Quienes empiecen a leer estas líneas probablemente jamás escucharon hablar o desconocen el significado de palabras como Bockchain (cadena de bloques), NFT (Non Fungible Token) y DeFi (Decentralized Finance), tres conceptos clave del nuevo sistema financiero que impulsa el fenómeno cripto en todo el mundo. Sin embargo, hay muchas más chances de que reconozcan términos como criptomonedas o Bitcoin, los dos estandartes más populares de un movimiento que busca transformar la economía financiera como se la ha conocido hasta ahora. No es una especulación: ocho de cada diez personas argentinas conoce o ha escuchado hablar sobre Bitcoin, según una encuesta reciente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
Durante 2021, Argentina se ubicó entre los diez países con mayor adopción de criptomonedas en todo el planeta, de acuerdo al reporte de Chainalysis, la principal analista de la industria. La explicación es bastante simple: pese a la volatilidad y caída reciente en su precio, las criptomonedas siguen siendo un refugio para habitantes de países como Argentina, con economías en crisis, mucha informalidad y alta inflación.
En este auge argentino por las finanzas cripto también tienen mucho que ver las facilidades que ofrece la tecnología para comprar y vender estas monedas virtuales: los denominados exchange o intercambios, empresas que con sus plataformas o aplicaciones actúan como casas de cambio virtuales.
Estas plataformas no existían antes de 2018 y en un par de años lograron un crecimiento enorme. En diciembre de 2020, Argentina tenía sólo un millón de cuentas que operaban con criptomonedas. Dos años más tarde, un sólo exchange local -de los más de 12 que existen- tienen más de un millón de personas usuarias, pero, según las cifras de la industria, en la Argentina hay alrededor de cinco millones de cuentas abiertas para operar con criptomonedas.
Entre las startups protagonistas del ecosistema local, que permiten transaccionar criptomonedas, se destacan Belo, Lemon y Ripio. Al frente de cada una de ellas, un denominador común: personas jóvenes emprendedoras argentinas, talentosas y entusiastas de la tecnología que entienden el boom cripto como algo mucho más profundo y trascendente que una operación de compra-venta.
La divulgación como bandera
Cuando lo invitan a foros, conferencias y otras presentaciones públicas, a Manuel Beaudroit lo presentan como un referente “histórico” de la industria cripto local.
Tiene 40 años y en 2013 formó parte de la agrupación “La Satoshi”, un movimiento paracultural generado en la Ciudad de Buenos Aires para popularizar la ideología detrás de la descentralización y la soberanía financieras que impulsaba Satoshi Nakamoto, figura anónima que creó Bitcoin en 2008. Con máscaras de Guy Fawkes -popularizada en la película V de Vendetta y símbolo mundial del grupo antisistema Anonymous-, Manuel y otros jóvenes recorrían plazas y hacían distintas actividades para difundir las propuestas del por entonces incipiente mundo cripto. “Éramos cuatro gatos locos”, dice al recordar esos años.
En 2012, Beaudroit trabajaba en la consultora Accenture y conoció Bitcoin a través de un proyecto que hacía para una startup de tecnología. “Nos voló la cabeza cómo podía solucionar el tema de remesas y pagos internacionales para los emprendedores que querían montar sus negocios”, comenta. Desde ese momento, dejó todo para dedicarse sólo a la nueva tecnología.
A partir de ahí, este bachiller secundario que estudió Biología y Tecnología multimedial se pasó diez años trabajando en cripto para diversas empresas hasta que en 2021 lanzó la billetera digital Belo, de la que es CEO. “Venimos trabajando en un ángulo financiero: cómo la gente puede tener acceso a un activo que es descentralizado, nativo de Internet, y acceder a ciertas redes que el dinero no te permite”, explica cuando le preguntan por lo que hace en la industria y enseguida aclara: “Con esto no digo que estés eludiendo controles ni barreras, simplemente es entender que el mundo cambió, que Internet llega a otros lugares y que este tipo de tecnología te permite cumplir esos objetivos”.
Al llevar tantos años en el sector, una de las consultas que tuvo que aprender a contestar con paciencia fue si la economía cripto es otra burbuja. Ahora, como referente que es, se acomoda un mechón de pelo oscuro que le cae en la frente, sonríe y dice: “Puede ser humo u otra burbuja, pero, hasta que no explote, nadie tiene la posta, ni siquiera en el mundo de los negocios tradicionales”. Según su mirada, es importante “demostrar con hechos cómo solucionar problemas concretos de la gente”.
