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“Buen día! Di positivo al test de coronavirus temprano esta mañana. Esas son las malas noticias, pero estoy en un centro del CDC/Coronavirus donde solo tratan casos COVID (…) Por razones de seguridad el Dr. Sinclair y su equipo recomiendan fuertemente que mantenga contacto solo con miembros cercanos de la familia…”, escribió en uno de sus varios mensajes de texto Gretchen Anthony (51 años, maestra) el 23 de marzo de 2020 a su primer marido y padre de su hija Ava Rae (12 años en ese momento), Jeff Dreier.
Al destinatario le pareció rara la forma en que su ex mujer se expresaba. El mensaje contenía faltas gramaticales, abreviaturas y errores de puntuación. No era así como Gretchen escribía habitualmente. Le preocupaba que tuviera Covid, pero al mismo tiempo algo en la historia no le cerraba.
Gretchen también le había avisado a su jefa y mejor amiga, Dawn Paris, lo que le ocurría. Con ella fue más explícita. Le contó que había ido sola a emergencias del Centro Médico de Jupiter, Florida, Estados Unidos, donde vivía; que se había desmayado en la guardia; que tenía 39 grados de fiebre y un bajo nivel de oxigenación. Por todo esto la iban a transferir a un centro manejado por la CDC (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades) en Belle Glade. Y si era necesario la iban a sedar.
Dawn se alarmó igual que el resto. Pero cuando familiares o amigos llamaban al celular de Gretchen, ella no respondía.
Nadie entendía qué estaba pasando, pero lo cierto es que recién arrancaban las cuarentenas en el mundo por la pandemia declarada a causa del coronavirus. El manejo de las cuestiones de salud era todavía un misterio en medio de prohibiciones para visitar enfermos, noticias de pilas de cadáveres en los hospitales y el miedo universal a que el mortal virus nos tocara la puerta.
Una conveniente cuarentena
Ante la imposibilidad de hablar con Gretchen Anthony, el miércoles 25 de marzo, una amiga llamó al 911 diciendo que había recibido mensajes extraños de ella que sostenían que estaba internada en el Centro Médico de Júpiter, pero no atendía su celular. Les pidió que chequearan su vivienda. La policía mandó al 1300 de la calle Sunshine Drive en Júpiter, donde Gretchen vivía, un patrullero. Nadie respondió la puerta. Llamaron a la Clínica que había mencionado la amiga y descubrieron que no existía ninguna paciente registrada con ese nombre. Las llamadas de amigos y familiares al 911 continuaron.
El jueves 26 de marzo el detective Jared Kenerson, de la policía de Júpiter, tomó el caso. Los agentes fueron otra vez hasta la residencia de Gretchen. Empezaron a preguntar por ella a los vecinos. Uno de ellos contó que el sábado 21 de marzo, alrededor de las seis de la mañana, había oído unos chillidos perturbadores: “Eran los alaridos de una mujer… estaba gritando, como si estuviera siendo atacada. Luego, la escuché decir ‘No, no’ y, enseguida, algo así como ‘¡me duele, para!…’”.
Otro vecino acercó un detalle revelador: ese mismo fin de semana había visto una sustancia jabonosa saliendo por debajo de la puerta del garaje de Gretchen, como si hubiesen estado limpiando a fondo el lugar.
Los agentes entraron en alerta. Quizá no estuvieran buscando a alguien con coronavirus trasladada a quién sabe qué hospital.
La policía dividió fuerzas. Mientras unos recolectaron las imágenes de las cámaras de seguridad del vecindario y las mandaron a analizar; otros decidieron ingresar al garaje de Gretchen rompiendo el cerrojo. Una vez dentro notaron un fuerte olor a lavandina y algo más: las cámaras de seguridad interiores de la vivienda habían sido arrancadas de las paredes. También hallaron el marco de un cuadro roto y astillas de vidrio sobre la cama de Gretchen. En la pared observaron unas pequeñas salpicaduras bordó. En el lavadero encontraron, dentro del lavarropas, unas toallas que habían sido lavadas. Tenían manchas color óxido. Las enviaron al laboratorio forense.
