- Andrea Díaz Cardona
- HayFestivalQueretaro@BBCMundo
Que se prohíba el aborto en EE.UU., que un seguro médico cubra los tratamientos psiquiátricos y que un ingeniero diga que su invención tiene sentimientos son acontecimientos del mundo moderno que se fundamentan en tres conceptos: el alma, la mente y la máquina.
No es evidente, pero estas palabras en las que no solemos detenernos han estado en el centro de importantes debates desde hace siglos.
De ahí que el psiquiatra estadounidense George Makari haya dedicado parte de su carrera académica a investigar estos conceptos y la manera en la que han marcado la historia de la humanidad.
En su libro “Alma máquina: la invención de la mente moderna”, Makari revisa la historia de las nociones de alma, máquina y mente para entender el origen de la tensión que se ha generado entre ellas y que, afirma, ha llevado a la humanidad a desatar una cadena de guerras macabras.
George Makari habló con BBC Mundo en el marco del Hay Festival Querétaro que se realizó en esa ciudad mexicana desde 1 al 4 de septiembre.
¿Por qué, siendo psiquiatra, decidió indagar la noción de mente con una aproximación histórica?
La posición científica en torno a la mente es muy importante para cualquier psiquiatra porque, dependiendo de su punto de vista, puede creer que no existe o que es la parte más importante de la vida interior humana.
Es un tema que siempre ha estado en el ambiente como una pregunta sin respuesta. Los filósofos se han centrado en razonar a través de la respuesta correcta y la respuesta incorrecta.
Pero, como historiador de las ideas, que es mi enfoque, buscaba una perspectiva más amplia sobre cómo esta cuestión se convirtió en un gran problema. Quería volver al origen de ese problema.
Las nociones de alma y cuerpo, que eran las dos primeras nociones sobre la esencia humana, empezaron a tener que acomodar esta tercera esencia competidora: la de una mente natural que no era equivalente al alma.
Este estado intermedio de la mente es lo que trato de exponer en “Alma máquina”, mostrando cuán importante es para la cultura laica, la política, la medicina, la literatura. Es una especie de perspectiva mucho más amplia sobre cómo ha afectado a la cultura occidental.
¿Cuál ha sido la relevancia política que ha tenido la discusión?
Es muy importante para el contexto político que creamos que solo somos máquinas corporales sin libre albedrío o que creamos que somos almas que tienen inspiración divina y conocimiento divino.
Es una cuestión que ha conducido a guerra tras guerra tras guerra; con cada grupo que ha afirmado tener a Dios de su lado.
La mente, en cambio, surge como una forma diferente de pensar sobre la naturaleza humana y está muy ligada, sostengo, a la democracia, la tolerancia, la noción del cuerpo político, siendo este uno sobre el que nadie tenía conocimiento divino, todo era conocimiento parroquial y debatible.
¿Qué diferencia encuentra entre los religiosos tradicionales y los románticos del siglo XVII, que menciona en su libro, con las tensiones entre religiones y culturas que vemos hoy en día?
Uno de los mensajes de mi libro es que nunca estamos del todo en un mundo laico, estas nociones religiosas, místicas y mitológicas siempre han estado con nosotros, son nociones que están en competencia constante.
Entonces, cuando vemos por ejemplo un candidato presidencial en Brasil diciendo que está ungido por Dios, o un partido político diciendo que está del lado de Dios, vemos el regreso a lo que fue la causa de décadas de guerra entre sectas cristianas.
Hay una historia detrás de esto, ocurría una guerra tras otra y en 1648 llegó el Tratado de Westfalia. Hubo un intento en Europa occidental de tratar de encontrar una forma de política más estable, que no requiriera guerras y reclamos constantes basados en que nuestras almas obtuvieron conocimiento o un llamado directo de Dios.
¿Cómo se puede interpretar la diferencia entre la política de América Latina que está, en muchos casos, ligada a la religión y la tradición europea que ha buscado mantenerse independiente?
Lo primero es que en Europa, en este momento, hay un elemento religioso muy poderoso en el nacionalismo blanco que es cristiano y que quizás es más fuerte en Rusia, pero tiene elementos muy fuertes ahora mismo en Italia, Francia y Alemania.
Pero diré que el establecimiento de una cultura política laica al menos puede contrarrestar ese fenómeno.
Se usa aquí en Estados Unidos. Hay mucho énfasis en los cristianos evangélicos, por ejemplo, y en este momento tenemos una Corte Suprema con un número de católicos muy devotos que acaban de tomar una decisión sobre el aborto, que creo que es muy difícil de leer como algo más que un reclamo religioso.
