En la primera temporada de Bridgerton, la entretenida serie de Netflix basada en las novelas de la escritora estadounidense Julia Quinn –que retratan con ojo agudo e irónico el Londres de comienzos del siglo XIX–, las jóvenes mujeres protagonistas nacen, estudian, se visten, se maquillan, memorizan poesías y aprenden a tocar el pianoforte con un solo gran objetivo: casarse.
Todas, excepto lady Eloise Bridgerton, que ve con angustia cómo se acerca su momento de ser presentada en sociedad. Mataría por ir a la universidad, pero las mujeres de su alcurnia no siguen estudiando, y se cuestiona cada uno de los mandatos que pesan sobre el “ser mujer” –tener hijos, incluso– ante los ojos horrorizados de su hermana mayor, quien va a casarse sin siquiera saber cómo se reproducen los seres humanos.
Dos siglos después, con las mujeres instaladas en la esfera pública, con miles de líderes femeninas como referentes para las nuevas generaciones de niñas y jóvenes, y narraciones como la de Bridgerton relegadas a un contexto de época, las cifras se encargan de mostrar que, pese a todos los avances en las últimas décadas en pos de reducir la brecha de género, aún queda demasiado camino por recorrer. Exactamente, 136 años. Todo ese tiempo, –dice el informe Global Gender Gap 2021, del Foro Económico Mundial– es lo que tardará en terminarse la desigualdad entre hombres y mujeres.
El derecho a la educación, por cierto, es uno de los pilares fundamentales a la hora de igualar las oportunidades para niñas y adolescentes. Chile, en ese sentido, va adelante en comparación con otros países de América Latina: la brecha de acceso a la escolaridad primaria y secundaria está cerrada. Sin embargo, aun en 2022, en la sala de clases se repiten estereotipos y creencias sexistas, que van desde el espacio que niños y niñas ocupan –los niños juegan en el centro del patio en los recreos, relegando a las niñas a la periferia– hasta diferencias de trato: algunos estudios muestran que las y los profesores les dan más la palabra a los estudiantes hombres, inhibiendo a las niñas de dar su opinión.
Luego, revisando las cifras, se observa que las mujeres obtienen puntajes más bajos en las pruebas de matemáticas de mediciones como el SIMCE o las pruebas de acceso a la educación universitaria. ¿Podría tener algo que ver el trato que reciben en el aula escolar?
Como integrantes fundamentales de la formación escolar, las y los profesores, directivos y asistentes de la educación tienen en sus manos la tarea de comenzar a visibilizar los posibles sesgos de género que existan en sus comunidades. Para ayudarles a identificarlos, reflexionar sobre ellos y generar acciones concretas para promover una educación no sexista, ComunidadMujer se ha asociado con Educarchile –portal educativo de la Fundación Chile que tiene más de 110 mil usuarios suscritos, más de 60 mil de ellos profesionales de la educación– para desarrollar un curso en línea gratuito llamado Transformemos las escuelas desde el enfoque de género. ¿El objetivo? Que quienes trabajan en educación puedan observar su comunidad e identificar los estereotipos de género que se transforman en desigualdades educacionales.
“El curso invita a una reflexión en la que docentes puedan mirar sus propias creencias de género y cómo inciden en la práctica educativa y en este proceso generar las transformaciones en la escuela”, explica Jessica Mahan, directora del Centro de Liderazgo de ComunidadMujer, organización que desde hace 20 años trabaja por la visibilización y empoderamiento de las mujeres en todas las áreas de la sociedad, y que desde hace siete promueve la educación no sexista en los colegios.
En 2020, en el marco de la Red de Educación Digital –proyecto impulsado por BHP Foundation que reunió a diferentes instituciones para ofrecer una respuesta a la crisis educativa generada por la pandemia y trabajar por una educación para el siglo XXI–, ComunidadMujer desarrolló una serie de recursos pedagógicos para ser usados en la comunidad escolar con el objetivo de erradicar los estereotipos de género.
Mucho del material audiovisual generado para esa instancia hoy forma parte del curso Transformemos las escuelas desde el enfoque de género, que será de autoinstrucción (es decir, cada persona que lo tome podrá ir realizando sus actividades según sus tiempos) y estará disponible para inscripción a partir del 20 de julio y hasta el 30 de septiembre en el portal de Educarchile. Pueden inscribirse profesores, directivos y asistentes de la educación de Chile y toda América Latina, como también personas interesadas en aprender estos contenidos, ya que no existe ningún requisito ni documento necesario para la incorporación.
“La perspectiva de género es transversal en todo lo que hacemos; es un componente fundamental en todos nuestros proyectos e iniciativas y en el que queremos seguir avanzando como un sello distintivo de nuestra gestión en los ámbitos de educación, resiliencia comunitaria y participación social”, dice Alejandra Garcés, directora de BHP Foundation en Chile. “Esperamos que este curso ayude a reducir los estereotipos y sesgos que aún vemos en las salas de clases, algo que tanta falta nos hace para avanzar hacia un mejor país para todos y todas”.
El trabajo colaborativo, dice Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer, ha sido fundamental para poder impulsar iniciativas para la transformación de las relaciones de género. “En especial en los espacios educativos, ya sea desde los propios equipos de las comunidades educativas y las múltiples organizaciones que aportamos en esos cambios. Este curso se da gracias a una alianza colaborativa entre dos organizaciones, pero también es producto de un trabajo conjunto que hemos desarrollado en la Red de Educación Digital, liderada por BHP Foundation”.
De hecho, en 2021, también con el apoyo de BHP Foundation, ComunidadMujer llevó la experiencia online a terreno, a través de un acompañamiento a tres liceos técnico-profesionales en tres regiones del país. Allí vieron cómo aún existen patrones que condicionan a hombres y mujeres a tener formación diferenciada.
