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La sala no es muy grande, unos 40 metros cuadrados, con dos de las paredes de cristal. Somos una docena de personas, la mayoría calculo que en torno a la treintena, aunque hay un tipo que ha pasado los 50 hace ya algunos veranos y yo hace un par que subí a la cuarta planta. Cada uno está en sentado en su colchoneta, vestidos todos con ropa de deporte. Podría ser perfectamente una clase de yoga, pero no, estoy a punto de recibir mi primera sesión de KAP.
KAP: ¿en qué consiste el Kundalini Activation Process)
El KAP (Kundalini Activation Process) es una actividad relativamente reciente, que se ha empezado a practicar en España hace un par de años, y que poco a poco y fundamentalmente a través del boca a boca ha ido ganando adeptos. De hecho, de todos los que estamos aquí, solo otro chico y yo somos vírgenes. Algunos, como el tipo maduro, me cuenta que lleva más de 30 sesiones, el hombre ha perdido la cuenta: “¿por qué lo hago? Porque cada vez que salgo de aquí me siento mejor en muchos aspectos. Mi cuerpo me lo pide cada cierto tiempo y, cuando lo hace, vuelvo”.
Resumiendo mucho, KAP es la activación de la energía kundalini, que es la energía vital con la que todos nacemos y que poco a poco se va a adormeciendo con el paso de los años, a medida que nos van calando los mensajes que la sociedad tiene preparados para nosotros: cómo tenemos que vivir, qué tipo de trabajo tenemos que tener, qué estilo de vida debemos llevar… Esa energía con la venimos al mundo se va deteriorando, va mutando y parte de ella se queda hibernando en el primer chakra, bloqueada en la parte inferior de la columna vertebral. Es en este punto cuando habrá mucha gente que deje de leer. Gente muy “terrenal”, como yo, a la que palabras como chakra, energía y demás le generan, si no rechazo, sí desconfianza. Si eres uno de ellos, te aconsejo que no te des la vuelta, porque en realidad aquí lo de menos son los chakras y toda esa terminología con la que nuestra cabeza occidental y urbanita cortocircuita. Hay cosas que, aunque no las podamos explicar con la razón y la ciencia, existen, y yo estoy a punto de comprobarlo.
La sesión la dirige Sonia Roso, profesional del ejercicio físico y la salud desde hace dos décadas, y desde hace un par de años también facilitadora de KAP, así se llaman quienes guían las sesiones y hay solo unos 200 en el mundo. Antes de meterse en materia nos da algunas claves: “Lo único que tenéis que hacer es rendiros. Tumbaos, cerrad los ojos y escuchad la música. Vosotros no tenéis que hacer nada más, seremos nosotras (tiene una compañera, también facilitadora) quienes trabajaremos vuestra energía tocando en determinados puntos de vuestro cuerpo. Es algo invisible, abstracto e intangible, pero vamos a contribuir a que se produzca un reajuste, un recableado de vuestra mente y vuestro sistema nervioso”. Este reseteo, explica, nos va a ayudar a reconectar con nosotros mismos y con nuestra manera de ver la vida, aportándonos una serie de beneficios como el aumento de la claridad mental, de la creatividad, de la vitalidad, de la intuición, liberación y alivio del estrés, despertar del apetito sexual… Vamos a ver.
KAP: cuando el cuerpo va a su bola
Antes de empezar, Sonia resume lo que vamos a poder sentir cada uno de los que estamos allí durante el proceso. Al mover y liberar nuestra energía dormida, el efecto más impactante que puede darse es el kinestésico, es posible que nuestro cuerpo se mueva de manera involuntaria. Puede ser también que lloremos, riamos, gritemos, o que simplemente alcancemos un grado de relajación superlativo. En cualquiera de los supuestos, vamos a ser plenamente conscientes en todo momento de lo que está sucediendo, sabremos perfectamente que se nos está moviendo un brazo, o que estamos liberando energía a través del llanto, la risa o el grito. En algunas ocasiones hay gente que puede llegar a tener visiones de colores o de emociones, incluso “visitas”, dice. Esto ya me mola menos. Pero Sonia advierte que no hay que preocuparse, porque la mente no nos va a mostrar nada que no estemos preparados para afrontar.
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A continuación, pide la colaboración de tres voluntarios para hacer una pequeña demostración de lo que allí va a suceder durante la próxima hora. Salen a la palestra una chica joven, un chico que más o menos debe tener mi edad y el señor maduro. Se tumban boca arriba, cierran los ojos y comienza la música. Y en ese momento yo flipo, pero mucho. Las dos facilitadoras comienzan a pasear sus manos por encima de los tres voluntarios y, sin ni siquiera rozarlos, sus cuerpos empiezan a moverse. Pero no ligeramente. Son movimientos bruscos, desacompasados y anárquicos. Al señor maduro es como si le hubieran conectado a la corriente eléctrica, aunque no parece que le importe. A la chica el cuerpo se le arquea en una especie de pino puente que eleva y relaja sin ningún ritmo. Y el otro chaval mueve la cabeza hacia los lados mientras golpea con los pies en el suelo y deja escapar algunos grititos. Yo los miro, con los ojos como platos y los pelos de punta: ¿qué hago aquí?
La demo dura un par de minutos y después Sonia, que ha debido ver mi casa, comenta: “Esto es lo más impactante, pero no lo más importante. Lo que hace el cuerpo es liberar energía y busca la manera de hacerlo, con movimientos libres como los que habéis visto. Pero lo más importante no va a suceder en esta sala, sino cuando salgáis por esa puerta. Os vais a dar cuenta del autoconocimiento que habéis adquirido, vais a ser una versión mejorada de vosotros mismos. Tendréis más claros los cambios que queréis hacer en vuestra vida, tendréis más lucidez, más energía, os vais a encontrar mejor y vais a descubrir que quizás debéis tomar algunas decisiones que ya sabíais, pero que el KAP os las ha puesto delante para que las sopeséis. Venga, ¿empezamos?”.
