Liz Truss ha sido la elegida por las bases del Partido Conservador para tomar el relevo de Boris Johnson al frente del gobierno del Reino Unido, pero no tendrá tiempo para ninguna celebración en Downing Street. Si quiere durar en el cargo, debe darse prisa en afrontar la recesión económica en ciernes y principalmente la inflación y la subida de precios de la energía, que está atenazando a las familias británicas.
Ese será su principal reto, por delante de las relaciones con la Unión Europea (UE) o la guerra en Ucrania, pero ni lo tiene fácil ni, en este momento, se sabé cómo lo afrontará. Durante la campaña para imponerse a Rishi Sunak como nueva líder tory sus propuestas no han ido más allá del mantra neoliberal de la bajada general de impuestos.
“No hay ni idea sobre cómo se va a comportar, ha desarrollado una campaña populista con ninguna indicación de qué va a hacer. Una vez que llegue a Downing Street, va a tener que actuar muy rápido”, explica a RTVE.es Francis Ghilès, investigador sénior asociado del CIDOB.
“Es imposible contentar a todos“, subraya por su parte Martin Baxter, fundador y director de la web de análisis demoscópico Electoral Calculus. Baxter recuerda que Gobernar consiste en “tomar decisiones duras, elegir entre prioridades, y creo que esto será particularmente cierto para la próxima primera ministra”. “Tendrá que demostrar que tiene algún tipo de plan, pero muchos de los problemas son de largo recorrido, no se pueden arreglar rápidamente”, añade.
La economía británica, al borde de la recesión
Según el último barómetro de la empresa de sondeos Yougov, la economía es, con diferencia, la principal preocupación de los británicos. El 70% de los encuestados la sitúa en primer lugar. Muy por detrás aparecen el Sistema Nacional de Salud (39 %); el medio ambiente (32 %, tras un verano con temperaturas récord), la inmigración (23 %) y las relaciones con la UE tras el Brexit (19 %). El siguiente tema que más preocupa vuelve a ser económico: los impuestos (17 %).
Los datos y las previsiones corroboran que hay motivos para esta preocupación. El Banco de Inglaterra prevé que la economía británica entre en recesión en el último trimestre de 2022, y que siga así hasta 2024. Los tipos de interés han subido y la deuda pública es del 95 % del PIB.
La inflación está en máximos (10 %) y los salarios no han crecido en más de una década, así que el alza del coste de la vida ha provocado una ola de huelgas y protestas: en los transportes urbanos y ferroviarios, en los puertos, el servicio de correos y la recogida de basuras. Los medio británicos creen que el “verano del descontento” puede prolongarse al otoño o incluso al próximo año si el Ejecutivo no adopta algún tipo de medidas paliativas inmediatas.
Ben Judah, experto en política europea y británica del Centro Europeo de Atlantic Council, pinta un panorama desolador. “Los salarios no han aumentado desde 2007; hay una crisis de capacidad de compra que afecta a toda una serie de productos esenciales, desde la vivienda a la energía; tienes una retirada de inversiones y un descenso del comercio desde el Brexit, una falta de inversión durante 15 años que se está notando en la economía británica”, relata a RTVE.es
Pero Truss, que se presenta a sí misma como una neoliberal pura, solo ha propuesto una masiva reducción de impuestos y se opone a la intervención pública, con lo que su margen de maniobra es estrecho.
“Ha hecho una campaña en la que le ha dicho a las bases conservadoras cualquier cosa que querían oír, y las respuestas a los problemas británicos son muy diferentes”, considera Judah.
Oliver Eagleton, periodista y miembro del equipo de edición de New Left Review, cree que Truss puede verse forzada al menos a aumentar los subsidios para las familias más necesitadas. “Pero entonces dirán que no está haciendo mucho para quienes tienen ingresos medios, muchos de ellos votantes tories, a los que tiene que ganarse para las próximas elecciones. Ella misma se ha metido en una esquina al querer aparecer como la candiata más neoliberal”, asegura.