Así que creo que estas cosas no desaparecen y considero que la cuestión sobre si somos almas, computadoras o mentes ha desatado un conjunto de debates que cambian con el tiempo en culturas particulares, pero que esos tres elementos siguen presentes.
Y en Latinoamérica, por lo que entiendo, la Iglesia ha sido súper poderosa. Los expertos en la región pueden decirme más sobre cómo esta noción laica ha sido marginada por la Iglesia, aunque en algunos lugares es muy poderosa.
Saliendo del terreno político y entrando al de la medicina, en su libro plantea que los límites de nuestra mente pueden ser llamados enfermedad mental, ¿por qué?
No puedes tener una noción de salud mental o enfermedad mental a menos que la mente sea un objeto natural.
Así que este libro cuenta la historia de cómo empiezas por aceptar: “está bien, la mente no es equivalente al alma”. Entendiendo que el alma puede ser inmaterial, eterna, estar inspirada por Dios o poseída por el diablo, pero que no se puede enfermar.
El punto es que la enfermedad es una noción de historia natural, entonces la salud mental y la enfermedad mental solo surgen con una mente que es natural. Es por eso por lo que podemos hablar realmente sobre cómo tener una vida mental saludable o cómo eso contribuye a la enfermedad mental.
De esa forma, la psiquiatría se convierte en ese pequeño campo de la medicina que comienza a tener una influencia descomunal en nuestra cultura.
En ese sentido, cómo entra a jugar la fe, que es más cercana al alma y que en muchas culturas les permite a las personas lidiar con su día a día.
Cualquiera que haya trabajado en un hospital, como yo, entiende la noción de ese tipo de consuelo que uno mira desde el alma, que cuando te enfrentas a cosas terribles, la fe es algo muy importante.
Pero no creo que eso tenga que significar que cruzaste la línea al pensar que la mente está completamente abarcada por el alma, porque si lo haces realmente habrás cedido mucho terreno.
Sabemos que hay cosas que podemos hacer que son laicas, que no se basan en exorcismos de un sacerdote, una oración o una confesión.
Tienen que ver, más bien, con cambiar la forma en que vemos el mundo. Superar el trauma, superar la depresión. Entonces, creo que es renunciar demasiado al decir que esas cosas son equivalentes.
Como psiquiatra que atiende pacientes, ¿cómo lleva a la práctica estas reflexiones? Y ¿cómo estas les ayudan a sus pacientes o a las personas que tienen depresiónu otra enfermedad mental?
La parte práctica de esta historia es muy, muy poderosa. Todos los días lo pienso, no mucho sobre el alma porque no soy sacerdote, ni rabino y no pretendo tener ningún acceso a las almas de las personas.
Pienso en: dónde está trabajando su maquinaria corporal y dónde está trabajando su mente. Esa es una lucha diaria, la gran pregunta para un psiquiatra como yo.
Con la depresión, por ejemplo, pienso cuánto tiene que ver con el sistema neuroendocrino de esta persona, o si esta persona está traumatizada o si esta persona acaba de sufrir una gran pérdida o si esta persona tiene un enfoque muy masoquista de la vida.
Esas son preguntas que hago todo el tiempo, y tengo que decidir si un medicamento podría ser útil o si es más útil una intervención cognitiva, como John Locke habría dicho, para corregir el pensamiento equivocado.
O, como dicen los románticos, los freudianos y los psicoanalistas, que tienes que interpretar el inconsciente o la persona puede ser consciente de lo que la está influenciando dentro de su propia mente.
Esas son todas preguntas muy reales, pragmáticas, que uso todos los días cuando veo pacientes.
Ahora, pensando en el alcance de la discusión, cómo se puede entender el dilema de la libertad o el libre albedrío vs el determinismo.
Eso es especialmente importante para los científicos que dicen que la mente no existe, que es una máquina cerebral. Así que esas personas están, en cierto modo, subestimando el poder de la mente para tomar decisiones, tener intenciones. Dicen, básicamente, que somos como computadoras.
Muestro, en el libro, cómo la gente argumentó contra eso para evidenciar que es una noción muy limitada de la humanidad, que realmente lo que hace, al ser una postura radicalmente reduccionista, es abrir mucho espacio para la creencia sobrenatural.
La mente es esta cosa que se sienta en el medio y dice: sí, esta mente está ubicada en el cuerpo, está limitada por el cuerpo, pero nosotros, los seres humanos, tenemos esta cosa asombrosa que la ciencia aún no comprende del todo.
