Una catarata de publicidades de empresas de apuestas deportivas en las transmisiones de televisión de los partidos de la Liga Profesional. El primer patrocinador de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y de la selección nacional relacionado a la industria –BetWarrior, desde mayo-. El nuevo sponsor principal en la camiseta de River –Codere, desde el domingo pasado- y en la de Vélez, el único equipo argentino que jugará la semifinal de la Copa Libertadores –Bplay, desde mediados del año pasado, también patrocinador de Estudiantes, eliminado el jueves en cuartos de final-. El Gobierno de Alberto Fernández aprobó las casas de juegos online en el segundo semestre de 2021 y casi enseguida, en pocos meses, saltaron a la primera plana de un fútbol ávido de dinero: su llegada supone un enorme alivio para clubes que sufren el resbaladizo contexto de la economía argentina.
El arribo oficial de las apuestas también dispara o visibiliza la cara menos saludable del tema, no sólo la ludopatía o la legitimación social, sino también -en la parte deportiva- la sombra de futbolistas implicados en supuestos arreglos de resultados, un bisbiseo que suena en las penumbras. Aunque diez webs ya fueron reguladas –la ley solicita la sociedad entre una firma internacional y una argentina-, las casas ilegales continúan en funcionamiento y, aseguran expertos en el área, todavía son mayoría. “Es una proporción 5 a 1″, detallan.
La Justicia investiga desde abril una confesión inédita en el fútbol nacional: jugadores de categorías de ascenso confesaron ante sus compañeros de equipo que, tentados por el dinero de las apuestas –legales o ilegales-, convirtieron goles en contra y generaron penales en su propia área.
Jugadores que provoquen la derrota de su club a cambio de recibir dinero clandestino ocurrió y seguirá ocurriendo en diferentes partes del mundo y otros deportes: ya en 2008, el periodista canadiense Declan Hill alertó de las mafias de apostadores en su libro The Fix. Sin embargo, hasta este año se trataba de una sospecha de la que los torneos organizados por la AFA parecían mantenerse al margen.
A diferencia de los principales ligas de Europa –en España entró en vigor en 2021 una regulación que les impide a los clubes llevar publicidades de casas de apuestas en sus camisetas, decisión que la Premier League intentará repetir con una votación a realizarse en septiembre-, Argentina acaba de zambullirse en la misma corriente de la región. No sólo la Conmebol tiene a Betfair como patrocinadora de los torneos continentales desde 2019: el nombre comercial de la Primera División de Colombia es Liga BetPlay Dimayor; el torneo de Perú se llama Liga 1 Betsson; a la Serie A de Ecuador se la denomina LigaPro Betcris y en Brasil, aunque todavía no hay licenciatarias legalizadas, el gris de la regulación permite que 16 de los 20 equipos de la Primera lleven publicidades de apuestas en sus camisetas.
En los clubes argentinos que firmaron contratos con las licencias ya reguladas celebran el arribo de la nueva fuente de ingresos: River recibirá 12,5 millones de dólares en los próximos cuatro años. El tesorero de uno de los principales clubes del país, que como el resto de los consultados para este artículo pidieron mantener su nombre en reserva, dice que “el juego online fue reglamentado hace pocos meses en Buenos Aires, después de mucho tiempo de intento, y las empresas de apuestas decidieron darle difusión”. “Es una industria novedosa y su estrategia es la publicidad. Tal vez invierten más de lo que el negocio les da por ahora, pero es una apuesta fuerte y para los clubes, en un mercado tan difícil por la inflación y la crisis, implica un alivio. Además, en Argentina está lejos de ocurrir lo que pasó en Europa, que los futbolistas fueron a menos”, explica.
Expertos en el tema revelan, sin embargo, que en Argentina sí hubo partidos de Primera en los que algunos futbolistas guionaron acciones del juego para ganar dinero proveniente de las apuestas, aunque –puntualizan- se trató de casos aislados y lejanos: mencionan un Argentinos-Quilmes de hace más de 15 años en el que los futbolistas de un equipo, incentivados por un mediocampista que había regresado de jugar en España, apostaron a sumar 11 córners durante los 90 minutos. Y en efecto, según un especialista con buena memoria, ese partido totalizó 11 tiros de esquina.
Excepciones aparte, desde el interior de la industria garantizan que, dados los exhaustivos controles que realizan las empresas legalizadas, en Primera es imposible que se realicen fraudes. El VAR –agregan- tampoco es un elemento contaminante. “Nadie dice que las apuestas deportivas sean sanas pero también hay mil mitos que no tienen sentido”, contextualiza un empleado.
