El Premio Nacional de Historia y académico de nuestra casa de estudios se refirió al contenido de su último libro “La porfía constituyente” y al actual momento político y social que vive nuestro país.
Lunes 17 de octubre 2022 12:23 hrs.
El pasado jueves 13 de octubre, el Premio Nacional de Historia y académico de la Universidad de Chile, Gabriel Salazar presentó su último libro “La porfía constituyente” trabajo que aborda interrogantes como la capacidad de los partidos políticos para organizar la continuidad del proceso, la validez que tienen estas organizaciones frente a la ciudadanía y si es el voto obligatorio un elemento que asegura más y mejor democracia en Chile o es un factor que puede distorsionar su potencial democrático.
En dicho texto, sostiene Salazar que “al igual que los procesos constituyentes de los que emanaron las constituciones de 1833, 1925 y 1980, el que está en desarrollo hoy puede terminar adoleciendo de legitimidad, si acaso se descarta la participación del pueblo-ciudadano en la discusión y elaboración del texto constitucional, y el proceso se fragua entre las cuatro paredes de ‘la cocina’ partidaria”.
Parte de las interrogantes que plantea este trabajo fueron abordadas por el profesor en conversación con el director de Radio Universidad de Chile, Patricio López, durante la emisión de la primera edición de Radioanálisis.
Usted dice que hay ciertas características del momento actual que son distintas a a otros momentos en los cuales las élites o las oligarquías lograron imponer sus términos ¿Qué distingue en su consideración este momento de los anteriores?
Yo creo que se trata de procesos profundos, los procesos históricos profundos no necesariamente se ven o se huelen, pero son los más determinantes en la historia. Yo creo que por lo menos hay dos procesos muy claros en la historia de Chile que se vienen desenvolviendo desde 1991 en adelante y estos dos procesos son, de un lado, el hecho que la ciudadanía o la sociedad civil desde hace un buen tiempo tiende a participar más directamente en los acontecimientos que le afectan, quieren participar y de alguna manera que haya un proceso de ciudadanización de la política de forma progresiva y ese proceso rige actualmente y el otro proceso paralelo es el descrédito cada vez mayor de la clase política. En la medida que la ciudadanía quiere autorepresentarse y hacer las cosas por sí misma, deshecha a quienes han sido o han creído ser sus representantes y esto está claro en el hecho de que todas las encuestas, desde el año 90 hasta el día de hoy, creció este rechazo desde un 56% el año 91 a un 96% que se ha mantenido desde 2018 hasta hoy. Entonces, son dos procesos que van correlacionados pero que en sí son muy convulsivos y eso es importante si queremos saber qué pasó después del 4 de septiembre.
Usted sostiene en su libro que hay una relación directa entre el bloqueo a la participación institucional del pueblo ciudadano y lo que llama los pendientes que tiene nuestro país y el tema de los pendientes es importante de observar en la víspera de un nuevo 18 de octubre. Hablemos de ese vínculo y de cómo describiría lo que ha sido actualmente la élite chilena.
Acá hay dos cosas involucradas en lo que planteas, uno es el hecho de que existen problemas históricos que no han sido resueltos a lo largo de la historia y que al no ser resueltos quedan ahí latentes. Hay una cantidad de problemas históricos no resueltos que se han ido acumulando y su acumulación es lo que genera estallidos sociales que piden un cambio total o algo que no le gusta a los políticos que es una refundación del país. Ahora, el por qué estos problemas no se han resuelto es porque siempre se han resuelto de una manera tal que no se incorpora a la ciudadanía en su elaboración ni sus beneficios y eso genera que la élite dirigente quede cada vez más separada de la base social.