Nos tumbamos todos boca arriba, siempre con los ojos cerrados, y empieza la música. Es posible que te estés imaginando ahora la típica banda sonora relajante. Mal. Se parece más a la de un fiestón de los que acaban de día. Intento poner la mente en blanco y rendirme, que es lo que nos han pedido. Pero la verdad es que me cuesta horrores, sobre todo al principio. El tipo que tengo al lado, que es el otro primerizo, ha entrado al tema por la puerta grande y aunque tengo los ojos cerrados, le escucho entregado. Oigo su cuerpo moverse bruscamente, la energía kundalini se le ha desatado y no para quieto mientras, de vez en cuando, se echa alguna carcajada. Intento concentrarme, pero el chico que tengo detrás también me lo pone difícil. Estamos bastante pegados y oigo sus pies golpear secos contra el suelo arrítmicamente… pero demasiado cerca de mi cabeza. Estoy tenso, esa es la verdad. No quisiera yo que la activación de la energía de otro se convierta en una patada en mi ojo. A él le compensará, a mí no.
Tardo bastante tiempo en concentrarme, pero lo cierto es que a mitad de sesión empiezo a dejarme ir, sino del todo, si lo suficiente para alcanzar un estado de relajación bastante profundo y desconocido para mí, que nunca antes he meditado ni he hecho yoga ni he trabajado el autoconocimiento. Siento como una bola de calor en el pecho, no es desagradable pero sí extraña. De cintura para arriba mi cuerpo está completamente quieto, es como si pesara más que antes de entrar aquí. De cintura para abajo es otra película. Mis piernas tiemblan bastante a la altura de los muslos, y tengo la necesidad de estirarlas cada pocos segundos, como si esa energía que se supone que se ha activado en mi cuerpo circulara solo en dirección a mis pies. Y en esas estoy cuando la sesión llega a su fin.
KAP: beneficios de activar la energía kundalini
Ha sido una buena experiencia, me siento relajado y en calma, pero también extrañamente cansado. Tengo la sensación de haber abierto una puerta pero solo me ha dado tiempo a asomarme, no a pasar del todo hacia el otro lado. A mi alrededor, hay mucha gente sudando y en silencio, hasta que pasados unos minutos empiezan a compartir la experiencia. Ha sido una sesión movidita, dicen las facilitadoras. El efecto kinestésico ha sido el más evidente, pero hay también quien afirma que ha tenido agradables visiones de secuencias de luces, que iban al ritmo de la música. Los más veteranos confirman que realmente lo bueno llega ahora, una vez sales a la calle de nuevo con tu energía vital fluyendo renovada, más empoderado, más lúcido y con una mentalidad más clara.
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Unos días después, charlo un rato con Sonia por teléfono. Me pregunta cómo estoy y le soy sincero, me siento bien, puede que de mejor humor, pero de momento no he notado grandes cambios en mi vida. Lo más destacado, quizás, es que llevo unos días con la libido desatada, pero también puede ser el verano, que ya se sabe. “En la primera sesión te enfrentas a algo totalmente nuevo”, me dice, “nadie nos ha educado para esto y, al asistir por primera vez, cuando ves la demostración y ves a lo que te expones, rendirse la verdad es que suele resultarle difícil a mucha gente. No suele ser hasta la segunda o la tercera sesión cuando el KAP te hace boom. Es en ese momento cuando empiezas a entender qué te ofrece esta herramienta, y cada uno elige entonces con qué frecuencia quiere hacerlo. Pero no es algo que se pueda saber en la primera sesión, esto no es una varita mágica que cuando te toca hace que de repente surjan todas tus transformaciones. Esto es un proceso y, como tal, necesita de un camino a recorrer y un crecimiento personal”.
Por lo que he vivido, entiendo perfectamente a qué se refiere. Esta primera toma de contacto, si bien es cierto que no me ha cambiado la vida, sí me ha hecho intuir las posibilidades de trabajar esa parte más espiritual que todos tenemos y a la que pocos prestamos atención. Pero es importante dejar claro una cosa y es que el KAP no es una terapia, como aclara Sonia: “Lo mismo que el fitness no es una terapia, KAP tampoco lo es. ¿Hacer 100 burpees te puede sanar? La respuesta es no, pero no por eso ambas cosas dejan de ayudarte en tu vida, así que podemos catalogarlas como herramientas, pero no como terapias. Hago deporte porque me sienta bien, hago KAP porque mejora mi vida”.
Después, y aunque es sumamente discreta, me cuenta algunos casos concretos que ha conocido de cerca. Como el de una chica que perdió a su madre siendo muy joven, y el tema fue un tabú en su familia del que nunca se habló, hasta que el KAP le hizo ver que solo haciéndolo lo superaría. O la mujer que se dio cuenta de algunas decisiones importantes que tenía que tomar en su vida y que le dijo: “Oye Sonia, que no voy a venir a más sesiones porque me va a salir muy caro el cambio, no me apetece divorciarme de mi marido a los 75 años…”
Resumiendo, y esto ya es muy personal, en un mundo de pantallas, de tanta lógica, y de la tiranía de la inmediatez, por qué no parar y dedicar un tiempo para abrir la mente a otras herramientas, aunque no seamos capaces de explicarlas. Esas que permiten colocar las fichas del puzzle que todos tenemos en la cabeza y que muchas veces no terminan de encajar. Completar ese puzzle puede durar toda la vida, así que mejor con ayuda, ¿no?
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