“1, 2, 3, 4, 5… Actualmente, el fútbol sala masculino ha disputado nueve Copas del Mundo. En total se han hecho más de 2.500 goles. En fútbol sala femenino aún no se ha hecho ningún gol en la Copa del Mundo. Llevamos 32 años viéndola en la tele”. Con estos simples y fríos datos en su cuenta de Instagram, la AJFSF (Asociación de Jugadoras de Fútbol Sala presidida por Natalia Orive) relata la situación que vive. Desde el pasado lunes la Asociación se ha hecho internacional, por iniciativa de Orive, 34 años, diez de batalla por la igualdad de oportunidades en su deporte.
Así cuenta su malestar: “Nos sentimos discriminadas. Lo que más duele es que pasen los días y se normalice nuestra situación. Es como si te anestesiaran, una especie de impunidad. Total, siempre ha sido así y ya está. Y como se está haciendo bien en otros ámbitos, se tapa el nuestro. Eso es robarles el día a día a las jugadoras. Ves que ha pasado ya un año y espera, espera, confía, no la líes, calma…”. Cita dos casos: Anita Luján (31 años) es la jugadora española con más internacionalidades (121) y no puede participar en un Mundial. Amandinha, brasileña de 28 años que juega en España y nombrada ocho veces la mejor jugadora del mundo, tampoco ha disputado un Mundial. “Es muy injusto”, resumen todas.
El campeonato de Europa lleva 12 ediciones masculinas (siete de ellas ganadas por España), por solo dos femeninas, con victoria española en 2019 y 2022. Luján, que empezó a jugar con 4 años y debutó en Primera con 15, fue una de las campeonas el pasado julio. Milita en el Futsi Atlético Navalcarnero. “Elegí este deporte porque me hacía feliz, sabiendo que no iba a vivir de ello. Pero sí pensé que iba crecer con el tiempo, como el fútbol femenino. Es frustrante ver que no, ver que el esfuerzo no tiene recompensa. Y es el mismo esfuerzo que los hombres”. Licenciada en Ciencias de Actividad Física y el deporte se está sacando el diploma de fisioterapia. “Me da rabia esta situación. No quiero hacer comparaciones, pero dedicamos mucho tiempo al fútbol sala, le damos prioridad y no hay igualdad de oportunidades. No tenemos las mismas competiciones y así es difícil avanzar”.
Amandinha tiene 28 años y lleva jugando a fútbol sala desde que tiene 5. Lo hacía en las calles de Fortaleza (Brasil) donde nació. Hace dos años llegó a España, al Torreblanca. Igual que Luján, siente que la discriminan por ser mujer. “Es muy triste saber que el fútbol sala femenino no tiene el derecho de jugar un Mundial. Es una verdadera discriminación. En todos estos años de carrera profesional, he tratado de entender por qué siempre nos excluyen de crecer. Siempre somos las que nos quedamos fuera de las principales competiciones del mundo. Es frustrante y he pensado muchas veces en tirar la toalla”.
El Mundial masculino, que se estrenó en 1989, disputará en 2024 su décima edición. Las mujeres solo disputan Europeos. Los dos, por cierto, los ha ganado la selección española; el último, este verano. ¿Los motivos? Contesta Orive: “No nos han dado nunca ningún argumento. Siempre nos han dicho que tenemos razón”. En 2016, junto a varias jugadoras internacionales, escribió una carta a Fatma Samoura, secretaria general de FIFA y a Sarai Bareman, la directora de fútbol femenino. Era el año en que se iba a lanzar el plan estratégico de la mujer en el mundo del fútbol para 2018-22. “¿Nosotras qué somos?, nos preguntábamos. No estamos ni en fútbol femenino ni en fútbol porque jugamos al fútbol sala. Parece que no tenemos cabida en ningún ámbito”.
Cuenta Orive que las dos directivas se mostraron “muy predispuestas” y les aseguraron que las incluirían en los planes estratégicos. Eso se tradujo en cuatro líneas en un documento del plan oficial de FIFA: “Desarrollo de nuevas competiciones de FIFA incluidas selecciones nacionales, fútbol sala y competiciones de clubes”. No hubo más.
