Mario Lubetkin fue director general de la agencia IPS de 2002 a 2014, consultor de alto nivel para organizaciones en América Latina, la Unión Europea y los Estados Unidos, y profesor universitario en Italia y España. Se unió a la FAO en 2014 como director de la Oficina de Comunicación Institucional, desde 2015 dirigió el gabinete del Director-General y en 2017 fue nombrado Subdirector General de la FAO. Desde agosto es el Representante Regional para América Latina y el Caribe. Y en su visita a la Argentina, charló con Clarín Rural.
– ¿Cuál es su rol de la organización?
-Es un desafío enfrentar esta responsabilidad muy importante de dirigir un equipo de gente profesional de primer nivel que tiene la responsabilidad de apoyar a los Gobiernos, en primer lugar, en el desafío encontrar una salida a la crisis alimentaria que se ha transformado en uno de los elementos más sensibles de la realidad mundial. La FAO no es la institución que va a resolver los problemas de la humanidad, sino que va a ayudar a los decisores que deben tomar las políticas adecuadas a partir de sus capacidades, de su experiencia y de su historia. Pero esto se va a dar junto a otros actores que antes no estaban, como el sector privado, las asociaciones civiles, las academias, entre otras.
¿Se puso más en eje la seguridad alimentaria tras la guerra entre Rusia y Ucrania?
-Más que la guerra, acá hay una serie de factores y de errores de políticas sociales y la dramaticidad del covid. Después del Covid, se sumaron 150 millones de personas en situación de hambre. Hoy hay 828 millones de personas con hambre en el mundo. En América Latina, el nivel de hambre es de 56 millones y en los últimos dos años se sumaron 13 millones: 9 millones en 2020 y 4 millones en 2021. Son cifras muy altas para una región que tiene una capacidad de producción extraordinaria. El desatar de una guerra no es el responsable del hambre, sino que es un factor más, pero si puso la preocupación en la opinión pública. Yo digo, bien venga porque se pone en la superficie una realidad que ya estaba, que era objetiva. La crisis ya viene arrastrada desde hace muchos años. Vamos a ver cuál es la verdadera repercusión de la guerra. Si nosotros lo miramos por un problema de precios, perfecto. A fines de marzo, el dato que dimos con respecto a los precios fue de un aumento del 12% de los de los productos alimenticios, sin embargo, después comenzó a bajar todos los meses.
-¿Y cómo impactó la pandemia en estas cifras que ha dicho sobre el hambre?
-El Covid es lo inmediato. Paralizó la cadena alimentaria y ahí vinieron los aumentos de niveles de hambre, de inseguridad alimentaria y de gente que no se nutre bien. Hablamos de 3.000 millones de personas que no se nutren correctamente. Ahora, el problema es el hambre y la obesidad. Hay 828 millones de personas que pasan hambre y hay 700 millones de obesos. Hay riesgos de muerte de un lado y del otro. Cuando los países se fueron cerrando por el tema del Covid no se fueron cerrando solamente por el tema sanitario, sino que se cerraron comercialmente, y ahí se interrumpió la cadena. Y esa cadena se está restableciendo, pero muy parcialmente. Ahí está el precio y parte de la crisis económica. Si al tema de la alimentación no se conecta con la salud, con la economía, con el desarrollo social, se está hablando parcialmente. En el 2015 se juntaron 170 Jefes de Estado y decidieron la agenda global con un objetivo de pobreza y hambre cero a 2030. Hoy estamos a 8 años y hay 828 millones con hambre. Si hay un cambio de tendencia, inclusive, una recuperación económica, llegamos al 2030 con 640 millones de personas con hambre Y eso significaría que estemos a niveles de 2015. Para eso, los países tienen que hacer inversiones muy grandes, sobre todo, los países que tienen mayores capacidades. Siempre las excusas a la orden el día, pero el dato es un fracaso.
-Recién mencionó la gran cantidad de obesos que hay. ¿A qué se debe esta problemática?
-A la mala alimentación y al aumento de los costos de los alimentos. Por ejemplo, alimentarse bien tiene un costo de 3,84 dólares por día por persona. Entonces, el problema es quién se puede dar ese lujo para alimentarse correctamente. Desde la Fao hablamos de hambre y ahora de habla de hambre y nutrición como una sola lógica. No se va a resolver el problema del hambre con sostenibilidad si no hay nutrición adecuada. No es comiendo mal que eliminás el hambre. El hambre lo eliminás comiendo bien.
-¿Qué rol juega América Latina en este contexto?
La capacidad de producción de América Latina llevaría a alimentar a 1.300 millones de personas. Hoy, los niveles de producción mundial permiten alimentar a la población del mundo pero cuando haya 10 mil millones de personas, por supuesto que no. Uno de las consecuencias es por el desperdicio alimentario, eso equivale a un tercio del nivel de producción. La comida se tira en los países más desarrollados porque se vence, por el cambio climático que destrozó producciones o porque no existen los niveles de transportación adecuada para que no se pudran los productos. Si se corrigiera solamente eso, tendríamos un escenario de hambre muy diferente a la actual.
-En Argentina se aprobó la ley de Etiquetado Frontal. ¿Cuál es su visión?
-El ciudadano tiene que estar informado. Después, que decida lo que quiera. No se trata de coartar la libertad, pero tiene que haber una cristalinidad de la información. El tema de la cristalinidad vale local y globalmente. Cada país tiene su realidad. Argentina tiene la suya y se ajusta a su forma de producción, que va desde el tipo de semilla, del tipo de tierra, qué tipo de químicos se utiliza, cuál es la adaptación al cambio climático, qué se hace con ese producto que se obtiene, cómo se transporta, a quién se lo vende, con qué créditos. Todo ese proceso debe tener un proceso de solidez y de sostenibilidad. Eso debe tener un punto de partida con una gran transparencia informativa.
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