Tenemos una élite desprestigiada, tenemos una élite que no ha resuelto los problemas, pero tenemos una élite que conserva el poder del Estado y eso amerita otro análisis de cómo es posible que con tantos problemas históricos no resueltos, con tanto rechazo a los representantes sigan ellos discutiendo cómo van a erigir el futuro de Chile, ellos, la gente más desprestigiada del país. Es una élite que esta ahí y domina el Estado, domina la ley, pero que el Ejército no la ha apoyado esta vez y ese es un dato muy importante. La ha apoyado no interviniendo, pero también esa es una manera de no apoyar. El Presidente Piñera poco menos que les pidió que intervinieran en octubre de 2019 y el general que ahora es Comandante en Jefe del Ejército le dijo que no estaba en guerra y que no iba a reprimir. Eso es como tercera vez en la historia que sucede donde el Ejército dice que no va a reprimir al pueblo.
El único camino que está abierto por delante para resolver el problema es que la ciudadanía siga aprendiendo que su rol es ser soberana en este país, tiene que seguir aprendiendo de participación, no solo para pedir, exigir y protestar, sino de deliberar, proponer soluciones, convertir esas soluciones en mandatos, nombrar a la gente para que ejecute esos mandatos y ajusticiarla si no cumple con ese mandato.
Uno de los conceptos centrales del libro es el de autoeducación, pero al mismo tiempo proliferan las hipótesis respecto de cuál es el nivel de formación política que tiene la ciudadanía. ¿Qué decir sobre esto que en principio puede sonar un poco paradójico?
Uno está el tema de cómo se educa la ciudadanía. En qué se educa, qué aprende y qué no aprende. Lo que está claro en Chile es que la ciudadanía no conoce su propia historia, conoce la historia del Estado, de los partidos, de los políticos, de los generales, pero no hay un solo libro de historia ciudadana. En la escuela de derecho te enseñan todos los derechos que tienen que ver con el Estado, el Parlamento, pero no se enseña cuál es la soberanía ciudadana. La ciudadanía no conoce su propia historia, no sabe que es soberana, no sabe actuar soberanamente, la han mandado todo el tiempo a la calle y eso sí que sabe hacerlo, desde la calle sí que sabe actuar, pero no hay ninguna instancia que eduque a la ciudadanía en lo que ella debe ser, no de sus derechos, sino su poder, su soberanía. Por otro lado, como dice alguien por ahí, el pueblo que no conoce su propia historia está condenada a repetirla y estamos repitiéndola, llevamos once intentos de redactar la Constitución. Un alumno que fracasa once veces en hacer la tarea bien hecha qué hacemos con él.
Se ha dicho que el rol de los medios de comunicación en el resultado del plebiscito fue más bien marginal e incluso hay quienes señalan que es usado como una excusa para no hacer la autocrítica de por qué no triunfó el Apruebo. Usted en el libro señala que el rol de los medios de comunicación y el modo en que fueron usados fue muy importante.
Los medios de comunicación de masas tienden a trabajar el día a día y quién trabaja en el día a día trabaja en lo que algunos historiadores han llamado “el humo de la historia”. La historia real no es el día a día sino que son estos procesos profundos de los cuales hemos hablado. Los mismos periodistas, varios de ellos, me han dicho que tenemos un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad. En la medida que los medios de comunicación se concentran en el día a día eluden los problemas de fondo, los problemas históricos no resueltos que hemos mencionado, la soberanía ciudadana de la cual nadie habla. Eso deja libre a que los procesos de fondo se manejen de otra manera, no a través de los medios de comunicación y por eso no aparecen en las noticias. Yo leo El Mercurio todos los días y no aparece nada respecto de qué pasa con la ciudadanía en las comunas, nadie informa de eso y ellos sí que están trabajando en los procesos profundos, no en los procesos noticiosos. Por eso no informan y se entiende por qué notoriamente informaron en contra de la Convención Constitucional.
Si es que finalmente las dirigencias no llegan a un acuerdo y el llamado proceso constituyente llega a un punto final ¿Qué es lo que piensa que podría pasar?
