Con ilusión y muchas ganas de prosperar, así empezó Gabriel Alejandro Rodríguez Sandoval su deseo de emprender. Era el tipo de negociante que sabía que tenía que salir a trabajar, así no tuviera idea de por dónde comenzar.
Hoy, con 25 años, y después de superar obstáculos y vicisitudes, es todo un emprendedor de racamandaca en Barranquilla.
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Quizá nadie lo relacione por su nombre de pila, pero si del Garoso se habla, inmediatamente en la ciudad saben de quién se trata.
Tenía 17 años cuando empezó a recorrer las calles de su barrio Villa Carolina, en el norte de Barranquilla, para ofrecer las empanadas que había aprendido a hacer gracias a las instrucciones de una pariente cercana.
El negocio lo empezó recién graduado del colegio San Francisco de Asís. “Fue un deseo de niño. Un impulso de querer hacer algo diferente y adicional a sus estudios del colegio”, afirma Rodríguez, quien consultó la idea con sus padres y con su abuela, que le dio el consejo que hoy día podría ser el más valioso de todos: “ ‘Mijo, haga lo que más se vende, que son las empanadas’, me dijo. Me fui por esa línea, ella misma me dio una receta y comencé con ese tema de los fritos. Toqué las puertas en la Sociedad Portuaria, comencé vendiendo 30, después 50 y ya a lo último vendía más de 100”, señala el empresario, quien dice que cuando empezó toda esta aventura lo hizo llevando su producto en una cava de icopor.
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Eran las típicas empanadas cachacas, de carne, huevo y arroz. Algo totalmente diferente a lo que el barranquillero está acostumbrado, pero asegura que fue identificando a sus clientes fijos y así fue creciendo poco a poco para llevar su producto a más personas.
“Ahí estuve por un año y medio mientras ahorré y tuve capital para poder comprar algunos equipos, como la primera freidora”, agrega Gabriel. También tocó puertas en colegios, pero recuerda, con una sonrisa, que “de 20 colegios, 19 me dijeron que no”.
Ese único que le dijo sí le permitió al Garoso seguir creciendo en el difícil mundo del emprendimiento, pues fue como una pequeña grieta que le permitió avanzar para no morir en el intento de tener su propio negocio.
Así nació La Garosa en Barranquilla
Para este bogotano de corazón costeño, pues ya lleva 15 años viviendo en Barranquilla, lo importante era no desfallecer y mantener el ímpetu con el que dio inicio a su sueño.
Su deseo de superarse siempre lo caracterizó. Pese a que en muchas ocasiones no tenía claro el rumbo o se le cerraban puertas, sabía que en la constancia estaba el éxito.
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Empezó a ahorrar dinero y a educarse acerca del emprendimiento. Ese fue el comienzo de su exitosa empresa, La Garosa, que hoy es la fuente de ingreso de aproximadamente 60 familias a las que este joven empresario les ha dado trabajo.
“Tuvimos la necesidad de crear ya algo más formal, algo más estructurado y registrarla en la Cámara de Comercio. Ahí empezó el proceso de creación del nombre de la marca, que no fue fácil, pero que después de un tiempo, y gracias a un tío que tuvo la idea de juntar las iniciales de mi nombre. Ahí nació La Garosa”, explica el emprendedor.
“Y quedó perfecto –comenta Gabriel Alejandro–. Perfecto porque ese término aquí en Barranquilla lo relacionamos con algo insaciable, y queríamos transmitir esa idea de que no se conformaran con poco, que siempre quisieran un poco más”.
Este negocio de alimentos, que se especializa en panadería y pastelería, empezó con una sede en el barrio Villa Carolina, en el 2018. Un local que alquiló con el esfuerzo de sus inicios y que acondicionó con mesas de madera en la terraza.
La idea del lugar es que sea un espacio en el que los visitantes puedan disfrutar de una experiencia casera, acogedora. Panes, empanadas, buñuelos rellenos de chocolate, queso, bocadillo y nutella son algunas de las especialidades que se pueden encontrar en este establecimiento.
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“Aquí vienen en plan familia y plan amigos, a reír, a charlar. Prueban nuestros buquesos, un producto tradicional (buñuelos) que hemos adaptado al presente rellenándolos de diferentes sabores, que le han encantado a nuestros clientes, son deliciosos”, explica Gabriel Alejandro.
También ofrecen avenas, café, jugo de corozo y milo, bebidas que definitivamente hay que probar.
Además, cuenta el Garoso que su emprendimiento tiene la “magia” de reencontrar a viejas amistades y compañeros de trabajo al ser un espacio cálido y propicio para que se den estos encuentros.
