“Howard, vas a ser un hombre de visiones”
Todo es real cuando se tienen tres años. Esa edad tenía Howard Finster (1916-2001) cuando vio a su hermana Abbie Rose, recientemente fallecida, que se acercaba caminando desde el cielo, envuelta en un vestido blanco. Ella le dijo: “Howard, vas a ser un hombre de visiones”. La intensidad de ese encuentro fue suficiente para predisponer al menor de los Finster a un profundo misticismo que lo llevaría, en principio, a “renacer” como bautista a sus trece años y a comenzar a predicar con apenas dieciséis.
El predicador ejerció a lo largo de su vida distintos oficios para mantener a su familia. Fue en 1976 mientras trabajaba en la reparación de una bicicleta cuando, a partir de una nueva visión, decidió dedicarse al arte. Así comenzó una producción pictórica y escultórica inusualmente prolífica en la que incluía, invariablemente, mensajes del Evangelio.
El arte de quien sería llamado “el Andy Warhol del Sur” –encuadrado dentro de lo que se conoce como art brut o arte marginal– tuvo difusión masiva a partir de la incursión de Finster por ciertos andariveles del mainstream, como su presentación en un popular programa de TV de los Estados Unidos o la colaboración con dos bandas de rock independientes.
El elegido de Alabama
Howard Finster fue uno de los 13 hijos de dos granjeros de Valley Head, Alabama, Estados Unidos. En esa zona rural del estado sureño asistió a la escuela –hasta el sexto año– y se crió en la iglesia bautista, el entorno cultural que inspiraría su vida y su obra. Prevenido por la revelación que le hiciera su hermana fallecida cuando él tenía tres años, sabía que sería llamado a cumplir mandatos divinos. Finster recordó haber sido llamado a predicar en 1931. En 1937, se mudó al condado de Chattooga con su joven esposa Pauline y su primer hijo. Se empleó en varias fábricas de algodón y en algunas iglesias bautistas para ganarse la vida. En 1961, los Finster se mudaron al estado de Georgia, donde Howard trabajó como reparador de bicicletas y motores pequeños.
A principios de la década de 1960, el predicador se alejó un poco del trabajo en las iglesias, decepcionado por la indiferencia de un público del que esperaba otro eco. También comenzó a darle forma al Plant Farm Museum, en un predio detrás de su casa donde tenía la intención de contener “todos los elementos hechos por el hombre”.
Finster se sintió obligado a celebrar los inventos de la humanidad: “Construí el parque porque Dios me lo encargó. Comencé el Jardín a unos treinta metros en el patio trasero, construí un piso de cemento, puse un cobertizo de transporte y comencé a exhibir los inventos de la humanidad. Mi parque es un monumento a los inventores. Los inventores no reciben reconocimiento. No tienen un Día del Inventor. Para representarlos, estoy tratando de coleccionar al menos uno de todos los inventos del mundo”.
Así, The Plant Farm Museum o la “Casa de exhibiciones”, el edificio principal del sitio, está hecho de materiales reciclados, vidrios rotos, concreto, objetos pintados, óxido y otros materiales desechados. En el mismo terreno Howard levantó además otras edificaciones, como la “Casa de la Biblia”, “la Casa del Espejo”, “la Torre de la Bicicleta” (construida con cuadros de bicicletas), “el Nido de Ametralladoras” y la “Iglesia de Arte Popular del Mundo Inc.”, de cinco pisos de altura, que domina el horizonte: parece un gran pastel de bodas de doce lados, construido con desechos, madera sin tratar y madera contrachapada.
El trabajo de Finster comenzó a ganar notoriedad; la noticia del crecimiento de su particular museo fue recogida en un artículo publicado en 1975 por la revista Esquire, que lo denominó “Un jardín del paraíso”, y el nombre se mantuvo y evolucionó hasta convertirse en lo que ahora es “Paradise Garden”.
Allí se afanaba Howard arreglando una bicicleta, un día de 1976, cuando una salpicadura de pintura manchó su mano: “Un día estaba trabajando en un parche en una bicicleta, y estaba frotando un poco de pintura blanca en ese parche con este dedo aquí, y miré la punta redonda de mi dedo, y había un rostro humano en él… Luego una sensación cálida recorrió mi cuerpo, y una voz me habló y dijo: ‘Pinta arte sagrado’”.
Finster respondió al llamado, trabajando día y noche con todos los medios que tenía a disposición, con un objetivo: difundir el evangelio de Jesucristo. El resultado: miles de obras que combinan inscripciones textuales obsesivas, a menudo pasajes bíblicos, con ingredientes visuales que van desde Elvis Presley o Marilyn Monroe, Henry Ford y George Washington, hasta la botella de Coca Cola, ciudades futuristas o mundos celestiales del espacio exterior. La incorporación en sus pinturas de esas figuras icónicas obedece también a su propósito máximo: la búsqueda de eficacia en la transmisión de la palabra de la Biblia, y así que todos puedan ser salvados el día del Juicio Final.
Podría interpretarse que Finster instaba a la protección de su público en instancias un poco más terrenales, también. En uno de los mensajes que anotó en Angel Baby whit Coca Cola (1996), advierte: “Necesitarás más a Dios. Piensa mucho sobre este asunto hoy. Millones de personas de la iglesia beben Coca y conducen a casa sobrios y seguros”.
Sermones en pintura
Howard Finster fue un maestro de los detalles, sus obras son algunas de las más sorprendentes producidas por un artista autodidacta. Sus pinturas carecen de perspectiva, lo que le da a su mensaje una sensación de universalidad. Una de las tareas más grandes que emprendió fueron las 5.000 pinturas que –decía– Dios le pidió que hiciera como un medio para difundir su palabra.