¿Qué pasaba aquí? Gritos y cosas rotas sugerían una pelea violenta. ¿Dónde estaba realmente Gretchen? ¿Podría ser que estuviese internada por Covid en algún sitio?
Detalles preocupantes
Los investigadores pidieron los registros de todos los centros médicos mencionados en los supuestos textos que Gretchen había enviado. Ella no había pasado por las instalaciones de dos de ellos y el tercero, el CDC que mencionaba en Belle Glade, no existía.
Cuando llegaron los resultados de las cámaras callejeras se vió claramente, estacionada cerca de la casa de Gretchen, una camioneta Nissan Frontier de color negra. Llevaba su caja trasera cubierta por entero con una lona clara. Los vecinos la reconocieron de inmediato: esa camioneta pertenecía al ex marido de Gretchen, David Anthony.
La familia y sus amigos siguieron aportando datos: Gretchen había llenado los papeles para divorciarse de David Anthony hacía poco, el 28 de febrero. Menos de un mes atrás. Y revelaron que, últimamente, Gretchen le tenía pavor a David.
Si Gretchen tenía Covid… ¿dónde estaba? ¿Por qué solo había enviado mensajes y nadie había podido escuchar su voz? Además, ¿qué hacía la camioneta de su ex estacionada cerca de su casa la misma mañana de los gritos?
Mirar el pasado para interpretar el presente
Gretchen Crain, antes de unir su vida con la de David Anthony, había tenido una existencia cómoda y alegre. Tenía una buena familia, hermanos (uno de ellos era su mellizo Jeffrey) y se había graduado en el secundario Shore Regional en West Long Branch, Nueva Jersey.
Al terminar sus estudios había trabajado como maestra en el colegio Wall Township Intermediate y, luego, en el Weiss School en Palm Beach Gardens y en la preparatoria Wellington en Lake Worth.
Años después hizo un viraje en su carrera y, al momento de decretarse la pandemia, estaba trabajando como manager de recursos humanos en la empresa Viking Utility, donde era adorada por sus compañeros.
El primer matrimonio de Gretchen fue con Jeff Dreier con quien tuvo, en 2008, a su única hija Ava Rae. Cuando se separaron todo discurrió en buenos términos. Ambos se quedaron viviendo en Júpiter, Florida, y compartían la tenencia sin conflictos.
Fue separada que Gretchen quiso ponerse en forma físicamente y comenzó a entrenar en un gimnasio.
Allí fue donde un día conoció a un atractivo preparador físico: David Anthony. Él tenía 39 y ella 46.
La vida de David había sido lo opuesto a la de Gretchen. Hijo de una madre soltera había tenido cero contención familiar. Pasó la adolescencia sin timón. Engordó mucho y su autoestima cayó por los suelos. Se convirtió en el objetivo del bullying escolar. Acorralado por la depresión, empezó a demostrar síntomas de desorden bipolar. Pero siempre se negó a tomar la medicación que le indicaron los médicos.
Centró sus esfuerzos en ponerse en forma. Lo logró. Bajó de peso y se puso ultra fit. Así fue que consiguió descollar en básquet y eso, a su vez, le proporcionó la oportunidad de obtener una beca para el secundario Eckerd College de St Petersburgh, Florida.
Fue en esa época de fin de secundaria que empezó a idolatrar al deportista Kobe Bryant. A tal punto que a su adorado perro Siberian Husky, lo bautizó Kobe.
Al terminar sus estudios empezó a ganarse la vida trabajando como preparador físico en gimnasios y tuvo mucho éxito. Sin sobrepeso se había convertido en un joven sensual, buenmozo y musculado.
Tabitha Hopkins, la dueña del último gimnasio donde trabajó, coincidió en que Anthony era el más sexy y popular en el lugar. Aseguró que su presencia había atraído a muchos clientes.
Un día, fue en ese mismo gimnasio Orangetheory, que empezó a entrenar a una nueva clienta: Gretchen Crain.
Listo, ahora sí llegamos al punto donde sus vidas se cruzaron fatalmente.