Hay una cosa que continúa, la deliberación ciudadana continua, a todo nivel, en todos los rincones. Ahora, no tiene una salida clara porque la Convención Constitucional entregó una salida, entregó tres asambleas: la Asamblea Comunal, autónoma y con acuerdos vinculante, la Regional y la Cámara de las Regiones. Si hubiera entrado por allí habría tenido dónde expresar su deliberación pero no tiene eso ahora. Entonces, qué salida puede tener porque los políticos no van a encontrar una salida, o sea, ellos van a encontrarla, pero no de acuerdo con el pueblo entonces eso no es ningún acuerdo. La ciudadanía puede encontrar una salida propia porque está viva su efervescencia. La tarea ahora se amplió, en lugar de los 5 millones que más o menos estaban de acuerdo ahora hay que agregar otros 5 millones que no sabían, no es que no estuvieran de acuerdo, no sabían, entonces, la tarea es continuar la autoeducación y eso se puede resolver porque ya están abiertos los caminos y, por otro lado, la única posibilidad que la ciudadanía encuentre un camino es a través de asambleas ¿Qué asambleas? La comunal, porque ahí hay niveles de participación altos y quién puede movilizar eso, en el caso de los partidos no les conviene, pero sí los municipios. Si se produce esa salida y no la reprimen se abre un camino para que el pueblo comience a participar desde abajo, lentamente, pero es un camino que avanza hacia una solución mucho más profunda. El acuerdo de los políticos va a ser un acuerdo muy lindo para los medios de comunicación pero que no va a avanzar históricamente ni un paso.
Una de las hipótesis que comienza a generar mayor consenso respecto de por qué perdió el Apruebo es porque los convencionales no habrían sabido representar el sentido común del pueblo como aspiraciones más generales.
Yo diría que sí y no. Sí porque los representantes que fueron a la Convención fueron electos sobre la base del mismo esquema electoral que los de la Cámara de Diputados, o sea, tú eliges a una persona sobre la base de una oferta, promesa o sonrisa que te entrega, por tanto, todos los electos fueron electos sin mandato ciudadano y eso implica automáticamente una desconexión profunda entre el electo y la base social ciudadana que es soberana. Por otro lado está el tema que efectivamente en Chile, no habiendo una ciencia social que haya dicho esta es la historia de nuestros ciudadanos, todos los abogados o los expertos creen que hablar de ciudadano es referirse a la definición que entrega la Constitución Política. No hay una cultura que emane desde las universidades o de los colegios que esté formando tanto a los representantes como a los ciudadanos en una cultura cívica. Pero, por otro lado un gran porcentaje de los convencionales se dieron cuenta de eso y por esa razón son los que promueven ir a terreno, realizar audiencias públicas e hicieron un esfuerzo porque se dieron cuenta que estaban actuando sin mandato. Pero tuvieron que hacerlo apurados porque el plazo que les dieron fue ridículo. Sacar una Constitución, cuando hemos fracasado diez veces en hacer una, ahora les quieren poner cinco meses, es ridículo. Todo esto hace que no haya una representatividad profunda entre nuestros electos y nosotros.
El pasado jueves 13 de octubre, el Premio Nacional de Historia y académico de la Universidad de Chile, Gabriel Salazar presentó su último libro “La porfía constituyente” trabajo que aborda interrogantes como la capacidad de los partidos políticos para organizar la continuidad del proceso, la validez que tienen estas organizaciones frente a la ciudadanía y si es el voto obligatorio un elemento que asegura más y mejor democracia en Chile o es un factor que puede distorsionar su potencial democrático.
En dicho texto, sostiene Salazar que “al igual que los procesos constituyentes de los que emanaron las constituciones de 1833, 1925 y 1980, el que está en desarrollo hoy puede terminar adoleciendo de legitimidad, si acaso se descarta la participación del pueblo-ciudadano en la discusión y elaboración del texto constitucional, y el proceso se fragua entre las cuatro paredes de ‘la cocina’ partidaria”.
Parte de las interrogantes que plantea este trabajo fueron abordadas por el profesor en conversación con el director de Radio Universidad de Chile, Patricio López, durante la emisión de la primera edición de Radioanálisis.
Usted dice que hay ciertas características del momento actual que son distintas a a otros momentos en los cuales las élites o las oligarquías lograron imponer sus términos ¿Qué distingue en su consideración este momento de los anteriores?
