En la década de los 90, un artista iluminó el fútbol español. Un jugador de dibujos animados, en palabras de Jorge Valdano, uno de los técnicos que lo disfrutó, aunque fuera brevemente. Un futbolista que llevó la alegría al Camp Nou una temporada y media. Menos le gozaron en Mestalla, donde supieron a poco sus dos minietapas. Un 26 de octubre de 1997, 25 años hace ya, Romario hizo su último gol en LaLiga. Aún dejaría una última muesca tres días después, en un partido copero ante el Hércules. Y ya no hubo más trazos para el recuerdo de un delantero peculiar en todas las facetas. Siguió goleando hasta el final de sus días futbolísticos, pero esos tantos ya quedaban lejos y había que verlos en resúmenes. Ésta es la historia de su paso por Valencia.
Retrocedamos esos 25 años y viajemos a aquel Valencia-Oviedo que terminó 1-1. El brasileño aprovechó un pase en profundidad del Burrito Ortega para controlar y definir duro y cruzado ante un Esteban Suárez que jugaba su primer partido como titular en la máxima categoría. El meta asturiano rememora el momento para Primera Plana: “Es un pase largo y veo que hay un jugador del Valencia que hace un desmarque. Yo venía de jugar en Segunda B, decido adelantarme y dejar un poco la portería pensando que se le iba a ir el control. De repente veo que se le queda en el pie y que en ese mismo momento golpea cruzadísima, fuerte y a mi derecha. Todo muy rápido. Cuando te marcan el gol ves quién te lo hace y dices ‘bienvenido a Primera, aquí el balón no se te va un metro tras controlarlo'”.
Venía de Segunda B y pensaba que se le iría el control: cuando te marcan ves quién lo hace y dices: ‘Bienvenido a Primera’
Esteban comprobó de primera mano cómo se las gastaba Romario en los últimos metros, la zona del campo donde mejor se manejaba, donde era un maestro. Jorge Valdano, destituido como técnico del Valencia un mes antes, lo define así: “Dentro del área era Maradona. Imaginativo, técnicamente perfecto. Parafraseando a Di Stéfano: kilómetros 0, goles 3. Corría lo justo, pero con un nivel de eficacia…” El preparador argentino apenas pudo disfrutar del brasileño. De hecho, sólo lo hizo en la pretemporada, en la que estaba volando y se lesionó en la final del Trofeo Naranja. Ese contratiempo le hizo perderse el inicio liguero de la 97-98, en el que el Valencia encadenó tres derrotas. Valdano fue despedido sin poder contar con Romario en partido oficial. “Cuando salió en camilla mi sensación es que en esa camilla iba yo también. Era un arma que los demás equipos no tenían“, rememora.
Parafraseando a Di Stéfano, cero kilómetros y tres goles; en el área era Maradona: técnicamente perfecto
La carrera de Valdano en el Valencia podía haber sido muy distinta de haber contado con ese arma. Y la de Romario, si el club hubiera tenido más paciencia con el argentino, quizá también, porque había sintonía entre ambos. “El día que me despidieron me golpeó la puerta de la habitación del hotel donde vivía para decirme que, si yo me iba, él no iba a jugar nunca más en él Valencia. ‘No no no, si no sigue usted, yo tampoco’. Y así fue, fue un hombre de palabra“, cuenta el argentino. Romario duró un poco más y disputó algunos encuentros a las órdenes de Ranieri, pero se terminó marchando al Flamengo antes de Navidad, como anunció a Valdano. Por segunda vez, porque ya había hecho lo mismo un año atrás, tras un encontronazo con Luis Aragonés.
Porque una temporada antes el Valencia ya contaba con Romario en sus filas. Había sido el gran fichaje del verano de 1996. El responsable de su llegada fue Paco Roig, que desmiente que Aragonés pidiera incluir una serie de cláusulas para sancionar las salidas nocturnas del astro brasileño. “Luis Aragonés para mí fue el mejor entrenador que tuvo el Valencia. Pero si Romario salía por la noche, Luis salía diez veces más. Le hablé mirándole a los ojos y le dije ‘Luis, voy a firmar a Romario, ¿le parece bien o mal?’, y me dijo ‘me parece que es la guinda que le falta al equipo’. Y después empieza a decir que no corre…”, relata el expresidente del Valencia. El asunto terminó mal, con Romario camino del Flamengo, cedido, en octubre. Y con Luis Aragonés dimitiendo poco después. En su lugar llegó Valdano. Cuando el argentino alcanzó un acuerdo con el Valencia, lo primero que hizo fue pedir el regreso del brasileño de cara a la siguiente temporada. “No entendía por qué el club era dueño del mejor jugador del mundo y lo andaba prestando. Hice todo lo posible por que lo recuperaran”.