Para Beaudroit, el trading (el intercambio de divisas) es sólo otra actividad dentro de la industria y “el valor real de cripto está en sacar la concentración del poder sobre la toma de decisiones en cuestiones de índole financiera, de identidad o de información y darle ese poder a la gente”. Este “movimiento”, dice, “tiene una capacidad transformadora, sobre todo en una sociedad como la latinoamericana, que está muy impactada por la corrupción que surge de la centralización del poder”. Por eso, asegura que ve esto como “una oportunidad de redefinir las relaciones de poder a nivel socioeconómico y político y lo más interesante es que las personas puedan construir esas relaciones, a diferencia de las instituciones soberanas”.
Respecto del rol del Estado y las regulaciones, Beaudroit se planta en que el Estado no se meta ni “entorpezca el desarrollo del sector” y tampoco quiere regulaciones. “Ya tenemos muchas regulaciones con las leyes comerciales, penales etc.; más regulación resultaría en una distorsión del ecosistema hasta tanto no se comprenda bien de qué se trata todo esto”, señala.
Convencido de los beneficios que esto trae a la sociedad, el empresario dice que tiene un compromiso con la masificación de esta tecnología y “las soluciones que trae a la sociedad”. “Lo vivo no sólo como emprendedor, sino como divulgador para hacer que cada vez más personas usen estas tecnologías para su beneficio”, milita.
Cambiar el mundo con la Internet 3.0
En 2013, un amigo de Marcelo Cavazzoli cobraba su sueldo en Bitcoins y le insistió tanto para que invirtiera que a los pocos días vendió su moto y puso toda la plata en esa criptomoneda. En ese momento, rondaba los 100 dólares. Ahora, con 30 años, es el CEO de Lemon, el exchange local que supera el millón de personas usuarias registradas y no para de ampliar su comunidad.
Poco después de aquella primera experiencia con Bitcoin, Cavazolli empezó a meterse en la parte profesional de la industria. Creó Lemonatio, una suerte de software factory donde se diseñaron más de 30 apps o juegos y surgieron algunas startups como Venti, dedicada a soluciones tecnológicas para eventos.
En 2018 participó de la hackathon mundial de Ethereum y ganó uno de los premios. Al año siguiente, junto a Borja Martel Seward, fundó Lemon con el sueño de “acercar la revolución de las criptomonedas a toda América Latina”. “Lo más importante para entender esta industria es investigar y educarse”, dice este emprendedor nacido en Neuquén que estudió Ingeniería informática en la UBA.
Mientras se acomoda una remera negra con el logo de su empresa, idéntica a la que usan quienes los siguen, asegura que, más que por un fin económico, está en el negocio porque, como muchos de sus colegas, quiere transformar la realidad: “Queremos ver un mundo diferente, cambiarlo, que se haga realidad ese futuro cripto que imaginamos”.
Cuál es, entonces, el cambio que buscan. “Hay principalmente dos carriles en paralelo. Por un lado, la descentralización financiera, una nueva forma de dinero donde lidera Bitcoin. Por el otro, la nueva versión de Internet, la Web3 (Internet con tecnología Blockchain)”, enumera Cavazzoli.
Hoy, explica, se está construyendo la base de lo que en diez o veinte años se usará para pagar o ahorrar y “lo que vamos a utilizar para interactuar como civilización, con esta ideología que implica la Internet 3.0”. Reconoce que en esta nueva forma de organización “el papel del Estado tendrá que cambiar y deberá adaptarse a la nueva arquitectura”. Imagina un rol mucho más tecnológico, más conectado con las personas: “Ya existen algunos casos de gobernanza descentralizada, con las DAO (Organización Autónoma Descentralizada), donde ni siquiera se conocen las caras” y están dirigidas a través de reglas codificadas en contratos inteligentes. “Veremos esta tecnología aplicada a lo que hoy definimos como Estado, porque es mucho más transparente, más eficiente y más democrático para las personas”, asegura Cavazzoli.
Su idea de cambio no termina ahí. “Lo que más me enloquece es pensar en las próximas décadas, en que lo que hoy conocemos como Internet y cómo cambiará esa tecnología”, dice con un ritmo justo entre entusiasmo y prudencia en su manera de hablar. Su motivación, dice, es “pensar en los cientos de industrias que se van a crear con esta tecnología y que habrá una máquina global, una computadora del mundo, que tiene la información de toda la humanidad y que se puede ejecutar de manera descentralizada”.
Descentralización para la transparencia
Con 42 años, a Sebastián Serrano, CEO y fundador de Ripio, todavía le cuesta aceptar que en ciertos lugares lo traten como una celebridad. “Por suerte no lo soy”, dice con una timidez sincera que no alcanza a esconder detrás de unos anteojos de metal demasiado grandes.
