Hay quienes creen que pertenece a Woody Allen, otros afirman que es de Lenny Bruce. La frase es tan conocida que se discute quién fue su verdadero autor: “La comedia es igual a la tragedia más tiempo”. Esta ecuación del humor implica que se pueden hacer chistes sobre cualquier tema, siempre que haya pasado cierto tiempo. Una máxima similar podría plantearse para el mundo de los emprendedores: “El éxito en los negocios es igual a fracaso más tiempo”.
Al menos, esto es cierto para un ingeniero estadounidense que personifica la quinta esencia del éxito y del fracaso en Silicon Valley, la meca de la innovación moderna. La montaña rusa de la vida profesional de Tony Fadell no podría ser más extrema: estuvo en el centro de una de las historias de fracaso más famosas de la costa Oeste (la de General Magic a mediados de los 90) y luego se hizo multimillonario diseñando el iPod, participando en la creación del iPhone (el producto más vendido de la historia del capitalismo) y fundó Nest, la startup luego adquirida por Google de termostatos y domótica hogareña.
Fadell volvió a ser noticia semanas atrás por una nueva creación. Esta vez no se trata de un aparato que se conecta a la corriente eléctrica ni que funciona con Internet: publicó un libro sobre su derrotero como “hacedor”. En Build: Unorthodox Guide to Making Things Worth Making (aún no traducido, pero sería: Construir: guía no ortodoxa para hacer cosas que valgan la pena), Fadell habla de su relación con Steve Jobs, el fundador de Apple, sobre Google y sobre los “líderes imbéciles”. En las decenas de entrevistas que dio en su gira sobre el libro se mostró sumamente crítico con la idea del metaverso y con lo que él considera que es un exceso de valoración del “relato” (storytelling) por parte de algunos emprendedores y fondos de inversión.
En sus veintipocos, a mediados de los 90, Fadell tuvo su primer contacto con el fracaso, y fue de la forma más resonante posible. La empresa General Magic intentó por esa época hacer un aparato portátil inteligente diez años antes del iPhone, cuando la mayoría de las tecnologías involucradas (Internet, pantalla interactiva, comercio digital) recién estaban naciendo. La caída al vacío fue épica: en el camino se quemaron más de 500 millones de dólares.
La historia está muy bien contada en un documental homónimo, que fue reseñado el año pasado en esta columna. Hay decenas de horas grabadas en aquel entonces, donde se ve a un Fadell con acné muy entusiasta. “Fue un fracaso muy entre comillas, porque la visión de General Magic se terminó imponiendo y todo el equipo que trabajó terminó protagonizando la revolución digital de los años siguientes”, contó meses atrás el codirector del documental, Matt Maude, a la nacion.
La cantera de talentos que pasó por General Magic fue única: además de Fadell estuvieron ahí uno de los fundadores de eBay y el creador de Android. “Allí fue donde vi de cerca al fracaso y aprendí un montón, aprendí sobre la importancia del timing, sobre preguntar ‘por qué’, sobre hacer productos que realmente la gente quiera, y no solo aquellos que te hagan sentir bien a vos”, cuenta Fadell en su libro.
Muchas de las creaciones de este “hacedor serial” no existían antes. No había experiencia ni estudios de mercado sobre el iPod, sobre el iPhone o sobre Nest antes de que salieran a la venta. En este tipo de procesos, dice Fadell, hay que tener una opinión muy fuerte y “empujar, empujar, empujar”, describe.
En este contexto, el emprendedor e ingeniero tuvo una relación muy cercana con el mítico Steve Jobs, fundador de Apple, sobre quien pesan críticas por maltrato a sus equipos. Fadell separa en esta industria a dos tipos de “líderes imbéciles” (“assholes”). Los primeros pueden ser molestos, pero por las razones correctas: los guía una misión. Los segundos son los que no valen la pena: les importa su bonus, su ego, el próximo ascenso o lo que los demás piensen de ellos.
La leyenda de Silicon Valley también dedica varias páginas de su nuevo libro a hablar de la importancia de las “historias” en el mundo de las startups. “Algunos creen que una buena historia es solo una venta de un minuto en el ascensor, pero eso es falso, una buena historia involucra todo el viaje de experiencia del cliente”, afirma. Y sobre la moda de contratar periodistas desde fondos de inversión de capital de riesgo es lapidario: “Es poner el marketing por delante de los hechos. Es como ponerle perfume a un cerdo. No cambia de manera fundamental la forma en la que un producto es construido, ni la forma en la que se toman las decisiones”.
En esta manía del mundo emprendedor de insistir con “soluciones en busca de un problema”, Fadell sitúa a las iniciativas que tienen que ver con el metaverso, de las cuales él es sumamente crítico. Se trata de un campo temático que fue furor a fin de 2021 y luego se derrumbó en valuaciones y expectativas (la velocidad de cambio es tan alta que las modas y gurúes quedan desnudos cada vez más rápido).
Pero para el autor de Build… hay un factor adicional que lo enfurece con la idea del metaverso: “Tenemos un problema realmente grave con la crisis climática y necesitamos que los mejores cerebros se dirijan hacia allí”, y no a “resolver problemas que no existen”. Fadell recuerda que algo similar pasó con la revolución verde de 2008, en la cual de golpe todo el talento se fue a plataformas digitales y redes sociales.
Hay otra conexión crítica entre Fadell y el metaverso. La puntualizó en un ensayo Azeem Ashar, de Exponential View, luego de conversar con Fadell en su dispositivo de divulgación. Para Ashar, hay muchos puntos en común entre General Magic y el metaverso. En ambos casos, sostiene el autor, se involucraban distintas tecnologías muy promisorias pero, a su vez, muy “verdes”: no había ni hay hoy acuerdo entre los principales jugadores tecnológicos en cuál sería –y será– el terreno común de convergencia y despliegue.
General Magic fracasó olímpicamente en su objetivo central, pero luego generó billones de dólares a partir de los cerebros e inspiración de quienes pasaron por ahí. Un solo ejemplo: las personas detrás de los sistemas operativos de Apple y Android trabajaban a un par de escritorios de distancia, en arquitecturas de software que, sumadas, tienen hoy un 99% del mercado global de celulares.
Del mismo modo, cree Ashar, todos los proyectos que hoy giran en torno al metaverso podrán ser capitalizados por otras industrias (no necesariamente por los jugadores que hoy los impulsan). Por ejemplo: hardware de realidad virtual, sensores, cámaras y otros dispositivos, o inteligencia artificial para simulaciones con millones de agentes a gran escala.
Como en la frase de Woody Allen o Lenny Bruce con la tragedia y la comedia, aquí el tiempo juega un rol central en las dos caras de la moneda del éxito y del fracaso.