Alejandro Alonzo
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Casi una década después de que Dr. Fredric Wertham causó un pánico moral entre la población estadounidense con su libro Seduction of the Innocent, surgieron en San Francisco historietas clandestinas enfocadas en política, uso recreativo de drogas, música rock y sexo libre: temas afines al movimiento de contracultura de la juventud de la época. Debido a esta temática adulta, estos nuevos cómics se conocieron como “comix” para diferenciarlos de los cómics convencionales usando la “x” de la clasificación X utilizada en la industria del cine para las películas no aptas para menores.
La industria del cómic llevaba años amordazada por el ente regulador Comics Code Authority pero también se había rehusado a adaptarse a los tiempos cambiantes. Por eso fue que cuando Robert Crumb publicó Yarrostalks (el primer cómic underground de la historia) y la primera edición de Zap Comix en 1967, inició una revolución.
Llenos de representaciones descaradas de sexo, uso de drogas, violencia y rebelión política, los cómics clandestinos encontraron rápidamente una audiencia entusiasta entre los jóvenes, que buscaban cambiar radicalmente el statu quo y habían perdido el interés en los cómics tradicionales. Autores como Art Spiegelman, Spain Rodriguez y Trina Robbins estuvieron al frente de esta nueva ola, con publicaciones como Arcade, Cocaine Comix y Fabulous Freak Brothers.
Los comix trataban temas tabú como el sexo, las drogas y la música rock.
El efecto de los comix se extendió más allá de los confines de la clandestinidad. A partir de 1968, la capacidad de los cómics para transmitir las realidades de la vida se amplió enormemente. Incluso el hábitat de los superhéroes desinfectados fue casi erradicado, ya que Batman, Superman y casi todos los demás superhéroes evolucionaron hasta convertirse en personajes complejos con defectos y ambigüedades humanas (o parecidas a las humanas). El eventual surgimiento del personaje antihéroe (Wolverine, The Punisher, etc) en la década de 1990 se remonta a los cómics antisistema de la era clandestina.
Pero los cómics clandestinos hicieron mucho más que simplemente romper tabúes y expandir el alcance de los cómics a temas para adultos. Los creadores y editores establecieron nuevos estándares para el negocio de las historietas, estableciendo derechos para los artistas y escritores que rara vez se permitían en el mundo de las historietas convencional, como regalías y mantener los derechos de autor en las manos de los creadores.
La popularidad de los cómics clandestinos se aceleró durante varios años, antes de que una combinación de circunstancias condujera al colapso del movimiento, a finales de los setentas. El escenario quedó listo para que la aparición del siguiente contendiente: el cómic alternativo.