A ello se enfrentan conscientes de lo que ven. Su movimiento empezó, explica Claudia, cuando acabaron sus respectivas carreras universitarias y llegó el covid. La pandemia les hizo reflexionar y apostaron por la vuelta a casa “es una manera de reinventarnos, usando nuestra formación y conocimiento para comenzar un proyecto nuevo”.
Igualdad y violencia de género y ecologismo “son dos necesidades que vimos prioritarias” y que estaban en su órbita de conocimiento. “Muchas veces faltan servicios en el medio rural, también hay un gran problema de despoblación”, pero tampoco las grandes ciudades, por sus condiciones socioeconómicas, son ideales para vivir, ya que a veces no es costeable ni tan siquiera el alquiler. “Muchos no tienen libertad de elección para volver a casa y hemos querido frenar estos problemas “, y luchar porque el rural ofrezca las mismas oportunidades y servicios que el resto.
“El medio rural tiene su propio funcionamiento y se dan más las dinámicas de violencia de género” advierten, aunque “hay un silenciamiento muy grande”. Lo que pretenden es establecer vías para romper con esa “doctrina” y que se pueda dar cobertura a ese problema.
“No queremos que esto sea un desierto demográfico en los próximos 20 años”, dice María. Y, además, consideran que el valor del mundo rural está ahí “y nos puede servir para afrontar los retos económicos y ambientales que tenemos como sociedad”.
Son emprendedoras y son ejemplo que quieren trasladar a otros. Su idea ha salido bien “estamos trabajando en ello, es un camino largo” pero, como ellas, muchos otros volvieron a casa por la pandemia. “Al final hay una tendencia de vuelta de gente joven. Es un trabajo duro pero estamos dispuestas a luchar por ello”.
En la panorámica del rural ven elementos disuasorios para el emprendimiento y también restas en la calidad de vida. La violencia de género es un problema que se agrava en los pueblos, el ecologismo, la falta de atención y, sobre todo, la sangría del adiós, con más propios fuera que dentro. Además, la mujer sufre una doble discriminación en el rural, por un lado, asume los papeles de cuidadora y, por otro sufre un paro 17% mayor que el de los hombres. En el Bierzo hay unas 4.829 mujeres en paro, de ellas, 1.876 están en edad de trabajar, o sea que es un 58% el porcentaje de paro femenino frente a un 41% de paro masculino.
Proyecto Nosotras Mujeres
Frente a esas carencias, las tres jóvenes: bióloga, letrada y politóloga ligada a temas ambientales y psicóloga especializada en violencia de género han querido llevar al terreno rural un proyecto nuevo que ya ha sido doblemente galardonado. Se llama “Proyecto Nosotras Mujeres” y se desarrolla alrededor de una decena de ejes marcados por el Pacto de Estado contra la Violencia de género de 2017.
La intención ha sido promover actividades para toda la población que les haga interactuar y despertar a una realidad que les envuelve y que a veces no ven. De esa manera han comenzado, en el mes de febrero a desarrollar dinámicas como el juego para conocer más sobre las mujeres del mundo rural, relevantes en la historia pero silenciadas por su género. Bajo el nombre de Femiquiz, han desarrollado esa actividad en Vega de Espinareda y Quilós. También han presentado una revista, la Fanzine, que recoge historias reales de mujeres en el mundo rural en Arganza y Sancedo. También han protagonizado un taller de emprendedoras en Bembibre, para estimular a mujeres en paro y un cuentacuentos con perspectiva de género en Brañuelas, Palacios del Sil y Toral de los Vados, para implicar a los más pequeños en los valores de igualdad.
Todas esas iniciativas ya han tenido su aplauso con el Premio a mejores ideas jóvenes en el mundo rural de Europa Direct Castilla y León y el Premio Compromiso con la Igualdad en el Desarrollo Rural 2022 de Affamer que recogen el 14 de noviembre en Madrid.
Pero el mejor aplauso tal vez lo han encontrado en los foros de participación “vivimos en un mundo tan individualista que la gente se siente sola y necesitan espacios para salir de su piloto automático”, dice Claudia. Compartir, conocerse los unos a los otros y caminar juntos entre mujeres, hombres, entre generaciones “es lo que construye sociedad” y consideran que es lo que puede luchar contra la despoblación.
Ellas ponen la atención en todas las patas “hay que poner mucho la tilde en la juventud, pero también que los mayores conozcan lo que necesita esa juventud. Es necesario que todos tengan un conocimiento de qué es lo que les mueve a las nuevas generaciones”. “La gente tiene que tener un referente de lo que es la comunidad”, y eso solo se consigue “hablando entre todos nosotros”. La parte educativa es fundamental, pero tiene que moverse al compás de la sociedad, porque si en casa no se les da educación en consonancia no serviría, apuntan.