La crisis energética atenaza a las familias
Si la economía es la gran preocupación general para los británicos, pagar las facturas de luz y gas es su preocupación inmediata. “Va a enviar a una buena parte de la población a la pobreza, y a una buena parte de los negocios a la bancarrota”, vaticina Ben Judah.
La tarifa eléctrica para los hogares ha aumentado un 80 %: una factura media anual puede subir en octubre hasta las 3.549 libras (más de 4.100 euros), un nuevo golpe al presupuesto familiar.
El analista del Atlantic Council prevé que los precios de la energía continúen altos durante un largo periodo, “imponiendo una pesada carga sobre la economía británica”.
Truss ha anunciado en la BBC que pondrá en marcha un plan energético en su primera semana de gobierno, pero se ha negado a dar detalles. Hasta ahora se ha negado a contemplar medidas de intervención estatal, como un impuesto a la producción eólica, y ha descartado el racionamiento, lo que, según Judah, “nos hace rehenes de la fortuna”.
Eagleton cree que la primera ministra va encontrarse este invierno con el dilema de una intervención pública si se produce un impago masivo de facturas, y tendrá que elegir si ayuda a las empresas o a las familias, o a ambos.
A esto se suma la situación del Sistema Nacional de Salud (NHS), la joya de la corona del estado del bienestar británico. Los recortes de presupuesto, las largas listas de espera, dificultades para acceder al servicio o contratos inadecuados del personal médico son consecuencia, según Eagleton, de 12 años de financiación insuficiente y de las privatizaciones que arrancaron en la época de Tony Blair y el New Labour. A eso se suma la fuga de profesionales sanitarios extranjeos que han regresado a sus países por el Brexit.
“Johnson y los pro-Brexit aseguraron que con la salida de la UE se ahorraría dinero que iría para financiar el NHS – recuerda Eagleton – Fue parte del éxito de esta tranformación populista de los conservadores. Veremos si esas promesas se cumplen, porque hay problemas estructurales”.
Francis Ghilès cree que ambos problemas, precios de la energía y situación del Sistema de Salud, son susceptibles de provocar un giro de la situación política. “Si la gente sale a la calle por los precios de la energía este invierno, o si el NHS se rompe, lo que en parte ya está ocurriendo, eso puede significar un cambio de juego”.
Las relaciones con la UE y la inmigración
Otro de los quebraderos de cabeza para Truss será la disputa con la Unión Europea por el Protocolo de Irlanda del Norte. Londres pretende cambiar unilateralmente algunos de los aspectos de la relación comercial y del tráfico de mercancías con el Ulster. La ley propuesta por Johnson está pendiente de una segunda lectura en la Cámara de los Lores, pero Bruselas ha advertido que no admitirá cambios unilaterales.
“No espero que Truss vaya a provocar una crisis con la UE por la inflexibilidad con el protocolo de Irlanda este invierno. La situación económica es muy grave, y no creo que pelear con la UE vaya a ayudar”, declara Ben Judah. El experto del Atlantic Council cree que la tramitación se empantanará en el Parlamento y que Londres y Bruselas discutirán sobre “líneas rojas”, pero sin ninguna ruptura decisiva. “Ninguna de las dos partes tiene apetito por una guerra comercial“.
Oliver Eagleton, en cambio, teme que Truss esté dispuesta a “escalar la confrontación de alguna manera” si eso le da réditos electorales. “La colisión con la UE le permitiría volver a encauzar la energía que el Brexit generó iniciamente para los tories pero puede haber efectos económicos que escapen a su control”.
No obstante, las preocupaciones inmediatas de los británicos de a pìe respecto al Continente son otras. “El problema que más preocupa en la mente de los votantes es la inmigración – explica Martin Baxter – Todas estas personas que cruzan el Canal en pequeñas embarcaciones”.
“Hay la percepción de que los franceses no están haciendo lo suficiente para pararles – continúa – Los remainers [partidarios de permanecer en la UE], partidarios de la libertad de movimientos, creen que se debería dejar entrar a estas personas. Por otro lado, los partidarios del Brexit prometieron que se recuperaría el control de la inmigración y en lo que se refiere al Canal no se está demostrando mucho control. Eso es el asunto más importante para todo el mundo”.
