Cada vez hay más estudios epidemiológicos que demuestran los efectos beneficiosos de esta sustancia, asegura el catedrático en una entrevista en NIUS
El del café es uno de los falsos mitos de la dieta mediterránea como el de los huevos, la fruta de postre o el de los desayunos “como reyes”, enumera
España tiene una de las peores tasas de obesidad infantil, pero “lo que más me preocupa ahora es la adicción de los jóvenes a las pantallas y su impacto en la salud mental”
Hablar de dieta mediterránea en España es hablar de Miguel Ángel Martínez-González (Málaga, 1957). Este catedrático de Salud Pública en la Universidad de Navarra y catedrático adjunto de Nutrición en la Universidad de Harvard lleva más de 30 años investigando el modelo nutricional. Más de tres décadas de estudio que le han servido para descartar la “charlatanería” y reunir toda la evidencia científica que hay en torno a este estilo de vida declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un trabajo que ahora ha sido reconocido con el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón. “Sin duda el mayor reconocimiento que un investigador puede recibir, mérito de todo un equipo”, explica el facultativo.
Pregunta: Usted no es nutricionista, sino epidemiólogo, ¿qué lleva a un especialista en Salud Pública a hablar de dietas?
Respuesta: Mi padre eran un apasionado de la medicina. De hecho, de cuatro hermanos, tres somos médicos. Él era endocrinólogo y aprendí muchas cosas de nutrición, pero sí, yo soy epidemiólogo y especialista en Salud Pública. Es decir, en vez de tratar a pacientes enfermos, tratamos de arreglar sociedades enfermas. La dieta tiene un impacto directo sobre la salud. Está claro que somos lo que comemos, pero antes lo que había era mucha charlatanería en torno a la dieta mediterránea y lo que hemos hecho es aportar pruebas científicas de que un patrón dietético de alta calidad consigue reducir el riesgo de padecer las enfermedades que más muertes causan en el mundo.
R. Sí, y la sigue habiendo. En ningún sitio hay tanta pseudociencia como en el campo de la relación entre nutrición y salud. A ello hay que sumar los intereses comerciales que están detrás. Muchas veces los mensajes que se lanzan en nutrición no están basados en la ciencia, sino en el interés por vender un determinado producto. Hay mucho dinero en juego y en nutrición no se ha hecho el mismo esfuerzo regulador que con la industria farmacéutica. Algunos científicos actúan como si estuvieran en nómina de la industria alimentaria.
P. ¿Y cómo se puede distinguir a estos “charlatanes”?
R. Hay que hablar con claridad, libres de conflictos de intereses. Haciendo una labor de divulgación al público en general y no solo en revistas médicas. En las redes sociales hay una de cal y otra de arena. Hay mucho ‘influencer’ que lanza mensajes positivos, pero también hay mucha confusión. Cualquiera puede pronunciarse y dar consejos, y hay algunos que son admirables, difundiendo buenos contenidos, pero a veces también hay conceptos equivocados, exagerados y personas que ayudan a perpetuar mitos.
P. Mitos, ¿como cuáles?
R. Está el mito de que el café es malo, pero cada vez hay más y más estudios epidemiológicos que encuentran que el café tiene efectos beneficiosos sobre la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o sobre la longevidad. Esto está muy demostrado. Lo hemos visto en un estudio tras otro: en la cohorte SUN de la Universidad de Navarra, en la de UK Biobank, en la cohorte multiétnica de Estados Unidos, en la de las enfermeras… En los estudios bien hechos y a largo plazo, donde se ve la relación entre el consumo del café y las enfermedades clínicamente manifestadas, se ve una reducción del riesgo de enfermedad y una mayor longevidad en las personas que habitualmente consumen tres o cuatro tazas de café al día, comparado con las que no consumen café.