Yo creo que se trata de procesos profundos, los procesos históricos profundos no necesariamente se ven o se huelen, pero son los más determinantes en la historia. Yo creo que por lo menos hay dos procesos muy claros en la historia de Chile que se vienen desenvolviendo desde 1991 en adelante y estos dos procesos son, de un lado, el hecho que la ciudadanía o la sociedad civil desde hace un buen tiempo tiende a participar más directamente en los acontecimientos que le afectan, quieren participar y de alguna manera que haya un proceso de ciudadanización de la política de forma progresiva y ese proceso rige actualmente y el otro proceso paralelo es el descrédito cada vez mayor de la clase política. En la medida que la ciudadanía quiere autorepresentarse y hacer las cosas por sí misma, deshecha a quienes han sido o han creído ser sus representantes y esto está claro en el hecho de que todas las encuestas, desde el año 90 hasta el día de hoy, creció este rechazo desde un 56% el año 91 a un 96% que se ha mantenido desde 2018 hasta hoy. Entonces, son dos procesos que van correlacionados pero que en sí son muy convulsivos y eso es importante si queremos saber qué pasó después del 4 de septiembre.
Usted sostiene en su libro que hay una relación directa entre el bloqueo a la participación institucional del pueblo ciudadano y lo que llama los pendientes que tiene nuestro país y el tema de los pendientes es importante de observar en la víspera de un nuevo 18 de octubre. Hablemos de ese vínculo y de cómo describiría lo que ha sido actualmente la élite chilena.
Acá hay dos cosas involucradas en lo que planteas, uno es el hecho de que existen problemas históricos que no han sido resueltos a lo largo de la historia y que al no ser resueltos quedan ahí latentes. Hay una cantidad de problemas históricos no resueltos que se han ido acumulando y su acumulación es lo que genera estallidos sociales que piden un cambio total o algo que no le gusta a los políticos que es una refundación del país. Ahora, el por qué estos problemas no se han resuelto es porque siempre se han resuelto de una manera tal que no se incorpora a la ciudadanía en su elaboración ni sus beneficios y eso genera que la élite dirigente quede cada vez más separada de la base social.
Tenemos una élite desprestigiada, tenemos una élite que no ha resuelto los problemas, pero tenemos una élite que conserva el poder del Estado y eso amerita otro análisis de cómo es posible que con tantos problemas históricos no resueltos, con tanto rechazo a los representantes sigan ellos discutiendo cómo van a erigir el futuro de Chile, ellos, la gente más desprestigiada del país. Es una élite que esta ahí y domina el Estado, domina la ley, pero que el Ejército no la ha apoyado esta vez y ese es un dato muy importante. La ha apoyado no interviniendo, pero también esa es una manera de no apoyar. El Presidente Piñera poco menos que les pidió que intervinieran en octubre de 2019 y el general que ahora es Comandante en Jefe del Ejército le dijo que no estaba en guerra y que no iba a reprimir. Eso es como tercera vez en la historia que sucede donde el Ejército dice que no va a reprimir al pueblo.
El único camino que está abierto por delante para resolver el problema es que la ciudadanía siga aprendiendo que su rol es ser soberana en este país, tiene que seguir aprendiendo de participación, no solo para pedir, exigir y protestar, sino de deliberar, proponer soluciones, convertir esas soluciones en mandatos, nombrar a la gente para que ejecute esos mandatos y ajusticiarla si no cumple con ese mandato.
Uno de los conceptos centrales del libro es el de autoeducación, pero al mismo tiempo proliferan las hipótesis respecto de cuál es el nivel de formación política que tiene la ciudadanía. ¿Qué decir sobre esto que en principio puede sonar un poco paradójico?
