Profesor en la escuela rural, director de colegio público, inspector de Educación, secretario general técnico del Departamento de Educación y Ciencia (1999-2001) del Gobierno de Aragón y director general de Enseñanza Superior del Departamento de Ciencia, Tecnología y Universidad del Ejecutivo autonómico (2003-2011). El currículum de Jesús Jiménez (Paracuellos de la Ribera, 1950), actual vicepresidente del Consejo Escolar del Estado, le convierte en una de las voces más experimentadas de la Comunidad en materia educativa de las últimas cuatro décadas.
¿Cómo ha cambiado la educación aragonesa desde 1982?
A mejor. Primero, porque las decisiones y el control de estas se toman desde Aragón. No es igual planificar un colegio desde Madrid que desde aquí. Y esa gestión se controla en las Cortes de Aragón. Y segundo, también hemos mejorado porque en todo este proceso tenemos más centros, más profesores, muchos más recursos y la enseñanza y la educación han progresado enormemente.
En 1999, era secretario general técnico de Educación cuando la Comunidad recibió las competencias del ámbito. ¿Cómo recuerda esa época?
Fue un trabajo ilusionante. Aunque es cierto que las transferencias se habían negociado muy mal, a la baja. Entonces, intentar recuperar los proyectos y partidas iniciados por el anterior gobierno y mejorarlos para que se reflejase claramente que asumir las competencias iba a suponer una ganancia para la Comunidad supuso un esfuerzo tremendo, el cual hicimos sobre todo con los presupuestos autonómicos.
¿Cómo fue el posterior desarrollo del modelo?
Metimos muchas horas de trabajo y hubo mucha tensión. Cuando llegué al Gobierno, lo primero que tuvimos que afrontar fue una huelga de interinos. Y hubo que aumentar notablemente las plantillas de los centros, debido a que la negociación había sido a la baja, algo en lo que también tuvo que ver el Gobierno central, que era reticente a ceder competencias. Convencer a la comunidad educativa de que podíamos mejorar el sistema fue lo que más costó, pero lo conseguimos. Y todo ello incluyendo señas de identidad propias, como las relativas al medio rural o a la implantación de las ‘tablets’, en la que fuimos pioneros. Un logro que fue posible gracias al primer Pacto por la Educación firmado en Aragón.
Precisamente, los relativos a la escuela rural fueron trabajos que se iniciaron antes de las transferencias. ¿Cómo se llevó a cabo esa labor?
Desde el año 82, las tres direcciones provinciales de Educación hicieron una labor impresionante. Y la escuela rural fue una bandera que Aragón encabezó en muchos sitios. Por ejemplo, en Teruel se crearon los CRIE (Centros Rurales de Innovación Educativa), en los que los chavales de los pueblos mas pequeños pasaban unos días conviviendo juntos. Asimismo, en Huesca se crearon centros que impartían infantil, primaria y secundaria en el primer ciclo. Se hicieron muchas cosas antes de que llegasen las transferencias, y Aragón fue pionero en varias de ellas.
¿En qué benefició al territorio la creación de los Centros Rurales Agrupados (CRA)?
Supuso un avance muy importante. Hay que recordar que con la ley general de 1970 se suprimieron muchas escuelas al crearse las concentraciones escolares. Después, al entrar Maravall como ministro en el 82, se le dio un cambio radical al esquema. Primero se creó la educación compensatoria, que contrarrestaba las desigualdades que provenían del medio rural y de la situación personal del alumno. Luego vino la reapertura de las escuelas rurales, pero, como se pensaba que una con 10 chicos funcionaba regular, se hizo que todas las que estaban cerca conformasen un solo colegio, con un solo claustro y un consejo escolar. Así, cada escuela mantenía los tutores, pero había profesores que iban por los diferentes municipios a impartir asignaturas. Eso eran los CRA, que conllevaban una gran ventaja pedagógica, pues los maestros compartían un mismo proyecto, recursos y experiencias. Además de un beneficio notable a nivel de vertebración del territorio, ya que los vecinos de los núcleos se relacionaban más, juntándose en comidas y otros actos populares.
En los ochenta se establecieron las bases de los conciertos con la enseñanza privada. ¿Cómo valora su posterior evolución?
Se negoció muy bien, alcanzándose acuerdos importantes en temas como las actividades extraescolares. No hubo problemas y se ha ido llevando bien en los años siguientes. Creo que las guerras escolares no tienen sentido y que podemos convivir todos. Tenemos que respetarnos y atenernos a la normativa sin hacer trampas, cosa que la inmensa mayoría de centros tienen asumido. En Aragón prácticamente no ha habido guerras, y cuando las ha habido han venido influenciadas por Madrid.