P. ¿No será mejor descafeinado de sobre?
R. Da igual que sea café instantáneo, preparado de otra manera o descafeinado. Esto no es un efecto de la cafeína o de la preparación, sino de que el café tiene una mezcla compleja de sustancias, de más de 100 elementos interesantes con potentes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, como los polifenoles.
P. O sea, que al final tomar hasta cuatro tazas de café no es malo, ¿algún mito más que desterrar?
R. Sí. Está el de los huevos. No es cierto que solo se puedan tomar una o dos veces por semana. Es saludable tomar un huevo al día. También está el mito de la fruta. Hay quien dice que se debe ingerir al final de la comida y eso no tiene ninguna evidencia científica, como tampoco la tiene lo de que hay que hacer un desayuno muy potente. Eso interesa a los productores de cereales para el desayuno, pero tampoco hay estudios serios que demuestren que alargue la vida desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.
Solo el 5% de las obesidades se deben a causas genéticas, la inmensa mayoría es sobrealimentación
Y luego está la creencia de que uno tiene sobrepeso u obesidad porque mi genética, mi metabolismo o mi constitución es así, pero no. Si comes menos y evitas los alimentos hipercalóricos, no vas a tener ese peso corporal. Esto está más en manos de la libre voluntad de lo que la gente cree y muchas veces la gente se excusa con la genética y el metabolismo. Solo en torno al 5% de las obesidades se deben a causas genéticas, la inmensa mayoría es sobrealimentación.
P. ¿Por qué todavía persisten y se difunden estas falsas creencias?
R. Porque hay personas que han estudiado una carrera, pero luego no se han dedicado a investigar. El gran cambio que se ha dado en nutrición es que antes todo se analizaba desde el punto de vista químico y la epidemiología le ha dado un vuelco con estudios a miles y miles de personas, seguidas a largo plazo y analizando todos los eventos registrados. La epidemiología analiza cuántos infartos, cánceres y depresiones hay en los individuos estudiados y notifica unas diferencias muy importantes desde el punto de vista clínico, dependiendo de lo que comen.
P. El Ministerio de Ciencia e Innovación le ha premiado por sus “singulares aportaciones”, singulares ¿por qué?
R. Desde 1999 hemos estudiado a más de 23.000 voluntarios y hemos visto una vez tras otra los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea sobre los factores de riesgo cardiovascular, la hipertensión, sobre el síndrome metabólico, la diabetes y, por supuesto, sobre la enfermedad cardiovascular y la mortalidad prematura. Además, hemos hecho un estudio experimental de intervención que ha sido el más amplio de Europa, el PREDIMED, con el que demostramos que comiendo de una forma sana y agradable al paladar se reduce un 30% las enfermedades que más muertes causan. Por eso me alegra recibir este premio, porque es un respaldo muy fuerte a la medicina preventiva basada en esta dieta y estilo de vida.
P. Es uno de los que más saben de dieta mediterránea en el mundo…
R. Sería muy prepotente que esto lo dijera yo, pero en la base de datos médica, si se busca dieta mediterránea, creo que soy el que más publicaciones tiene en todo el mundo sobre este tema, más de 1.000. Aunque no es mérito mío, sino de todo un equipo, personas que se han formado conmigo y que ha realizado trabajos muy buenos.
P. ¿Y cómo define este modelo alimenticio?
R. La dieta mediterránea se caracteriza por el uso exclusivo del aceite de oliva, (mejor si es virgen extra). Lo ideal es consumir cuatro cucharas soperas al día para todos los usos. Tres raciones a la semana de pescado. Tres raciones a la semana de legumbres y tres raciones a la semana de frutos secos. Todos los días tomar tres piezas de fruta y dos raciones de verduras, una de ellas en ensalada. Hay que reducir mucho pastelería y bollería industrial, carne roja y procesada, productos lácteos enteros. Se debe primar la carne de ave a la carne roja (cerdo, ternera y cordero, que no se debe comer más de una o dos veces por semana) y disminuir mucho la ingesta de bebidas azucaradas e incluso las edulcoradas tipo cero que acumulan muchos aditivos.