Uno está el tema de cómo se educa la ciudadanía. En qué se educa, qué aprende y qué no aprende. Lo que está claro en Chile es que la ciudadanía no conoce su propia historia, conoce la historia del Estado, de los partidos, de los políticos, de los generales, pero no hay un solo libro de historia ciudadana. En la escuela de derecho te enseñan todos los derechos que tienen que ver con el Estado, el Parlamento, pero no se enseña cuál es la soberanía ciudadana. La ciudadanía no conoce su propia historia, no sabe que es soberana, no sabe actuar soberanamente, la han mandado todo el tiempo a la calle y eso sí que sabe hacerlo, desde la calle sí que sabe actuar, pero no hay ninguna instancia que eduque a la ciudadanía en lo que ella debe ser, no de sus derechos, sino su poder, su soberanía. Por otro lado, como dice alguien por ahí, el pueblo que no conoce su propia historia está condenada a repetirla y estamos repitiéndola, llevamos once intentos de redactar la Constitución. Un alumno que fracasa once veces en hacer la tarea bien hecha qué hacemos con él.
Se ha dicho que el rol de los medios de comunicación en el resultado del plebiscito fue más bien marginal e incluso hay quienes señalan que es usado como una excusa para no hacer la autocrítica de por qué no triunfó el Apruebo. Usted en el libro señala que el rol de los medios de comunicación y el modo en que fueron usados fue muy importante.
Los medios de comunicación de masas tienden a trabajar el día a día y quién trabaja en el día a día trabaja en lo que algunos historiadores han llamado “el humo de la historia”. La historia real no es el día a día sino que son estos procesos profundos de los cuales hemos hablado. Los mismos periodistas, varios de ellos, me han dicho que tenemos un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad. En la medida que los medios de comunicación se concentran en el día a día eluden los problemas de fondo, los problemas históricos no resueltos que hemos mencionado, la soberanía ciudadana de la cual nadie habla. Eso deja libre a que los procesos de fondo se manejen de otra manera, no a través de los medios de comunicación y por eso no aparecen en las noticias. Yo leo El Mercurio todos los días y no aparece nada respecto de qué pasa con la ciudadanía en las comunas, nadie informa de eso y ellos sí que están trabajando en los procesos profundos, no en los procesos noticiosos. Por eso no informan y se entiende por qué notoriamente informaron en contra de la Convención Constitucional.
Si es que finalmente las dirigencias no llegan a un acuerdo y el llamado proceso constituyente llega a un punto final ¿Qué es lo que piensa que podría pasar?
Hay una cosa que continúa, la deliberación ciudadana continua, a todo nivel, en todos los rincones. Ahora, no tiene una salida clara porque la Convención Constitucional entregó una salida, entregó tres asambleas: la Asamblea Comunal, autónoma y con acuerdos vinculante, la Regional y la Cámara de las Regiones. Si hubiera entrado por allí habría tenido dónde expresar su deliberación pero no tiene eso ahora. Entonces, qué salida puede tener porque los políticos no van a encontrar una salida, o sea, ellos van a encontrarla, pero no de acuerdo con el pueblo entonces eso no es ningún acuerdo. La ciudadanía puede encontrar una salida propia porque está viva su efervescencia. La tarea ahora se amplió, en lugar de los 5 millones que más o menos estaban de acuerdo ahora hay que agregar otros 5 millones que no sabían, no es que no estuvieran de acuerdo, no sabían, entonces, la tarea es continuar la autoeducación y eso se puede resolver porque ya están abiertos los caminos y, por otro lado, la única posibilidad que la ciudadanía encuentre un camino es a través de asambleas ¿Qué asambleas? La comunal, porque ahí hay niveles de participación altos y quién puede movilizar eso, en el caso de los partidos no les conviene, pero sí los municipios. Si se produce esa salida y no la reprimen se abre un camino para que el pueblo comience a participar desde abajo, lentamente, pero es un camino que avanza hacia una solución mucho más profunda. El acuerdo de los políticos va a ser un acuerdo muy lindo para los medios de comunicación pero que no va a avanzar históricamente ni un paso.
Una de las hipótesis que comienza a generar mayor consenso respecto de por qué perdió el Apruebo es porque los convencionales no habrían sabido representar el sentido común del pueblo como aspiraciones más generales.
