Gustavo Petro se reunirá este viernes con cuatro oficiales estadounidenses enviados a Colombia por la Casa Blanca. Se trata de una delegación muy particular, de acuerdo al protocolo diplomático norteamericano, para un mandatario latinoamericano que aún no se ha instalado en el Gobierno. Esta delegación de pesos pesados, sin embargo, puede señalar un buen viento para el presidente electo en el principio de sus relaciones con el Gobierno de Joseph Biden.
La figura más poderosa de los cuatro es Jon Finer, asesor adjunto en Seguridad Nacional, quien trabajó en el pasado con el Secretario de Estado John Kerry y hoy es clave en la política exterior de Estados Unidos. Le acompañan otros tres funcionarios de alto rango: Phil Gordon, asesor de seguridad nacional de la vicepresidenta Kamala Harris; Brian Nichols, secretario adjunto para asuntos del hemisferio occidental; y Juan González, director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional y quien es de origen colombiano.
“La delegación entablará diálogos sobre una variedad de cuestiones, que incluyen combatir el cambio climático, apoyar la implementación de la paz y el desarrollo rural, trabajar en conjunto para reducir la violencia y combatir a las organizaciones delictivas, promover el crecimiento económico equitativo y sostenible para nuestros dos países”, dice un corto comunicado de la Casa Blanca sobre la visita, que aclara también una visita con el presidente saliente Iván Duque. Lo más probable es que los cuatro no hagan una declaración con detalles después de las reuniones del viernes, pero la visita demuestra la atención particular que Biden le está dando al nuevo gobierno colombiano.
“Me parece que esta es una delegación de muy alto nivel antes de una toma de posesión, que no es normal en otros países de la región, aparte de México”, explica a EL PAÍS el exembajador de Panamá y y exsubsecretario adjunto para America Latina, John D. Feeley, quien trabajó en el servicio diplomático estadounidense durante 27 años. “En México hay un precedente, por ejemplo, cuando el presidente George W. Bush se reunió con Vicente Fox antes de tomar posesión. Pero, en general, en ningún otro caso nos hemos reunido a un nivel tan alto, no ocurrió cuando se iba a posesionar Guillermo Lasso [presidente de Ecuador] o Gabriel Boric [de Chile]”.
Para él, sin embargo, la visita puede señalar buenas noticias. “Creo que el Gobierno de Estados Unidos ha tomado lo que yo considero una decisión acertada”, considera Feeley. “Adelantar pláticas con el Gobierno que viene, y con el que sale, porque el empalme es un proceso importante para los intereses que hay en nuestra relación bilateral. Es una decisión correcta también porque la relación con Colombia es de otro nivel”.
Sin embargo, si bien una delegación de tan alto nivel en Colombia puede ser señalar lo importante que es la relación bilateral para Estados Unidos, también puede señalar la preocupación que tiene el Gobierno de Biden con algunos temas. Gustavo Petro ha hablado de cambiar radicalmente la relación diplomática con Estados Unidos: habla de renegociar puntos del Tratado de Libre Comercio porque este genera desventajas para unos sectores productivos de la economía; quiere reformular la política antidrogas, en favor de la legalización, porque considera que el enfoque prohibicionista norteamericano ha fracasado en su intento de acabar con la producción de cocaína; y quiere poner sobre la mesa el tratado de extradición, porque considera que este ha sido un obstáculo para que las víctimas conozcan la verdad sobre crímenes cometidos por actores armados.
“Creo que dos de los temas más delicados ahora son el de la guerra contra las drogas y el tema de seguridad”, explica a EL PAÍS la politóloga e internacionalista Sandra Borda. “Aunque Petro ha dicho varias veces que no quiere extraditar, la preocupación que le puede dar a Estados Unidos es que esa propuesta genere incentivos para la delincuencia. Eventualmente contemplar una negociación [de paz] sin la extradición, les preocupa que eso genere una impunidad rampante”. Si bien unos grupos armados exigen que se descarten las extradiciones para sentarse negociar, para Estados Unidos negociar sin ese recurso puede ser visto para los armados como que bajaron los costos de delinquir si no cumplen con lo pactado en un acuerdo de paz.
“Pero, debo aclarar, si uno lo piensa con cuidado, esto de la extradición no es algo que deba estrictamente negociarse, porque es una decisión unilateral del Gobierno colombiano”, explica Borda. Es decir, la decisión de extraditar en cada caso, así Petro renegocie o no el tratado, igual dependerá de la firma del presidente.
Frente al tema de las drogas, el embajador encargado de Estados Unidos en Bogotá, Francisco Palmieri, se mostró cauteloso. “La legalización es un tema sensible”, dijo brevemente en entrevista con la emisora W Radio. “Yo creo que a través de unas buenas pláticas podemos entender exactamente lo que está considerando el Congreso y el nuevo Gobierno”.
Otro punto es el de renegociar el Tratado de Libre Comercio, una bandera importante para la izquierda colombiana desde que se firmó ese acuerdo durante el Gobierno de Álvaro Uribe. Usualmente un tratado comercial debe ser aprobado por el Congreso de Estados Unidos, un proceso que puede tomar meses, pero frente a esta propuesta el embajador encargado suena más optimista.
“Estados Unidos quiere promover el desarrollo en el país, y queremos trabajar con el nuevo Gobierno, particularmente en sus esfuerzos de mejorar la economía rural del país”, dijo Palmieri. Frente a modificar el TLC en temas puntuales, como los agrícolas, añadió que existe es un mecanismo particular que puede abordarse con la representante comercial en Estados Unidos, Katherine Tai. Para él, “existen mecanismos dentro del tratado para mejorar, modernizar, responder a cualquiera de los dos lados, a sus ideas, de cómo podemos hacerlo funcionar mejor. Puede servir muy bien ese mecanismo”.
Un punto que no generará tanta tensión, sin embargo, es el de Venezuela. Aunque el Gobierno de Estados Unidos había apoyado a Juan Guaidó como presidente alternativo de Venezuela, volvió a entablar conversaciones recientemente con Nicolás Maduro después de la invasión rusa en Ucrania. Petro, por su lado, ha anunciado que volverá a establecer relaciones con el Gobierno vecino, y empezará por reabrir la frontera y tener una embajada en Caracas. Si puede tornarse complejo ese nuevo acercamiento, en el futuro, sería por el tema de negociar con el ELN, donde el gobierno de Venezuela es clave porque buena parte de esa guerrilla está en el territorio vecino. Pero ese sería un proceso que también miraría con mucha cautela Estados Unidos, que considera al ELN una organización terrorista.
“En ese sentido, Petro tendrá que caminar la delgada línea que ya tuvo que caminar Santos”, explica Sandra Borda, sobre la posición del expresidente durante las negociaciones con la guerrilla de las FARC, que también estaba entre las organizaciones que perseguía Estados Unidos. “Esa delgada línea en la que debe intentar mantener a Estados Unidos feliz, y al mismo tiempo a Venezuela tranquilo”.
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