La ruptura de relaciones con Venezuela, la propuesta truncada de nuevos organismos multilaterales, el debilitamiento del vínculo con Estados Unidos, la disputa con Nicaragua y las acusaciones contra Cuba marcaron la Política Exterior del Gobierno de Iván Duque. Una que buscó ser audaz pero que terminó con varios desaciertos que constituirán retos para el nuevo presidente, Gustavo Petro.
Recomponer, rehacer y reiniciar. El nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, tendrá grandes retos a nivel de política internacional. Antes de llegar al poder, el izquierdista ya anunció que buscará restablecer las relaciones con Venezuela. Unas que encontraron su punto más débil después de cuatro años del Gobierno de Iván Duque.
Pero los desafíos van más allá. Colombia deberá volver a encontrar un liderazgo a nivel regional, abrir un espacio en su agenda para el multilateralismo, restablecer sus relaciones con varios países de América Latina y fortalecer su vínculo con Estados Unidos.
En diálogo con France 24, varios expertos mostraron que el balance de Iván Duque en Política Exterior dejó más desaciertos que logros.
Venezuela: el cerco diplomático que no funcionó
Más de tres años pasaron desde que Iván Duque asegurara que al régimen del presidente venezolano, Nicolás Maduro, “le quedaban las horas contadas”. Unas declaraciones que se erigieron como un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países. “Esa fue la primera muestra de su inexperiencia”, asegura el abogado y analista político, Álvaro Forero.
Las palabras de Duque en febrero de 2019 también ilustraban sus decisiones con respecto a las relaciones con el país vecino. El mandatario no solo reconoció al líder opositor, Juan Guaidó, como presidente, sino que también impulsó el conocido como “cerco diplomático” que buscaba sacar a Maduro del poder.
Según Gabriel Jiménez, director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, dicha medida encarna una contradicción porque “la diplomacia justamente no cerca sino que, más bien, acerca a los países y constituye un lenguaje de comunicación en el que los países buscan comprensión. Esto tuvo un efecto que debilitó a Colombia en términos de sus relaciones casi que regionales”.
Cuatro años de mandato de Duque dejan unas relaciones en extremo debilitadas, sin servicios consulares y con la frontera más extensa del país inmersa en incertidumbre.
Según Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, se trata del “peor momento de la historia” para el vínculo entre los dos países, en donde no existe “ningún canal de comunicación entre el Estado colombiano y los detentadores del poder real en Venezuela”.
Así, muchos aseguran que el presidente saliente desconoció la importancia histórica, estratégica, de seguridad y cultural que une a los dos países vecinos.
Los nacionales venezolanos y colombianos fueron los más afectados, según asegura Socorro Ramírez, doctora en Ciencia Política y experta académica en la relación Colombia-Venezuela. “Los más perjudicados con esa tensión entre Duque y Maduro fueron esas personas del éxodo poblacional y también las personas que habitan en la zona fronteriza”, señala.
Ramírez también afirma que el rumbo de las relaciones de los dos países dejó de lado las dinámicas fronterizas que incluyen a “las articulaciones poblacionales, a las comunidades indígenas transfronterizas” y al hecho de que “cada país ha sido el destino migratorio del otro”.
Al lado de la ciudadanía hubo otro gran afectado: la seguridad de ambos países. “Venezuela es el factor de seguridad más importante para Colombia después del Proceso de Paz. Es poco inteligente desde los intereses de seguridad hacerse de enemigo”, afirma Forero.
Una perspectiva con la que coincide Jiménez, quien asegura que una gran afectación del debilitamiento de las relaciones tiene que ver con “el fin de la cooperación tanto militar como policial en la frontera”. Allí disidencias de la extinta guerrilla de las FARC y otros grupos armados ilegales se han abierto espacio, en parte, por la ausencia de colaboración.
Al mismo tiempo, la incomunicación entre Colombia y Venezuela impulsó otro tipo de prácticas ilícitas como el tráfico de personas. “Se crearon prácticamente entre 260 y 280 pasos irregulares de las llamadas trochas por la frontera. Entonces creó unos incentivos grandísimos para que los grupos ilegales que actúan en la frontera pudieran tener ingresos”, concluye Jiménez.
La migración venezolana, la contradicción de la Política Exterior de Duque
Si las relaciones con Maduro por parte de Duque fueron fuertemente criticadas a nivel internacional, la política migratoria del presidente recibió múltiples aplausos. Ésta estuvo marcada por la apertura y la búsqueda de generar un proceso de registro complejo de la población venezolana.
La medida cumbre fue el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV), que busca que estas personas puedan regularizarse en un lapso de 10 años. Una política innovadora y pionera en la región que contrasta con la hostilidad hacia el mandatario del país vecino.
Para Jiménez esto responde a una diferenciación: Duque “clasificó a los ciudadanos venezolanos como distintos del régimen”. Uno que, por el contrario, fue “su objetivo de ataque favorito y su gran antagonista”.
Así, la política migratoria fue la excepción a la regla. “El ETPV fue lo único distinto a esa política reactiva, ideológica, de rechazo total al Gobierno vecino, anulando todo tipo de comunicación y tramitación interestatal de asuntos que requieren necesariamente de diálogo y de coordinación entre los gobiernos de los dos países”, señala Ramírez.
Por su parte, Rodríguez cree que Duque recogió los procesos solidarios frente a la población migrante de gobiernos anteriores. Sin embargo, asegura que fue muy valioso el proceso de “plena identificación de la población venezolana, y la regularización. Y eso hay que reconocérselo. Fue una política muy audaz en un momento muy complejo”.