De momento van ganando peso con el reconocimiento de su trabajo “es una pequeña semilla, un paso y ojalá más gente siga ese ejemplo”. María quiere llamar la atención sobre la necesidad de tener un entorno rural “en el que se pueda vivir y que englobe las distintas realidades, por un lado las más tradicionales, la mujer o el hombre que trabaja la tierra pero también otros perfiles como pueden ser los nuestros”.
Claudia asegura que los ayuntamientos les han dado una buena acogida a sus proyectos, sobre todo los que tienen que ver con el fomento del emprendimiento “es algo que no se fomenta demasiado pero creo que con el tiempo podremos inspirar a los jóvenes a que inviertan en un proyecto personal que lleve su identidad”. Quieren que se vea que el medio rural tiene formas de “hacer sociedad” y tener al alcance las actividades que realizan, relacionadas con el ocio y, al tiempo, con la reflexión por la igualdad. “Es una manera de que la gente ponga en valor su sitio sabiendo que existen distintas posibilidades”.
El principal problema que consideran que se debe atajar ya es la despoblación, que genera un aislamiento geográfico y eso hace que se perpetúen determinadas dinámicas, conductas machistas, que no haya accesos a servicios, que van de la mano de la población. “Se pierde tejido social”, dicen, y eso va muy ligado también con el ecologismo y la transición energética “pasa porque el medio rural, que tiene recursos naturales, tenga que reinventarse. Sin población difícilmente se pueden hacer estrategias ciudadanas en las que se puedan ganar la vida e incentiven esa justicia climática de la que habla la Unión Europea”. En ese sentido, las mujeres tienen mucho que aportar.
El capital humano que la administración no ve
“Las administraciones públicas podrían tener más iniciativa”, reprochan. En el problema de violencia de género, reconocen que no existen unos servicios bien estructurados como sucede en la ciudad. No hay equipos multidisciplinares y es más difícil acceder a ellos. A nivel educativo también. Además, no se ve como algo fundamental el trabajo de educar en valores “muchos ayuntamientos nos dicen que ya tienen las actividades pactadas. Hay mucho dinero gracias al Pacto de Estado pero muchas veces no lo invierten en infraestructuras o en remover modelos antiguos”. No se invierte en educación medioambiental aunque esté en boca de todos los retos climáticos. “Creemos que hay cierta desidia y dejadez. Hay ineficiencia en esas inversiones, tanto económicas como de esfuerzo”.
“Hay mucho dinero gracias al Pacto de Estado pero muchas veces no lo invierten en infraestructuras o en remover modelos antiguos”Tampoco hay una política común ni siquiera para evitar la despoblación como sí lo hay en otras poblaciones de distintos países. No se tiene en cuenta que lo principal es la gente en las zonas, el capital humano. “Hay que fijarse en los colegios, donde está el futuro del rural”, apuestan.
“Los políticos sí nos ven como el futuro de Europa, pero nuestra lectura es ¿dónde están las ayudas?”. Para los emprendedores son nefastas, porque las cuotas son muchas, las ayudas llegan tarde y, por supervivencia económica, o la gente no se lanza o tiene que desistir de poner su valor en pie. “Deberían empujar a los jóvenes desempleados para poner sobre la mesa su formación y hacer cosas que merezcan la pena”.
“Es muy importante estar al día, algo que se nos exige como autónomas, pero también lo deben estar las administraciones conociendo por dónde respira la juventud y la ciudadanía en general”, para que tengan con ellos un compromiso. La palabra no siempre va unida a los hechos y eso hace un daño irreparable al rural “siempre esperan a que la gente se mueva, pero vives en un tejido social que debes pagar. Tienes que tener un tejido que te sostenga, que te permita hacer cosas”. “No toman en valor las cosas interesantes que se les proponen”.
¿Hacia donde?
Ellas, mujeres rurales, no tienen una bola de cristal para saber el futuro hacia el que avanzan, pero sí desde donde partieron. Aseguran que, antes de su idea, no había proyectos que le dieran visibilidad a la mujer rural. Sí había movimientos feministas, pero más encauzados desde la vía política. Su intención es quedarse en la parte social, separándose de las diferencias ideológicas “poniendo nuestras ideas en común y ver que todos necesitamos lo mismo, no somos tan diferentes”, explican. Y para ello ya comienzan a barruntar nuevas ideas que poner en marcha.
En concreto hablan de iniciar charlas sobre prostitución, un tema muy desconocido y que, sorprendentemente toca fuerte al rural, ya que la tasa de prostitución en esas zonas es muy alta “va en relación a ese aislamiento en el que se perpetúan patrones heteropatriarcales”, dice María. También están horneando un curso sobre el acoso laboral y un taller para jóvenes de Bachillerato para explicarles conductas de desigualdad o acoso por las redes o dependencia de sus parejas “es necesario que reconozcan que valores forman parte de ese mundo de desigualdad”, apuntan como objetivo.