era suficiente. No es así. Por eso es definitivo que hay que imponer sistemas de cuotas. Porque si no, esto llevará, no 135 años, llevará siglos entonces. Alguien decía criticando el sistema de cuotas ‘bueno, no necesariamente llegan las mejores’. Puede ser, pero dejame decirte que yo no creo que lleguen los mejores en el sistema actual entre los hombres.
-¿Cuáles les parecen modelos de liderazgo femenino en la historia global?
-Espinosa: Lo primero que tenemos que reconocer es que la historia ha sido contada y escrita por los hombres. ¿Cuántas mujeres que han hecho aportes fundamentales no están nombradas, incluso en la literatura? Tienes figuras emblemáticas en toda la historia de las Naciones Unidas, por ejemplo. ¿Quiénes redactaron la carta fundacional de las Naciones Unidas? Hay que hacer una arqueología para sacar esos nombres y reconocer, por ejemplo, a Eleonor Roosevelt y el rol que tuvo en escribir la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hay que hacer está permanente arqueología de la historia para poder recuperar los nombres de las mujeres que han hecho la diferencia.
-Malcorra: Se dice que la historia la cuentan los que ganan y eso aplica exactamente al tema de las mujeres. Yo creo que nosotros, en un sentido más local, tenemos que reconocer el rol de Eva Perón. Más allá de que uno sea peronista o no sea peronista… Eva Perón murió a los 33 años. Y la influencia que ella aún hoy tiene, es decir, el voto femenino, cosas absolutamente significativas, y la virulencia que generó en los sectores que ella tuviera el espacio que tenía… Visto desde el rol del liderazgo femenino, ella tuvo un rol significativo.