Ella, segura de sí misma y exitosa en el trabajo. Él, inseguro, pero voluntarioso en estar en forma. Distintos, parecían complementarse a la perfección. Nacieron la pasión y el amor. Hacían ciclismo, montañismo, pesca mar adentro, paddle boarding y yoga. Todo lo hacían juntos.
Un buen comienzo, un mal final
La íntima amiga de Gretchen, Kelly Hanna, reconoció que David era “inteligente, hablaba bien. Era muy carismático. Nadie tenía que decirlo, estaba clarísimo que entre ellos había mucha atracción, magia”.
La relación se consolidó y la pareja se terminó casando en la Capilla de Elvis, en Las Vegas, en el año 2015. “Parecían la pareja más feliz que había visto”, recuerda Kelly.
Los dos primeros años fueron perfectos. Los tres últimos un martirio para Gretchen quien empezó a buscar una manera amable de reconducir la relación. David se había vuelto maniático y verbalmente muy abusivo. Era insoportable. Además, tenía conductas estrafalarias que la asustaban.
Una vez, en 2018, David se obsesionó tanto con “el fin del mundo” que cargó su camioneta con tres bolsas de arroz y diez pares de zapatos y se marchó.
El episodio pasó, pero era un síntoma evidente de que algo no andaba bien en su cabeza. Gretchen anotó la falencia. Ella se sentía incapaz de contener los vaivenes emocionales de David, pero tampoco tomaba la decisión de separarse.
En diciembre de 2019 le escribió a una amiga: “Quisiera poder ayudarlo con sus problemas mentales, le deseo lo mejor… pero siento que no puedo ayudar más y que él necesita aprender antes cómo amarse a sí mismo para poder amar a alguien más”.
El sueño de la pareja perfecta estaba mortalmente resquebrajado.
Con un cuchillo bajo la almohada
Para poner distancia con sus locuras Gretchen había llegado al punto de, en ocasiones, tener que encerrarse en su cuarto con llave. Nada estaba bien. Cuando el 26 de enero de 2020 Kobe Bryant, su ídolo, murió en un accidente de helicóptero, David se quebró de una manera que asustó a todos.
Llegaba cada vez más tarde al gimnasio y se mostraba en extremo irritable. Tabitha Hopkins, la dueña del gym, lo había vuelto a contratar luego de haberlo despedido dos veces por sus conductas agresivas contra mujeres. Esto la estaba cansando.
El 24 de febrero David no se presentó a trabajar y los clientes del gimnasio quedaron parados en la puerta. Cuando Tabitha llegó, lo llamó para confrontarlo: “¿Qué te pasa? No sos la misma persona que yo conocía…”. Él, en vez de disculparse, montó en cólera. Tabitha decidió despedirlo. Al hacerlo vio en sus ojos la ira.
Cuatro días más tarde, el viernes 28 de febrero de 2020, Gretchen también se cansó de él. Le pidió el divorcio. David se fue furioso a vivir con su madre.
Su carácter volátil empezó a escalar de manera infernal.
Cuando Tabitha se enteró de que Gretchen se había separado le escribió advirtiéndole: “Mantenete alejada de él”. No podía olvidar su mirada fulminante.
La erupción era inminente.
Gretchen estaba atemorizada por el carácter de David y por sus explosiones. Además, la rondaba todo el tiempo. Decidió instalar cámaras de seguridad en su casa. Una de esas noches le escribió a su amiga Dawn: “Lo estoy viendo por las cámaras y esperando que se canse y se vaya a dormir…”. Otra tarde, le puso: “Voy a bajar las escaleras y agarrar un cuchillo para ponerlo debajo de mi almohada, por si acaso… y espero así poder dormir”.
Nada ni nadie podría evitar lo inevitable.
La cartera abandonada
Volvamos a la búsqueda de la mujer desaparecida. Con el correr de las horas la policía descubrió, en el estacionamiento del Centro Médico de Júpiter, el Mini Cooper azul marino de Gretchen Anthony. Dentro del auto, sobre el asiento delantero y a la vista de todos, estaba su cartera. “¿Qué mujer se baja del auto sin su cartera?”, se preguntó el detective Jared Kenerson.