Roig cuenta a este periódico la conversación que tuvo con Romario cuando le fichó: “Me dijo ‘yo el único defecto que tengo es que me gustan las mujeres, pero ni fumo ni bebo'”. Un mensaje que Romario repitió ante la prensa en una comparecencia difícilmente repetible, ya en octubre de 1997, un mes antes de marcharse para siempre del Valencia. Quizá nunca un jugador se ha mostrado tan sincero sobre sus salidas nocturnas como él aquel día, previa de un partido que el Valencia iba a jugar en Vigo y para el que el brasileño fue baja por faringitis. “El día que el presidente vino a Brasil a ficharme le comenté que la noche me encanta y que cuando no salgo, no marco. El día del Palmeiras salí por la noche, llegué a las siete de mañana a casa y marqué tres goles. Desde ahí no salí más y los goles no llegan, así que ahora empezaré a salir. Salí el jueves, salí ayer, saldré hoy y la próxima semana creo que haré igual. Y a quien no le guste…“. Fue la rueda de prensa en la que, preguntado por lo que opinarían sus compañeros, espetó la célebre frase: “¡Joder! Los compañeros, que se jodan. No les tengo que dar explicaciones sobre estas cuestiones”.
No tienen ni idea de lo que traje: era mejor que Mbappé de aquí a Lima y le tenían que haber hecho un monumento
Una rueda de prensa a la que el vestuario no dio mayor trascendencia. Al menos es lo que cuenta Fernando Gómez Colomer, uno de los pesos pesados de aquel Valencia. “¿Qué vas a hacer? Pero a pesar de todo no le dimos importancia. Ya sabíamos el tipo de jugador que se firmaba y cuál era su vida, aquí no iba a cambiar”, apunta. Para Fernando, lo capital no fueron sus salidas nocturnas, sino su rendimiento irregular: “Habría que analizar el motivo. No creo que fuera culpa ni de los compañeros ni de los entrenadores ni suya. Fue un poco de todo. El hecho de que viniera a una edad más avanzada y de que el equipo no jugara siempre cerca del área y fuera más de contragolpe le pudo perjudicar“, analiza.
Casualidad o no, una semana después de decir que había vuelto a salir por la noche, marcó su último gol en Liga. Y tres días más tarde repitió en Copa. Después ya no volvió a marcar, quién sabe si por no haber vuelto a salir o simplemente por no haber encontrado la confianza total del entrenador. En Valencia no pudo marcar las diferencias que hubiera deseado, pero Roig y Valdano guardan un gran recuerdo de él. “Para mí Romario era mejor que Mbappé de aquí a Lima, Valencia vibró totalmente. En 20 ó 25 partidos marcó 15 ó 16 goles”, señala el expresidente, que tiene en cuenta los encuentros amistosos (en realidad fueron 14 dianas en 21 encuentros). En choques oficiales hizo seis tantos en 12 partidos, contando las dos etapas. Roig cree además que la prensa no trató bien a Romario y que se hablaba demasiado de temas extradeportivos, una circunstancia que no ayudó al delantero. “Si lo hubiera tenido el Real Madrid, Romario estaría jugando todavía, pero aquí no tienen ni puta idea de lo que traje. Es el mejor delantero centro del mundo. Yo tengo amigos del Madrid y del Barça y las orgías que hacen no salen en ningún sitio. Y aquí que si sale, que si no juega… A Romario le tenían que haber hecho un monumento”, comenta a Primera Plana.
¿Qué vas a hacer? Ya sabíamos el tipo de jugador que se firmaba y cuál era su vida, no iba a cambiar en Valencia
Valdano también le defiende. “Le recuerdo como un súpercrack y como una persona muy leal. Y muy inteligente, detrás de su silencio había un tipo con un sentido estratégico que sabía dónde quería llegar. No me extraña que tenga éxito en la política porque se trataba de un personaje. A mí me puso a prueba para ver si yo le iba a defender”, cuenta. “¿De qué manera le puso a prueba?”, le pregunta este periódico. “Tengo una historia muy buena, pero no quiero hacerla pública”, responde Jorge.
El “mÍreme a los ojos” de Luis Aragonés
No se puede hablar de la etapa de Romario en el Valencia sin acordarse de Luis Aragonés. El técnico y el delantero no mantuvieron la mejor de las relaciones. Para el recuerdo queda la charla en la que, mientras van caminando por el campo de entrenamiento, Luis se detiene y dice: “Míreme a la carita, míreme a los ojos”. Fernando cuenta así esos episodios: “Eso a Luis le pasó varias veces con determinados jugadores, pero era un arma que utilizaba el míster para encender al futbolistas y sacar de él todo lo que podía. Recuerdo otras veces que hacía charlas en las que gritaba mucho para que se le oyese. Seguramente un psicólogo deportivo diría que no es lo mejor, pero a él le funcionaba”. Con Romario, sin embargo, no.