Sin embargo, para Mauricio Jaramillo, docente internacionalista de la Universidad del Rosario, esta política está inmersa en otra contradicción. A pesar de haber sido uno de “los pocos éxitos” a nivel internacional de Duque, esta no ataca el problema de raíz. Y es que, para el académico, apoyar las sanciones y bloqueos a Venezuela también afecta a la población de dicho país e incluso la impulsa a dejarlo.
Aislada y ensimismada, el declive de Colombia como líder regional
El ocaso del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur) relata la caída en picada de Colombia como líder regional. Propuesto por Duque y el expresidente de Chile, Sebastián Piñera, buscaba la integración de América del Sur. Un objetivo que no se consiguió.
“Denunciamos Unasur y salimos de Unasur y Duque se inventó Prosur y eso no terminó en nada. Comenzó con Jeanine Áñez, Lenin Moreno, Mauricio Macri y Martín Vizcarra, todos se fueron, lo dejaron solo”, sentencia Jaramillo.
La misma perspectiva tiene Jiménez: “Quedó en ciernes, es un grupo verdaderamente insignificante. Colombia se sale de Unasur pero no hace un contrapeso con Prosur y prácticamente en este momento Prosur es nada porque todos los mandatarios que lo apoyaban se salieron. Se deshizo el liderazgo”.
El alejamiento de Colombia de los organismos multilaterales tuvo múltiples consecuencias. Entre ellas no poder negociar y dialogar temas clave como la pandemia, la migración y la seguridad. Esto, sumado a lo que varios expertos consideran como una Política Exterior en extremo ideologizada que llevó al país de una postura de liderazgo y a un aislacionismo.
Para Ramírez, Colombia salió “muy debilitada, muy aislada, porque no solo el Gobierno de Duque desconoció las dinámicas regionales, sino que se aproximó a muchos de los países vecinos con una postura ideologizada. En la medida en que había gobiernos más hacia la izquierda, no quiso entablar ninguna comunicación”.
Una situación que parece un viaje en el tiempo. “El país entró en ese aislacionismo que lo caracterizaba, a finales de los setenta y comienzos de los ochenta a Colombia la llamaban como el Tíbet de Suramérica, era un país que tenía muy pocas relaciones con otros”, relata Jiménez.
Unas palabras que hacen eco con las de Rodríguez que concluye diciendo que “Duque trató de propiciar el cerco diplomático para cambiar el régimen venezolano, pero terminó él, más bien, aislado diplomáticamente en la región”.
La estrategia truncada con Estados Unidos
La campaña por la reelección del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo eco en algunos de los miembros del partido de Duque. Varias voces claves del Centro Democrático apoyaron al republicano explícitamente. Un acto que buscaba acercar a los dos países, pero terminó por alejarlos.
Con el triunfo de Joe Biden dichos apoyos le costaron caro al presidente colombiano. “Eso fue un error muy grave, Duque lo que hizo fue poner en riesgo la buena relación de Colombia con Estados Unidos. Para Duque fue muy costoso que Biden lo relegara más de un año sin una reunión ni una llamada porque le terminó de quitar el papel que le quedaba de cierta importancia diplomática”, señala Forero.
Mientras que Jiménez asegura que fue “algo perverso que desfiguró esa Política Exterior”. Y añade que: “Hizo que Biden dejara un poco al lado y que no tuviera tanto en cuenta a Duque y que ahora se sentara a negociar mucho más fácilmente con Petro”.
Así, el mandatario deja unas relaciones debilitadas que más allá de la cercanía entre presidentes no permitió que se avanzara en temas claves como la búsqueda de alternativas para la aspersión con glifosato, la seguridad e incluso el medio ambiente.
A pesar del precedente, aseguran Ramírez, se trata de una “relación que es estratégica para los dos países y la Casa Blanca ha tratado de evitar que se tensionara y entrara en un distanciamiento”.
Cuba y Nicaragua, dos disputas
Abril de 2022 trajo nuevamente a escena un desencuentro histórico. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló a favor de Nicaragua, determinando que Colombia debía cesar sus operaciones patrulleras y sus actividades de pesca e investigaciones marítimas en aguas de la zona económica exclusiva nicaragüense.
Otra derrota diplomática para el Gobierno de Duque. A pesar de que era un proceso que venía desde el mandato de Santos, su desenlace mostró una falla estratégica y de lectura de contexto por parte del mandatario.
Según Ramírez, Duque “había tenido tensiones con el Gobierno de Ortega, ambos con una aproximación muy ideológica a la relación y en medio de un litigio territorial como ese, han desaprovechado un elemento que el fallo trae y es que muestra la necesidad de articulación de iniciativas transfronterizas incorporando a poblaciones compartidas entre los dos países como esa población anglo afro caribeña que comparten Colombia y Nicaragua”.
Otra vez, la tendencia ideológica del presidente se vio expresada en sus políticas internacionales. Y lo mismo ocurrió con el caso de Cuba al que Jaramillo caracteriza de “inédito”.
Duque catalogó a la isla como enemiga por no devolver la delegación del ELN que se había sentado a negociar con el Gobierno. Según Jaramillo, “solamente el Gobierno de Julio César Turbay Ayala rompió relaciones con Cuba por el apoyo que le dio en financiamiento y armas al M-19. En estos 32 años nunca habíamos tenido una relación tan mala.”
Ramírez por su parte asegura que Colombia “rompió e incumplió protocolos internacionales y se enfrentó con la isla tratando de pedirle a EE. UU. que la incorporara en nuevas sanciones”.
El nuevo presidente tendrá el reto de rearticular dicha relación que será crucial para nuevas negociaciones y para seguir adelante con la búsqueda de Gustavo Petro de una “Paz Total”.