El suicidio es una problemática compleja y constituye un asunto de salud pública a nivel mundial, nacional y local. Está determinado por múltiples factores que incluyen los subjetivos, culturales, históricos, socioeconómicos, religiosos, étnicos y ambientales. Particularmente en las adolescencias y juventudes “es necesario habilitar espacio de escucha despojada de prejuicios y cambiar la mirada adultocéntrica”, consideró a La Rioja/12 Viviana Stirnemann, coordinadora del área de Adolescencia del Ministerio de Salud de La Rioja.
En el país, mediante el Decreto Nº 603/2021 fue reglamentada la ley N° 27.130 de Prevención del Suicidio en Argentina. Establece que “el suicidio es una problemática social, comunitaria, de salud pública y es una responsabilidad de todas las personas”. Y, lo define como “un fenómeno multicausal en el que interactúan factores del orden individual, familiar, social y comunitario”.
Para la psicóloga es fundamental otorgarle importancia a la salud mental, comprender que se necesita del compromiso de la sociedad y realizar un abordaje integral desde las instituciones involucradas. “Nuestra provincia junto con Salta y Jujuy tienen una tasa alta y hay una decisión política de para trabajar en la prevención del suicidio”, aseguró en este sentido y agregó que “hay una situación de mayor conciencia desde el punto de vista integral; que es relevante darle importancia a la subjetividad y como se sienten las personas”. “Hay que correr la mirada adultocéntrica para poder escuchar un padecimiento, aseveró.
En los últimos años la OMS (2004) ha alertado sobre el incremento significativo de los casos de suicidio en jóvenes de 15 a 24 años, siendo la tendencia a la mortalidad mayor entre varones y los intentos entre las mujeres. Según datos aportados por la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) en el año 2018 la tasa de mortalidad en población adolescente fue de 4.5 por 10.000 para ambos sexos; en varones fue de 5.9 duplicando la tasa registrada en mujeres de 3 por 10.000 habitantes.
“Es una problemática que nos compete a todos, porque si una persona no encuentra salida quiere decir que hay algo que revisar de lo que hacemos, porque a lo mejor no se siente escuchada o no alojamos con la palabra el malestar que está sufriendo. Hay que aliviar el sufrimiento y replantearnos como sociedad porque hay una persona que no está pudiendo expresar con la palabra lo que está pasando y la manera de resolverlo es ponerle fin a su vida”, afirmó.
Stirnemann explicó que es importante mirar como habitan las adolescencias sus espacios y un conjunto de variables como, por ejemplo, la edad, el sexo y en relación a ello la incidencia que tiene las configuraciones sociales y culturales que establecen como habitar en la sociedad. “Hay determinados estereotipos sociales que se viven de manera diferenciada, por ejemplo, los varones frente a la expresión de sus emociones en relación a las masculinidades.
También “se piensa que esta problemática es individual, que la persona tiene una patología psiquiátrica y no es necesariamente así. Vivimos en un contexto complejo, el sufrimiento y padecimiento obedece muchas veces a situaciones laborales, vinculares o económicas de las que no se encuentra alternativa. Tenemos que tratar de ayudar a encontrar alternativas”, comentó a este diario. Por otro lado, la falta de información, el desconocimiento sobre la accesibilidad al sistema de salud puede agudizar un padecimiento.
“Prestar atención a los indicadores que cuentan que a esa persona algo le está pasado, no minimizar lo que transita, ni pensar que está charlando que es uno de los prejuicios para desmitificar”, dijo y mencionó el lenguaje no verbal y el aislamiento que puede ser propio de los adolescentes, mientras no sea “un espacio vacío”. “Es fundamental la consulta oportuna, las alertas tempranas y contar con equipos intersectoriales porque es una problemática social ya una persona puede estar sufriendo por diferentes motivos”, reiteró la profesional.
Agrego que es necesario “dialogar sobre el tema” porque puede ser una oportunidad para ayudar a quien está padeciendo, analizar la problemática en la niñez; y sumar el compromiso de los medios de comunicación desde un abordaje adecuado de la problemática.
La pandemia “tuvo impacto en la subjetividad y en los modos de vida independientemente de la edad y en las adolescencias, que están marcadas por otras configuraciones, como la construcción de su identidad y nuevos vínculos y el aislamiento todo quedó limitado al uso de las tecnologías y fue una gran limitante para los vínculos”, dijo al ser consultado sobre las consecuencias del aislamiento. Consecuencia de la época mencionó que aumentaron los miedos, trastornos de ansiedad, desorden de la conducta, desórdenes alimentarios y consumo de sustancias.