Sin embargo, para la comunidad cripto, no hay dudas y adonde llega lo tratan como una cripto-star. Pergaminos no le faltan a este emprendedor argentino, pionero en desarrollar tecnología Blockchain -una gran base de datos digital, pública y compartida, que registra transacciones en tiempo real- y uno de los mayores expertos a nivel global.
De muy chico, en su Choele Choel natal, provincia de Río Negro, comenzó a programar software y ayudó a desarrollar el primer proveedor de Internet de la ciudad. En 2007 fundó una empresa de desarrollo de software y en 2012 se sumergió en el mundo de las criptomonedas.
Al año siguiente creó Ripio, una startup que muy rápido se posicionó como una de las empresas de mayor reconocimiento en el continente, a tal punto, que Mercado Libre, quizás la empresa más conocida de la Argentina, la eligió para gestionar su propia criptomoneda: se llama Mercado Coin y la acaba de lanzar en Brasil.
“Hay una revolución inminente, se ve el potencial de la tecnología cripto y eso atrae a más gente”, dice Serrano al analizar la actualidad de la industria en el país. “Argentina siempre tuvo una comunidad cripto muy adelantada y eso está atrayendo a nuevas generaciones que se educan en qué son las criptomonedas o en programación y van surgiendo muchos proyectos nuevos que demuestran los casos de uso de esta tecnología, que es súper general”, explica.
Con un look que recuerda más a un profesor universitario de Filosofía y Letras -pelo largo atado y suéter arremangado-, Serrano piensa más allá del negocio cripto: “Hay un montón de otras cosas que van a impactar a la humanidad y que me apasionan por haber estudiado física y ciencia descentralizada”, advierte.
Dice que le interesa la aplicación de esta nueva tecnología para potenciar el desarrollo de laboratorios descentralizaciones o formas de generar propiedad intelectual con financiamiento más abierto, “sin depender de la tremenda burocracia que hoy domina a la ciencia”.
En esa línea, considera que “el Estado argentino falla tanto que deja muchos espacios vacíos, la mitad de la población trabaja en la informalidad, está fuera del sistema y necesita soluciones”. Sostiene que hay mucho que se puede desarrollar para generarle un soporte a esas personas: “Tal vez podemos hacerlo desde las necesidades de una región geográfica que tiene un Estado bastante débil”, asegura.
Para capitalizar el potencial que tiene la tecnología cripto y la Blockchain, “es necesaria una regulación sensata, que trate de proteger al usuario de los riesgos reales y que no sea circunstancial por las necesidades de un mes puntual, como se hacen muchas regulaciones”, remarca.
También analiza sus preocupaciones sobre el recorrido de la industria: “Cada vez me preocupan cosas más filosóficas. Por ejemplo, sería muy malo que esta tecnología volviera a generar un grupo de control, una nueva élite, otras cinco empresas que dominen todo”. Reconoce que “sería un fracaso si toda esta descentralización llevara a otra concentración”. La misión, idealiza, “es generar acceso para todos y democratizar el sistema”. El techo, dice, serán la creatividad y la capacidad para desarrollar productos que resuelvan cosas a las personas y que creen valor.
Mujeres, gran pendiente
No todo es novedoso en la economía cripto. Algunas viejas costumbres del ámbito empresarial se mantienen: según las cifras de la industria, apenas hay cinco mujeres en un total de 121 personas fundadoras de compañías en el ecosistema cripto.
Celina Niemann, co-CEO de la criptobilletera Defiant, sostiene que, en términos de participación, representatividad, remuneración, acceso a cargos de toma de decisiones y a la educación tecnológica y financiera, la brecha de género todavía es inmensa. “Esto ocurre en todos los sectores e industrias y también en el mundo cripto, donde ya hay organizaciones trabajando para revertir la tendencia”, reconoció en una entrevista para A24.com, en marzo de 2022.
Sin embargo, además de las profesionales que ya ocupan cargos en las empresas del sector, hay otros nombres que trabajan en integración de las mujeres a la industria cripto:
Olayinka Odeniran, fundadora de Black Women Blockchain Council, que busca llevar el número de mujeres negras trabajando en el sector a medio millón para 2030.
Camila Russo, investigadora chilena sobre cripto; autora del libro The Infinite Machine sobre la creación de Ethereum y que llevará al cine Ridley Scott.
Romina Sejas, ex-Buenbit, actual community manager de DeFi LatAm y divulgadora argentina sobre cripto, conocida en redes sociales como CryptoChica.
Laura Shin, periodista de economía, editora de Forbes y considerada la primera periodista mainstream en escribir sobre criptomonedas.
Fiorella Scantrambulo, ex-Defiant y ahora encargada de curaduría en POAP, un proyecto que permite crear tokens coleccionables como pruebas de participación en eventos o protocolo cripto.