No hay galleta, tortita o zumo sano, el azúcar añadido es el veneno blanco
Una dieta que, además, es altamente sostenible desde el punto de vista medioambiental. Si nuestra población en vez de haberse americanizado hubiera apostado más por esta forma de alimentación haría menos daño al planeta. A mí, más que decir lo que es, me gusta decir lo que no es, y lo que la dieta medieterránea no es, es el exceso de productos cárnicos, sobre todo carnes procesadas, y toda la dieta basura que hemos importado de Estados Unidos. La gente joven en nuestro país ¡se hincha!
Tampoco tiene nada que ver con la dieta mediterránea todo lo que es la bollería industrial, ya lo dije y lo vuelvo a decir: no hay galleta ni barrita de cereales ni tortita de maíz arroz o avena que sean sanas, tampoco los zumos. El azúcar añadido es el veneno blanco y tiene relación directa con los problemas de obesidad y diabetes. A pesar de ello, se les da a los niños estos alimentos ultraprocesados sometidos a todo tipo de procesos industriales y cargados de aditivos. Hay que primar y reconocer el producto natural, sobre todo porque tenemos una de las peores tasas de obesidad infantil de Europa.
P. ¿Qué nota saca España en dieta mediterránea?
R. Pues en un rango de puntuación de 0 a 14, como la de selectividad, España suspende y no llega al siete. Queda mucho terreno para mejorar la adherencia a esta dieta. Hay incluso países nórdicos que sacan mejor nota que los españoles. Según nuestros estudios, desgraciadamente, cuanto más joven es la población española, peor sigue la dieta mediterránea. La familia española no está en su mejor momento, mucha gente no come en casa, hay familias rotas, se ha perdido sociabilidad y convivencia con todo este mundo de las pantallas, estamos perdiendo empatía y es lo que denuncio en mi próximo libro, voy más allá de la alimentación y voy al efecto terrible y perverso que las pantallas están teniendo en la gente joven y en su salud mental.
Hay un arma de destrucción masiva de la salud mental en la gente joven y los epidemiólogos debemos ser valientes y hablar claro
P. ¿Le preocupa más ahora la salud mental que la obesidad infantil?
R. España tiene una de las peores tasas de obesidad infantil, pero sí, lo que más me preocupa ahora es la adicción de los jóvenes a las pantallas y su impacto en la salud mental. La dieta mediterránea es buena para prevenir enfermedades psiquiátricas, pero claro, por otro lado está el distanciamiento de la gente joven y el uso de pantallas. Es insensato por parte de los padres dar a un niño de ocho años un móvil con conexión de internet.
Ya hay metaanálisis, es decir, resúmenes de la evidencia científica, que dejan claro que la adición a internet es un factor de riesgo importante en la conducta suicida. Un problema muy grave que ha emergido de repente y que se ha convertido en la principal causa de muerte entre los más jóvenes. Tenemos que defendernos ante este fenómeno nuevo.
El fallo más grave que hay es regalarle a niños y adolescentes un teléfono móvil con conexión a internet. En medicina preventiva o se llega antes o se llega mal. Los informes de Facebook sobre instagram, sabiendo que era nocivo para los jóvenes, recuerdan mucho el escándalo que en su día hubo con las tabacaleras, ellos conocían los efectos nocivos, pero ocultaron la información y defendían públicamente lo contrario.
En las consultas pediátricas lo raro, aseguran los facultativos, es que los menores tengan algo orgánico. Lo que tienen es algo psicosomático o problemas de salud mental. Estamos presenciando algo que va a traer mucha cola en los próximos años y creo que hay que acometerlo pronto y hablar con la misma claridad que he hablado de la dieta. Estamos desarrollando un arma de destrucción masiva de la salud mental en la gente joven y los epidemiólogos y especialistas en salud pública debemos ser valientes y hablar claro.