“Vamos retrocediendo”
La frustración la resume Julia Dupuy, argentina de 22 años que empezó a jugar con 14, primero en Argentina, luego en Italia y desde este año en la Primera española (en el Poio Pescamar). “Me encantaría haber jugado más competiciones con mi país, pero esa es una de nuestras problemáticas actuales: que no competimos. Que las Confederaciones (en nuestro caso la CONMEBOL) suspendió nuestra Copa América 2021 cuando la masculina sí se hizo. No tenemos las mismas oportunidades competitivas. Un jugador de la selección masculina argentina desde 2019 hasta hoy ha jugado la Copa América (2019 y 2021), las clasificatorias para el Mundial y el Mundial de Lituania, la Finalissima, los Juegos Odesur. Yo, en el mismo periodo, solo he disputado una Copa América y unos Juegos Odesur”. Y añade: “Estoy cansada, pese a las campañas de protestas veo no solo que no avanzamos, sino que retrocedemos”.
Hace 14 meses (septiembre de 2021) volvieron a la carga con otra carta a la FIFA denunciando el “maltrato y abandono público” y reclamando igualdad de oportunidades. Así rezaban algunos párrafos: “La rama femenina del fútbol sala no cuenta con un plan estratégico, programas de desarrollo y mucho menos con un calendario internacional oficial. Nos hemos sentido continuamente marginadas. Se ha incumplido el código de buena gobernanza en el que FIFA proclama que debe estar en vanguardia de la promoción de la igualdad de género en el fútbol y luchar contra la discriminación”.
Consiguieron, como respuesta, una reunión por Zoom con los responsables de competición y con Sarai Bareman. “Se nos dijo que es algo en el que se van a poner a trabajar y que habrá Mundial”. Orive se queja de que lleva años escuchando la frase: “Habrá Mundial”. El pasado mes de julio le dijeron, de forma confidencial, desde el máximo organismo del fútbol mundial, que el tema está “sobre la mesa”. Pero nadie sabe más, lamenta. Y el tiempo pasa. Y los chicos ya han empezado las eliminatorias de clasificación para 2024.
Dice Orive, cuya asociación en España agrupa a 500 mujeres: “Si está sobre la mesa, que lo hagan público. FIFA se compromete a, va a trabajar con una inversión de tanto dinero con vistas a … Y nosotras, las jugadoras, respiramos un poco. Pero de momento, nada”. Está cansada de esperar, de la que considera pasividad y de sufrir lo que ella llama “doble discriminación” con respecto a los hombres, pero también al fútbol femenino, que sí se está potenciando desde FIFA. Le hace eco Dupuy: “Cada año hago las mismas entrevistas: hablo de que estamos marginadas, de que no tenemos oportunidades competitivas, de la discriminación por motivos de género, de la discriminación dentro del mismo comité de mujeres de fútbol femenino en FIFA. No hablo en las entrevistas de cómo me estoy preparando para jugar un Mundial… es algo que no me pueden preguntar ni a mí ni a ninguna jugadora”.
Orive remite a algunos datos. “En España el 43% de las jugadoras de fútbol sala no están dadas de alta en la Seguridad Social. El 21% de los contratos son verbales. El 60% gana menos de 449 euros al mes. El 11% gana entre 500 y 800. Solo 29 jugadoras de Primera ganan más de 1.000 euros”. Y añade: “En la temporada 2020-21 se tramitaron 5.000 licencias más de fútbol femenino alevín que de fútbol sala en España”. Para ella, sin fondos exclusivos, sin competiciones oficiales y sin torneos juveniles internacionales, dejan de existir. El producto no se vende, no se ve y no genera inversiones. Y menos sin Mundial. “En el próximo plan estratégico de FIFA de fútbol femenino se va a duplicar el dinero en inversión, se van a mejorar los premios para 2023. Un montón de proyectos… y de fútbol sala femenino no se habla nada. Nosotras no existimos”.
Para dejar constancia de que sí existen, ha ideado (otro) proyecto desde la AJFSF Internacional que se lanzará el próximo día 2 y que ha agrupado a varias de las estrellas mundiales de este deporte. Es una forma de protesta más, para que llegue a todos los estamentos. El mensaje: “El Mundial no puede ser un sueño, debe ser una realidad”.
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