Algo va muy mal en las redes sociales. Las plataformas como TikTok, YouTube e Instagram, que en su día parecían ofrecer un mundo más empático e interconectado, han contribuido en cambio a aumentar la sensación de soledad, la baja autoestima y la desinformación. Pero, a pesar de esta tóxica reputación, estas grandes empresas siguen dominando el sector.
Los críticos de una y otra ideología afirman que las redes sociales tienen demasiado poder sobre el discurso público y lo utilizan de forma irresponsable. Y, pese a las soluciones que se han propuesto hasta el momento, hay un obstáculo estructural que impide un cambio real: el control centralizado por parte de empresas privadas que buscan el beneficio económico.
Existe un perpetuo tira y afloja entre los que solo buscamos una experiencia online agradable y los propietarios de las plataformas, que tienen un incentivo estructural para aumentar la participación a toda costa. Como escribe Ben Tarnoff —escritor y antiguo empleado del sector tecnológico— en su reciente libro Internet for the People, estas plataformas no intentan fomentar la conexión humana, sino empujar a los usuarios “a comportarse de forma que sean lo más legibles posible para los sistemas automatizados que los rastrean y analizan”.
¿El objetivo? Vender anuncios y maximizar los beneficios, algo sin duda negativo para los usuarios.
A pesar de los desagradables inconvenientes, las empresas de redes sociales dominantes en la actualidad se mantienen en la cima gracias a los efectos de red: todo el mundo quiere estar donde está el resto. Y los intentos de suplantar a estas empresas han fracasado en gran medida: la última década está plagada de tumbas de supuestos “asesinos de Facebook”.
Pero eso no significa que la gente haya renunciado a crear mejores redes sociales. De hecho, se está formando una nueva ola de redes sociales descentralizadas. Estos proyectos no han logrado hasta ahora socavar significativamente el mercado oligárquico, pero ofrecen lecciones útiles sobre cómo podemos crear mejores espacios en internet.
¿Qué es una plataforma descentralizada?
La gente está insatisfecha con los gigantes de las redes sociales de hoy en día por una serie de razones: el 75% de los estadounidenses no confía en que las empresas tomen decisiones justas sobre la moderación de contenidos; el 63% de los usuarios de Instagram dicen sentirse “miserables”. A pesar de la desconfianza, internet está plagado de intentos a pequeña escala de crear redes sociales en las que los usuarios tengan poder: BitClout, DeSo, PeerTube, Scuttlebutt, Diaspora.
La mayoría de estos proyectos atraen a los mismos aficionados a la tecnología y a los disidentes que buscan refugio de las políticas de moderación. En otras palabras, no son lugares donde tú, tu vecino y tu abuela puedan reunirse. La notable excepción es Mastodon, que tiene más de 4,4 millones de usuarios y tiende a recibir atención cada vez que Twitter tiene un ciclo de malas noticias.
Creada en 2016 por Eugen Rochko, un amante de Twitter, Mastodon se parece a la “red del pajarito”, salvo por el hecho de tratarse de una plataforma de software de código abierto que permite a los usuarios ejecutar redes sociales autoalojadas y “federadas”. Un usuario no tiene que registrarse directamente en Mastodon, sino en una de sus redes independientes, (con URL únicas) como mastodon.social, animalliberation.social y off-the-clock.us. Estas comunidades más pequeñas utilizan el software básico de Mastodon, pero tienen diferentes reglas o formas de interactuar. No existe una aplicación de Mastodon, sino una serie de aplicaciones independientes (como Tootle, Fedi y AndStatus) que agrupan el software en diferentes interfaces. Es como el correo electrónico: tu cuenta puede ser una cuenta de Google, pero te permite comunicarte con una de Yahoo o Hotmail.
El objetivo de Mastodon y otras empresas emergentes es crear una plataforma “descentralizada”, un ecosistema de redes sociales en el que el control de los contenidos y las funciones esté disperso entre los usuarios en vez de en manos del proveedor principal. Aunque hay diferentes umbrales para el significado de “descentralizado”, uno de los principales beneficios de este modelo es dar a los usuarios más voz en el control de los términos de la moderación de contenidos. Además, se les puede proporcionar un marco para maximizar los beneficios económicos de su contenido.
