Imagen de referencia.
Foto: Pixabay
Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol. Fontanarrosa.
Si nos arrimamos a los orígenes del futbolín, nos encontramos con una historia triste y con otra menos trágica: la historia triste es que Alexandre Campos Ramírez fue herido en un bombardeo en la Guerra Civil española y presenció, en un hospital, a cientos de niños que estaban en su misma condición y, peor, no podían jugar al fútbol. Se inventó un futbolín que sirviera para remedar al fútbol, que se pudiera jugar con las manos y produjera las mismas sensaciones. Los ingredientes estaban: un balón, unos jugadores, un árbitro, unos arcos, una cancha y a jugar.
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Hoy, curiosamente, se juega profesionalmente a este deporte en Alemania, Italia, Francia, China y en España hay una Federación de Futbolín. Con el triunfo franquista, Alexandre tuvo que exiliarse en Francia. La historia menos trágica es que se trata de un consuelo, de un remedo de fútbol que nos recuerda que el fútbol, aunque sea como imitación, nos funda, nos muestra, nos forma y transforma. Estas dos historias nos recuerdan la película en 3D llamada Metegol, dirigida por Juan José Campanela e inspirada en el cuento de Fontanarrosa que se llama Memorias de un wing derecho.
Además, si auscultamos la literatura sobre este juego, nos encontramos con la obra Futbolín, de Alessio Spatro. Ahora bien, si lo que queremos es hacer un recorrido por textos que aluden al fútbol, nos encontramos con algunas portadas que utilizan el futbolín para ilustrarlas, entre las que se destacan, por gusto personal, las siguientes: Alienación indebida, de Rafa Cabeleira; Zarpazos en el alma, de Emilio Gil; Fuera de juego, de Jordi Sierra i Fabra; Dios es redondo, de Juan Villoro; Poetas del fútbol, de Carlos Fernández del Ganso; Bajo la piel del alacrán, de Paco de Paula y ¡Calcio!, de Juan Esteban Constaín.
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Un recorrido mínimo como provocación a la lectura de estos textos que tienen como tema central al fútbol en relación con la política, las trampas, el amor y lo dulce de jugar al fútbol con las manos. Este inventor fue amigo personal de Albert Camus y de Sartre, y tuvo que esconderse durante mucho tiempo por miedo al franquismo, además, como asunto curioso, patentó su invención, pero la perdió en una tormenta en la que se volaron sus papeles. Por esta razón no tenemos imágenes de esa primera obra de arte, aunque yo recuerdo que mi primer futbolín fue un desastre porque no era con muñecos con pies juntos o separados, sino con clavos disparejos, con una tabla peor y mi contrincante siempre me ganaba, pues mi portería quedaba en bajada. No entendía nada de física, pero era feliz, jugaba por ver la sonrisa de quienes nos veían jugar: seguían ellos con su pico y monto, su bola de cristal y un palito de crema que servía para impulsar el balón hasta la gloria final. Después de ello, apostar con cajetillas que simulaban billetes en un futbolín que imitaba el fútbol de los mundiales… y era muy serio este juego.