“Las casas de apuestas no arreglan partidos. Al contrario: les conviene que nadie sepa qué va a ocurrir. Si se sabe, pierden dinero”, agrega un experto en la industria. “Los mecanismos de protección son muchísimos, incluso las apuestas se interrumpen ante cada intervención del VAR, sanción de penales o tiros libres con riesgo de gol. Y también hay límites de dinero para apostar. Que se hayan arreglados partidos en el Ascenso podría existir de antes, no tiene relación con la legalización de algunas casas este año: las mafias operan ilegales”, sostiene, y rechaza que haya una relación entre las licencias otorgadas y los escándalos cada vez más corrientes en el Ascenso. Otros entendidos, sin embargo, son mucho más escépticos: “En las apuestas, Argentina siempre estuvo 10 o 15 años atrasado, hasta ahora era un oasis, pero ahora comenzó el baile y lo que viene será peor”.
El caso de El Porvenir
La otra cara del desembarco en las pantallas televisivas y el sponsoreo es el fútbol del Ascenso. El Porvenir, un club bonaerense de la cuarta categoría, presentó hace cuatro meses ante la Justicia la confesión de cinco futbolistas que admitieron ante sus compañeros de equipo haber “jugado para atrás” a cambio de recibir dinero del mercado de apuestas. No fueron los únicos casos: en 2022, el ambiente está al tanto de la sospecha sobre futbolistas de diferentes clubes de diversos torneos del ascenso. Algunos se resolvieron en silencio, lejos del ruido mediático: dirigentes les pidieron a futbolistas que rescindieran su vínculo con el club.
“Te llega un mensaje en el que te dicen que puede pasar algo raro, pero no le prestás atención: te parece que sólo le puede pasar a otro club. Pero después volvés a ver los partidos, atás cabos y, aunque no tenés nada concreto, sí ves muchos indicios”, cuenta el dirigente de un equipo de la categoría. Algunos de los futbolistas implicados difícilmente puedan continuar su carrera en un ecosistema en el que todos se conocen. Otros continuaron su carrera a miles de kilómetros, en países asiáticos demasiado alejados para cruzar la ética profesional de sus jugadores.
La causa que la Justicia recibió de El Porvenir sirve de caso testigo para entender como funciona el negocio ilegal: grupos de apostadores –por lo general un combo entre ex jugadores, ex árbitros, representantes y dirigentes de clubes- tientan a los futbolistas con urgencias, en especial a los de las categorías del ascenso con mayor asfixia económica. Su mecanismo de funcionamiento es preciso y efectivo. Para que haya comprados –jugadores que son el último eslabón en una larga cadena- tiene que haber compradores. Quienes apuestan miles de dólares en el Ascenso necesitan la cooperación de los futbolistas. Y en la Primera C, donde los jugadores cobran de 220 a 370 dólares mensuales, algunos se tientan con ganar el doble o el triple -hasta 750 dólares- si cometen un penal en perjuicio de su equipo o diez veces más -2.230 dólares- si convierten un gol en contra. “Pensalo: 300 mil pesos (argentinos) por gol y 100 mil por el penal. Te llamo mañana”, le dijo un representante de los apostadores a un jugador, según se lee en la denuncia radicada por El Porvenir ante la Justicia.
Para evitar estafas, las empresas legales de apuestas tienen áreas de control que piden documentación, hacen videollamadas con reconocimiento facial o intervienen en circunstancias misteriosas. Pero algunos conocedores de la industria también aseguran que no actúan por montos pequeños –que no son tan pequeños para los sueldos del Ascenso- y que los apostadores, para no levantar sospechas, también pueden cambiar de licenciataria partido tras partido. Sin contar que, más allá de las casas legalizadas, todavía existe una enorme cantidad de empresas clandestinas, por lo general en Europa y especialmente en China, un mercado que no rastrea protocolos de Internet.
Mientras tanto, el gerente general de BetWarrior Argentina –la casa de apuestas oficial de la selección nacional-, Leandro Rivas, lamentó hace pocos días el incremento del 50% dispuesto por el Gobierno nacional en la alícuota del impuesto al juego online. “Este tipo de medidas desalientan a potenciales operadores porque reducen muy fuerte los márgenes, tornándolo prácticamente inviable. Cada impuesto que se introduce al juego legal favorece al juego ilegal, que es lo que todos los que estamos en esta industria queremos combatir”, dijo, en alerta sobre un lodazal invisible pero omnipresente.
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