Consenso en torno a Ucrania
Agobiados por las dificultades para llegar a fin de mes o poner la calefacción, la guerra en Ucrania es un asunto que ni preocupa ni divide a los británicos. “No aparece en las conversaciones“, confirma Martin Baxter.
Reino Unido es el segundo país, después de EE.UU., que más armamento ha enviado, principalmente misiles, cohetes anti-tanque y munición de artillería. Boris Johnson, a quien el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski consideraba un firme aliado, visitó dos veces Kiev durante el conflicto.
Hay consenso, tanto político como social, en continuar este apoyo, aunque eso podría cambiar, puntualiza el director de Electoral Calculus, si se tomaran “decisiones políticas difíciles”, como enviar aviones o drones, o hubiera una implicación directa en el conflicto, algo que a día de hoy no está sobre la mesa.
El consenso actual también podría erosionarse si los británicos empiezan a pensar que el origen de sus problemas con la energía hay que buscarlo en lo que está ocurriendo en el Este de Europa.
Resistir hasta las elecciones generales
Estas son las prioridades que estarán en la bandeja Truss cuando se siente en su despacho de Downing Street. Las soluciones que ponga en marcha, sean cuáles sean, tienen que funcionar si quiere recuperar la iniciativa y darle la vuelta a las encuestas, que ahora mismo le son muy desfavorables. Por primera vez en muchos años, el Partido Laborista es una seria alternativa de gobierno.
Según la media de sondeos elaborada por Electoral Calculus, los laboristas obtendrían la mayoría absoluta con un 41,7 % de los votos, 10 puntos por encima de los conservadores, y su líder, Keir Starmer, sería primer ministro. La buena noticia para Truss es que las elecciones generales no están previstas hasta diciembre de 2024 y solo ella puede adelantarlas.
“El partido conservador ha sido popular y ha podido gobernar tanto tiempo mientras las condiciones económicas eran las adecuadas – explica Ben Judah – Para vivir como un tory, con tu propio coche, en tu propia casa, los préstamos deben ser baratos. Pero los intereses bajos se han acabado. Una gran parte de la base electoral conservadora, y mucha de la gente que votó a Johnson, va a experimentar más problemas con sus negocios o dificultades reales por el aumento de los precios de los combustibles”.
Martin Baxter señala también el poco entuiasmo de los votantes por los dos candidatos que han competido por suceder a Johnson. “Ni Truss ni Sunak generan mucho entusiasmo”, asegura. “En 2019, las encuestas mostraban que los electores votarían por Johnson en gran número y eso es lo que pasó. Pero eso no se va a volver a repetir”.
Incertidumbre y falta de confianza
La política británica post-Brexit se ha adentrado en un periodo de incertidumbre. Para convencer a las bases de su partido, Liz Truss ha intentado presentarse a sí misma como un líder fuerte y con las ideas claras, una nueva “Dama de Hierro“, moldeada a imagen y semejanza de Margaret Thatcher, a la que ha imitado en atuendo e incluso en sus posados. Pero, una vez en el poder, puede que no sea suficiente.
Francis Ghilès cree que la política británica tocó fondo con Boris Johnson y que el Reino Unido ha perdido credibilidad internacional. Pero no espera que Truss la recobre.
“Johnson ha hecho un enorme daño, pero no es una cuestión de personalidades – explica el investigador del CIDOB – Si Truss fracasa, los propios diputados conservadores la echarán en seis meses, y esto se repetirá”.
“El foco es el de una panda de locos pro-Brexit que han tomado el gobierno e intentan conservarlo – continúa – y en algún momento se estrellarán, tan simple como eso. El público no aceptará la crisis del sistema de salud, ni la subida de precios, y en los próximos meses va a haber problemas“. “No sé lo que pasará, no hemos visto algo así en la historia del Reino Unido”, concluye.