LA PREGUNTA:
Sospecho que una amiga está sufriendo de algún trastorno alimenticio y no sé cómo abordarlo o cómo decírselo. Ella bajó mucho de peso hace un par de años producto de una enfermedad, pero desde ahí esta nueva delgadez se convirtió en algo muy preciado y cada vez que me junto con ella, o de frentón lleva un ayuno de muchísimas horas o se ha saltado varias comidas. Si hay algo que sé, es que está comiendo muy poco y no sé bien de qué manera poder acercarme a ella a ver qué está pasando, porque el tema del peso y la nutrición es delicado y puede herir susceptibilidades, además no quiero incomodarla o que se aleje.
Vanessa, 39 años
LA RESPUESTA:
Los desórdenes alimenticios son complejos en cuanto no tienen un origen único. “Tienen que ver con alteraciones en el acto de comer y una relación conflictiva con el cuerpo y el peso. Sin embargo, van mucho más allá de lo meramente conductual y manifiesto: podríamos decir que esto es la punta del iceberg y que cada síntoma alimenticio encubre una problemática subjetiva que tiene un valor personal dado por la historia de quien lo padece”, explica la psicóloga especialista en psiconutrición y miembro de MADNutri, Daniela Lewkow (@lacuerpaenterapia).
Durante los últimos años, sobre todo durante la pandemia, se observó un aumento considerable en los desórdenes alimenticios (en Chile, se estima que estos trastornos aumentaron en 30% en los adolescentes chilenos). Lo positivo es que se comenzó a hablar más de ello, lo que ha ayudado a visibilizar y desestigmatizar este tema.
Ojo a las señales
Si bien un trastorno alimenticio SIEMPRE debe ser diagnosticado por un especialista, hay ciertos comportamientos que pueden encender las alarmas y que vale la pena observar. Daniela nos comparte algunos puntos:
· La persona se excluye de instancias sociales en donde entran en juego situaciones de alimentación, o estas instancias parece vivirlas con angustia, sin disfrute.
· Se aísla, se muestra más irritable.
· Visita el baño con frecuencia después de comer.
· La actividad física ocupa un lugar obsesivo en su vida.
· Observa su cuerpo de manera crítica, chequea su cuerpo en el espejo, habla mal de éste.
· Muestra miedo a engordar.
· Observa cuerpos de otras personas, se compara, clasifica los cuerpos.
Es importante entender que estas señales por sí mismas no necesariamente implican que exista un desorden alimenticio. No obstante, sí pueden ser un indicador de una relación alterada con el cuerpo y la alimentación. “La lectora ha observado algunas cosas, pero diría que más que el hecho de bajar de peso en sí (en el caso de su amiga), es el lugar que ocupa esta delgadez en su vida y cómo se aferra a ella, los ayunos, además de la poca cantidad de alimento que ingiere, lo que da cuenta de una relación compleja con el alimento, quizás como parte de una dieta restrictiva y/o alguna dieta de ‘moda’ (que a veces también esconde un desorden alimenticio)”, alerta la psicóloga.
Acercarse de a poquito
Abrir este tema es complejo. Efectivamente puede ocurrir que su amiga se sienta ofendida, molesta o no sepa qué decir. “Recomiendo ir de a poco, acercarse de manera amorosa y cuidadosa, y estar atenta al lenguaje corporal de su amiga a medida que aborda el tema. La lectora podría hacerle saber que se siente preocupada porque ha notado que come de manera distinta a cómo solía hacerlo, sin enfocarse en cuánto o cómo come, ni en el aspecto de su cuerpo. Sugiero abrir el espacio a la conversación, en el que la amiga se sienta alojada y escuchada, no criticada ni juzgada”, aconseja la especialista.
Respetar los tiempos de la otra persona
Los trastornos alimenticios son formas de lidiar con la angustia, los conflictos y el malestar que puede existir en una persona. Muchas veces se viven en secreto, ya sea porque niegan padecer de este problema o bien porque les resulta muy difícil comunicar lo que sienten.
“La tendencia al aislamiento es bastante característica, puede asociarse a cuadros depresivos o a que sienten vergüenza al hablar de ello. Puede ocurrir también que exista cierta sintonía entre los síntomas que padece la persona y su idea de cómo debería verse su cuerpo, por lo que a ésta misma le resulta difícil comprender o reconocer que tiene un problema. Si su amiga no está lista para hablar del tema en el momento en que se aborde, sabrá al menos que no está sola y que cuando se sienta preparada, puede contar con su sostén y acompañamiento. Para alguien que sufre en silencio, el apoyo genuino de una amiga puede ser un factor determinante para pedir ayuda”, concluye Lewkow.