Al mismo tiempo, le pidieron al proveedor del servicio de las cámaras de seguridad de Gretchen que bajara del almacenamiento en la nube las imágenes de los aparatos que habían sido quitados de la residencia de Gretchen. Por otro lado, el test sobre las toallas halladas en el lavarropas, determinó que las manchas correspondían a restos hemáticos.
Los perros rastreadores de cadáveres que llevaron las autoridades a la casa de Gretchen se alteraron. Ahí había pasado algo.
El fiscal del distrito de Palm Beach, Chrichet Mixon, dijo al medio 48 horas, que era imperioso resolver este extraño caso: “Estamos hablando de una mujer que era madre, hija, hermana, amiga… alguien que desapareció justo en un momento en el que el mundo decía que había que quedarse en casa. Solo queríamos hallarla”. Y, en eso estaban enfocados.
A la caza de David
Los detectives contactaron a la madre de David, Susan Warner. Ella les dijo que su hijo le había mandado un mensaje contándole que Gretchen tenía Coronavirus y que como él había estado en contacto con ella, para no contagiarla, se iría a Costa Rica. Relató que David había hecho una valija con su ropa, agarrado a su perro Kobe y se había marchado en la camioneta negra.
Esto había sucedido el jueves 24, un día antes de que la amiga de Gretchen llamara a la policía.
Ahora sí, para los investigadores, este hombre era el principal sospechoso del destino de su ex.
Llegaron más datos. En un video del Centro Médico de Júpiter se veía ingresar al Mini Cooper de Gretchen con alguien al volante que lo estacionó. La sorpresa fue que la figura que salió del vehículo no era la de Gretchen sino la de un hombre alto, como David. Estaba claro que no había sido ella quién había ido al Centro Médico. Había más videos de otros sitios de la zona. En uno se observaba a David en una joyería vendiendo las alhajas de Gretchen. El vendedor tuvo buena memoria: ese hombre le había dicho que las joyas habían pertenecido a una familiar que había muerto por Covid.
David iba dejando sus huellas por todos lados.
Además, estaba el seguimiento que los peritos cibernéticos hacían al celular de Gretchen que iba moviéndose de lugar en lugar. Curiosamente, coincidía con los sitios en los que estaba también el móvil de David. Las antenas los iban captando a través del estado de Texas… ¿Había alguna posibilidad de que estuviesen juntos? ¿Estaría Gretchen viva todavía?
El 27 de marzo el teléfono de David estaba en Pecos, Texas. Al día siguiente, en Las Cruces, Nuevo México.
Las autoridades de Júpiter llamaron a la policía del estado de Nuevo México para que ayudaran a localizarlo. Los oficiales actuaron con rapidez y lo encontraron manejando su camioneta Nissan Frontier. Lo interceptaron y le preguntaron por Gretchen. David Anthony les dijo impávido: “La última vez que escuché de ella estaba en un CDC siendo tratada por coronavirus”.
Le requisaron los dos teléfonos que tenía. Uno era el de Gretchen. Pero eso no era suficiente para detenerlo. Tuvieron que dejarlo ir.
Cuando el 30 de marzo los detectives de Júpiter recibieron los resultados del análisis de las imágenes captadas dentro de la propiedad de Gretchen y que habían sido recuperadas de la nube, quedaron estupefactos. Una figura la acechaba en el patio cuando ella llegó. Le tapó la boca y la empujó hacia dentro del garaje. Luego se escuchaban los gritos de Gretchen llamando a Alexa, la asistente virtual de su teléfono. Le pedía ayuda y que llamara al 911. Pero Gretchen no sabía algo crucial: para que Alexa hiciera eso tenía que estar programada. Si lo hubiera estado, quizá ella hoy estaría viva.
La misma figura que estaba en el patio ahora, dentro del garaje, era muy nítida. El joven atlético tenía puesto una gorra con visera, estaba vestido en forma deportiva y llevaba unas zapatillas con cordones verde fluo. De pronto el sujeto levantó su mirada hacia una de las cámaras. Sus ojos verdes quedaron grabados en el aparato y su cara entera en primer plano. Levantó una mano enguantada de blanco y procedió a quitar las videocámaras. Las arrancó una por una y las fue tirando al piso.