Yo diría que sí y no. Sí porque los representantes que fueron a la Convención fueron electos sobre la base del mismo esquema electoral que los de la Cámara de Diputados, o sea, tú eliges a una persona sobre la base de una oferta, promesa o sonrisa que te entrega, por tanto, todos los electos fueron electos sin mandato ciudadano y eso implica automáticamente una desconexión profunda entre el electo y la base social ciudadana que es soberana. Por otro lado está el tema que efectivamente en Chile, no habiendo una ciencia social que haya dicho esta es la historia de nuestros ciudadanos, todos los abogados o los expertos creen que hablar de ciudadano es referirse a la definición que entrega la Constitución Política. No hay una cultura que emane desde las universidades o de los colegios que esté formando tanto a los representantes como a los ciudadanos en una cultura cívica. Pero, por otro lado un gran porcentaje de los convencionales se dieron cuenta de eso y por esa razón son los que promueven ir a terreno, realizar audiencias públicas e hicieron un esfuerzo porque se dieron cuenta que estaban actuando sin mandato. Pero tuvieron que hacerlo apurados porque el plazo que les dieron fue ridículo. Sacar una Constitución, cuando hemos fracasado diez veces en hacer una, ahora les quieren poner cinco meses, es ridículo. Todo esto hace que no haya una representatividad profunda entre nuestros electos y nosotros.
El pasado jueves 13 de octubre, el Premio Nacional de Historia y académico de la Universidad de Chile, Gabriel Salazar presentó su último libro “La porfía constituyente” trabajo que aborda interrogantes como la capacidad de los partidos políticos para organizar la continuidad del proceso, la validez que tienen estas organizaciones frente a la ciudadanía y si es el voto obligatorio un elemento que asegura más y mejor democracia en Chile o es un factor que puede distorsionar su potencial democrático.
En dicho texto, sostiene Salazar que “al igual que los procesos constituyentes de los que emanaron las constituciones de 1833, 1925 y 1980, el que está en desarrollo hoy puede terminar adoleciendo de legitimidad, si acaso se descarta la participación del pueblo-ciudadano en la discusión y elaboración del texto constitucional, y el proceso se fragua entre las cuatro paredes de ‘la cocina’ partidaria”.
Parte de las interrogantes que plantea este trabajo fueron abordadas por el profesor en conversación con el director de Radio Universidad de Chile, Patricio López, durante la emisión de la primera edición de Radioanálisis.
Usted dice que hay ciertas características del momento actual que son distintas a a otros momentos en los cuales las élites o las oligarquías lograron imponer sus términos ¿Qué distingue en su consideración este momento de los anteriores?
Yo creo que se trata de procesos profundos, los procesos históricos profundos no necesariamente se ven o se huelen, pero son los más determinantes en la historia. Yo creo que por lo menos hay dos procesos muy claros en la historia de Chile que se vienen desenvolviendo desde 1991 en adelante y estos dos procesos son, de un lado, el hecho que la ciudadanía o la sociedad civil desde hace un buen tiempo tiende a participar más directamente en los acontecimientos que le afectan, quieren participar y de alguna manera que haya un proceso de ciudadanización de la política de forma progresiva y ese proceso rige actualmente y el otro proceso paralelo es el descrédito cada vez mayor de la clase política. En la medida que la ciudadanía quiere autorepresentarse y hacer las cosas por sí misma, deshecha a quienes han sido o han creído ser sus representantes y esto está claro en el hecho de que todas las encuestas, desde el año 90 hasta el día de hoy, creció este rechazo desde un 56% el año 91 a un 96% que se ha mantenido desde 2018 hasta hoy. Entonces, son dos procesos que van correlacionados pero que en sí son muy convulsivos y eso es importante si queremos saber qué pasó después del 4 de septiembre.