Tenemos la capacidad para el libre albedrío, limitada, pero la tenemos. Tenemos la capacidad de tener intención, deseo y elección.
Sin eso, no existe tal cosa como la democracia. No existe tal cosa como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. ¿Cómo se puede tener una democracia si las personas son máquinas y no pueden tomar decisiones? Entonces es muy importante políticamente y creo que es fundamental para la psiquiatría y la psicología, etc.
Esto me hace pensar en el ingeniero que trabajabaenGoogle y que sostiene que el programa que creó tiene sentimientos.
La gente ha estado diciendo eso desde que inventaron los relojes elegantes y es ridículo.
Hay una diferencia muy grande entre un ser humano intencional experimentado y una máquina muy, muy, muy rápida que puede hacer algoritmos como loca.
Es el tipo de confusión que, creo, este libro realmente ayuda a resolver.
Los científicos decían eso en el siglo XIX, que había máquinas muy, muy sofisticadas que ellos estaban creando y que podía hacer cosas asombrosas.
Es un viejo argumento: que somos máquinas del cerebro. Que solo hay una cosa allí, que es el cerebro y que es una máquina. Que pretendemos tener deseos, pretendemos tener libre albedrío, pero en realidad todo está sucediendo gracias a la máquina y ni siquiera lo sabemos.
Yo dediqué mucho tiempo, en el libro, a mostrar cuán limitado y fuera de base está ese argumento.
Luego de haber hecho todo este viaje histórico, cuál es su opinión frente a las nociones de alma, mente y máquina.
Bajo mi punto de vista, estos tres conceptos son muy importantes. Para mí, no se trata de que uno derrote al otro. Es una cuestión de cuáles son las formas apropiadas de pensar sobre los tres y cuáles son los tipos de problemas y de límites a los que debemos ser sensibles, para comprender cómo funcionan los tres.
Lo que más me interesa es sugerir que las personas que quieren eliminar la mente tienen enormes problemas que no pueden resolver. Aquellas personas que quieren eliminar el cerebro tienen enormes problemas que tampoco pueden resolver. Pero aquellas que quieren eliminar el alma, sí pueden hacerlo.
Es una cuestión de elección cultural, política y personal.
Hay mucha gente religiosa en este mundo, un número muy grande, y creo que está bien decir que eso puede ser parte de una relación mente-cuerpo completamente laica y racional que es diferente.
Eso tiene que ver con lo que crees que te sucede después de la muerte y no está necesariamente relacionado con nada parecido a la fea historia de la brujería y la posesión y de la forma en que el alma y la creencia en el alma se volvieron muy, muy peligriosas con la guerra de los 40 años, guerra tras guerra, asesinato tras asesinato.
Creo que tenemos que preocuparnos si eso se convierte en parte de la vida política. Creo que siempre ha sido destructivo que el alma sea central en la vida política.
La historia de este libro trata de cómo después de tanto asesinato basado en el alma y la iglesia, un montón de gente dijo “basta” a partir de la década de 1660. Y arriesgaron sus vidas para decir basta, creo que nos dieron un gran regalo que debemos recordar.
Y esa lección cómo se relaciona, entonces, con el respeto a la diferencia, al otro.
El puente entre “Alma máquina” y mi último libro “El miedo a los extraños: la historia de la xenofobia” fue, justamente, la cuestión de otras mentes, la otredad.
La forma en que conocemos las mentes es principalmente a través de la introspección de nuestra propia mente, no podemos observar la mente de otra persona.
Así que existe un famoso problema llamado “el otro problema mental” que dice: ¿cómo sé que no eres una máquina, no eres un robot? ¿Cómo sé que tienes una mente? Y esa pregunta en una forma más débil es, ¿cómo sé lo que está pasando dentro de tu mente?
Ese es el conjunto central de preguntas que empecé a seguir y noté que la cuestión de la xenofobia era una manifestación política y social de ese problema filosófico y eso me hizo escribir un libro al respecto.
Además, la xenofobia estaba en todas partes porque acababa de ocurrir el Brexit de 2016 y Trump había sido elegido [en Estados Unidos]. Vi que había un puente entre esta pregunta que quedó de “Alma máquina” y cómo conocemos al otro, ¿cómo conozco la otredad?
Lo cierto es que la otredad se trata de otro estado interior. No es que te veas diferente, es que está pasando algo en tu mente y yo no tengo forma de saberlo.
Este artículo es parte del Hay FestivalQuerétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó del 1 al 4 de septiembre de 2022.Puedes ver toda nuestra cobertura haciendo clic aquí.
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