“Son tantos tus sueños que ves el cielo mientras te veo brillar”, reza una canción de Luis Alberto Spinetta. Los seres humanos usamos la atmósfera como el patio de nuestras casas y la cambiamos al punto de poner en riesgo diversos ecosistemas. Nadie hizo nada para detenerlo, aunque cada vez más recibimos señales de lo que sucede. Lo cierto es que el científico platense Diego Manuel Ruiz es uno de los que decidieron asomar la cabeza fuera del laboratorio para compartir saberes, imprescindible para comprender un poco más nuestra cotidianidad.
Ruiz nació en La Plata en 1973. Con la misma ilusión y expectativa que recordamos haber tenido en la infancia o en la adolescencia, los libros lo arrojaron intensamente al mundo. Se doctoró en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, en el área de Química, y actualmente se desempeña como docente en la cátedra de Química Agraria de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, en la de Química Aplicada de la Escuela Naval Militar, y es profesor en la Escuela Técnica n° 8 “Juan Bautista Alberdi”, de La Plata. En 2012 publicó Ciencia en el aire, un libro en el cual explica los fenómenos atmosféricos que ocurren en el planeta, a partir de preguntas que surgen simplemente al observar el cielo.
Como si se abriera un escenario de feria y una linterna iluminara consecutivamente varias escenas que se resuelven en sí mismas, el investigador platense cuenta que una mañana cualquiera de la segunda mitad del siglo XIX, John William Strutt miraba el cielo y, como muchos otros antes y después que él, se preguntó por qué tiene el color que vemos, por qué se nos muestra con ese celeste fresco el día despejado, o con esos inspiradores naranjas los atardeceres. Strutt, también conocido como Lord Rayleigh, halló una respuesta: el color del cielo en cada momento del día remite a la dispersión de la luz por las moléculas del aire, considerado como dispersión elástica.
Asimismo, Diego Manuel Ruiz recuerda la historia de Léon-Philippe Teisserenc de Bort, quien, a fines del siglo XIX, realizó una serie de ascensos experimentales en globo. Lo que esperaba confirmar era un hecho que, a priori, no parecía demasiado lógico: que la cercanía al Sol no implica un aumento de temperatura, sino más bien todo lo contrario. De modo que la experiencia de De Bort confirmó que efectivamente la temperatura descendía seis grados centígrados por cada kilómetro que se subía. Pero también observó que, a una altura cercana a los diez kilómetros la temperatura se estabilizaba. De golpe, comenzaba a aumentar. También comprobó que, a partir de esa altura, el aire permanece estático.
Entre 1723 y 1725, el italiano Antonio Vivaldi compuso una serie de 12 conciertos. Pero mucho más famosos que la obra en sí son sus primeros cuatro, que evocan majestuosamente las cuatro estaciones del año; no hubiese sido posible titularlas de esa forma de no ser por el choque postulado entre la Tierra y el planeta Theia, hace más de 4.000 millones de años. Una de las posibles consecuencias de esa colisión, afirma el científico platense, fue que el eje de rotación terrestre quedó inclinado, provocando un cambio tremendo al que nuestro planeta tuvo que adaptarse. En el libro se explica que, a medida que nuestro planeta gira alrededor del Sol, el hemisferio contrario queda más expuesto al astro, y esto hace que existan las diferentes estaciones del año.
Ciencia en el aire obtuvo la primera mención del Concurso Internacional de Divulgación Científica “Ciencia que Ladra” por decisión unánime del jurado, integrado por Nora Bar, Marcelino Cerejido, Diego Golombek y Guillermo Jaim Echeverry. Además, Ruiz ha publicado numerosos artículos en revistas internacionales y presentado trabajos académicos en congresos nacionales y regionales.
Diego Manuel Ruiz es autor también de Viaje al centro de la Tierra, que describe cómo es nuestro planeta desde la superficie hasta su mismísimo núcleo, y en coautoría con Diego Golombek escribió el libro Vos y la energía, dirigido al público infantil.