Fin. El monitor quedó a oscuras.
El arresto tan esperado
El asesino era David. Ahora tenían evidencia para poder arrestarlo en Nuevo México. El detective Jared Kenerson voló a Las Cruces. Lo buscaron en residencias para gente de la calle y en hoteles. La tarde del 31 de marzo lo detectaron: iba tranquilamente por la calle, paseando a su perro Kobe.
Lo detuvieron y lo hicieron sentarse en el asiento trasero del patrullero. Kobe fue enviado a un refugio para animales.
Cuando los perros rastreadores de cadáveres fueron subidos a la camioneta, literalmente, enloquecieron. Habían detectado el olor de un cuerpo en descomposición.
David: -¿Por qué me detienen?
Detective Jared Kenerson: -¿Perdón?
D: -¿Por qué?
JK: -Homicidio.
D: -¿De quién?
Silencio incómodo.
JK: -¿De quién cree usted?
David sacude su cabeza: -Por eso pregunto…
JK: -Ya hablaremos en la central de policía. ¿Okey?
Kenerson sabía que era él, pero todavía faltaba hallar la prueba definitiva: el cuerpo de Gretchen. Querían que él les revelara en dónde se había deshecho del cadáver. “Quería poder decirle a la familia, a su hija, dónde estaba”, expresó luego Kenerson.
Pero David Anthony no se quebraba. Entre las cosas increíbles que contó dijo que Gretchen estaba viajando con él hacia El Paso en un auto separado. El motivo era que ella había descubierto actividades ilegales en la compañía donde trabajaba y estaba escapando de alguien que la seguía. Un disparate.
Los detectives lo encararon. Habían leído los mensajes y el tema de la internación por Covid, pero ya sabían que en los centros médicos no había registros de la supuesta paciente.
David: -Eso no quiere decir nada.
Detective Sanders: -Vos tenías su teléfono. Vos enviaste esos mensajes y plantaste el auto en el estacionamiento del Centro Médico de Júpiter. Lo sabemos porque apareces en el video de las cámaras de seguridad del parking.
Detective Kenerson: -Tenemos toda la información.
David: -Ella me hizo hacerlo. Ella me hizo hacerlo.
Lo enfrentaron, entonces, con los videos de seguridad de la casa de Gretchen. Creían que sería el golpe definitivo para que confesara.
Detective Sanders: -Pusiste tu mano sobre su boca y la arrastraste dentro del garaje.
Detective Kenerson: –Está en el video David…
David: Ella está viva.
Repitió lo mismo no menos de 35 veces: ella estaba con vida. Cambiaron la táctica y apelaron a la buena relación de él con Ava, la hija de Gretchen. Pusieron una foto de la preadolescente sobre la mesa.
David: -La quiero mucho, la quiero mucho.
Detective Kenerson: -Mirala… Sé que la querés.
David: Le enseñé a andar en bicicleta (…) Nunca la lastimaría (…) Nunca lastimaría a ninguna de ellas.
Detective Sanders: -Pero la estás lastimando no diciendo dónde está su madre.
David: Pregúntenle a ella.
Detective Sanders: -No podemos. Ella está muerta.
David: Ya les dije. Ella está viva.
Presionaron más: le dijeron que tenían imágenes comprometedoras, incriminadoras. Él no se lo tragó.
David: No tienen un video mío asesinándola…
Detective Sanders: -¿Cómo sabés eso?
David: -Muéstrenmelo.
Detective Kenerson: -Sos un monstruo por lo que hiciste.
David: No tengo nada que ver.
Detective Kenerson: -Sos un monstruo y todo el mundo te va a mirar así por esto.
Luego de dos horas David dio por terminado el interrogatorio y pidió un abogado.
Buscando el cuerpo de Gretchen
Todos presuponían que el homicidio había ocurrido el 21 de marzo. El día de los gritos y la limpieza del garaje. Pero sin cuerpo poco podía hacerse.