Usted sostiene en su libro que hay una relación directa entre el bloqueo a la participación institucional del pueblo ciudadano y lo que llama los pendientes que tiene nuestro país y el tema de los pendientes es importante de observar en la víspera de un nuevo 18 de octubre. Hablemos de ese vínculo y de cómo describiría lo que ha sido actualmente la élite chilena.
Acá hay dos cosas involucradas en lo que planteas, uno es el hecho de que existen problemas históricos que no han sido resueltos a lo largo de la historia y que al no ser resueltos quedan ahí latentes. Hay una cantidad de problemas históricos no resueltos que se han ido acumulando y su acumulación es lo que genera estallidos sociales que piden un cambio total o algo que no le gusta a los políticos que es una refundación del país. Ahora, el por qué estos problemas no se han resuelto es porque siempre se han resuelto de una manera tal que no se incorpora a la ciudadanía en su elaboración ni sus beneficios y eso genera que la élite dirigente quede cada vez más separada de la base social.
Tenemos una élite desprestigiada, tenemos una élite que no ha resuelto los problemas, pero tenemos una élite que conserva el poder del Estado y eso amerita otro análisis de cómo es posible que con tantos problemas históricos no resueltos, con tanto rechazo a los representantes sigan ellos discutiendo cómo van a erigir el futuro de Chile, ellos, la gente más desprestigiada del país. Es una élite que esta ahí y domina el Estado, domina la ley, pero que el Ejército no la ha apoyado esta vez y ese es un dato muy importante. La ha apoyado no interviniendo, pero también esa es una manera de no apoyar. El Presidente Piñera poco menos que les pidió que intervinieran en octubre de 2019 y el general que ahora es Comandante en Jefe del Ejército le dijo que no estaba en guerra y que no iba a reprimir. Eso es como tercera vez en la historia que sucede donde el Ejército dice que no va a reprimir al pueblo.
El único camino que está abierto por delante para resolver el problema es que la ciudadanía siga aprendiendo que su rol es ser soberana en este país, tiene que seguir aprendiendo de participación, no solo para pedir, exigir y protestar, sino de deliberar, proponer soluciones, convertir esas soluciones en mandatos, nombrar a la gente para que ejecute esos mandatos y ajusticiarla si no cumple con ese mandato.
Uno de los conceptos centrales del libro es el de autoeducación, pero al mismo tiempo proliferan las hipótesis respecto de cuál es el nivel de formación política que tiene la ciudadanía. ¿Qué decir sobre esto que en principio puede sonar un poco paradójico?
Uno está el tema de cómo se educa la ciudadanía. En qué se educa, qué aprende y qué no aprende. Lo que está claro en Chile es que la ciudadanía no conoce su propia historia, conoce la historia del Estado, de los partidos, de los políticos, de los generales, pero no hay un solo libro de historia ciudadana. En la escuela de derecho te enseñan todos los derechos que tienen que ver con el Estado, el Parlamento, pero no se enseña cuál es la soberanía ciudadana. La ciudadanía no conoce su propia historia, no sabe que es soberana, no sabe actuar soberanamente, la han mandado todo el tiempo a la calle y eso sí que sabe hacerlo, desde la calle sí que sabe actuar, pero no hay ninguna instancia que eduque a la ciudadanía en lo que ella debe ser, no de sus derechos, sino su poder, su soberanía. Por otro lado, como dice alguien por ahí, el pueblo que no conoce su propia historia está condenada a repetirla y estamos repitiéndola, llevamos once intentos de redactar la Constitución. Un alumno que fracasa once veces en hacer la tarea bien hecha qué hacemos con él.
Se ha dicho que el rol de los medios de comunicación en el resultado del plebiscito fue más bien marginal e incluso hay quienes señalan que es usado como una excusa para no hacer la autocrítica de por qué no triunfó el Apruebo. Usted en el libro señala que el rol de los medios de comunicación y el modo en que fueron usados fue muy importante.