Un usuario de Mastodon, Morgan, resume así su experiencia en esta plataforma: “Hice un post y la gente empezó a interactuar e implicarse desde un punto de vista reflexivo. Así debería ser internet”.
Las plataformas pequeñas son buenas
Con el paso del tiempo, ha quedado claro que la inmensa cantidad de información que recibimos por internet resulta casi imposible de contextualizar y procesar por completo. Varias investigaciones concluyen que la información negativa recibe más atención y moldea el comportamiento con más fuerza que la información positiva. Por este motivo, hay tanta toxicidad en las redes.
“Cuando tenemos discusiones en persona, están limitadas por los límites de la memoria humana. Las redes sociales tienen una memoria perfecta, pero siguen intentando imitar las discusiones en persona. Esto es peligroso, porque cuanto más antiguo es algo, menos probable es que tenga un contexto relevante”, explica Burak Nehbit, fundador de Aether.
La reducción del uso de las redes podría facilitar una mayor empatía, comprensión y contexto de la información. En este sentido, es probable que un ecosistema de pequeñas plataformas que puedan operar entre sí sea más positivo. Sin embargo, algunos argumentan que la estructura federada de Mastodon es demasiado confusa para la mayoría, lo que limita su atractivo.
Ahora bien, su atractivo podría indicar que la gente está preparada para algo así, y por algún sitio hay que empezar.
Cómo lidiar con los usuarios tóxicos
A pesar del relativo éxito de Mastodon, su crecimiento ha puesto de manifiesto las complicaciones de la gestión descentralizada. La moderación de contenidos es uno de los mayores dolores de cabeza de las redes sociales, a pesar de sus estructuras de control centralizadas. La estructura federada de Mastodon adopta un enfoque de moderación aún más libre: si alguien tiene los conocimientos técnicos para crear una norma, puede dirigirla como quiera, y los usuarios decidirán si la apoyan o no.
Mastodon se enfrentó a una gran prueba notable en julio de 2019 cuando la red social de extrema derecha Gab cambió su plataforma de software a Mastodon, convirtiéndose inmediatamente en el grupo más grande del ecosistema. La aplicación condenó a Gab en una declaración oficial, pero debido a su descentralización, el equipo fue estructuralmente incapaz de evitar que utilizaran su software de código abierto. Aunque Gab podría haber generado un vaivén tóxico en una plataforma centralizada, la situación se contuvo con sorprendente rapidez.
Las aplicaciones populares de Mastodon bloquearon los dominios de Gab en sus pantallas de acceso, y aislaron de forma muy efectiva a sus usuarios. La respuesta fue orgánica, sin ninguna coordinación organizada, y un año después, Gab abandonó Mastodon por decisión propia.
Todo esto demuestra que la moderación descentralizada puede funcionar, pero las voces más críticas piensan que se puede actuar con tendencias aún más autocráticas y arbitrarias que las plataformas corporativas más grandes.
La gestión informal puede sufrir las consecuencias de decisiones arbitrarias o incoherentes. Una de estas situaciones llevó a Morgan, una usuaria, a abandonar Mastodon, de la que formaba parte, después de haberla utilizado como su principal red social durante 2 años. “Cualquiera que no tenga una posición fuerte sobre un tema importante en la comunidad se va, así que las actitudes son cada vez más agresivas. Es una cultura de ‘si yo señalo primero, nadie me señalará’“. Morgan sospecha que algunos problemas podrían haberse resuelto si se hubiese mediado para rebajar la tensión.
Al final, la experiencia del usuario tiene más peso que el objetivo final del proyecto, pero la realidad es que descentralización ofrece algunos remedios tangibles a los males de las actuales redes sociales. “Me gusta más el control comunitario de las redes sociales que la propiedad corporativa”, afirma Morgan, haciendo hincapié en que todavía están deseando que surja una plataforma descentralizada que funcione.
La cuestión de si los consumidores se subirán a bordo está en el aire. Sin embargo, las plataformas de redes sociales descentralizadas son prometedoras, aunque su crecimiento será gradual.
“Lo comparo con el crecimiento de los alimentos orgánicos cultivados de forma sostenible. Nadie lo entendía hace 30 años, y ahora se interesan por ello”, sentencia Bill Ottman, fundador y CEO de Minds, otra red social descentralizada.