San Pablo. Isabela Santana, una desempleada brasileña de 48 años, cuida al máximo cada elección de su compra en un mercado del centro de San Pablo. “La inflación de los alimentos sigue muy alta y la plata alcanza para poco”, señala la mujer, beneficiaria del Auxilio Brasil, el plan insignia del presidente Jair Bolsonaro de ayuda social a los más pobres. “Esto es lo que más me preocupa”, reconoce Santana, que anticipa su voto por Luiz Inacio Lula da Silva.
Temerosos de perder apoyo de sus bases, y en un intento por atraer votantes escépticos en una campaña de desgaste y polarizada al extremo, con altos índices de rechazo de ambos candidatos, el exmandatario y el líder ultraderechista han evitado detallar sus planes concretos para el verdadero desafío al que se enfrentará Brasil tras el balotaje de este domingo: la economía.
Lula, el candidato más votado de la primera vuelta y que llega como favorito en las encuestas con 52% de intención de votos válidos según Datafolha, evitó anunciar quién sería su ministro de Economía, pese la presión de varios sectores para que lo definiera, y cómo haría para cumplir su gran promesa: volver a los años de bonanza económica de sus primeros mandatos (2003-2010).
En tanto, Bolsonaro (48%), que busca una remontada electoral histórica, ha hecho del Auxilio Brasil y las recientes mejoras en los índices de crecimiento, empleo e inflación el pilar de su campaña, pero evitó explicar cómo cumplirá las metas para un eventual segundo mandato, sobre todo con la explosión del gasto público y la promesa de elevar el salario mínimo de 1212 a 1400 reales.
“Creo que ni él [por Lula] sabe exactamente qué hacer, porque es de un partido con una plataforma de izquierda, de aumento del Estado, de despreocupación por el equilibrio fiscal, de intervención estatal de la economía, y tendrá que lidiar con esas demandas internas. Pero al mismo tiempo la realidad brasilera se impone”, señala Marcos Mendes, economista del instituto Insper, que resalta que el duelo en la mayor economía latinoamericana también será clave para el futuro de la región.
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Las discusiones sobre quiénes podrían ser parte del equipo económico y ocupar el cargo de ministro en caso de victoria de Lula cobraron impulso en la recta final de la campaña. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) permanece en silencio, pero sus últimas apariciones públicas con Henrique Meirelles, expresidente del Banco Central de 2003 a 2011 y dirigente de la conservadora Unión Brasil, reforzaron las señales de que busca dar certidumbre sobre sus intenciones económicas.
Ejecutivo del sector financiero, exministro de Economía de Michel Temer (2016-2018) y uno de los artífices del “techo de gasto”, Meirelles es el preferido del empresariado para volver a ese puesto clave, aunque hay otros nombres en danza. “Me da mucha confianza que Lula repetirá una experiencia de éxito como la de sus primeros años”, expresó esta semana.
Lula ha dejado abiertas “puertas de salida” cuando le preguntan por propuestas económicas para no posicionarse demasiado a la izquierda. Buscó así atraer a votantes de centro, como los de la excandidata Simone Tebet (MDB), que le dio su apoyo, y también obtuvo el respaldo de economistas de perfil liberal.
“La política fiscal responsable debe seguir reglas claras y realistas”, dijo el jueves Lula en una carta abierta, en la que habló de “combinar responsabilidad fiscal y social”. El expresidente busca acercarse a los mercados, que tras el sorpresivo caudal de votos de Bolsonaro en la primera vuelta reaccionaron con fuertes alzas en la Bolsa de San Pablo.
Planes económicos
La carta salió a la luz ante la presión al PT para que diera más detalles sobre su plan económico. La campaña ya dijo que revocaría el tope de gastos, pero no reveló cuál sería la nueva ancla fiscal y tampoco aclaró de dónde obtendría recursos para financiar nuevos programas.
“Hay una gran duda si, en caso de ganar, Lula se comportará como en su primer mandato, mucho más preocupado con el equilibrio macroeconómico, el superávit primario y el equilibrio fiscal, o como en el segundo, en el que el gasto público se salió de control. Era necesario que diera señales claras con un compromiso creíble sobre lo que haría con la economía, pero no dio certezas porque tiene una contradicción muy grande”, dijo Carlos Pereira, politólogo de la Fundación Getulio Vargas (FGV), que apuntó que los mercados esperan que haya definiciones concretas y rápidas sobre el rumbo económico.
