En La Soledat están los de siempre, muchos olvidados por la Administración, y los nuevos vecinos que pueden desembolsar hasta tres millones de euros por un ático. Hay zonas degradadas frente a explanadas que rezuman lujo. Los vecinos del bloque de las 64 casas de la calle Bogotá pertenecen al primer grupo. Y son conscientes de lo que sucede en el barrio, de las inversiones que se vienen y de la amenaza de expulsión que se cierne sobre ellos. Es momento de empoderarse.
Hastiados por el abandono institucional y después de meses de trabajo con Aatomic Lab, quienes están llevando a cabo un proceso de investigación con la comunidad, han dado un paso al frente para autoorganizarse con el fin de rehabilitar desde la participación vecinal un espacio que ahora emplean como aparcamiento pero que antaño debió ser empleado por los críos, pues aún quedan vestigios ya oxidados de juegos infantiles. La intención es autodiseñar entre todos ese futuro espacio comunal que está en dominio público. Y, por otra parte, crear una mancomunidad única (ya no serán cuatro comunidades de vecinos diferentes) con el fin de hacer más fuerza y poder solicitar un informe técnico para pasar la Inspección Técnica o subvenciones para rehabilitar. Todo este proceso también está contando con la ayuda del arquitecto guerrillero Santiago Cirugeda, sevillano que montó el estudio Recetas Urbanas. «Nuestro equipo tiene bastante experiencia en canalizar los deseos y necesidades de colectivos muy distintos. Hacemos una suerte de arbitraje técnico y político con las administraciones públicas para facilitar un poco esa comunicación que muchas veces es muy complicada», explica Cirugeda, contento de que, de las 64 casas, se presentaran a la reunión para formar la mancomunidad 45 personas.
«En Recetas Urbanas trabajamos con la autoconstrucción, que no tiene un reglamento en España», dice Cirugeda
«Aparte de reformas en la edificación -es un bloque de protección oficial construido en 1980 que cuenta con propietarios y alquileres sociales y privados-, también se propusieron mejoras energéticas y en la accesibilidad», resume el arquitecto, con proyectos en los barrios de La Macarena o uno de los más pobres de España, Los Pajaritos, ambos en Sevilla. En el encuentro también se pusieron sobre la mesa ideas sobre el espacio comunal que ahora se emplea como aparcamiento. ¿Desean los vecinos un lugar con sombra, un espacio de reunión, abierto o cerrado, con bancos, zona ajardinada o huertos? Son cuestiones que los residentes están discutiendo.
En Recetas Urbanas aún se va un poco más lejos cuando son los propios vecinos los que están dispuestos a ponerse manos a la obra, incluso antes de que lleguen los permisos, con una construcción que es muy necesaria y que dignifica sus viviendas. «La cuestión es buscar legitimación. Cuando en un proyecto están detrás apoyándolo la asociación de vecinos, un instituto, la universidad incluso o una mancomunidad y todos ellos tienen un interés común, están bien organizados y ya tienen diseñada la propuesta concreta, pues es una manera de facilitar y conseguir la licencia pertinente. Aquí ya no se trata de la decisión de un técnico municipal, que no sabe lo que sucede en ese espacio o lugar determinado», señala Cirugeda.
«El derecho constitucional a tener una vivienda digna está por encima de las normas urbanísticas»
En el caso de las 64 casas ya hay un colegio del barrio, el San Vicente de Paúl, que se ha puesto en contacto con Aatomic Lab para sumarse al proyecto e integrar a los alumnos de algún modo, así como el GREC de la Soledat «por el tema de inserción laboral de sus usuarios, pues también podrían implicarse en ello», cuenta Carles Gispert desde Aatomic.
Los vecinos codiseñarán un espacio comunitario y lucharán por conseguir ayudas para reformas
«Este tipo de proyectos casan también muy bien con la educación y la formación de los jóvenes, por ejemplo, sobre cómo hacer un equipamiento, cómo mantenerlo. Y después también se pueden trabajar otras cuestiones como la identidad, el cuerpo o el género», indican tanto Cirugeda como Gispert. «En un proyecto a largo plazo como el de las 64 casas se necesita un recorrido de confianza que es la parte técnica que lleva más Aatomic. A mí me gustan más las gestiones, el papeleo, el tema de las presiones políticas, el componente legal y la legitimación que se puede conseguir si se trabaja desde la participación con diversos agentes», señala el arquitecto, quien tiene una forma de trabajar peculiar que sorprende a sus colegas de profesión. Los promotores de sus proyectos son a la vez los usuarios directos de esos espacios y no una empresa intermediaria. «Incluso muchas veces ellos mismos o algún agente del barrio son los que construyen», indica, «después de una formación». «En algunos casos y barrios, la autorrehabilitación es a veces la mejor y la única vía», apunta.
Emergencia habitacional
Cirugeda es partidario de ampliar las viviendas, por ejemplo, desde los terrados. «Si hay viviendas que están mal hechas, que son espacios de escasos metros cuadrados para una familia de seis personas, pues pienso que debe tirarse adelante una reforma porque es una necesidad imperante sobre los mínimos de habitabilidad y la vivienda digna. Yo haría esa reforma aun sin tener aún la licencia en cumplimiento a un derecho constitucional que para mí está claramente por encima de las normas urbanísticas», indica. «Son casos de emergencia social y habitacional», asegura. «Y lo que yo hago es buscar la legitimación a ese proyecto antes de que llegue la denuncia. Es un poco como lo que se conoce como usucapión. Si hay una dejadez por parte de la Administración de hacer habitable un sitio y facilitar equipamientos la ley te da derecho a ti. Por lo que muchas construcciones acaban legalizándose así. Otra cosa es que puedas demostrar que llevas mucho tiempo en ese bien mueble. Por suerte, ahora tenemos las fotografías aéreas».
Cirugeda lamenta que no exista un reglamento de autoconstrucción en España, donde los promotores, usuarios y constructores son los mismos. «Hemos hecho dos aulas en una escuela de Madrid. Las terminamos y recibimos la licencia cinco años más tarde. Es un edificio autoconstruido por chavales, sin licencia de obra ni de uso en su momento. Lo hicimos y al final hemos conseguido legitimarlo. ¿Qué estaba sucediendo en ese caso? Pues que la directora se encontraba con una escuela de 700 niños con espacio para 200. En realidad era la Administración la que no estaba cumpliendo con la ley», denuncia.
En el proyecto concreto de las 64 casas de La Soledat considera que, ante la potencia actual del barrio, debería trabajarse en una colaboración por ejemplo con las constructoras que están levantado nuevos edificios o incluso con la Fundació Rafa Nadal, con la sede muy cerca. «Podrían participar y así también se pondrían una medalla».
A lo largo de estos años con Recetas Urbanas y después de observar también las experiencias en otros países, el arquitecto sevillano considera que «no todo tiene que hacerlo siempre la institución. Los estados más avanzados se han dado cuenta de ello. Si siempre lo hace todo la Administración, la gente no participa en la política al final y muchas veces las decisiones que se toman no acertadas», concluye.