Finster las numeró todas y terminó la tarea justo antes de la Navidad de 1985. Con este encargo ya cumplido, continuó pintando y catalogando sus obras hasta el día de su muerte, el 22 de octubre de 2001; a la fecha había numerado más de 46 mil.
Desde que comenzó la construcción de Paradise Garden, llenaba cualquier espacio disponible con citas bíblicas manuscritas, todo tipo de mensajes dogmáticos y sorprendentes relatos de sus frecuentes experiencias visionarias, en las que viajaba a “otros mundos más allá de la luz del sol”. Llamó a sus obras “sermones en pintura”. Esas visiones eran traducidas a obra pictórica a un ritmo incesante; Finster solía compararse con un televisor, en este sentido. Su prolífica producción se instaló entre las estructuras caprichosas de Paradise Garden, donde se ofrecieron a la venta.
Ese impresionante jardín de esculturas, que alberga más de 46 mil piezas de arte en sus edificaciones y también al aire libre, es hoy un lugar de peregrinación para los turistas y figura en el Registro Nacional de Lugares Históricos.
Entre las varias curiosidades que pueden encontrarse en Paradise Garden, se encuentra una baldosa de cemento, en la que Finster incrusta las herramientas que usaba para trabajar y declara su transición al “mundo de los artistas”, y su espectacular Gospel Bike. Su bicicleta permaneció como un recordatorio del oficio que ejercía antes de ser llamado a hacer “arte sagrado”.
Gospel Bike se convirtió en un sermón rodante: el vehículo perfecto de Finster para llevar la Palabra. Torres celestiales, angelitos, nombres y escrituras llenan cada espacio, con un retrato de Jesús protegiendo el asiento y una serpiente montada en el guardabarros de la rueda.
Pero sin dudas el detalle macabro de este jardín del paraíso es la Tumba del Cuerpo Desconocido, que encierra el cadáver de una joven de 17 años que había muerto hacía unos cien años cuando un enterrador local se la entregó a Howard. Finster construyó un sarcófago con una ventana de vidrio para que los visitantes pudieran ver los dientes de la adolescente, pero cuando el vidrio se rompió, Howard lo selló.
Tina Cox, titular de la Paradise Garden Foundation, dice que la misión para el siglo XXI del Paradise Garden es ser un centro de “turismo cultural”. En el predio se realizan eventos musicales y cinematográficos, un campamento de arte para niños, clases de pintura para adultos, fiestas navideñas, exhibiciones de arte itinerantes y una “Finster Fest” cada mes de mayo. Hasta incluye un sitio de hospedaje, ofrecido en la plataforma Airbnb, para los visitantes que quieran pasar allí la noche.
Los flashes
Howard Finster hizo su primera exposición en 1976 y pintó cuatro obras para la Biblioteca del Congreso el año siguiente. A principios de la década de 1980, su audiencia –o “congregación”, como él la llamaba– aumentó drásticamente cuando hizo su primera aparición en The Tonight Show, el popular programa televisivo presentado por Johnny Carson.
Poco después, fueron dos de las bandas musicales independientes más icónicas las que ayudaron a llevar el trabajo de Finster a un público más amplio, consolidando su estatus como una de las figuras más intrigantes del siglo XX. Los rockeros de Georgia REM filmaron el video del simple Radio Free Europe, que fue su lanzamiento, en Paradise Garden en 1983. El líder de la banda, Michael Stipe, quedó prendado del trabajo de Finster y en 1984 colaboró con él en la pintura que es la portada de su segundo disco, Reckoning. REM compuso también el tema Maps and Legends incluido en Fables of the Reconstruction como tributo a Finster.
Después de ver su trabajo con REM, el legendario grupo de Nueva York Talking Heads le encargó a Finster una pintura para la portada de Little Creatures en 1985, que fue votada por muchas publicaciones como la portada del álbum del año. Esto daría lugar a otros encargos de artistas como Memory Dean y Adam Again. Sobre la producción del álbum de Talking Heads, Finster dijo: “Creo que hay 26 versos religiosos en la primera portada que hice para ellos. Vendieron un millón de discos en los primeros dos meses y medio, así que son veintiséis millones de versos que saqué al mundo en dos meses y medio”.
La última luz roja antes del Apocalipsis
El arte de Howard Finster atrajo no solo a los jóvenes o al mundo “pop”, sino que ganó además un reconocimiento importante por parte del coleccionismo de arte más convencional. Hoy en día, sus obras se pueden encontrar en numerosos museos de todo el mundo, incluido el Museo Smithsonian de Arte Americano, el Museo de Arte de Milwaukee, el Museo de Arte Popular Estadounidense de Nueva York o el Museo de Arte Abby Aldrich Rockefeller. Paradise Garden permanece abierto al público y una parte de este proyecto se exhibe en el High Museum of Art de Atlanta. Por otra parte, en 1984 Finster fue seleccionado para representar a los Estados Unidos en la Bienal de Venecia.
Trabajando incansablemente hasta su muerte en 2001, Finster desarrolló un estilo inconfundible que mezcla el arte popular, marginal y visionario. Pensaba que los buenos cristianos escaseaban, y de sí mismo decía que era una de las últimas luces rojas del mundo, “la última luz roja antes del Apocalipsis”.
“Soy Howard Finster, un extraño de otro mundo. Mi padre y mi madre, mis hermanas y mi hermano, mi esposa, mis hijos, mis nietos, nunca me han descubierto realmente. Cuando termine mi trabajo, regresaré a otros mundos”, inscribió en una de sus primeras pinturas.
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