Los medios de comunicación de masas tienden a trabajar el día a día y quién trabaja en el día a día trabaja en lo que algunos historiadores han llamado “el humo de la historia”. La historia real no es el día a día sino que son estos procesos profundos de los cuales hemos hablado. Los mismos periodistas, varios de ellos, me han dicho que tenemos un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad. En la medida que los medios de comunicación se concentran en el día a día eluden los problemas de fondo, los problemas históricos no resueltos que hemos mencionado, la soberanía ciudadana de la cual nadie habla. Eso deja libre a que los procesos de fondo se manejen de otra manera, no a través de los medios de comunicación y por eso no aparecen en las noticias. Yo leo El Mercurio todos los días y no aparece nada respecto de qué pasa con la ciudadanía en las comunas, nadie informa de eso y ellos sí que están trabajando en los procesos profundos, no en los procesos noticiosos. Por eso no informan y se entiende por qué notoriamente informaron en contra de la Convención Constitucional.
Si es que finalmente las dirigencias no llegan a un acuerdo y el llamado proceso constituyente llega a un punto final ¿Qué es lo que piensa que podría pasar?
Hay una cosa que continúa, la deliberación ciudadana continua, a todo nivel, en todos los rincones. Ahora, no tiene una salida clara porque la Convención Constitucional entregó una salida, entregó tres asambleas: la Asamblea Comunal, autónoma y con acuerdos vinculante, la Regional y la Cámara de las Regiones. Si hubiera entrado por allí habría tenido dónde expresar su deliberación pero no tiene eso ahora. Entonces, qué salida puede tener porque los políticos no van a encontrar una salida, o sea, ellos van a encontrarla, pero no de acuerdo con el pueblo entonces eso no es ningún acuerdo. La ciudadanía puede encontrar una salida propia porque está viva su efervescencia. La tarea ahora se amplió, en lugar de los 5 millones que más o menos estaban de acuerdo ahora hay que agregar otros 5 millones que no sabían, no es que no estuvieran de acuerdo, no sabían, entonces, la tarea es continuar la autoeducación y eso se puede resolver porque ya están abiertos los caminos y, por otro lado, la única posibilidad que la ciudadanía encuentre un camino es a través de asambleas ¿Qué asambleas? La comunal, porque ahí hay niveles de participación altos y quién puede movilizar eso, en el caso de los partidos no les conviene, pero sí los municipios. Si se produce esa salida y no la reprimen se abre un camino para que el pueblo comience a participar desde abajo, lentamente, pero es un camino que avanza hacia una solución mucho más profunda. El acuerdo de los políticos va a ser un acuerdo muy lindo para los medios de comunicación pero que no va a avanzar históricamente ni un paso.
Una de las hipótesis que comienza a generar mayor consenso respecto de por qué perdió el Apruebo es porque los convencionales no habrían sabido representar el sentido común del pueblo como aspiraciones más generales.
Yo diría que sí y no. Sí porque los representantes que fueron a la Convención fueron electos sobre la base del mismo esquema electoral que los de la Cámara de Diputados, o sea, tú eliges a una persona sobre la base de una oferta, promesa o sonrisa que te entrega, por tanto, todos los electos fueron electos sin mandato ciudadano y eso implica automáticamente una desconexión profunda entre el electo y la base social ciudadana que es soberana. Por otro lado está el tema que efectivamente en Chile, no habiendo una ciencia social que haya dicho esta es la historia de nuestros ciudadanos, todos los abogados o los expertos creen que hablar de ciudadano es referirse a la definición que entrega la Constitución Política. No hay una cultura que emane desde las universidades o de los colegios que esté formando tanto a los representantes como a los ciudadanos en una cultura cívica. Pero, por otro lado un gran porcentaje de los convencionales se dieron cuenta de eso y por esa razón son los que promueven ir a terreno, realizar audiencias públicas e hicieron un esfuerzo porque se dieron cuenta que estaban actuando sin mandato. Pero tuvieron que hacerlo apurados porque el plazo que les dieron fue ridículo. Sacar una Constitución, cuando hemos fracasado diez veces en hacer una, ahora les quieren poner cinco meses, es ridículo. Todo esto hace que no haya una representatividad profunda entre nuestros electos y nosotros.
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