Desde los años setenta se han producido una gran variedad de investigaciones y estudios con perspectiva de género, colocando en el centro de la discusión diversos fenómenos complejos que, más de una vez, nos han llevado a replantearnos cómo hacemos las cosas (al menos a quienes los escriben y los leen).
Sin duda ha sido un camino largo, en el que se pueden encontrar distintos matices, conversaciones y, claro, movimientos sociales alrededor del mundo. En este texto rescato la discusión acerca del ámbito público y privado, no para cuestionar el trabajo que han realizado numerosas estudiosas al respecto, sino para retomar la idea central: la distribución de tareas entre una esfera y otra es la razón por la cual las mujeres durante muchos años (por no decir siglos) se encontraron desempeñando sus actividades exclusivamente en la esfera privada.
A primera vista esto podría no tener mayores consideraciones, salvo por el hecho de que el trabajo en la esfera privada es lo que sostiene las actividades en la esfera pública. Y en el caso de las mujeres, cuando se resuelven los alimentos, los cuidados y la limpieza en el día a día, sólo entonces estamos listas para salir a hacer nuestras actividades en el espacio público.
Cuando empezamos a ver cómo funcionaba el sistema, en el cual el espacio público era un espacio masculinizado porque había mujeres que se ocupaban de todo el trabajo doméstico y de cuidados, es cuando se siembra esta semilla de duda ante quien hoy sigue ocupando estos espacios, y ante quien busca balancear su vida para estar en uno y otro espacio.
Es cierto que en el contexto mexicano hemos avanzado en la paridad, un camino que ha abierto la puerta a que más mujeres puedan participar en elecciones, registrando sus candidaturas y ganándolas, como titulares o suplentes en cargos locales y federales. Sin embargo, la paridad no ha ido aparejada con la disminución de otros fenómenos como son la violencia en razón de género, la discriminación, o el romper con lealtades políticas. Las mujeres nos seguimos enfrentando a numerosas barreras en la esfera pública, las cuales contrarrestamos a través de la organización, de organizarnos con otras mujeres, de hacer redes que contribuyen a sentirnos acompañadas durante los procesos de toma de decisiones.
En política hay liderazgos de mujeres que no han sido reconocidos o impulsados, ya sea por la propia complejidad de su esfera privada, por su relación con los partidos políticos (o el sistema electoral con sus matices), la falta de redes políticas, o incluso por prejuicios sobre los cargos en el espacio público.
¿Por qué sería importante el reconocimiento -y el impulso- de estos liderazgos de mujeres? Siguiendo las ideas de Nancy Fraser, 1 desde la filosofía hegeliana, el reconocimiento designa una relación recíproca ideal entre sujetos, en la que cada uno ve al otro como su igual y también como separado de sí. En otras palabras, el reconocer nuevos liderazgos nos permite construir en colectivo, pero con el plus de establecer metas en común -aún con aquello que nos diferencia-.
Es por ello que la manera en la que nos organizamos para buscar incidir en política ya no es la misma. En Aúna consideramos que podemos organizarnos en distintos aspectos para contribuir a que mujeres con nuestra misma agenda sepan que hay un espacio de acompañamiento, más allá de las opciones tradicionales.
Nuestro trabajo territorial se distingue por nuestros capítulos en Oaxaca, Jalisco, Guerrero, Nuevo León y Ciudad de México. En ellos encontrarán una red de mujeres organizadas que están interesadas en cambiar aquello que nos parece urgente, es decir, políticas en temas de medio ambiente, económicas con equidad, bienestar, paz y justicia e igualdad de género, a través de una red de trabajo y acompañamiento.
En Aúna somos una comunidad diversa, pues mucho de nuestro corazón desde los capítulos locales es movilizado por compañeras de distintas edades y contextos, con identidades sexogenéricas diversas, pertenecientes a comunidades o grupos que llaman minoritarios, con interés o no en contender por un cargo público. Todo ello, porque estamos convencidas del cambio que implica una agenda progresista en el espacio público.
Así que sigamos apropiándonos de la esfera pública, sigamos construyendo diversas y juntas desde la colectividad, sigamos haciéndonos escuchar y participemos desde distintos ámbitos, sigamos encontrándonos y reconociéndonos por el deseo de tener (y construir) un país mejor.
* Karla Cuéllar (@karladcuellar) es feminista, miembra y coordinadora de capítulos en Aúna. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM, especialista en temas legislativos, diseño organizacional y género.
1 Nancy Fraser, desarrolla esta idea en su texto titulado “La justicia social en la era de la política de identidad: redistribución, reconocimiento y participación”.
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