En cambio, Bolsonaro, que confía en que “Brasil está listo para despegar el próximo año”, ya avisó que en caso de victoria dejaría como ministro de Economía al neoliberal Paulo Guedes, aunque en la prensa local barajan otros nombres. El presidente mantuvo en la campaña un patrón de oscilaciones en sus posiciones, a veces contradictorias, según el politólogo Josué Medeiros, del Centro de Estudios sobre la Democracia, de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
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Si bien, en guiños al mercado, elogió la gestión de Guedes, ya sugirió la intención de recrear carteras como la de Industria y Comercio, que hoy están bajo la tutela del ministro.
Guedes, de la Escuela de Chicago y al frente del Ministerio desde el primer día de mandato de Bolsonaro, no tuvo una gestión tan ultraliberal como la que se esperaba, según los analistas por el impacto de la pandemia y, este año, por las necesidades electorales del gobierno, que lo llevaron a abrir el grifo del gasto, condonar deudas y quebrar el “techo de gastos” públicos, que limita el aumento a la inflación del año anterior.
En ese sentido, el uso político y el futuro del Auxilio Brasil –del que 21,1 millones de familias dependen para comer- fue uno de los temas que enfrentó a Lula y a Bolsonaro con más dureza. “Sin este dinero [600 reales mensuales] no me podría siquiera alimentar”, dice João Gomes, un hombre sin hogar en la céntrica Praça da Sé de San Pablo, la megalópolis que concentra los fuertes contrastes sociales y económicos de Brasil.
Como Gomes, decenas de personas duermen en precarias carpas o colchones en el piso en ese lugar emblemático de la capital paulista. Cerca, desde la mañana cada día se forman largas filas para obtener un plato de comida. Bolsonaro resaltó la recuperación de la economía en la pospandemia, pero está acompañada de una expansión de la población en extrema pobreza y la desigualdad, alertan los expertos.
Al igual que Bolsonaro, que prometió seguir con el Auxilio Brasil, Lula tampoco explica de dónde sacaría el dinero para financiarlo a partir de enero (al actual monto, aumentado en agosto, prometió sumarle otros 150 reales por hijo), y cómo a la vez controlará la inflación en alimentos.
Lula apela a la nostalgia de los “años dorados” de sus primeras gestiones, cuando 28 millones de brasileños salieron de la pobreza, pero los economistas advierten por las dificultades con las que se toparía por un contexto global muy distinto el de la primera década del siglo, por el impacto de la guerra en Ucrania, la inflación global y la desaceleración china.
Según las previsiones del FMI, la economía de Brasil, que subió 4,6% en 2021 tras su caída de 3,9% en 2020, retrocederá a 2,8% de crecimiento este año y a 1% en 2023, un escenario de alta dificultad para quien asuma el 1 de enero.
Los expertos advierten que otro de los retos será mantener la recuperación de la inversión extranjera directa, que si bien hasta mayo acumuló en 12 meses el mayor valor en casi dos años ($60.021 millones) y permitió financiar el déficit en cuenta corriente, aún está lejos de los niveles prepandémicos ($69.174 millones en 2019 y $78.000 millones en 2018).
“No hay dudas de que muchos brasileños están sintiendo los efectos de las medidas económicas de Bolsonaro, con la inflación que empezó a bajar [tres índices seguidos de deflación mensual y previsión anual de 5,6%], el desempleo que cayó a 8,7% en el último trimestre, y eso asociado a las transferencias de renta tornaron a Bolsonaro más competitivo”, explica Pereira.
Para André Perfeito, economista jefe de la consultora Necton, la continuidad del Auxilio Brasil plantea una “duda fiscal” para el año próximo, con la urgencia latente de 33 millones de personas que padecen emergencia alimentaria, según la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía Alimentaria y Nutricional (Penssan). “Hay mucha gente pasando hambre y tantas otros con trabajos informales o ingresos muy bajos”, señala a La Nación, Paulo Feldmann, economista de la Universidad de San Pablo.
Si bien la deuda de Brasil respecto al PBI cayó al 77,6% respecto al 89% al que había llegado en la pandemia, los analistas advierten del desajuste alimentado por el aumento del gasto público. “El tema es si entrará o no en una trayectoria explosiva”, señala Igor Barenboim, economista jefe de la consultora Reach Capital y profesor de la FGV. El propio Guedes ha dicho que tiene intención de modificar el techo de gastos en 2023 (previsto en 4322.000 millones).
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Otra de las áreas con mayor potencial de fricción es el precio de los combustibles, cuya caída a raíz de una quita de impuestos fue clave para la deflación de los últimos meses. Lula sugirió terminar con la paridad de precios de Petrobras con el mercado internacional, algo ya criticado por Bolsonaro, pero sin comprometerse con un modelo específico.
“Para los cambios que necesita Brasil tiene que haber condiciones políticas, en una sociedad muy dividida, empobrecida y con una enorme desigualdad. Por eso habrá que ver en qué área el presidente electo querrá gastar su capital político una vez que asuma”, señala Mendes.