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Yairi Guzmán, coordinadora de proyectos del Centro de Liderazgo de ComunidadMujer, fue una de las profesionales que estuvo presente en este trabajo con las escuelas. “Vimos, por ejemplo, que en carreras relacionadas con mecánica, metalurgia extractiva o agricultura se va dando una diferenciación”, observa. “Los hombres toman el rol de manejo de maquinaria pesada y las mujeres quedan relegadas a llevar inventarios e informes. Para todos, esta división de las tareas era “normal”, pero las y los docentes comenzaron a poner ojo en esto. Se preguntaron: ¿Por qué ocurre? ¿Tendríamos que intencionar algo?”, cuenta.
Hay cifras sobre la incorporación de las mujeres en el ámbito universitario y académico que también, por muchos años, se han asumido como “normales”: en Chile, por ejemplo, son más mujeres que hombres las que entran a la educación superior; sin embargo, según cifras del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, solo una de cuatro elige hacerlo en una carrera del área STEM (sigla en inglés para hablar de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
De entre todas y todos los egresados de carreras STEM, un 7% por ciento son mujeres, el porcentaje más bajo dentro de los países de la OCDE. Y, según la última Radiografía de Género del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, a abril de 2022, las investigadoras corresponden a un 35% de quienes ejercen este rol en Ciencias.
“Hace unas semanas hablaba con una estudiante de la carrera de Matemáticas y la joven hacía referencia a su experiencia escolar. Era brillante, había estado en cuatro olimpiadas. Contaba que cuando se sacaba buena nota, su profesor, en vez de felicitarla, les decía a sus compañeros hombres que cómo una mujer les está ganando. Lamentablemente, ese profesor hablaba desde sus propios sesgos de género, los que, sin duda, marcaron la experiencia de ella y sus compañeros. Ella no era reforzada en su mérito, sino más bien era utilizada como ejemplo que evidenciaba que los hombres eran “perdedores”, que no eran los “campeones”. Les decía ‘una mujer te gana’, como si fuera un insulto, como si fuera ofensivo para los varones las competencias o triunfo de una mujer”, cuenta Jessica Mahan, de ComunidadMujer.
No es que las y los profesores tengan toda la responsabilidad en el tema, advierte. El sesgo de género es una creencia que llevamos casi como parte de nuestro ADN, por lo que se necesita no solo un cambio escolar, sino cultural y como sociedad. Sin embargo, quienes trabajan en docencia pueden convertirse en “los héroes y las heroínas” –dice– que propicien este salto.
“Hace siete años no había la misma conciencia por el tema. El movimiento feminista estudiantil de mayo de 2018 marcó un antes y un después. La idea de este curso es subir un primer peldaño. Cuestionar lo que hemos normalizado. Hoy, además, son los mismos estudiantes quienes están cuestionando esta pseudo-normalidad y los roles rígidos de género, por eso las comunidades necesitan dar respuestas a estas demandas”, explica.
Libertad Manzo, coordinadora de Formación Continua de Educarchile, cuenta que el rol de esta organización, que trabaja en asociación con el Ministerio de Educación, fue darles a los contenidos de este curso una visión amigable e introductoria para el gran desafío que enfrentan las y los profesionales docentes, además de poner a disposición su plataforma, que ha capacitado con cursos de autoaprendizaje a casi 50 mil personas entre 2018 y 2021.
Entre las temáticas del curso –que tiene una duración total de 15 horas cronológicas y que entrega una certificación de Educarchile– se desarrollan temas como la visibilización de las desigualdades de género en el sistema educativo por medio del “Currículum Oculto de Género” (es decir, todas las creencias que traemos impregnadas sobre lo que hombres y mujeres “deben hacer”), la problematización de desigualdades de género en el contexto escolar y cómo podrían transformarse, y la reflexión sobre la relevancia de la educación no sexista, entre otros tópicos. Tenemos muy naturalizadas ciertas conductas y prácticas, por ejemplo: ¿cuántas autoras literarias se difunden en las escuelas? ¿Cuántas matemáticas? ¿Cuántas científicas? El interés del curso está en abrir esta reflexión en los centros escolares, para que las comunidades de manera informada y crítica vayan construyendo y desarrollando sus proyectos educativos.
“Desde Aprendizaje para el Futuro de Fundación Chile, nos proponemos contribuir desde una visión integral del desarrollo humano al cambio de paradigma educativo que nuestra sociedad requiere para que nuestros niños, niñas y jóvenes puedan desarrollarse plenamente. Para ello, aprender a convivir superando las barreras de género nacidas en siglos pasados, resulta fundamental, y es por eso que Educarchile se pone a disposición de esta temática, aportando nuestros conocimientos didácticos y tecnológicos para aportar al sistema escolar con esta acción formativa”, agrega Andrea Osorio, directora de Aprendizaje para el Futuro de Fundación Chile.
“Hay una barrera que estamos intentando romper. Hasta hace poco las escuelas sentían que el rol de género no era materia de ellas, sino que el ojo tenía que estar puesto en la familia. Pero traer el tema del género y problematizarlo desde el cómo nos tratamos, cómo hablamos o los sesgos que transmitimos, por ejemplo, a la hora de estimular a estudiantes hombres y mujeres, no era un tema para cuestionar en la escuela, porque también no está impregnado en el currículum”, dice Libertad Manzo.
“La idea es llevar esto al día a día. No nos hemos hecho cargo de bajar esto a nuestra realidad cotidiana; cuestionarse prácticas naturalizadas, ancladas en el sistema escolar. Es innovador querer trasladar el sistema a lo concreto a las prácticas cotidianas”.