David Anthony fue acusado por homicidio en segundo grado y extraditado al estado de Florida.
El fiscal Dave Aronberg tenía evidencia y un sospechoso bajo custodia, pero sabía que obtener una condena sin cuerpo sería una tarea ultra compleja: “Lo más traumático para la familia y para nosotros es que no teníamos el cadáver de Gretchen. Si no tenés el cuerpo y la forma de muerte son casos difíciles de resolver”.
Para David era crucial que no hallaran el cuerpo. Si lo hacían podía ser condenado a muerte.
En diciembre de 2020 parecía desvanecerse la posibilidad de que las autoridades encontraran a Gretchen sin la ayuda de David.
Dave Aronberg empezó a negociar con el preso y su abogado defensor: “Si nos daba información para encontrarlo podíamos llegar a un acuerdo para que tuviera una pena de 38 años de prisión”.
Para este acuerdo el acusado tenía que declararse culpable de homicidio en segundo grado. David sabía que era su gran oportunidad y aceptó.
El 21 de diciembre de 2020, exactamente nueve meses después del crimen, David Anthony admitió haber asesinado a su mujer.
Acto seguido describió dónde la había depositado: en un terreno ubicado a unas pocas millas de la casa de Gretchen, detrás de un Walmart y pegado a una residencia de ancianos.
Una vez rescatados, sus restos fueron enviados a los peritos médicos quienes determinaron por medio de una autopsia la forma de muerte. Había muerto a puñaladas en el cuello y en el torso. Y había luchado por su vida porque tenía heridas defensivas.
Gretchen supo muy bien que estaba por morir asesinada en manos de quién había amado tanto y tanto temía. Una noticia difícil para dar a los familiares.
El fin de los tiempos
Cuando se divulgó la noticia de lo ocurrido apareció la ex novia de David Anthony, Heidi Jaegers. Lo que contó de él no sorprendió a nadie: “Es un experto manipulador. Era muy, pero muy controlador. Cuando estuvimos juntos yo tenía que reportarle hasta lo que comía cada día. Apenas nos separamos, comenzó a salir con Gretchen. La conocí. Era una mujer muy dulce. Cuando escuché de la desaparición de Gretchen enseguida pensé que había sido él”.
El 14 de enero del año 2021 la hermana de Gretchen, Sarah Carey, y el resto de la familia le vieron la cara al asesino. Querían estar allí para escuchar la sentencia.
Sarah habló en el estrado: “Mataste a Gretchen en el mismo garaje donde ella salvó tu vida (en referencia a un accidente que había ocurrido tiempo atrás, en ese lugar, cuando un auto le cayó encima a David mientras él lo revisaba). Sos un monstruo. Usaste lo que hiciste para negociar algo mejor para vos… sos pura maldad. Le robaste una madre a su hija, una hija a su madre… sos un monstruo. Un cobarde. Nunca podrás ser perdonado”.
David también habló e intentó justificarse con tonterías sobre el coronavirus y las profecías del Armagedón. Cuando habló de Gretchen se desmoronó y lloró: “Era hermosa, amable, inteligente, solidaria y sabía amar con todo su corazón. Ella era alguien que aportaba luz en la oscuridad del mundo. Intentó mucho ayudarme y sacarme de mi oscuridad para ver las cosas lindas de la vida”. Reconoció que no solo le había robado la vida sino también el tiempo que ella podría haber compartido con su hija. Tardísimo para esas lágrimas. No conmovió a nadie. David Anthony podrá salir en libertad en el año 2058. Tendrá 81 años.
La de Gretchen fue una muerte anunciada. Su último posteo en Facebook, el 19 de marzo de 2020, dos días antes de ser asesinada por David decía así: “Cuando el caos te rodea, la elección más inteligente es crear la paz dentro de una misma. Tu paz brillará y ayudará a la creación de una nueva armonía”. No pudo ser.
David nunca tuvo paz y no estaba dispuesto a que Gretchen la tuviera. Por eso engendró esa tarde apocalíptica, de violencia feroz, y terminó con sus sueños.
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