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Las dos caras de la pandemia del covid-19
La tragedia que produjo la llegada del covid-19 también llamó a las puertas de su familia. Gabriel, su padre y uno de los principales motores de su vida, murió por causa de esta pandemia que llegó en marzo del 2020 al país.
“Fue muy difícil. No asimilábamos lo que pasó y nos costó reponernos. Aún nos cuesta”, lamenta el joven emprendedor.
Y no solo el golpe fue en la parte familiar, para Gabriel Alejandro, la cuarentena decretada por el Gobierno Nacional como parte de las medidas necesarias para frenar las cifras de contagio durante la pandemia marcó un antes y después en la historia de su empresa, que poco a poco seguía creciendo en la capital atlanticense.
Pasar de recibir cientos de clientes, quienes a diario se deleitaban con el popular buqueso en su local, a tener un cierre total fue un golpe abrupto para él y sus colaboradores.
El local permaneció cerrado durante dos largos meses, pero Gabriel tomó la decisión de innovar ante la adversidad y hacer productos congelados para distribuirlos a domicilio. La clave, reconoce, estuvo en las redes sociales, un gran aliado durante los días y las noches que tuvo que permanecer con su negocio cerrado al público por la pandemia.
“Fue una experiencia maravillosa –rememora Gabriel Alejandro–. Tuvimos un apoyo increíble, que de verdad no esperábamos, y sin duda alguna eso nos sirvió para construir una visión a largo plazo y proyectarnos hacia el futuro que queremos para la empresa y lo que venga”.
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Tanto así que durante la cuarentena La Garosa abrió dos locales más en Villa Campestre y Soledad, algo que para muchos empresarios es algo descabellado de imaginar teniendo en cuenta las dificultades de los últimos años a raíz de las medidas que se tomaron en el país.
“La pandemia nos motivó a fortalecernos. Aprendimos en medio de la adversidad que siempre hay una salida para emerger victoriosos”, argumenta este bogotano con el pecho inflado de orgullo por no haber claudicado cuando las cosas no lucían de la mejor manera.
Ya son cuatro sedes de La Garosa
Ha sido tanto el éxito de La Garosa que la sede de Villa Carolina y las que abrió durante la pandemia se quedaron cortas. Hace menos de un mes inauguró el cuarto local, ubicado en el centro comercial de Alameda del Río, en Barranquilla.
“Tenemos la visión de seguir creciendo como la primera opción en productos de rápido consumo en frituras y panadería. Queremos seguir expandiendo La Garosa con diferentes formatos. La próxima meta es abrir sucursales en la costa Caribe, empezando por Cartagena y Santa Marta, para este mismo año”, revela el empresario.
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Cuenta con un call center para los pedidos a domicilio, también trabajan con la aplicación Rappi y la página web, en la que se reciben cientos de solicitudes todos los días.
La meta para el Garoso es tener este mismo año alrededor de 100 colaboradores, a los que trata como su familia. A los 60 que tiene, los capacita y exhorta a probar en nuevos espacios o con nuevas técnicas de producción para continuar mejorando en atención y en los productos que ofrecen.
“Dios tiene un propósito con todos nosotros, solo es cuestión de ser paciente y muy disciplinado”, dice el emprendedor, como parte de su testimonio de tenacidad que lo ha traído hasta este momento.
Reconoce que gracias al trabajo en equipo que ha mantenido con su familia, La Garosa se ha consolidado como una microempresa exitosa, capaz de registrar al año (2021) cerca de tres mil millones en ventas.
La familia, el ingrediente principal
Rodríguez no se arrepiente de ninguna decisión o paso dado en este proceso de emprender. Confiesa que, si volviera a comenzar, “lo haría de la misma manera, porque pasando por todos los obstáculos que pasé es quien soy hoy en día”.
Agradece a su madre, Constanza, y a su esposa, Pamela, el apoyo incondicional durante esta etapa de construcción de su marca. Son muchos los planes que tiene, entre esos, culminar sus estudios de administración, los cuales dejó porque no tenía los recursos para seguir en la universidad.
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“Hemos crecido mucho y nos seguimos dando a conocer mucho más. Me gusta echar para adelante sin importar las adversidades”, enfatiza Gabriel Alejandro.
Rodríguez es hoy uno de los emprendedores más destacados de Barranquilla y motivo de inspiración para muchos. Una historia ejemplar que moldeó a su gusto y horneó con tres ingredientes principales en cualquier cocina: el amor, la familia y la paciencia.
FLOR DÍAZ OSPINO
Corresponsal de EL TIEMPO
Barranquilla
En Twitter: @fdiazos