Acaba de presentar un informe sobre la ubicación de La Romareda como sede mundialista.¿Ha sido difícil encajar las piezas?
Pues la verdad es que no es difícil. La suerte que tenemos en España es que la mayoría de los estadios tienen un carácter urbano. Disponer hoy de una instalación de ese tipo en un entorno urbano es bueno. La mayoría de los estadios que albergan competiciones ya están acostumbrados a ese tipo de eventos y La Romareda es capaz de asumirlos con las operaciones temporales que haya que hacer.
¿La Romareda tiene problemas de espacio para tener un estadio de primer nivel?
No, no tiene ningún problema. Tiene una ubicación excelente en la ciudad porque ha estado ahí muchos años. Lo que hay que hacer es un proyecto que sea adecuado al entorno y con las características que tienen que tener los estadios del siglo XXI.
¿Prefiere estadios en la ciudad consolidada o en la periferia?
Son válidas las dos opciones a nivel general. Hay que estudiar cada caso. En Estados Unidos, la estructura urbana depende completamente del coche. En España, no tanto. Nuestras ciudades son capaces de asumir los equipamientos dentro de su estructura urbana. Para el Santiago Bernabéu, Camp Nou o San Mamés es clave estar en la ciudad consolidada. Sería inconcebible tener los estadios fuera por su cultura, su masa social y su tradición. En Zaragoza, nuestra visión es que sucede lo mismo. Mantener la Romareda donde está nos parece un valor muy positivo.
¿Qué importancia tienen estas infraestructuras en las ciudades?
Es un edificio de referencia en la ciudad. Los estadios ya no son feos en general, esas moles de hormigón en las que no apetecía ni entrar. Hoy en día tienden a ser edificios arquitectónicamente interesantes, que te gusta ir a visitar. Empiezan a generar servicios, equipamientos, son piezas arquitectónicas que se relacionan más con la ciudad, atraen gente.
Diseñó el estadio de San Mamés, que se ha convertido en modelo de éxito y ejemplo para Zaragoza.
Hubo unas alternativas que incluso planteaban mover San Mamés. Ninguna prosperó, porque había esa demanda social de mantenerlo. Y no fue fácil: una clave era que el equipo siguiera jugando en San Mamés. Hubo que hacer un encaje técnico de hacerlo en dos fases. La siguiente clave fue mantener el espíritu de San Mamés. El antiguo ya se llamaba La Catedral, por su atmósfera y por el propio estadio, que era muy inglés, pegado al terreno de juego. Intentamos hacer una instalación del siglo XXI, pero mantener esa atmósfera. Creo que lo conseguimos porque los socios están muy contentos y, lo más importante, que todo el mundo sigue llamándolo La Catedral.
No parece fácil lidiar con las emociones de una afición.
Para nosotros es lo más importante. Si tú afrontas el diseño solo desde el punto de vista técnico, puedes hacer un buen estadio de fútbol pero te has dejado muchas cosas en el tintero. Tratamos de entender el club, su historia, conocer a sus dirigentes, sus socios, indagar en esas cuestiones que parece que son intangibles, pero de las que te tienes que apropiar para plasmarlas en los diseños. Esa es la complicación, pero hay que hacerlo así.
El nuevo San Mamés afectaba a parte de la huella del anterior campo. ¿Es fácil mantener la actividad deportiva con la obra como se quiere hacer en Zaragoza?
No es fácil, no nos vamos a engañar. Pero es posible. Y hay muchas operaciones que se hacen así. Complica la ejecución, pero es viable. Lo hemos hecho en otros lugares y también hemos hecho yéndose el público fuera. Es un tema en el que tiene que tomar la determinación el club y la ciudad.
Ahora está trabajando en el Camp Nou. ¿Han cambiado los estadios desde que se inauguró San Mamés en 2013?
Pues sí. Para mí hay una fase a principios de los 2000 en la que los estadios pegan un cambio muy importante. Antes eran instalaciones deportivas y ahora son algo más. Los estadios están evolucionando más rápido cada día. La tecnología ha entrado como un huracán, con todo lo que tiene que ver con la televisión.
En Zaragoza se ha empezado a hablar del modelo de explotación. ¿Los estadios se pueden autofinanciar?
Sí, claro, esa es un poco la tendencia. Lo ideal es que se pueda autofinanciar en el tiempo. Hay que dotar a los estadios de una mayor funcionalidad y flexibilidad.
¿Qué consejo le daría a Zaragoza para la nueva Romareda?
Que sea un estadio específico para la ciudad y para el club. Que aporte cuestiones que sirvan para todos los ciudadanos y que le dé al club ese intangible, esa atmósfera, que haga que afición y estadio estén en perfecta comunión para llevar al equipo a lo más alto. Además, podemos añadir que sea sostenible, no solo económicamente, sino desde el punto de vista ambiental.